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EL "SACRAMENTO DEL ORDEN": Sobre el Sacerdote y Su Misión.

Sobre el Sacerdote y Su Misión:

Su Santidad, Juan Pablo II,

El sacerdote debe presentarse, ante todo, como un ",hombre de fe", porque él, en virtud de su misión, debe comunicarla a través del anuncio de la Palabra. No podrá predicar el Evangelio de forma convincente si él mismo no ha asimilado profundamente su mensaje. El da testimonio de la fe con su forma de actuar y con toda su vida. Hombre de fe, el sacerdote es también «hombre de lo sagrado», testigo del Invisible, portavoz de Dios revelado en Jesucristo. El sacerdote debe ser reconocido como un hombre de Dios, un hombre de oración, al que se ve rezar, al que se oye rezar. El sacerdote, por tanto, debe alimentar en sí mismo una vida espiritual de calidad, inspirada en el don del propio sacerdocio ministerial. Su oración, su forma de compartir, sus esfuerzos en la vida, están inspirados por su actividad apostólica que se alimenta de toda una vida vivida con Dios. Hombre de fe, hombre de lo sagrado, el sacerdote es también un «hombre de comunión,>. Es él quien reúne al Pueblo de Dios y refuerza la unión que hay entre sus miembros por medio de la Eucaristía; él es el animador de la caridad fraterna entre todos. Actúa con sus hermanos en el sacerdocio. Colabora con su propio obispo. Se esfuerza en acrecentar los lazos de unión entre los miembros del presbiterio. Sobre esta base de relaciones tan ricas y tan profundas, el celibato adquiere un significado nuevo: no es ya una condición del sacerdocio, sino el camino de una verdadera fecundidad, de una auténtica paternidad espiritual, porque el sacerdote entrega su vida para que los frutos del Espíritu maduren en el Pueblo de Dios. «Ven y sígueme», sé mi testigo, da todo tu amor a Dios y a tus hermanos, y estarás al servicio del Pueblo de Dios.

REFLEXIONES

Los hombres desean contemplar en el sacerdote el rostro de Cristo, encontrar en él a la persona que, «puesta en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios» (Hebreos 5, 1), pueda decir con san Agustín: «Nuestra ciencia es Cristo y nuestra esperanza también es Cristo. Es él quien infunde en nosotros la fe con respecto a las realidades temporales y es él quien nos revela esas verdades que se refieren a las realidades eternas» (san Agustín, «De Trinitate», 13, 19, 24). -Cardenal Darío Castrillón Hoyos, prefecto de la Congregación para el Clero, 6-2004.

Como centinelas de la Casa de Dios que es la Iglesia, velemos para que en toda la vida eclesial de nuestras parroquias se reviva el encuentro con Cristo crucificado y resucitado. Evitemos los escollos del activismo en los que han naufragado en ocasiones los mejores programas apostólicos y pastorales, y por los que se han hecho áridas muchas vidas comprometidas en un servicio que no ha sido adecuadamente regado por la Palabra de Dios y por su presencia en la Eucaristía. -Cardenal Darío Castrillón Hoyos, prefecto de la Congregación para el Clero, 6-2004.

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