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EL SILENCIO. (De los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola)

EL SILENCIO

1. Coloquio con Jesucristo (6) 

JESUCRISTO: Hijo mío, te espero en el silencio. Ahí es donde te doy audiencia; en el silencio hablare a tu alma y en el oirás mi voz. 

EL ALMA: Lo estoy deseando, Señor. Pero no se por que, consigo con dificultad hacer silencio dentro de mi. Llego a Ti, y a veces vengo de muy lejos, con el espíritu atestado de deseos y de penas, y así no consigo hallar tranquilidad. 

JESUCRISTO: Es que, efectivamente, hijo mío, el silencio es una conquista. Hay que merecerlo. El recogimiento exige un esfuerzo: hay que quererlo. Es mucho mas fácil dejarse llevar, exteriorizarse, vivir en la superficie del alma. Pero eso es construir sobre arena. El que no recoge conmigo, desparrama. El que no se recoge en Mi, se disipa. Haz con valor este esfuerzo. Pídeme humildemente la gracia del silencio interior y, dentro de algún tiempo, hallaras la paz. 

EL ALMA: A decir verdad, Señor hay momentos en que tengo casi miedo del silencio, algo así como se tiene miedo del vacío. 

JESUCRISTO: Ese vacío, hijo mío, yo lo llenare, échate valientemente en el silencio, abraza de corazón esa ley esencial de los Ejercicios, acepta lo que puede tener de amargo la corteza de la soledad. Si eres valiente y fiel, te darás cuenta al cabo de cierto tiempo de que allí estoy yo, en esa soledad, para reconfortar y para enriquecer tu alma. 

EL ALMA: Señor, si estuviera cierto de hallarte, no me importaría. Pero lo que temo mas que nada es el silencio tuyo. 

JESUCRISTO: Tranquilízate, hijo mío: quien me busca fiel y ardientemente, acaba siempre por hallarme. Solo que tengo diversas maneras de manifestarme. A las muchedumbres de Galilea les daba el encanto de mis divinas palabras, para atraer sus almas débiles. Pero durante la Pasión me calle. Y me callo mas aun en la Eucaristía. ¿Es menos expresivo este silencio? 

EL ALMA: El mundo de hoy, tan bullicioso, reconozco que me ha hecho perder el gusto del silencio y necesito aprender de Ti una lección que me es tan difícil. 

JESUCRISTO: Escucha atentamente mis palabras: el que gusta de la soledad sabe a que sabe Dios. El alma tiene necesidad de silencio para adorar. Tienes, hijo mío, que afinar tu alma hasta que pueda escuchar el silencio. Callarse es obligar a Dios a hablar. Cuanto mas recibe el alma en el silencio, mas puede dar el alma en la oración. El silencio es la ayuda que prestas a tu Dios para que El se comunique contigo. La calidad de las almas se calibra por su actitud ante el silencio, por su capacidad de silencio, por el timbre de su palabra interior. 

EL ALMA: Yo siempre había reducido el silencio a una mera medida disciplinar; pero ahora empiezo a comprender su ascetismo y su profundidad. 

JESUCRISTO: En el origen de todo estado místico hay un silencio anterior que es liberación repentina e inefable de todo lo que pesa. El gran beneficio del silencio es que te despega de lo sensible, de lo inmediato, y te hace hallar de nuevo el sentido de lo invisible, te hace poseerte plenamente. Tienes que hacer el silencio en ti, no para contemplarte y admirarte secretamente, sino para tomar posesión de ti mismo y darte del todo a Dios en la entrega del momento presente. El silencio descansa, pacifica y consuela. El silencio lo hace a uno mejor. ¿No has notado que sin silencio no hay recogimiento? Ese precioso recogimiento que favorece la soledad de un sitio retirado, que brota de un corazón pacificado y que se produce dentro por la presencia de un Dios amado. Haz silencio dentro de ti mismo para que hable en ti mi Palabra que se pronuncia en eterno silencio. El silencio, hijo mío, es un sacramento donde me oculto y me doy... 

(5) Op. cit.

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