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"A MIS SACERDOTES" De Concepción Cabrera de Armida. CAPITULO VIII: Los sacerdotes y María.

MENSAJES DE NUESTRO SEÑOR 
JESUCRISTO PARA SUS PREDILECTOS. 

(“A mis Sacerdotes” de Concepción Cabrera de Armida) 

VIII 

LOS SACERDOTES Y MARÍA 

Al transformarse los sacerdotes en Mí, en la Misa, pasan a ser más íntimamente, más completamente en esos momentos, más -digo- hijos de María Inmaculada, al ser Yo mismo en ellos. Y este pensamiento no se ahonda, no se les ocurre, no lo agradecen… 

Y María, entonces, tiene para ellos toda la ternura que tuvo y que tiene para Conmigo, porque ve en cada sacerdote otro Yo; y los mira complacida, y los envuelve en su calor, y los estrecha en su seno, y los acaricia, y los ama… porque me ve en ellos a Mí. 

María en las Misas tiene siempre un gran papel; porque, si ocurre como Corredentora en todos los sacramentos, más, mucho más está presente en las Misas. 

Y ésta es otra pena para mi Corazón filial, el más delicado que pueda existir; el ver que mi Madre cargue, en ellos, lo impuro; en que comparta, en su inmaculado candor, su pena con la mía; en que Yo la va, la sienta estremecerse cuando a su corderito lo desgarren como tigres los sacerdotes sin conciencia, los sacerdotes manchados, los indiferentes al menos; tratando con frialdad, con tibieza y hasta con cierto desprecio lo que Ella más ama, a su Hijo unigénito más puro que la luz, 

¿No son acaso estas penas íntimas, profundas y doloras? 

Mi primer amor, después del de mi Padre, es María; y después, mis sacerdotes, mi Iglesia; y en ella, las almas. Esos son mis amores, y en estos amores inmensos están también mis dolores. Y quiero comunicarlos a mis sacerdotes, ¡porque reclaman un consuelo, un alivio, un descanso! 

María impregnada de todos los misterios, toca parte muy activa con la Iglesia en implorar perdones y derramar gracias. María no ha dejado de ser Madre mía y de los pecadores; y ¡cuánto hieren a su Corazón purísimo las ofensas que me hacen, y más las de los míos! Si yo soy Mártir en las Misas celebradas por sacerdotes indignos, Ella –asistiendo en los altares a mi pasión incruenta, como asistió a la cruenta del Calvario-, contempla desolada lo que con su Hijo se atreven a hacer. 

Y su papel, unido al mío, es olvidar, en cierto sentido, su pena y clamar al Padre en mi unión: ¡misericordia! María ofrece su pureza y sus lágrimas en esas Misas infames para que en lugar de castigos lluevan perdones para el mundo, para el purgatorio, para los mismos sacerdotes indignos; porque su corazón identificado con el mío, es todo caridad y amor ternísimo. 

María, después del Padre y del Espíritu Santo, es la que contempla sin velos la lucha mía entre el Dios hombre y el hombre Dios, entre la Justicia y la Misericordia, la eterna lucha de mi amor, ¡de mi infinito amor a la humanidad en mi Corazón de Dios hombre y de hombre Dios! Y María con su Corazón Inmaculado se interpone a los merecidos rayos de la Justicia, y la desarma ofreciendo a su Hijo ante la Divinidad tan bajamente, tan rastreramente ofendida. 

¡Y los sacerdotes, ignorantes de esto, no saben ¡ay! A quien deben no estar partidos por él rayo de la justicia, no caer desde luego en el infierno! Es María, después de Mí, su pararrayos; es María en mi unión la que implora; es María la que con su Blancura limpia en mi alma las negruras. Porque si Yo las cubro – esas negruras de los sacerdotes sacrílegos- o quiero y trato de cubrirlas ante mi Padre celestial, ¡Ella, mi Madre, las cubre, quiere cubrirlas ante las miradas mías! 

Y no es que Yo rehúse el sufrimiento o que no quisiera pasar estas penas –místicas, pero reales- en cuanto hombre; lo que me duele más son las ofensas a mi Padre en Mí; los castigos a mis sacerdotes malos, y al mundo por ellos; y la dolorosa pena de María, en la que entra muy vivamente su amor al Hijo y a los Hijos también suyos, los sacerdotes indignos”. 

Que el Espíritu Santo y la Virgen María los transforme en otros Jesús, 

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“A los Sacerdotes, hijos predilectos de la Virgen Santísima.” 

Tengo necesidad sólo de de vuestra confianza, sólo necesito vuestro completo abandono. 

Satanás sólo teme esto: el ejercito de los Sacerdotes consagrados a mi Corazón Inmaculado y completamente abandonados a Mí.

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