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"A MIS SACERDOTES" De Concepción Cabrera de Armida. CAPITULO X: Jesús quiere una reacción en el clero por el Espíritu Santo y la Oración.

Mensajes de Nuestro Señor

Jesucristo a sus Hijos Los Predilectos. 


(“A mis Sacerdotes” de Concepción Cabrera de Armida) 


X



Jesús quiere una reacción en el clero por el Espíritu Santo y la Oración. 


Quiero una reacción viva, palpitante, potente y poderosa del clero, por el Espíritu Santo; quiero renovar el fervor en corazones dormidos; quiero extinguir la impureza, el lucro, la avaricia, la codicia, el mundo en fín, que se ha infiltrado en muchos corazones de los míos. Este cúmulo de vicios en los corazones de los que me pertenecen hace que se entibie su fe, y que vivan arrastrando su vocación sacerdotal. 

Y ¿Cuál es el remedio? El Espíritu Santo en general, pero en particular, su remedio está en la oración, en esas horas de trato intimo Conmigo en las que Yo derramo mis luces con más abundancia, en las que me acerco a los corazones y les comunico mi Espíritu, y los conforto, y los ilustro, y los enciendo, y les facilito con mi amor el camino del deber, el espinoso sendero que deben recorrer sacrificándose. 

Un sacerdote ya no se pertenece; es otro Yo y tiene que ser todo para todos; pero ha de santificarse primero, que nadie da lo que no tiene, y solo el Santificador santifica. 

Por consiguiente, si quiere ser santo como es su deber ineludible, debe estar poseído, impregnado, del Espíritu Santo; porque si este divino espíritu es indispensable para dar la vida de la gracia a cualquier alma, para las almas de los sacerdotes debe ser Él su aliento y vida. 

Si son Jesús los sacerdotes ¿cómo no han de tener el espíritu de Jesús? Y ¿cuál es éste, sino el Espíritu Santo? Sus desalientos, sus tentaciones, su tibieza y hasta sus caídas vienen del descuido punible que muchos tienen para la oración; porque viven aturdidos en las cosas del mundo, o por el cúmulo de ocupaciones buscadas que les estorban; porque rebajan su dignidad por su familiaridad por personas de quienes debieran hacerse respetar; por no huir de las ocasiones; por dar lugar a las vanidades humanas; por su falta de mortificación interior y exterior; por ver como secundarios sus sagrados deberes, como el Oficio Divino, etc., sintiéndolos como pesada carga. Pero todo les viene por su disipación, falta de oración y unión Conmigo; y esta falta tiene su raíz ¡ay! En la falta de amor, que es lo que más contrista mi corazón. 

Necesita ahora más que nunca el Clero del calor de sus Pastores, del cuidado de sus almas, de procurarles retiros y ejercicios, y atracción paternal en todos los sentidos. 

Satanás hace su cosecha con pecados ocultos, con ocasiones peligrosas, con finos lazos de hipocresía traidora: las almas de los sacerdotes son su manjar más codiciado. 

Que las almas oren y se sacrifiquen en mi unión por esa parte escogida que mucho necesita, en estos momentos críticos, de oraciones y penitencias, de gracias especiales que se comprar con dolor. 

He querido dar a mi Clero una lección de amor; he querido herir en lo más íntimo el fondo del corazón de los míos. Y si no, ve quienes están sufriendo en esta prueba por la que cruza mi Iglesia; mis sacerdotes y religiosos. Y es que quiero purificarlos, acrisolar su virtud; porque si mucho me hieren las ofensas ocultas, pero patentes a mis ojos, de los que debieran ser solo míos. 

Claro está que los buenos pagan por los malos, que hay almas inocentes que sufren las consecuencias de las que no lo son, pero estas precisamente puras y limpias, son las que están comprando gracias y apresurando el tiempo de la libertad y de la paz. 

Los Obispos tienen que cargar las culpas de sus hijos, cómo Yo tengo que cargar las culpas de los míos. Purgarán sus deficiencias culpables los que las tengan –Obispos y sacerdotes- y se purificarán con sus penas el triunfo de la Iglesia y la santificación de los suyos. 

No crean que todo es castigo en ésta época desoladora de la Iglesia, que mucho es prueba para acrisolar la fe y la unión de los corazones. 

Había mucha tierra en muchos de los que yo amo, y este sacudimiento general, será saludable. Tampoco este sacudimiento general, será saludable. Tampoco crean que Yo no veo los sufrimientos, ni escucho las plegarias, pero tengo mis tiempos, y estoy haciendo reaccionar a muchos corazones dormidos. 

El triunfo vendrá por el Verbo, por el Espíritu Santo en el Padre, por medio de María. Que todos esperen confiados y serenos, la hora de Dios”.


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"A los sacerdotes, hijos  predilectos de la Virgen Santísima"


Tengo necesidad de todo vuestro sufrimiento, es el arma más preciosa y eficaz para usar en la batalla mía"

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