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"A MIS SACERDOTES" De Concepción Cabrera de Armida. CAPITULO XV: Cómo deben administrarse los sacramentos.

MENSAJES DE NUESTRO SEÑOR
 
JESUCRISTO PARA SUS PREDILECTOS.

(“A mis Sacerdotes” de Concepción Cabrera de Armida)

XV

CÓMO DEBEN ADMINISTRARSE LOS SACRAMENTOS

“Todos los sacramentos purifican, porque llevan algo divino: llevan mi Sangre, llevan nada menos que la influencia viva y palpitante de la Trinidad; en todos campea muy principalmente el Espíritu Santo. El Padre fecundando; el Hijo, redimiendo; el Espíritu Santo, santificando. Y los sacerdotes que apliquen estos sacramentos deben estar sin mancha, porque imparten tesoros del cielo sobre los cuerpos y sobre las almas; ponen mi sello divino en los corazones; lavan con mi Sangre y dan eficaces auxilios de gracias a quienes los reciben. 
 
Yo quisiera que al impartir mis Sacramentos, los sacerdotes se hicieran en cargo de su papel; con más razón los Obispos a quienes está reservada la confirmación y las Órdenes sagradas. Que cada sacerdote piense de antemano lo que va a impartir, que son las riquezas espirituales del cielo; que no se atreva jamás a tocar lo santo con manos y corazones que no lo son.
 
No quiero escrúpulos que dañan a las almas y que detienen las gracias; solo pido rectitud y un corazón puro al impartirlos.
 
Curas, vicarios y todos los que impartan a las almas lo divino tienen obligación de estar divinizados, porque me representan a Mí.
 
Y si estando manchados no pueden confesarse, siempre pueden hacer un acto de contrición y arrepentirse; siempre tienen elementos en la Iglesia para purificarse.
 
También los pecados veniales me ofenden, y en su delicadeza para Conmigo, deben tocar lo puro purificados. Tienen muchos medios en la Iglesia para limpiarse.
 
Sí; hay mucho descuido y laxitud en esto; ya no hablo aquí de sacerdotes en pecado mortal, que ya saben lo que acumulan en sus impuras almas ejerciendo actos de su ministerio con culpa grave; pido también que los sacerdotes buenos se limpien más y que no toquen ni a la Trinidad ni a la Eucaristía, en los sacramentos, con corazones menos limpios.
 
Todo en mi Iglesia debe inspirar pureza, luz; porque Dios es luz y sus irradiaciones en la Iglesia y en las almas son de claridad, de pureza.
 
Todo lo que no es luz no es Dios; todo lo que no es puro es satánico, porque Satanás es antagonista de la luz; por eso en él y en los suyos todo es doblez, oscuridad y tinieblas. Uno de los caracteres de Satanás consiste en lo tenebroso de sus procederes; y en la oscuridad, engaña, transforma y oculta. Su hipócrita táctica es siempre velar, empañar el alma, llenarla de humareda, ocultarle sus perversos fines y envolverla en tinieblas.
 
Pero mi Iglesia es luz y las almas que son mías deben ser de luz, de claridad, transparentándome a Mí, transparentando el cielo. Todo lo tenebroso no es mío, todo lo compuesto no es mío, que soy simplísimo; y mi doctrina nace de la unidad toda pura y trata siempre de unificar las almas en Mí, en un solo rebaño y un solo Pastor.
 
Quiero quitar de mi Iglesia los abusos e indelicadezas de los míos en el modo de impartir los sacramentos, de observar las rúbricas, de unificar el sentir de los sacerdotes con sus Pastores. Esa unificación es muy necesaria y no existe en muchos de los corazones de los sacerdotes con su Pastor; de esto se derivan grandes males.
 
Y ¿cómo se remedian? Unificando los espíritus en un Espíritu, en el Espíritu Santo, teniendo los sacerdotes con su Pastor un solo querer y una sola alma. En este punto hay mucho que reformar, porque mientras los obispos no tengan la confianza y la voluntad de sus sacerdotes, habrá separación, no existirá fundamento sólido de caridad, y con esto me lastiman a Mí y se causan muchos daños a las almas.
 
Quiero afirmar estos puntos en mi Iglesia; quiero evitar ofensas a mi Padre y castigos para los pueblos, que muchos vienen por este lado que parece pequeño y no lo es.
 
Quiero delicadezas en los míos y unión con sus almas tan escogidas y amadas de mi Corazón. Quiero sacerdotes celestiales, tales como los necesita mi Iglesia y ha concebido mi Corazón. Para esto doy estos puntos generales y particulares, para que los pongan en práctica quienes deban.
 
México se va a distinguir en mi amor y en mi Servicio…
 
Así lo espero, que yo cuando pido doy. Ya he comenzado a sentir los efectos consoladores de algunos corazones”.
 
Que el Espíritu Santo y la Virgen María los transforme en otros Jesús,


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“A los Sacerdotes, hijos predilectos de la Virgen Santísima.” 
 
“Permaneced siempre en mi Corazón Inmaculado. Sí lo hacéis. Yo seré la que haga todo en vosotros, en todo momento.
 
No es preocupéis más. Aceptad vuestra pequeñez con humildad y mansedumbre. Decid al Señor: “Soy tu hijo más pequeño. Conozco mi pobreza y te doy gracias””.

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