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IN ARTICULO MORTIS: LA ÚLTIMA BATALLA.



UN TEMA DEL QUE HOY SE PREFIERE NO HABLAR 

Cuando Lucifer y sus demonios advierten que un hombre está cercano a la muerte emplean toda su malicia y astucia para agredir espiritualmente al enfermo. Lo acechan y, con diversas tentaciones, buscan su perdición final. Saben que se dará la última batalla y emplean toda su fuerza.

Como leones rugientes ante una presa herida, merodean a su alrededor, consideran sus puntos débiles y ahí -precisamente- inician el ataque. ¿Cuáles han sido sus mayores faltas y pecados? Ese es su flanco frágil y pretenden hacerlo caer. Le hacen dilatar en pedir ayuda espiritual y los sacramentos. Buscan convencerlo de que habrá tiempo más adelante para ello. Le sugieren que su enfermedad no es tan grave. Al mediocre, buscan entibiarlo espiritualmente más. Le inspiran que sus faltas no son graves y que no hay mucho de qué arrepentirse, o que podrá diferir su arrepentimiento. Si acude a los sacramentos, buscan que los reciba sin las debidas condiciones. Al hombre sensual lo atacan por ese mismo sendero de su defecto. Al orgulloso le alimentan su soberbia. En general, buscan que el moribundo no admita las divinas inspiraciones, ni tenga verdadero dolor de los pecados, ni haga penitencia por su mala vida. Al timorato le hacen desconfiar de la misericordia divina y buscan su desesperación.

Pocos son los hombres santos y virtuosos, como lo fue San José, que se libran de las asechanzas demoníacas al morir. Y si a los hombres de virtud probada acomete el demonio en sus últimos momentos con pruebas diversas (como hacerles dudar de Dios y su misericordia, de la existencia de la Mansión eterna para los elegidos, etc.), mayores elementos para esa batalla final le habrán proporcionado quienes han llevado una existencia lejana a Dios y han vivido una "moral" transigente con los falsos "valores" del mundo. El más pecador tiene más flancos por donde puede ser acometido y el demonio sabe bien cuáles son.

El moribundo necesita de ayuda espiritual, de ahí el gran crimen de no llevársela por miedo a que se espante o la rechace. La genuina caridad no puede reparar en eso. Es más importante su salvación eterna que cualquier consideración humana. Preferible es espantarse en esta vida y no en la otra. Facilitémosle la Confesión, la Extremaunción, el Viático y busquemos que alcance una indulgencia plenaria.

LA VIDA ES EL TIEMPO QUE DIOS NOS DA PARA DECIDIR

La regla general es que se muere como se vive. Cierto, hay excepciones. Dimas -el buen ladrón- robó el cielo desde su cruz, al arrepentirse perfectamente de sus faltas por puro amor a Dios, al ver -en persona- la agonía de Cristo. Pero no es la norma, ¡no te confíes!. De ahí que si la vida es el tiempo que Dios no da para decidir, vivámosla siempre en gracia. Y si tenemos la desgracia de caer, de inmediato levantémonos, realicemos un acto de contrición perfecto, propongámonos confesarnos a la brevedad y, efectivamente, acudamos pronto al sacramento de la Penitencia. El asunto es vivir, día a día, en gracia santificante, como si fuese el último de nuestra vida, para que éste no llegue en silencio y nos sorprenda.

Pide a Dios la perseverancia final, solicita la intervención de la dulcísima Virgen María "ahora y en la hora de nuestra muerte". Ruega al Señor Todopoderoso que desvanezca los engaños de los demonios, y quebrante sus lazos y consejos que arman contra quienes hoy morirán. Reza diariamente por los agonizantes para que Dios los conforte y los inspire en su última batalla y salgan airosos de ella, y así alcancen la bienaventuranza eterna. Pide por ellos, y pide por ti y tus familiares, para cuando llegue esa hora.

Preparémonos desde ahora para esta última y decisiva batalla, no abramos flancos al demonio para ella. A algunos les tocará librarla, a otros la muerte los sorprenderá como un sueño que los roba en silencio. Lástima del que sea así sorprendido en pecado grave. Silencioso o en batalla...¡estemos siempre preparados para el final! Si queremos y ponemos los medios, seguramente será nuestro el triunfo. Ante Dios, es gran mérito salir airoso de las tentaciones y será para mayor bien. Y tengamos siempre presente que, acogiéndonos a su auxilio, Dios nunca nos dejará de su mano ni permitirá que seamos tentados más allá de nuestras fuerzas. Si nos lo proponemos, con los ruegos y la intercesión de la dulcísima Virgen María, triunfaremos en esa dura batalla final para alcanzar a Dios por los siglos de los siglos.

Madre Nuestra, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte...


2 comentarios:

  1. Gracias por su presencia en mi blog.Dios le conceda sabiduría y fortaleza para evangelizar
    desde su blog.( Los medios actuales)
    Cuente con mi pobre oración.
    Dios y la Virgen les bendigan.

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  2. Nuestro Señor necesita blogs como el suyo para evangelizar y para dar a conocer Sus Lamentos y Sus Quejas. Le agradezco tanto sus oraciones por mi.

    Eternamente agradecida en Nuestro Señor, Narcisa.

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