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"A MIS SACERDOTES" DE CONCEPCIÓN CABRERA DE ARMIDA. CAP: XXXVII: Unidad - Virginidad - Fecundidad.


MENSAJES DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
 A SUS HIJOS LOS PREDILECTOS

(De Concepción Cabrera de Armida)

XXXVII

UNIDAD – VIRGINIDAD-FECUNDIDAD
            “No existe una cosa más comunicable que la unidad. Parece esto un contrasentido, pero es maravilloso contrasentido que efectúa el milagro de la multiplicidad en la unidad.

La virginidad es unidad; y nada tan fecunda como la Trinidad, como María virgen, como la Iglesia-Virgen, como las almas vírgenes. Esta es una comparación, en cierto sentido, gráfica de la unidad de la Trinidad. Pero, si la virginidad trae la fecundidad, es por el reflejo de la Paternidad eterna, es decir, del Padre, que eternamente engendró al Hijo por Sí mismo. Pero esta fecundidad en la unidad solo pudo realizarla el amor, la potencia infinita del amor, el ardor y fuego e impetuosidad del amor divino, que haciendo –por decirlo así- divina explosión en el Padre, hizo que fuera engendrado el Hijo en aquel eterno arrebato. Deleitable y candidísimo del amor. 

En cierto  sentido se puede decir que el Verbo recibió el ser del Padre por el amor; que el amor es la sustancia del Verbo por ser la sustancia del Padre; que el Padre engendró al Hijo, y con Él a su Iglesia, a los sacerdotes y a las almas por el amor, con sustancia divina de amor, de ese amor en el que se derrama la Trinidad en las creaciones y almas y vidas y cuando existe y existirá fecundado todo el amor. Por eso el amor es el que fecunda, porque procede de aquel volcán infinito de amor, de solo amor, de puro amor fecundísimo en su virginidad, en su unidad.

Pues bien, las almas vírgenes reflejan la fecundidad del Padre, y un alma virgen no deja estéril su paso por la tierra, porque lleva el germen fecundado de la Trinidad que es una sola esencia y vida en Tres personas unidas, identificadas, sublimadas y perfectísimas, porque son amor.

Por eso también quiero a todos mis Obispos y sacerdotes absorbidos en la unidad de la Trinidad, para que sean fecundos en las almas, para que engendren en la Iglesia-Virgen almas para el cielo.

¡Y si dijera que el cielo es virgen, porque lo forma la unidad, porque lo constituye el amor! ¡El cielo virgen!... Sí; el cielo virgen, fecundado por el amor, que es gozo infinito, que es delicia eterna, que es unidad sin fin, que es centro único de todas las dichas, porque lo forma Dios. Dios es un piélago de amor, un mar sin riberas de amor, un espacio infinito y sin fondo de amor…

Dios es amor, se dice pronto; pero en ese Dios amor y unidad, se encierran derivaciones infinitas, extensiones incalculables, hermosuras y venturas inenarrables, por ser amor.

Por tanto, ya se ve la grandeza y sublimidad de Espíritu Santo que es la Persona del amor y la que procediendo del Padre y del Hijo, es sin embargo, el amor y las delicias y la virginidad y la unidad entre el Padre y el Hijo.

Y ¿por qué es virgen la Trinidad? Porque es unidad, porque nada tan fecundo en Dios como esa unidad que, difundida, por decirlo así, en tres Personas divinas y distintas, es una sola unidad, una sola voluntad, una sola caridad eterna.

Y ¿por qué es virgen el cielo?  Porque, aunque sus delicias y gozos son múltiples, están encerrados en la unidad virgen y fecunda, en la unidad de Dios, dentro de la cual se reproduce sin cesar la embriaguez del amor purísimo de la Trinidad. Ahí todos los goces son un gozo; todas las dichas, una dicha; todas las felicidades, una felicidad; porque las formas la unidad de Dios.

Dentro de esa unidad se encierra el cielo y la tierra, y lo existente y lo por existir. Pero el cielo es la expansión del amor unitivo: se descorre el velo de la fe que encubre a Dios e la tierra y se goza plenísimamente en Él, dentro de Él, que todo lo llena –mundos, eternidades y creaciones- en un punto infinito que es la unidad.

¡Qué incomprensible es Dios!...

Si no fuera incomprensible, no sería Dios. Solo Dios se comprende y se abarca a Sí mismo. Dios es misterio, pero misterio de Luz sin principio; y la fe en su oscuridad y misterio es luz, porque viene de Dios directamente, que es luz.

¡Ah! Los arcanos de la Trinidad sólo los entiende la Trinidad; y su eterna dicha es, en su unidad, el secreto infinito de la Trinidad. Ella tiene para Sí misma abismos y secretos en los que divinamente se goza, y solo sus reflejos, sus resplandores, sus efluvios son los que hacen eternamente felices a los bienaventurados; pero  en la Trinidad hay abismos que ni el ángel ni el hombre alcanzarán jamás a penetrar y a comprender. ¡Abismos inexplorados, vírgenes, en los que la Trinidad-Virgen en Sí misma se deleita, se extasía se recrea, se goza, infinitamente desde el principio sin principio, desde que Dios es Dios!”

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