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"A MIS SACERDOTES" DE CONCEPCIÓN CABRERA DE ARMIDA. CAP: XXXVIII: Las tres Iglesias.


MENSAJES DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
A SUS HIJOS LOS PREDILECTOS

(De Concepción Cabrera de Armida)

XXXVIII

LAS TRES IGLESIAS


Las tres Iglesias reflejan la imagen de la Trinidad en cierto sentido y bajo diferentes aspectos, pero tienen todas tres su unidad en la Trinidad.

La Iglesia militante lleva la trinidad; esa Iglesia y sus sacerdotes, Conmigo, fue engendrada en el seno amoroso del Padre, que la ampara muy especialmente; le dio a su Hijo, el Verbo hecho carne, para que la conquistara y preparara, para que le dejara no solo sus infinitos méritos comprados con dolor en la tierra, sino aun su Persona divina y su Humanidad en la Eucaristía; y le envió al Espíritu Santo para sancionar sus sacramentos, el Papado y las jerarquías eclesiásticas, y divinizar todos sus actos. No hay acto en la Iglesia en donde no esté toda la Trinidad operando, amparando, divinizando y sancionando, la Trinidad en su unidad.

La Iglesia purgante parece abandonada de la Trinidad y no lo está. El Padre la mira compadecido y la Sangre de su Hijo compra gracias de expiación a las almas, por la redención, y limita la duración y la intensidad de sus penas.

Yo, el Verbo hecho carne, tengo mucho que ver, por decirlo así, con el purgatorio, porque ahí tengo almas amadas y salvadas con mis infinitos méritos; almas santas que contristan mi Corazón de hombre al verlas sufrir, y las consuelo y purifico para el cielo.

Y el Espíritu Santo-Amor les da muchos de sus Frutos y las alienta en la paciencia y las purifica de toda escoria humana de su amor. El se ocupa de divinizarlas para el cielo, y las consuela además, porque es el Espíritu Consolador. Unifica también todas esas almas en la esperanza y las unifica en la Trinidad que las espera, que suspira, por decirlo así, por hacerlas felices, por comunicarles lo que Dios comunica, lo único que puede comunicar, AMOR, amor de caridad, por absorberlas cuanto antes para sumergirlas eternamente en el océano infinito del amor sin fin.

La Iglesia triunfante es como la victoria alcanzada por la Trinidad, la que cantará eternamente el himno de su triunfo después de la lucha y de la purgación de las almas. Las almas bienaventuradas son el trofeo de la victoria del Verbo hecho carne, salvadas con su sangre, conquistadas por el Espíritu Santo, por la gracia y sus inspiraciones y cuidados, para presentarlas al Padre transformadas por fin en amor. Limpias, luminosas, purificadas, santificadas y  divinizadas por el Espíritu Santo, las presento Yo al Padre que las abraza y se les da con fruición, y las introduce en el gozo sobre todo gozo de la unidad en la Trinidad.

Y todos los días y a todas horas le presento Yo a mi Padre esas almas (conquistadas por Mí en la tierra de mi Iglesia militante y purgante) limpias, puras y santas para que lo glorifiquen eternamente.

Ya se comprende si amará la Trinidad a esa Iglesia, una en tres, que le reporta gloria accidental por toda la eternidad. Y el Padre ama a las almas salvadas, y las envuelve, y las atrae, y las penetra con el Espíritu Santo; las ama por lo que llevan de la Trinidad, por el reflejo  que tienen de Dios mismo, y las consuma en su eterno principio, que es Él, y las unifica en la unidad de la Trinidad.

La Trinidad es la que constituye el cielo, la que le da ser y vida y felicidad inenarrable y eterna. María y los ángeles y los santos y bienaventurados,  todos están endiosados en Dios, divinizados en la Divinidad y absorbidos  en la unidad de la Trinidad, piélago de amor  infinito, abismo sin principio ni fin de todo lo deleitable, puro y santo.

Solo que  en estos arcanos infinitos de amor, cada alma se llenará de más o menos intensidad de amor, en su dicha, cuanto hayan sido sus méritos y gracias en la tierra. Y aun esos méritos se premiarán en atención y por virtud de mis infinitos méritos. Porque Dios no premia a las almas sino por lo que de Mí tienen, y que compran  con la cooperación de sus virtudes; premia el parecido Conmigo –su Hijo divino, que forma sus delicias- y la mayor o menos transformación en Mí alcanzada en la tierra.

Si Dios ama a las almas es por su reflejo en ellas, porque Él no puede amar sino a Sí mismo, pero como quiso derramarse  en las almas para su gloria, por eso fue la redención; y para salvarlas es su Iglesia con todos los tesoros que encierra, derivados de mis infinitos méritos de hombre-Dios, y con la asistencia de la Trinidad.

Solo por la Iglesia hay salvación; solo por la Iglesia, imagen de la Trinidad, hay cielo; solo por la semejanza con el Verbo hecho carne hay premio; solo por la unidad en la Trinidad hay gozo perdurable”.

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