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VISITAS AL SANTÍSIMO SACRAMENTO Y A MARÍA SANTÍSIMA. (Parte 3).

Visitas al Santísimo, a la Virgen y a San José correspondientes a cada día del mes por San Alfonso María Ligorio.



VISITA 6ª

Visita al Santísimo

Oración preparatoria, p. 53.

Dice Jesucristo que nuestro corazón estará donde esté nuestro tesoro. Por esto los Santos, que no estiman ni aman otro tesoro que a Jesucristo, tienen su corazón y todo su amor en el Santísimo Sacramento.

Amabilísimo Jesús mío Sacramentado, que, por el amor que me tenéis, estáis de noche y día encerrado en ese Sagrario; atraed, os lo ruego, todo mi corazón de tal suerte que no piense sino en Vos, ni ame, ni busque, ni espere otro bien que poseeros. Hacedlo por los méritos de vuestra pasión, en cuyo nombre os lo pido y lo espero.

Ah, Salvador mío Sacramentado y amante divino, ¡cuán amables son las tiernas invenciones de vuestro amor para lograr que las almas os amen! Oh, Verbo eterno, no os habéis contentado con haceros hombre y morir por nosotros, sino que nos habéis dado además este Sacramento por manjar, por compañía y por prenda de gloria.

Os habéis dignado aparecer entre nosotros, ya como niño en un establo, ya como pobre en un taller, ya como reo en una Cruz, ya como pan en el altar. Decidme: ¿Qué más podíais inventar para que os amásemos?...

¡Oh, amabilidad infinita! ¿Cuándo empezaré a corresponder de veras a tantas finezas de amor? Señor, no quiero vivir sino para amaros a Vos solo. ¿De qué me sirve la vida, si no la empleo toda en amaros y complaceros a Vos, amado Redentor mío, que empleasteis vuestra vida entera en mi bien? ¿Y a quién he de amar sino a Vos, que sois todo hermoso, todo afable, todo bueno, todo amoroso y todo amable?

Viva mi alma sólo para amaros; inflámese en amor con sólo recordar el amor vuestro; y al oír mencionar el Pesebre, la Cruz, el Sacramento, arda toda en deseos de hacer grandes cosas por Vos, oh Jesús mío, que tanto habéis hecho y sufrido por mí.

Jaculatoria.— Concededme, Señor mío, que antes de morir haga yo por Vos alguna buena obra.

Comunión espiritual, p. 41

Visita a María Santísima

Como oliva hermosa en los campos... Yo soy, dice María, la hermosa oliva de que brota siempre óleo de misericordia. Y estoy en los campos a fin de que todos me vean y recurran a mí. “Oh, piadosísima Reina -digámosle con San Bernardo-, jamás se ha oído decir que haya sido de Vos abandonado ninguno de cuantos se han acogido a vuestro amparo...”; no sea yo, pues, el primero que, recurriendo a Vos, tenga la desventura de ser desamparado.

Jaculatoria.— ¡Oh, María!, concededme la gracia de recurrir siempre a Vos.

Oración a María Santísima, p. 58.

Visita al Patriarca San José

Tal era la sumisión que el Niño Jesús profesaba a San José, que no daba un paso, no comenzaba una oración, no gustaba bocado, ni descansaba sino conformándose con las órdenes del Santo. Esto lo reveló Dios mismo a Santa Brígida, diciéndole: “Mi Hijo era de tal modo obediente, que cuando José le ordenaba que hiciese algo, al punto ponía manos a la obra.”

¡Oh, Santa Patriarca!, yo también quiero dedicarme a vuestro servicio. Mandadme lo que queráis, pues espero obedeceros en todo, buscando solamente la gloria de Dios y mi propia santificación.

Jaculatoria.— Haced, San José gloriosísimo, que siempre sirva yo fielmente a Jesús, a María y a Vos.

Oración a San José, p. 61.



VISITA 7ª

Visita al Santísimo

Oración preparatoria, p. 53.

Este nuestro amoroso Pastor, que dio la vida por nosotros, sus ovejas, no quiso ni aun muriendo separarse de otros. Aquí estoy –dice-, ovejuelas amadas, siempre con vosotras; por vosotras me quedé en este Sacramento, aquí me hallaréis, siempre que quisiereis, para auxiliaros y consolaros con mi presencia. No os dejaré hasta el fin del mundo, mientras permanezcáis en la tierra.

“Deseaba el Esposo –dice San Pedro de Alcántara- dejar a su Esposa en esta larga ausencia alguna compañía para que no quedara sola, y por eso instituyó este Sacramento, en el cual se quedó Él mismo, que era mejor compañía que podía dejarle.”

Benignísimo Señor, amabilísimo Salvador mío, aquí estoy ante este altar, visitando en este día; mas Vos me pagáis esta visita con amor infinito, cuando venís a mi alma en la Santa Comunión. Entonces no sólo os manifestáis a mi, sino que os hacéis mi alimento, y todo os entregáis y unís a mi alma; de suerte que puedo con verdad decir: Ahora, mi buen Jesús, sois todo mío.

Pues, Señor, ya que os entregáis del todo a mí, razón es que yo me entregue enteramente a Vos...Soy un vil gusanillo de la tierra, y Vos el Rey del universo... ¡Oh, Dios de amor; oh amor de mi alma! ¿Cuándo lograré verme del todo vuestro, no sólo en palabras, sino también en obras? Vos podéis hacerlo. Acrecentadme la confianza, por los méritos de vuestra sangre, a fin de que obtenga seguramente de Vos la gracia de verme, antes de la muerte, todo vuestro y nada mío.

Deseo amaros con todas mis fuerzas y obedeceros en cuanto queráis. Sin interés, sin consolación, sin premio. Quiero serviros sólo por amor, sólo por agradaros, sólo por complacer a vuestro Corazón, tan apasionadamente enamorado de mí.

Amaros será mi premio. Oh, Hijo amado del Eterno Padre, tomad mi libertad, mi voluntad, todas mis cosas, y a mí mismo enteramente, y daos a mí. Os amo y os busco, por Vos suspiro; os quiero, os quiero, os quiero.

Jaculatoria.— Jesús mío, hacedme todo vuestro.

Comunión espiritual, p. 41

Visita a María Santísima

Amabilísima Señora: la Iglesia toda os saluda y llama esperanza nuestra. Y puesto que sois la esperanza de todos, sed también la esperanza mía. San Bernardo os llamaba: Toda la razón de su esperanza, y decía: Espere en ti el que desespera. Así también quiero decir yo, Madre mía; ya que hasta a los desesperados salváis, en Vos pongo toda mi esperanza.

Jaculatoria.— María, Madre de Dios, rogad a Jesús por mí.

Oración a María Santísima, p. 58.

Visita al Patriarca San José

SI bien San José no tuvo en la tierra la formal autoridad de un verdadero padre sobre la Humanidad sacrosanta de Jesucristo, la tuvo al menos en algún modo como legítimo Esposo de María, Madre natural del Salvador. Principalmente quiso el Señor que la Virgen se desposase con el Santo Patriarca, para que éste protegiera su honor y alimentase a su divino Hijo.

Yo venero en vos, admirable San José, la persona escogida por el Espíritu Santo, que quiso confiaros a su Esposa inmaculada, dándoosla por compañera. ¡Oh, castísimo Esposo de María y Padre adoptivo de Jesús!, recomendad a entrambos eficazmente mi alma, y alcanzadme la gracia que más necesito.

Jaculatoria.— San José, amparadme ahora y en la hora de mi muerte

Oración a San José, p. 61.



VISITA 8ª

Visita al Santísimo

Oración preparatoria, p. 53.

A cualquier alma que visita a Jesús en el Santísimo Sacramento, le dice el Señor las palabras que dijo a la Sagrada Esposa: Levántate, date prisa, amiga mía, hermosa mía, y ven. Alma que me visitas, levántate de tus miserias que aquí estoy yo para enriquecerte de gracias. Date prisa, llégate cerca de mí, sin temer mi Majestad, que se humilla en este Sacramento para quitarte el temor y darte confianza. Amiga mía: ya no eres mi enemiga, sino mi amiga, porque me amas y yo te amo. Hermosa mía: la gracia te hermosea. Y ven, ven acá; abrázate conmigo y pídeme lo que quieras con suma confianza.

Decía Santa Teresa que este gran Rey de la Gloria se ha ocultado bajo las especies de pan en el Sacramento y ha cubierto su Majestad, para animarnos a llegar con más confianza a su divino Corazón.

Acerquémonos, pues, a Jesús con gran confianza y afecto; unámonos con ÉL y pidámosle mercedes.

¡Cuál debe ser mi gozo, oh Verbo eterno hecho hombre y Sacramento por mí, sabiendo que estoy delante de Vos, que sois mi Dios, Majestad infinita, infinita bondad, que tanto amor tenéis a mi alma! ¡Almas que amáis a Dios, dondequiera que estéis, en el Cielo o en la tierra, amadle también por mí! María, madre mía, ayudadme a amarle; y Vos, Señor amadísimo, sed el único objeto de todos mis amores. Imperad en mi voluntad y poseedme por entero.

Os consagro mi entendimiento, para que piense siempre en vuestra bondad; os consagro mi cuerpo, para que me ayude a complaceros; os consagro mi alma, para que sea enteramente vuestra. Quisiera, amado de mi alma, que todos los hombres conociesen el tierno amor que les tenéis, a fin de que todos viviesen sólo para honraros y complaceros, como deseáis y merecéis. Viva yo a lo menos siempre enamorado de vuestra belleza infinita.

De hoy en adelante quiero hacer cuanto pueda para agradaros. Propongo abandonar cualquier cosa que entienda no ser de vuestro gusto, por mucho trabajo que me cueste, aunque hubiese de perderlo todo, hasta la vida. ¡Dichoso yo si lo perdiese todo para ganaros a Vos, Dios mío!

Jaculatoria.— Jesús, amor mío, acogedme y poseedme del todo.

Comunión espiritual, p. 41

Visita a María Santísima

María llama a todos los pequeñuelos que necesitan madre, para que recurran a Ella como a la más amorosa de las madres. Dice el devoto P. Nieremberg que el amor de todas las madres es una sombra en comparación del amor que tiene María a cada uno de nosotros. ¡Madre mía, Madre de mi alma, que me amáis y deseáis mi salvación más que nadie después de Dios... mostrad que sois Madre!

Jaculatoria.— ¡Madre mía, haced que siempre me acuerde de Vos!

Oración a María Santísima, p. 58.

Visita al Patriarca San José

No sé –decía Santa Teresa- cómo se puede pensar en la Reina de los Ángeles, en los años que pasó con el Niño Jesús, sin dar gracias a San José por lo bien que les ayudó en ellos.” Sí, porque el Santo Patriarca estuvo siempre al lado de María para asistirla y ayudarla en todas sus necesidades, así en Nazaret, como en todas partes.

¡Oh, bienaventurado San José!: por aquel mutuo amor que siempre reinó entre Vos y vuestra santísima Esposa María, alcanzadme la gracia de servirla fielmente; de honrarla y amarla con todas mis fuerzas; amadla Vos, bendecidla y glorificadla por mí, a fin de que por vuestro medio se le tribute el culto que se le debe y yo no puedo dignamente darle.

Jaculatoria.— Concededme, San José celosísimo, que honre y sirva a Jesús y a María como Vos los servisteis y honrasteis.

Oración a San José, p. 61



VISITA 9ª

Visita al Santísimo

Oración preparatoria, p. 53.

Vio San Juan en el Apocalipsis al Señor, ceñidos los pechos y sostenidos con una faja de oro. No de otra suerte aparece Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar, con sus pechos henchidos en la mísitica leche de las gracias que en su misericordia anhela dispensarnos; y desde allí, cual una madre que, al sentir lleno el pecho, vese precisada a buscar pequeñuelos a quien darlo para que le alivien de su plenitud, así Él nos busca y nos invita diciéndonos:Traídos seréis a mis pechos. “Ad úbera portabímini.”

El V. P. Baltasar Álvarez vio que Jesús estaba en el Sacramento con las manos llenas de gracias buscando a quien dispensarlas. Y Santa Catalina de Siena, siempre que se acercaba al Santísimo Sacramento, llegábase con aquella prisa y ansia amorosa con que un niño se acerca al pecho de su madre.

¡Oh, amadísimo Unigénito del Eterno Padre!, conozco que sois el objeto más digno de ser amado; deseo amaros cuanto merecéis, o, a lo menos, cuanto puede un alma desear amaros. Harto comprendo que yo, traidor y rebeldísimo a vuestro amor, ni merezco estar cerca de Vos, como estoy a hora en esta iglesia; pero sé también que Vos buscáis mi amor, y sé que me decís: Hijo mío, dame tu corazón. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón.

Conozco que me habéis conservado la vida y no me habéis precipitado en el infierno para que me convierta enteramente a vuestro amor. Y pues aún queréis ser amado de mí, aquí me tenéis, Dios mío, a Vos me rindo, a Vos me entrego, ¡oh Dios!, que sois todo bondad y amor. Os elijo por único Rey y Señor de mi pobre corazón; Vos lo queréis y yo quiero dároslo; frío es y asqueroso, pero si le aceptáis, Vos le mudaréis.

Mudadme, Señor mío, mudadme; no quiero vivir como en lo pasado, tan ingrato y tan poco amante para vuestra bondad infinita, que tanto me ama y merece infinito amor. Haced que, de hoy en adelante compense todo el amor que he dejado de teneros en la vida pasada.

Jaculatoria.— ¡Dios mío, Dios mío!, quiero amaros, quiero amaros...

Comunión espiritual, p. 41

Visita a María Santísima

Del todo semejante a su Hijo Jesús, es su Madre María, que, siendo Madre de Misericordia, no goza sino cuando socorre y consuela a los miserables. Y es tan grande el deseo que tiene esta Madre de dispensar gracias a todos, que, como dice el devoto Bernardino de Bustos, más desea ella darte bienes y concederte gracias, que tú deseas recibirlos.

Jaculatoria.— ¡Esperanza nuestra, salve!

Oración a María Santísima, p. 58.

Visita al Patriarca San José

Toma al Niño.” Estas palabras del Ángel dirigidas a San José, parecen ser la aplicación del verso 14 del salmo 10: A tu cuidado se ha dejado el pobre. “José –dice Dios-, yo he enviado a mi Hijo a la tierra y le he enviado en traje pobre y humilde, sin ningún esplendor aparente de riqueza ni de nobleza; por esto será despreciado en el mundo, y será llamado hijo de artesano. A tu cuidado he dejado el pobre: cuídale y séme fiel.”

¡Oh, afortunado Patriarca, alcanzadme que prefiera despreciar todos los honores y anteponga la pobreza a toda riqueza terrena!

Jaculatoria.— Aprended de mí, que soy manso y humilde corazón.

Oración a San José, p. 61.

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