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VISITAS AL SANTÍSIMO SACRAMENTO Y A MARÍA SANTÍSIMA. (Parte 5).

Visitas al Santísimo, a la Virgen y a San José correspondientes a cada día del mes por San Alfonso María Ligorio.


VISITA 14ª

Visita al Santísimo

Oración preparatoria, p. 53.

Amabilísimo Jesús, oigo que desde el Sagrario en que estáis, nos decís: Este es mi descanso para siempre; aquí tendré mi habitación, pues la escogí. Pues si Vos escogisteis vuestra morada en el Altar, quedándoos con nosotros en el Santísimo Sacramento, y por el amor que nos tenéis halláis aquí vuestro reposo, razón es también que nuestros corazones habiten siempre con Vos por amor, y tengan aquí todas sus delicias y descanso.

¡Felices vosotras, almas amantes, que no halláis en el mundo más grato reposo que el estar cerca de vuestro Jesús Sacramentado! ¡Y dichoso yo, Señor mío, si de hoy en adelante no tuviese delicia mayor que permanecer en vuestra presencia, o pensar siempre en Vos, que en el Santísimo Sacramento siempre estáis pensando en mí y en mi bien!

¡Ah, Señor mío!, ¿por qué perdí tantos años en que no os amaba? Años míos infelices, os maldigo y bendigo a Vos, ¡oh paciencia infinita de mi Dios!, que tanto tiempo me habéis sufrido, siendo, como era, ingrato a vuestro amor.

Mas con ser tan ingrato me esperasteis...¿Por qué, Dios mío, por qué? Para que vencido algún día de vuestro amor y misericordia, me entregase del todo a Vos. No quiero, Señor, resistir más; no quiero más ser desagradecido.

Justo es que os consagre a lo menos este tiempo (poco o mucho) que me resta de vida. Espero, Señor, que me ayudaréis para ser enteramente vuestro. Si me favorecisteis cuando de Vos huía y despreciaba vuestro amor, ¿cuánto más me favoreceréis ahora, que os busco y deseo amaros? Dadme pues, la gracia de amaros, ¡oh, Dios digno de infinito amor!

Os amo con todo mi corazón, os amo sobre todas las cosas, os amo más que a mi mismo, más que a mi vida. Me arrepiento de haberos ofendido, bondad infinita; perdonadme, y junto con el perdon, concededme la gracia de que os ame hasta la muerte en esta vida, y por toda la eternidad en la otra.

Mostrad con vuestro poder, ¡oh, Dios omnipotente!, este prodigio en el mundo: que un alma tan ingrata como la mía se transforme en una de las más amantes vuestras. Otorgádmelo por vuestros merecimientos, Jesús mío. Así lo deseo; así propongo practicarlo toda mi vida; y Vos, que me inspiráis este deseo, dadme fuerzas para cumplirlo.

Jaculatoria.— Gracias os doy, Jesús mío, por haberme esperado hasta ahora.

Comunión espiritual, p. 41.

Visita a María Santísima

Nadie se salva –dice San Germán, hablando con María Santísima- sino por Vos; nadie se libra de sus males sino por Vos; a nadie se conceden gracias sino por vuestra intercesión.” De suerte, Señora y esperanza mía, que si no me ayudáis, perdido soy; y no podré llegar a bendeciros en la Gloria. Pero creo, Señora, lo que dicen los Santos, que no abandonáis a quien recurre a Vos; y que sólo se pierde quien a Vos no acude. Yo miserable, recurro a Vos, y en Vos pongo todas mis esperanzas.

Jaculatoria.— Esta es mi confianza, ésta la razón toda de la esperanza mía (San Bernardo).

Oración a María Santísima, p. 58.

Visita al Patriarca San José

Si la voz de María bastó para santificar al Bautista y llenar del Espíritu Santo a Isabel, ¿a qué santidad tan elevada no subiría la bellísima alma de José, conversando por espacio de tantos años con la Madre Dios? Y si María es la dispensadora de todas las gracias que Dios concede a los hombres, ¿con cuánta profusión no enriquecería de ellas a su castísimo Esposo?

Amado San José, Vos que fuisteis tan distinguido y privilegiado en la participación de las grandezas de María, alcanzadme que también yo conozca sus virtudes para imitarlas y sus esclarecidos privilegios para honrarla y amarla con todas mis fuerzas.

Jaculatoria.— Alcanzadme la gracia de amar, servir e imitar a María Santísima.

Oración a San José, p. 61.


VISITA 15ª

Visita al Santísimo

Oración preparatoria, p. 53.

Decía el V. P. Francisco Olimpo, Teatino, no haber cosa en la tierra que más vivamente encienda el fuego del divino amor en los corazones de los hombres que el Santísimo Sacramento del Altar.

Por eso el Señor se mostró a Santa Catalina de Siena, en el Santísimo Sacramento, como una hoguera de amor, de la cual salían torrentes de divinas llamas, que se esparcían por toda la tierra; quedando atónita la Santa al considerar cómo podían los hombres vivir sin abrasarse de amor en medio de tanto amor divino para con ellos.

Jesús mío haced que arda por Vos; haced que no piense, ni suspire, ni desee, ni busque cosa laguna fuera de Vos. ¡Dichoso yo si este vuestro santo fuego me inflamase, y, el paso que se fuesen consumiendo mis años, fueran felizmente destruyéndose en mí todos los afectos terrenos!

¡Oh, Verbo divino; oh, Jesús mío!, os veo enteramente sacrificado, aniquilado y destruido por mi amor en ese Altar. Justo es, pues, que así como Vos, víctima de amor, os sacrificáis por mí, yo del todo me consagré a Vos. Sí, Dios mío y supremo Señor, os sacrifico hoy toda mi alma, toda mi voluntad, mi vida toda y a mí mismo.

Uno este mi pobre sacrificio con el sacrificio infinito que de sí mismo os hizo, ¡oh, Eterno Padre!, vuestro Hijo Jesús, Salvador mío, una vez en el ara de la Cruz, y que tantas veces os renueva diariamente en los altares. Aceptadlo, pues, por los méritos de Jesús, y dadme gracia para repetirlo todos los días de mi vida, y para morir sacrificándome enteramente por honra vuestra.

Deseo la gracia, a tantos mártires concedida, de morir por vuestro amor. Mas, si no soy digno de tal merced, concededme a lo menos que os sacrifique mi vida, con toda mi voluntad, abrazando la muerte que de Vos me fuere enviada. Señor, anhelo esta gracia; quiero morir con la voluntad de honraros y complaceros, y desde ahora os sacrifico mi vida, y os ofrezco mi muerte, sea cual fuere y cuando quiera que venga.

Jaculatoria.— Oh Corazón de mi amable Salvador, haced que arda y siempre crezca en mí vuestro amor.

Comunión espiritual, p. 41.


Visita a María Santísima

Permetidme, dulcísima Señora mía, que os llame con vuestro San Bernardo: Toda la razón de mi esperanza, y que os diga con San Juan Damasceno: En Vos he puesto toda mi confianza. Vos me alcanzaréis el perdón de mis pecados, la perseverancia hasta la muerte, y el ser libertado del Purgatorio. Todos cuantos se salvan obtienen por Vos la salvación: de suerte que Vos, ¡oh María!, me habéis de salvar . Quien tú quisieres, se salvará. Quered, pues, salvarme y me salvaré; y como Vos salváis a todos los que os invocan, os invocaré diciendo:

Jaculatoria.— ¡Oh, salvación de los que os invocan, salvadme! (San Buenaventura).

Oración a María Santísima, p. 58.

Visita al Patriarca San José

Pasó José –dice San Lucas (2, 4)- desde Nazaret a la ciudad de David, llamada Belén; y María dio a luz a su Hijo unigénito, y le envolvió en pañales, y le acostó en un pesebre.” Considera aquí la pena de José aquella noche en que nació el Verbo encarnado, viéndose, con María, echados de Belén, y obligados a guarecerse en un establo.

¡Oh, Santo Patriarca!, por la aflicción que experimentasteis viendo al recién nacido Niño tan pobre, sin fuego y sin abrigo, os ruego que me alcancéis un verdadero dolor de mis pecados, con los cuales fui, or mi desgracia, causa de las lágrimas y de los padecimientos de Jesús.

Jaculatoria.— Haced, Santo mío, que imite la pobreza del Niño Jesús.

Oración a San José, p. 61


VISITA 16ª

Visita al Santísimo

Oración preparatoria, p. 53

Oh, si los hombres recurriesen siempre al Santísimo Sacramento, para buscar remedio a sus males! Por cierto que no serían tan miserables como son. Lloraba Jeremías, diciendo: ¿Acaso no hay resina (o bálsamo) en Galaad; o no hay aquí médico? Galaad, monte de la Arabia, rico en ungüentos aromáticos, es, como nota Beda, figura de Jesucristo, el cual tiene dispuestos en este Sacramento todos los remedios de nuestros males.

¿Por qué, pues, hijos de Adán (parece que nos dice el Redentor), os quejáis de vuestros males, cuando tenéis en este Sacramento el médico y el remedio de todos ellos? Venid a Mí todos...y yo os aliviaré.

Diré, pues, con las hermanas de Lázaro: Ved que está enfermo el que amáis. Señor, yo soy aquel miserable a quien amáis; tengo el alma llena de llagas, por los pecados que he cometido. Vengo a Vos, divino médico mío, a que me sanéis; y si queréis, podéis sanarme. Sanad, pues, mi alma; porque pequé contra Vos.

Atraedme del todo a Vos, Jesús mío dulcísimo, con los amabilísimos atractivos de vuestro amor. En más estimo estar unido a Vos, que ser dueño de toda la tierra, y no deseo en este mundo otra cosa que amaros. Poco tengo que ofreceros; pero si pudiese poseer todos los reinos del mundo, quisiéralos solamente para renunciarlos todos por amor vuestro.

Os entrego, pues, cuanto poseo: parientes, comodidades, gustos y hasta los consuelos espirituales; os entrego mi libertad y mi voluntad. Quiero daros todo mi amor. Os amo, bondad infinita, os amo más que a mí mismo, y espero amaros eternamente.

Jaculatoria.— Jesús mío, me entrego a Vos; recibidme.

Comunión espiritual, p. 41.

Visita a María Santísima

Dijisteis Señora mía, a Santa Brígida: Si el hombre verdaderamente arrepentido de cuanto hubiere pecado se vuelve a mí, yo estoy pronta a acogerle. No miro la multitud de sus culpas, sino el espíritu con que viene: ni me desdeño de curar y sanar sus llagas; porque me llaman, y soy verdaderamente, Madre de misericordia. Y ya que podéis y deseáis sanarme, A vos recurro, celestial Remediadora: sanad las llagas de mi alma.

Jaculatoria.— ¡Oh, María, tened piedad de mí!

Oración a María Santísima, p. 58.

Visita al Patriarca San José

Considera cuál fue el amor y la ternura de José al mirar con sus propios ojos al Hijo de Dios hecho Niño, oyendo al mismo tiempo a los ángeles, que cantaban alrededor de su recién nacido Señor.

Afortunado Patriarca, por aquel consuelo que experimentasteis al ver por vez primera a Jesús Niño tan bello y graciosos, alcanzadme la dicha de que yo también le ame con vivo amor en la tierra, para ir después un día a gozar con Él en el Paraíso.

Jaculatoria.— Concededme, bendito José, constante amor a Jesús y a María.

Oración a San José, p. 61.


VISTA 17ª

Visita al Santísimo

Oración preparatoria, p. 53.

No saben la almas amantes hallar mayor contento que estar en presencia de las personas que aman. Si amamos, pues, mucho a Jesucristo, estemos aquí en su presencia. Jesús en el Sacramento nos ve y nos oye, ¿y no le diremos nada?

Consolémonos con su compañía; gocémonos de su gloria y del amor que le tienen tantas almas enamoradas del Santísimo Sacramento; deseemos que todos amen a Jesús Sacramentado y le consagren sus corazones; consagrémosle siquiera nosotros todo nuestro afecto, y sea Él nuestro único amor, nuestro deseo único.

El P. Salesio, de la Compañía de Jesús, sentíase consoladísimo sólo al oír hablar del Santísmo Sacramento, y nunca se saciaba de visitarle; si le llamaban a la portería, si volvía a su aposento, si andaba por la casa, procuraba siempre con tales ocasiones menudear las visitas a su amado Señor; y así se notó que apenas pasaba hora del día en que no visitase, mereciendo en fin morir a manos de los herejes en defensa de la verdad del Sacramento.

¡Oh, si yo tuviese también la dicha de morir por tan hermosa causa como es defender la verdad de este misterio, por el cual, amabilísimo Jesús, nos disteis a conocer el tiernísimo amor que nos profesabais! Pues ya que Vos, Señor mío, tantos milagros hacéis en este Sacramento, haced todavía otro prodigio más, atrayéndome del todo a Vos.

Me queréis enteramente para Vos, y bien lo merecéis. Dadme, pues, fuerzas para amaros con todo mi afecto. Los bienes del mundo dadlos a quien os plazca, que yo los renuncio todos. Lo que quiero, y por lo que únicamente suspiro, es por vuestro amor. Esto solo os pido y siempre os lo pediré. Os amo, Jesús mío; que así sea siempre.

Jaculatoria.— Jesús mío, ¿cuándo os amaré de veras?

Comunión espiritual, p. 41.

Visita a María Santísima

Cuánto me complace, Reina mía dulcísima, este hermoso nombre con que os invocan vuestros devotos: Mater amábilis! Porque Vos, Señora mía, sois sumamente amable y por vuestra hermosura se enamoró de Vos el mismo Señor vuestro: El Rey deseó tu belleza. Dice San Buenaventura que vuestro nombre es tan amable para los que os aman, que sólo al pronunciarle u oírle pronunciar, sienten que se inflama y acrecienta en ellos el deseo de amaros.¡Oh dulce!, ¡oh piadosa!, ¡oh amabilísima María! ¡No es posible nombraros sin que se encienda y recree el afecto de quien os ama!

Justo es, pues, Madre mía amabilísima, que os ame yo. Mas no me contento sólo con amaros, sino que deseo, ahora en la tierra y después en el Cielo, ser, después de Dios, el que más os ame. Y si tal deseo es harto atrevido, cúlpese a vuestra amabilidad, y al especial amor que me habéis demostrado; que si fueseis menos amable, menos desearía yo amaros.

Aceptad, pues, ¡oh Señora!, este mi deseo. Y como prueba de uqe lo aceptáis, alcanzadme de Dios este amor que os pido, ya que tanto complace a Dios el amor que todos os tenemos.

Jaculatoria.— ¡Madre mía amabilísima, os amo mucho!

Oración a María Santísima, p. 58.

Visita al Patriarca San José

Mandó a Herodes que fuesen degollados todos los ninños del término de Belén. Mas Dios quiso librar por entonces a su Hijo de la muerte, y envió un Ángel para avisar a José que tomase al Niño y asu Madre y huyesen a Egipto. Y al punto José emprende aquel viaje largo y penoso.

Santo protector mío, por vuestra pronta y continua obediencia a la voluntad de Dios, alcanzadme la gracia de obedecer puntualmente los preceptos divinos, y que en el viaje de esta vida no pierda jamás la compañía de Jesús y María.

Jaculatoria.— ¡Dichosos los que a Dios obedecen: nunca se extraviarán!

Oración a San José, p. 61.

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