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SATANÁS ATACA A LOS CONSAGRADOS.



El Primer Jueves Santo de la historia, nuestro Señor Jesucristo instituyó el sacramento del Orden Sacerdotal. Desde el inicio de su vida pública hizo saber a sus apóstoles que los estaba llamando al ministerio de serpescadores de hombres (Mt 4, 1). Conscientes los apóstoles de ser servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios (1 Cor 4, 1), después de oración y ayuno confirieron a otros elegidos el sacerdocio que el Maestro les había conferido constituyéndolos en sus sucesores, ministros de los sagrados misterios, hasta nuestros días.

Jesús les dio el poder de expulsar a los demonios, curar a los enfermos, perdonar pecados. Los apóstoles vieron cómo Él obró incontables milagros, y en su nombre lo hicieron de la misma forma, a pesar de todo uno de ellos fue un traidor.

A Pedro, Jesús le advirtió: Simón, Simón, mira que satanás ha pedido permiso para sacudirlos a ustedes como se hace con el trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto confirma a tus hermanos (Lc 22, 31-32).


Del sacerdocio ministerial se ha escrito:

Vivir en medio del mundo sin desear sus placeres. Ser un miembro de cada familia, sin pertenecer a ninguna. Compartir todos los sufrimientos. Penetrar todos los secretos. Curar todas las heridas. Ir de los hombres a Dios llevándole sus oraciones. Volver de Dios a los hombres trayéndoles perdón y esperanza. Tener un corazón de fuego por la caridad y un corazón de bronce por la castidad. Enseñar y perdonar, consolar y bendecir siempre ¡qué vida, Dios mío! Esa es tu vida sacerdote de Cristo.

María Santísima, no puede permitir que sus hijos los hombres, por quienes su Hijo Jesucristo sufrió tantos tormentos se condenen para siempre perdiendo la posibilidad de su salvación, y en sus diversas apariciones, en medio de curaciones y milagros de conversiones inexplicables nos pone en guardia contra el astuto demonio. Satanás es uno de los protagonistas más decisivos de sus manifestaciones. En todos los santuarios es el mismo el fondo de las recomendaciones aunque en algunos desarrolle algo más la misma idea.

En la carta que escribió la vidente Lucía de Fátima al Procurador de la Causa de Beatificación de sus dos primos, hoy beatos Jacinta y Francisco, hay algo que aterroriza en las manifestaciones: la inquina, el odio de Satanás contra los sacerdotes y contra los religiosos por la benéfica influencia que ellos pueden ejercer en la conversión de las almas.

Veamos estas 3 dramáticas advertencias:

1ª: Algunos sacerdotes olvidadizos de su vocación, arrastran muchas almas a la condenación.

2ª: El demonio ataca seriamente a las almas consagradas a Dios. Sabe que con perderlos, se perderían también muchas otras almas.

3ª: Muchas de las personas que creen seguir los caminos de la perfección, no hacen caso alguno de las relevaciones de María Santísima en Fátima a los tres pastorcitos y practican una vida según sus caprichos.

Los soldados de un ejército saben que si hieren o matan a uno de los jefes principales, hacen mucho mayor daño que si eliminaran a millares rasos, puesto que al perder al director de un grupo, se puede fácilmente desbaratar todo él.

De ahí su interés particular de atacar principalmente a los sacerdotes y religiosos que deben animar y conducir a los demás por las vías de la santidad. Lo que no puede tomarse como chiste y ni poner en duda, es la insistencia de nuestra Madre del Cielo por nuestra salvación, que siempre está en peligro mientras vivamos en este mundo.

Jesús avisó estremecedoramente que en tiempo de Noé, mientras fabricaba el Arca, la gente comía y bebía y practicaba el amor, sin acordarse de su alma. Vino el diluvio y arrastró a la aniquilación. Cristo confiesa que también en su tiempo existía la misma despreocupación por el alma por lo que les sucedería otro tanto a sus contemporáneos.

Y hoy, ¿podemos afirmar que no nos hallamos en las mismas condiciones de ceguera espiritual, y que la mayoría de las personas sólo viven para comer, beber y amontonar riquezas y desahogar sus exigencias sexuales?

Los sacerdotes han sido constituidos por Dios para ser alter Christus, otro Cristo, pero no están exentos de las flaquezas humanas, por lo que necesitan de la gracia y del auxilio del Espíritu Santo para ser fieles al Señor. Nuestra plegaria se ha de profundizar en perfección de orante, ya que el enemigo de las almas quiere arrebatar los mejores frutos de nuestros campos por falta de vigilantes en nuestras estancias.

FUENTE: infocatolica.com

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