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¿LA CREMACIÓN? NO ES PARA LOS CATÓLICOS - POR EL PADRE BENEDICT HUGHES - Entrega 2 -

La iglesia condena la cremación en sus leyes canónicas

Canon 1203: Los cuerpos de los fieles han de ser enterrados, y la cremación está condenada. Si alguno ha ordenado en manera alguna cremar su cuerpo, será ilícito ejecutar su deseo; y si esta orden ha sido adjuntada a un contrato, a un último testamento o a cualquier otro documento, debe considerarse como inexistente.


Canon 1240: Las siguientes personas quedan privadas de un entierro eclesiástico, a menos que antes de morir hayan dado señales de arrepentimiento: ... (5) las personas que han dado instrucciones para la cremación de sus cuerpos...



¿La cremación? No es para católicos por el Rvdo. Padre Benedict Hughes, CMRI

La historia del entierro frente a la cremación


Continuación


La oposición cristiana a la cremación 

La oposición de los cristianos primitivos a la cremación fue inspirada por motivos religiosos, ya que la destrucción del cuerpo con fuego simbolizaba la aniquilación y la concepción materialista de que la muerte es el fin absoluto de la vida humana. En verdad, sus perseguidores paganos quemaban frecuentemente los cadáveres de mártires cristianos para burlarse de su creencia en la resurrección del cuerpo. 

El cuerpo es templo del Espíritu Santo. Además, los cristianos primitivos comprendían la dignidad del cuerpo humano, y su destrucción por medio del fuego les parecía una seria falta de reverencia a lo que había sido templo del Espíritu Santo. Ungido en el Bautismo, la Confirmación y la Extremaunción, y alimentado con el alimento divino de la Sagrada Eucaristía, nuestro cuerpo queda santificado. San Pablo declara: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros...? Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo...” (I Co. 6:19-20). 

Huelga decir que la destrucción por fuego no impide que Dios, en el día de la resurrección, reúna los elementos que hayan constituído un particular cuerpo humano. Sin embargo, este hecho no excusa una falta de respeto hacia los cuerpos de los difuntos. San Pablo compara el entierro del cristiano con la siembra: “Lo que se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción; lo que se siembra en deshonra, resucitará en gloria; lo que se siembra en debilidad, resucitará en poder; lo que se siembra en cuerpo animal, resucitará en cuerpo espiritual” (I Co. 15:42-44). Cristo resucitó, ciertamente, de entre los muertos después de su entierro, “y ha venido a ser como las primicias de los que durmieron” (I Co. 15:20). 

La palabra cementerio. La misma palabra “cementerio” es de origen cristiano, tomada del griego koimeterion, que significa dormitorio. Nuestro uso de esta palabra, entonces, indica la fe que tenemos en la resurrección del cuerpo, el cual duerme en el cementerio hasta aquel triunfo final. Los fieles de varios países tienen otros términos para cementerio; por ejemplo, en Inglaterra, en tiempos de catolicismo, se llamaba “el acre de Dios” [acre: medida inglesa de superficie. N. del T.]; mientras que en Italia al cementerio se le llama “campo santo.” Estos términos expresan esa verdad de nuestra fe tan bien parafraseada por San Agustín: “La muerte no es muerte para nosotros, sino sólo un sueño; a los que llamamos muertos, guardan vigilia hasta su resurrección.” 


La tradición católica 

En los escritos de los Padres de la Iglesia, encontramos referencias de los entierros como expresión de nuestra fe. Hasta Juliano el Apóstata 

“... observando cómo consideraban los cristianos el entierro de los muertos una obra corporal de misericordia, ...identificó el cuidado religioso de sus muertos como uno de los medios por los cuales obtenían tantos conversos; y, por tanto, como una de las primeras cosas a suprimirse si se iba a erradicar el cristianismo” (Rumble, p. 7). 

¿No alabó Nuestro Señor la buena obra de María, quien ungió su cabeza y pies, al decir “esto lo ha hecho para mi entierro”? Además, como dice San Agustín en La Ciudad de Dios, el evangelio ha coronado con eterna alabanza a los que bajaron el cuerpo de Jesús de la Cruz y diéronle honroso entierro. ¿Y qué de las bendiciones otorgadas a las mujeres santas que fueron temprano el día primero de la semana para ungir el cuerpo de Nuestro Señor? 

Suelo consagrado. La reverencia debida al cuerpo de los difuntos también se evidencía en el ritual de la Iglesia para la dedicación de un cementerio, ceremonia llevada a cabo por el Obispo o su delegado. La elaborada ceremonia consiste de oraciones y cantos, durante la cual se rocía el suelo con agua bendita, santificándolo como digno lugar de descanso para los cuerpos de los fieles. El suelo consagrado se localiza normalmente cerca de la iglesia, indicando el respeto que se le merece. Además, la ley eclesiástica ordena que se coloque una barda o barrera alrededor del cemeterio, segregándolo del suelo no consagrado y para mantener a los animales fuera, no sea que se profane la santidad del cemeterio. 

Los fieles siempre han deseado ser enterrados en suelo bendecido por un sacerdote católico. El serle negado un entierro católico o ser enterrado en suelo no consagrado es considerado una de las mayores desgracias que le puede acaecer a uno. Es por eso que el sacerdote, cuando lleva a cabo un entierro en un cementerio no católico, siempre bendice la tumba individual como parte de la ceremonia.


Resurgimiento del paganismo 

Como ya se dijo, la práctica de la cremación no fue revivida sino hasta el siglo XIX. Veamos cuáles fueron las fuerzas que ocasionaron este cambio: 

La edad de la razón. Los filósofos librepensadores del siglo XVII inauguraron un movimiento que llegó a conocerse como la “Edad de la Razón,” pero que de hecho no fue sino el renacimiento del paganismo. El camino fue allanado por los filósofos ingleses como Hobbes (fallecido en 1679) y Locke (m. 1704) y por la inauguración de la Francmasonería en Londres en 1717. Voltaire, filósofo francés, viajó a Londres para iniciarse como francmasón en 1726 y, junto con Rousseau y Diderot, promovió la causa del liberalismo secular en Francia, atacanado violentamente a la Iglesia y sus costumbres. ésto dio fruto en la Declaración de los Derechos del Hombre, promulgada durante la Revolución francesa. Como resultado, se confiscaron y profanaron iglesias, se suprimieron órdenes religiosas, y el sacrificio de la Misa fue sustituida por el culto de la “razón.” 

De este movimiento surgió el Gobierno Republicano ateo de Francia, que, en 1797, propuso el renacimiento de la cremación como substituto del sepelio cristiano. Y aunque hubieron incidentes aislados de su uso, sin embargo, el movimiento no sería popular por más de 75 años. Las costumbres no cambian fácilmente, pero ya había nacido un movimiento. Se formaron sociedades para fomentar la cremación de tal manera que se impresionara a la gente con la idea de que todo se acaba con la muerte. La cremación se consideraba un símbolo apto para el concepto naturalista de la aniquilación. 

El movimiento crematorio. Para justificar el movimiento crematorio, fueron utilizados varios subterfugios: a la gente se le dijo que sería más sanitario, y que el entierro podía causar contaminación de suelo, aire y agua, afirmaciones que han sido probadas equivocadas. El verdadero motivo detrás del movimiento, sin embargo, puede verse en una cita tomada de una publicación masónica: 

“Los hermanos de las logias deberán emplear todos los medios posibles para esparcir la práctica de la cremación. La Iglesia, al prohibir la incineración de los cuerpos está... meramente buscando preservar entre la gente las antiguas creencias de la inmortalidad del alma y de una vida futura: creencias hoy derribadas por la luz de la ciencia” (citado por M.A. Faucieux en Revue des Sciences Ecclesiastiques, 1886). 

El primer crematorio de tiempos modernos se construyó en Milán (Italia) en 1874. Al lector puede que le sorprenda el hecho de que un país católico fuera el primero en tener un crematorio. No obstante, un conocimiento de la historia moderna de Italia nos provee fácilmente de la respuesta. En 1870 Mazzini y Garibaldi, ambos masones del Gran Oriente, tuvieron éxito en la captura de Roma y redujeron al papa Pío IX a prisionero en el Vaticano. Con ello se estableció un gobierno profundamente anticatólico en Italia. Después de la construcción del primer crematorio, se establecieron otros por toda Europa y América.


Continuará

Las leyes de la Iglesia...

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