(Documento compartido por el señor Jaime Vega que atentamente siempre me envía documentos y libros al correo electrónico, algunos de los cuales, como es el caso éste, comparto con los lectores del blog Sacerdote Eterno)
BREVE PRACTICA DE DEVOCIÓN PARA
IMPLORAR LOS SOCORROS DE LA ADORABLE Y AMOROSA PROVIDENCIA DE NUESTRO DIOS, Y SEÑOR,
POR LA INTERCESIÓN DE
LOS SANTOS ÁNGELES DE GUARDA.
CON LICENCIA.
Impresa en Murcia por la VIUDA de
Teruel, año de 1795.
El Excelentísimo. Sr. Dr. D.
Alonso Nuñez de Haro y Peralta, del Consejo de S. M. Arzobispo de México, concede
ochenta días de Indulgencia por cada vez que se practicare esta Devoción, rogando
a Dios por el aumento de nuestra Santa Fe, exaltación de la Santa Iglesia después
de la devoción á Jesucristo nuestro Redentor, y a su Purísima Madre MARÍA Señora
nuestra, ninguna es más útil, ni de mayor obligación que la que debemos
profesar a nuestro Santo Ángel de Guarda.
Todos los bienes espirituales y
temporales que Dios nos concede, los dispensa por mano de este Celestial
Espíritu, a protección y custodia nos confiaron desde el instante mismo de nuestro
nacimiento. Él desde este punto comienza a exercitar con nosotros los oficios más
amorosos, más fieles y más interesantes a nuestra alma y nuestro cuerpo. Como
nuestro custodio y compañero, sin apartarse jamás de nosotros, nos libra y nos
defiende de los peligros: como verdadero amigo solicita nuestros intereses:
como maestro nos enseña la ciencia de los Santos, nos amonesta, nos reprehende,
excitando en nosotros pensamientos santos y saludables inspiraciones, ya
presentándonos las ocasiones oportunas y los buenos ejemplos para bien obrar, y
ya apartándonos de aquellos peligros en que conoce íbamos a caer funestamente.
Él es nuestro abogado para con el
Eterno Padre, para con Jesucristo y MARÍA Santísima: es nuestro consolador en
las tribulaciones: si pecamos, no nos desampara: si obramos bien nos alienta á
seguir: defiende nuestra vida, y nos ampara á la hora de nuestra muerte. En una
palabra, empeñado por el orden y mandato de nuestro Padre Dios en procurarnos
la salud eterna, y aun los bienes temporales en cuanto conducen a aquella, cuida
de nuestra felicidad, como si de ella La presencia de este soberano
Espíritu, inseparable compañero nuestro, que no se aparta de nosotros y que nos
sigue en cualquiera lugar y en toda horade día y de noche, en la calle, en casa,
en el templo, debe infundirnos el más profundo y reverente respeto. En las
ocasiones de pecar, y siempre que nos sentimos urgidos de alguna tentación,
debe servirnos esta presencia de un poderoso motivo para no caer en culpa,
diciéndonos á nosotros mismos: Y me atreveré yo á hacer delante de este
Espíritu nobilísimo y puro, lo que no haría en presencia de un vil hombrecillo del
mundo. Su valimiento para con Ellos, el amor, grande que nos tiene,
su custodia y su protección, nos debe inspirar la confianza más firme en su patrocinio,
recurriendo a él siempre, e invocándolo en todas Finalmente la santidad de este
celestial Personaje, su ministerio, los servicios que continuamente nos hace,
son poderosos motivos que piden de justicia el más cordial y agradecido reconocimiento,
y que nos obligan á tributarle algún obsequio diario.
Ningún tributo le es más
agradable que la adoración y devota veneración de la amorosa Providencia de
nuestro Dios, que tantas veces nos ha prometido que nos concederá cuanto
pidiéremos en nombre de Jesucristo, y que por su divina boca se queja sentidamente
de que no le pidamos con confianza. Providencia tan amante y tan poderosa, que
en muestra de su amor, de su poder y del cuidado que tiene de nosotros, nos
destina para custodio y compañero no menos que un Espíritu bienaventurado,
Príncipe de su Celestial Corte. Por tanto ninguna devoción es más útil que
presentar por manos de nuestro Ángel de Guarda á esta Adorable Providencia nuestras
súplicas y ruegos con la irme fe y segura confianza de que, sin que lo impidan nuestras
culpas é indignidad, conseguiremos cuanto le pidiéremos (si conviene á nuestra salvación)
sea lo que fuere, como pidamos con humildad, confianza y perseverancia.
Nuestros negocios y su feliz ó
infeliz éxito dependen regularmente de la voluntad de aquellos que pueden
hacernos bien, ó causarnos algún mal: consistiendo muchas veces su logro ya en
el patrocinio, ya en los buenos oficios de un protector. Aun el importantísimo negocio
de nuestra salvación está no pocas veces vinculado al ajeno socorro, á un buen consejo, a una reprehensión saludable.
Por esto debemos también tener
una sólida devoción á los Santos Ángeles Custodios de nuestros próximos,
implorando su poder y favor , para que inspiren á aquellos de quienes esperamos
algún bien, pensamientos y deseos de hacérnoslo; y para que aparten de las
personas de quienes tememos algún mal, la voluntad y la idea de dañarnos. El
que escribe esto tiene repetidas y bien fundadas experiencias de los frutos y
provechos de esta devoción.
Debemos también ocurrir confiados
en las necesidades públicas al Ángel Custodio del lugar en que habitamos, ó de
aquella Comunidad y Cuerpo que se halla afligido, necesitado; porque, como dice
Santo Thomas, cada Reino, cada Ciudad, cada Religión tiene su Ángel Tutelar y
Custodio.
Es muy justo que el devoto
obsequio a los Santos Ángeles sea diario pues no hay día en que no tengamos necesidad,
y no experimentemos el singular patrocinio de estos amorosísimos Custodios y
compañeros. Pero para que nuestras ocupaciones no sirvan de excusa, o nos
retraiga nuestra flojedad y tibieza, se ha reducido á una breve Práctica, que
es la siguiente.
Levantando á Dios el corazón y
hecho el Acto de Contrición , se rezará tres veces el Padre nuestro y Ave María
en honor y reconocimiento de la sabia Amorosa Providencia de nuestro Dios, pidiendo
que por medio e intercesión de los Santos Ángeles Custodios nos conceda lo que
deseamos y se dirán las siguientes Oraciones.
O Dios, cuya Providencia jamás se engaña ni falta en sus disposiciones, humildemente te suplicamos que nos libres de todo mal, y nos concedas todos los bienes que necesitamos. Por Jesucristo tu Hijo, Señor nuestro, que contigo, y el Espíritu Santo vive y reina Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.
O Dios, cuya Providencia jamás se engaña ni falta en sus disposiciones, humildemente te suplicamos que nos libres de todo mal, y nos concedas todos los bienes que necesitamos. Por Jesucristo tu Hijo, Señor nuestro, que contigo, y el Espíritu Santo vive y reina Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.
O Dios, que con inefable Providencia
te dignas enviar tus Santos Ángeles para que nos guarden, concede a nuestros
humildes ruegos que defendidos por su continua protección en la tierra, seamos
compañeros suyos por toda la eternidad en la gloria. Por Jesucristo tu Hijo, Señor
nuestro.
ORACIÓN
AL SANTO ÁNGEL
CUSTODIO.
Fidelísimo compañero y
Custodio mío, destinado por la Divina Providencia para mi guarda y tutela, Protector
y Defensor mío, que nunca te apartas de mi lado, ¿qué gracias te daré yo por la
fidelidad que te debo, por el amor que me profesas, y por los innumerables beneficios
que cada instante estoy recibiendo de ti? Tú velas sobre mí cuando yo duermo:
tú me consuelas cuando estoy triste: tú me alientas cuando estoy desmayado: tú
apartas de mí los peligros presentes, me enseñas á precaver los futuros, me desvías
de lo malo, me inclinas á lo bueno, me exhortas á penitencia cuando he caído, y
me reconcilias con Dios. Mucho tiempo hace que estaría ardiendo en los
Infiernos, si con tus ruegos no hubieras detenido la ira del Señor.
Suplícate que nunca desampares.
Consuélame en las cosas adversas, modérame en las prósperas, líbrame en los
peligros, ayúdame en las tentaciones para no dejarme vencer de ellas jamás.
Presenta ante los ojos de Dios
mis oraciones, mis gemidos y todas las buenas obras que yo hiciere: consiguiéndome
que desde esta vida sea trasladado en gracia á la vida eterna. Amén.
Se acabará rezando una Vez el
Padre nuestro y Ave Marta, pidiendo a la amorosa Providencia de nuestro Dios y Señor,
que por medio de los Santos Ángeles de Guarda ' inspire a aquellas personas de
quienes en algún modo dependa nuestra salvación, y la felicidad de todos
nuestros negocios, pensamientos útiles á nuestro bien y aparte todo pensamiento
que pueda sernos nocivo de aquellos que en cualquiera manera pueden ser causa
de nuestro daño espiritual o corporal.
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