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CONFIDENCIAS DE JESÚS A UN SACERDOTE, Monseñor Ottavio Michelini

La Flor Mas Bella


¿Cuál es la flor más bella del Paraíso y de la tierra?
¿Cuál es, hijo mio, la obra más bella de la Creación?
¿Cuál es, hijo mpio, lo que mayormente es querido a la  Trinidad Divina?
Es el Corazón Inmaculado de Mi Madre y vuestra Madre, objeto del amor eterno de Dios, Uno y Trino.

Pues bien, de lo que le es más querido a su Corazon, Dios ha querido hacer don a vosotros.  Flor estupenda y fragante, tiene en sí los perfumes de todas las virtudes, flor que no tiene competencia ni en el Cielo ni en la tierra, tanto se separa por su belleza de los Ángeles y de todas las criaturas de la tierra.

Dios la ha mirado a Ella desde siempre, Dios la ha amado y la ha hecho objeto de sus complacencias desde siempre; Dios la ha querido junto a él para la realización de su infinito proyecto de amor.  La ha hecho Corredentora, Madre, Reina, la ha hecho poderosa.  Ante Ella se someten las jerarquías angélicas y las generaciones humanas la llaman Bienaventurada.

Dios  ha amado a los hombres hasta el punto de dar por ellos a su Hijo y después del Hijo, la Madre. Pero los hombres no siempre han demostrado y demuestran haber entendido el don de Dios.

Flor hecha de candor inmaculado, de pureza, de amor, de generosidad. Flor única en el Cielo y en la tierra, nunca habrá otra igual.  Ella es la verdadera obra maestra de Dios, comparada con la cual todo está descolorido y todo es poco.

Pues bien, esta Madre tiene una capacidad de amor que no tiene límites.  Los que no admiten esto, porque dicen que no creen en las numerosas intervenciones de Mi Madre en favor de la Humanidad peregrinante en la tierra, no saben lo que es el amor; su corazón es árido, su mente está oscurecida hasta el punto de no ver.


No conocéis el Amor


Ya te dije que fe, esperanza y amor no pueden estar nunca separadas; son (un poco como las Personas de la Santísima Trinidad) distintas pero unidas por ser una en tres.  ¿Cómo podría ser de otra manera?  Son virtudes sobrenaturales participadas al alma de todo cristiano por Dios mismo, por lo que el cristiano se hace hijo de Dios, partícipe de Su naturaleza y por tanto semejante a Dios.

Pobres hijos Mios, pobres sacedotes qué mísera vida es la vuestra ¡no conocéis el amor! Qué triste vida es la vuestra;  ¡no conecéis la causa motriz de la alegría, de la esperanza! No conocéis la fuerza que hace vencer las pruebas y las dificultades; ¡qué corrupta naturaleza es la vuestra!

Mundo y Demonio ponen continuamente obstáculos en vuestro camino; por eso estáis frecuentemente por los suelos.  ¿Porque donde no hay amor hay resentimiento que degenera, aún en ministros mios, no pocas veces en odio.

No hijos, no hay zonas neutrales o se está en el área del amor infinito de Dios o se está en el área del enemigo de Dios y del hombre, es decir de Satanás.

Por lo tanto, no creer o incluso sólo dudar de las numerosas intrevenciones mías y de mi Madre en favor de la Humanidad (intervenciones siempre realizadas según la necesidad de los tiempos) es como negar la esencia de Dios que es amor, y la realidad de la Flor más bella de la tierra y del cielo, que es el Corazón Inmaculado de mi Madre.

El amor tiende neceariamente al objeto amado, el amor se vuelca sobre el objeto amado. No entender esto es no entender la naturaleza del amor.

Ya he lamentado el comportamiento de la Jerarquía sobre este punto al que no se le ha dado la necesaria importancia.  No se ha indagado suficiente ni objetivamente.  Los juicios dados por muchos Obispos han estado condicionados por miedos, por temores personales, el miedo a comprometerse etc.. No se ha buscado la verdad, sólo la verdad, despojándola de todo elemento extraño. Siempre el terrible yo aflora en todas las acciones, el miedo a la responsabilidad; en fin, ellos mismos primero, los intereses de Dios y de las almas después...

¡Cuánto tiempo perdido, cuántas almas obstaculizadas, cuántas condenas injustas!  ¡De cuánto bien han sido privadas tantas almas!  Es tremenda la responsabilidad de los que tiene autoridad de indagar, de juzgar con verdad y justicia y no con cobardía e injusticia. Con mentira se comportan cuando anteponen su propia persona a los verdaderos intereses de Dios. Con injusticia se causa daño a las almas con injustas condenas.


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