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LAS TRES ORACIONES


Jesús ha recomendado a Vassula que recemos diariamente las siguientes oraciones:


NOVENA DE CONFIANZA AL SAGRADO CORAZON DE JESUS

Oh Señor Jesucristo, yo confío esta intención a tu Sacratísimo Corazón:

(Indicar la petición)

Mírame solamente Jesús, y luego haz que Tu Sacratísimo Corazón te inspire. Que tu Sagrado Corazón decida. ¡Yo cuento con Él! ¡Yo confío en él! ¡Yo me entrego a Su Misericordia! Señor Jesús, Tu no me defraudarás. Sagrado Corazón de Jesús, yo confío en Tí. Sagrado Corazón de Jesús, yo creo en Tu Amor por mí. Sagrado Corazón de Jesús, que venga tu reino. ¡Oh! Sagrado Corazón de Jesús, yo te he pedido muchas gracias, pero imploro ardientemente esta. Tómala, ponla en Tu Sagrado Corazón. Cuando El Padre Eterno la vea, cubierta con Tu Preciosa Sangre, no la rechazará. Ya no será mi plegaria, sino la tuya, oh Jesús. Oh Sagrado Corazón de Jesús, yo pongo mi confianza en Tí. Que jamás sea confundido. Amén.




INVOCACIÓN A SAN MIGUEL ARCANGEL

San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate; sé nuestro auxilio contra la perversidad y las asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y Tú, Príncipe de la milicia Celestial, lanza al infierno con el divino Poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amén.

María, Reina de los ángeles - ¡Ruega por nosotros!




ACORDAOS
(De San Bernardo)

Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio y reclamando vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado por esa confianza a Vos también acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, oh Madre de Dios, mis humildes súplicas, antes bien escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.



FUENTE: tlig.org/

COMO DEBE SER EL SACERDOTE


PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA 
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE


Sábado 11 de enero de 2014

Es «la relación con Jesucristo» lo que salva al sacerdote de la tentación de la mundanidad, del riesgo de convertirse en «untuoso» en lugar de «ungido», por la idolatría «al dios Narciso». El sacerdote, en efecto, puede también «perder todo» pero no su vínculo con el Señor, de otro modo no tendría nada más que dar a la gente. Con palabras fuertes, y proponiendo un auténtico examen de conciencia, el Papa Francisco se dirigió directamente a los sacerdotes volviendo a lanzar el valor de su unción. Lo hizo en la homilía de la misa celebrada el sábado 11 de enero, por la mañana, en la capilla de la Casa de Santa Marta.

El Pontífice prosiguió la meditación sobre la primera carta de Juan que ya había iniciado los días pasados. El pasaje propuesto por la liturgia (5, 5-13) —explicó— «nos dice que tenemos la vida eterna porque creemos en el nombre de Jesús». He aquí las palabras del apóstol: «Os he escrito estas cosas a los que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que os deis cuenta de que tenéis vida eterna».

Es «el desarrollo del versículo» proclamado en la liturgia del viernes y en el cual el Papa ya había centrado su meditación: «Ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe». En efecto, volvió a afirmar el Pontífice, «nuestra fe es la victoria contra el espíritu del mundo. Nuestra fe es esta victoria que nos hace seguir adelante en el nombre del Hijo de Dios, en el nombre de Jesús».

Una reflexión que llevó al Santo Padre a plantearse una pregunta decisiva: ¿cómo es nuestra relación con Jesús? Una cuestión verdaderamente fundamental, «porque en nuestra relación con Jesús se hace fuerte nuestra victoria». Una pregunta «fuerte», reconoció, sobre todo para «nosotros que somos sacerdotes: ¿cómo es mi relación con Jesucristo?».

«La fuerza de un sacerdote —recordó el Pontífice— está en esta relación». En efecto, cuando su «popularidad crecía, Jesús iba al Padre». Lucas, en el pasaje evangélico de la liturgia (5, 12-16), relata: «Él, por su parte, solía retirarse a despoblado y se entregaba a la oración». Así «cuando se hablaba cada vez más» de Jesús «y las multitudes, numerosas, venían a escucharle y a buscar la curación, Él después iba al encuentro del Padre». Una actitud, puntualizó el Papa, que constituye «el criterio para nosotros, sacerdotes: ¿vamos o no vamos a encontrar a Jesús».

De aquí brota una serie de preguntas que el Pontífice sugirió para un examen de conciencia: «¿Qué sitio ocupa Jesús en mi vida sacerdotal? ¿Es una relación viva, de discípulo a maestro, de hermano a hermano, de pobre hombre a Dios? ¿O es una relación un poco artificial que no nace del corazón?».

«Nosotros estamos ungidos por el espíritu —fue la reflexión propuesta por el Papa—, y cuando un sacerdote se aleja de Jesucristo en lugar de ser ungido, termina siendo untuoso». Y, destacó, «¡cuánto mal hacen a la Iglesia los sacerdotes untuosos! Quienes ponen la fuerza en las cosas artificiales, en las vanidades», los que tienen «una actitud, un lenguaje remilgado». Y cuántas veces, añadió, «se oye: pero éste es un sacerdote» que se parece a una «mariposa», precisamente «porque siempre está en la vanidad» y «no tiene la relación con Jesucristo: ha perdido la unción, es un untuoso».

Incluso con todos los límites, «somos buenos sacerdotes —continuó el Papa— si vamos a Jesucristo, si buscamos al Señor en la oración: la oración de intercesión, la oración de adoración». Si, en cambio, «nos alejamos de Jesucristo, debemos compensar esto con otras actitudes mundanas». Y así surgen «todas estas figuras» como «el sacerdote especulador, el sacerdote empresario». Pero el sacerdote, afirmó con fuerza, «adora a Jesucristo, el sacerdote habla con Jesucristo, el sacerdote busca a Jesucristo y se deja buscar por Jesucristo. Éste es el centro de nuestra vida. Si no existe esto perdemos todo. ¿Y qué daremos a la gente?».

Así, el Obispo de Roma repitió la oración proclamada en la oración colecta. «Hemos pedido —dijo— que el misterio que celebramos, el Verbo que se hizo carne en Jesucristo entre nosotros, crezca cada día más. Hemos pedido esta gracia: que nuestra relación con Jesucristo, relación de ungidos para su pueblo, crezca en nosotros».

«Es hermoso encontrar sacerdotes —destacó el Papa— que han dado la vida como sacerdotes». Sacerdotes de quienes la gente dice: «Sí, tiene un mal genio, tiene esto y aquello, pero es un sacerdote. Y la gente tiene olfato». Por el contrario, si se trata de «sacerdotes, en una palabra, “idólatras”, que en lugar de tener a Jesús tienen pequeños ídolos —algunos son devotos del dios Narciso—, la gente cuando ve esto dice: ¡pobrecitos!». Por lo tanto, es precisamente «la relación con Jesucristo», aseguró el Pontífice, lo que nos salva «de la mundanidad y de la idolatría que nos hace untuosos» y la que nos conserva «en la unción».

Dirigiéndose, por último, a los presentes —entre ellos un grupo de sacerdotes de Génova con el cardenal arzobispo Angelo Bagnasco— el Papa Francisco concluyó así la homilía: «Y hoy a vosotros, que habéis tenido la amabilidad de venir a concelebrar aquí conmigo, os deseo esto: perded todo en la vida, pero no perdáis esta relación con Jesucristo. Ésta es vuestra victoria. ¡Adelante con esto!».


FUENTE: w2.vatican.va /  
L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 3, viernes 17 de enero de 2014


POR SU VESTIMENTA ¿LO RECONOCERÁN?


alzacuellos

Me encontraba el otro día leyendo un titular de prensa, en el cual destacaba la presencia de un Párroco en un evento deportivo, con retrato a color, incluido en el reportaje. Después de mirar detenidamente durante un rato la fotografía, me preguntaba, cual de los cuatro podía ser el cura. Todos iban de traje, así que primero aposté por los que llevaban la corbata más sobria, pero cuando leí el pie de foto, comprobé que me había equivocado. De traje, corbata de color, copa en mano, y brindando… ese, era el Sacerdote. ¿Es esa la presencia que tiene el clero hoy en día, en nuestra sociedad? ¿Dónde está la congruencia entre un titular que destaca una condición Sacerdotal y un hombre que la oculta, o se mofa de ella?

Se habla de lo que supone para el Sacerdote llevar Clerygman o Sotana, pero, ¿A los Laicos nos aporta algo, verlos así, o nos resulta indiferente como se vistan? ¿Puede ser una importante catequesis para todos nosotros, el ver a un Presbítero llevando con orgullo el distintivo Sacerdotal?

Igualdad, pregonaban los precursores del Concilio Vaticano II y cual ministros del gobierno español de los años 80, lanzaban la tirilla del cuello por los aires y se ponían la chaqueta de pana. ¡Relación horizontal con las ovejas!

No encuentro nada recriminable en que los Sacerdotes acudan a eventos públicos, tales como el teatro, el cine, el fútbol…De hecho, recuerdo un gran Abad, que era uno de los hombres más destacados en los eventos deportivos, pero, siempre llevaba visible, su condición Sacerdotal, dando testimonio de su entrega a Dios. ¿No es posible combinar ambas facetas? Desde luego, lo normal no es estar de fiesta en fiesta y mostrando una vida frívola, en disonancia con la austeridad propia del Ministerio, pero en caso de tener que acudir a algún evento, ¿Por qué ocultar algo tan hermoso y puro, como es la vocación que llevan impresa en su alma? Que contrariedad, que se nos insista todos los días a los Laicos, en que demos testimonio con nuestra presenciaen los distintos ambientes de nuestra sociedad y que justamente, sean, los que nos lo dicen, los que renieguen de ello. ¿Ejemplo o contraejemplo?

El otro día, comentando con una amiga las fotos de un cura en las redes sociales, en bañador y en una piscina pública, ella, me decía que le parecía bien, que tenían que ser como nosotros, normales…como si lo cotidiano fuera pasarse el día en traje de baño y mostrarse al mundo en ropas menores… ¿A qué le llamamos normalidad? ¿Es que acaso, lo anormal, hoy en día, es lo normal? ¿Es que lo habitual y común, es poner fotos íntimas y de mal gusto, en un perfil público de Internet? ¿Qué ejemplo da un Presbítero en tamaña situación? Lo lógico y recomendable, sería, que se vistieran con la sotana y dieran testimonio de una vida acorde al Evangelio. ¿Se puede llamar gravedad Sacerdotal, a lucir cuerpo en una web pública, cual si fueran Greg Lugannis en un concurso mundial de saltos de trampolín? Menos piscina y más Sagrario, ese es el ejemplo que necesita el Pueblo de Dios. Eso debería ser la normalidad, la vida de oración y recogimiento

La semana pasada, en un hospital, cuando salió el médico a llamar al paciente, me llamó la atención, estaba completamente de negro y pensé para mi, “parece un cura” y a la persona que estaba conmigo le dije, “el mundo del revés”. Y es así, se supone que el médico ejerce una profesión y hasta la fecha, llevaban la bata blanca que los diferenciaba del resto de los mortales y ¿Para qué, esa diferenciación? Sencillamente porque el paciente necesita saber o sentir que está ante un médico, queremos tener la seguridad, aunque la ropa no sea prueba fiable de nada, de que la persona que nos está atendiendo, es un profesional de la medicina y con su bata blanca nos hace pensar, en lo que deseamos lograr: la sanación del cuerpo. ¡Cuánto más importante será ese distintivo, si pensamos en la curación del alma!

El Sacerdote, no ejerce una profesión, lleva implícita una vocación que ha elegido libremente y por ello, su vida, no debe de estar dividida en dos facetas,la pública y la privada. Ahora me pongo la Casulla para oficiar, ahora me pongo en pantalón corto para la excursión de la Parroquia y ahora la camisa de cuadros para atender el despacho parroquial ¡Cuánta estupidez! ¿Se trata de representar distintos papeles? ¿Es acaso la función Sacerdotal, una función teatral?

¿Qué nos supone o qué nos deja de suponer a los Laicos, ver a un Sacerdote con Clerygman o Sotana? Primeramente una referencia, un hombre que vive entregado a Dios y a sus ovejas. Hace poco en una Iglesia, una señora le preguntaba al Párroco, por el Párroco, parece un juego de palabras, pero así es, ella, NO lo diferenció del resto de las personas que estaban allí. En el polo opuesto, observaba a alguien que le besaba la mano a un Laico, al confundirlo con un Sacerdote. ¡Así está el patio! Curas que parecen laicos y laicos que se confunden con curas.

Mientras miles de Presbíteros están siendo asesinados en el mundo, por dar un testimonio público de su condición de Cristianos, en nuestros países, que el único peligro que corren es el mismo que cualquier mortal, que nos insulten por la calle, ocultan su condición y desobedecen a la Iglesia, incumpliendo las normas prescritas. La historia de la Iglesia nos demuestra que no siempre el traje talar o el clerygman fueron las prendas utilizadas, sino que hubo una evolución, pero, lo que es seguro, es que siempre se diferenció la condición Sacerdotal y a día de hoy, está recogido en el Código de derecho Canónico, con lo cual, su incumplimiento, sólo nos hace pensar en una falta de amor a la Iglesia y un mal ejemplo para nosotros, que deberíamos ver en los Sacerdotes, un modelo a seguir, en nuestro camino a la Santidad. ¿Cómo podemos rezar para que haya vocaciones, si ni siquiera hay un referente visual para los jóvenes? ¿Cómo nos hablarán de Dios, si reniegan de Él, en detalles tan pequeños? Como diría mi compañero, el Padre Juan Manuel, ¡Viva la Sotana!


¿POR QUE LOS SACERDOTES LLEVAN CLERYMAN O SOTANA?


Los sacerdotes de la Iglesia Católica deben ir vestidos con clergyman y si lo prefieren con sotana. Vamos a ver argumentos a favor de su uso, para comprender más su sentido, de manos del Padre Fortea.


Antes de nada hay que decir que la sotana es una vestimenta típica de los sacerdotes católicos. Es una pieza de tela, por lo general negra, que llega hasta los pies. Por la parte de las piernas es similar a una túnica, pero unida a la parte del torso, formando una pieza única. Tiene botones por la parte delantera, para que se pueda poner y quitar.

En la iglesia católica de rito latino la sotana es negra para sacerdotes, diáconos y, en ocasiones, seminaristas; mientras que para los obispos y algunos monseñores es morada; para los cardenales es roja y para el Papa blanca. Sin embargo, para uso habitual, los obispos y cardenales usan sotana negra, conservando sólo algunas partes de ella (los botones, bordes y el fajín) del color que les corresponde.

En algunos países de clima más cálido la Conferencia Episcopal ha aprobado el uso de la sotana blanca tanto para obispos y cardenales como para sacerdotes.

Argumentos a favor de su uso: “El hábito eclesiástico es un signo de consagración para uno mismo, nos recuerda lo que somos, recuerda al mundo la existencia de Dios, hace bien a los creyentes que se alegran de ver ministros sagrados en la calle, supone una mortificación en tiempo caluroso. El sacerdote al mirarse en el espejo o en una foto, y verse revestido de un hábito eclesiástico piensa: tú eres de Dios.

Bajo la sotana, el sacerdote viste como el común de los hombres. Pero revestido con su traje talar, su naturaleza humana queda cubierta por la consagración. El que viste su hábito eclesiástico es como si dijera: el lote de mi heredad es el Señor.

El color negro recuerda a todos que el que lo lleva ha muerto al mundo. Todas las vanidades del siglo han muerto para ese ser humano que ya sólo ha de vivir de Dios. El color blanco del alzacuellos simboliza la pureza del alma. Conociendo el simbolismo de estos dos colores es una cosa muy bella que todas las vestiduras del sacerdote, incluso las de debajo de la sotana, sean de esos dos colores: blanca camisa y alzacuellos, negro jersey, pantalones, calcetines y zapatos. El hábito eclesiástico también es signo de pobreza que nos evita pensar en las modas del mundo. Es como si dijéramos al mundo: Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre.

La vestimenta propia del sacerdote es la sotana. Pero el clériman también es un signo adecuado de consagración, manifestando esa separación entre lo profano y lo sagrado. Aunque el hábito eclesiástico propio del presbítero sea por excelencia la túnica talar, el clériman es un hábitus ecclesiasticus y todo lo que aquí se dice a favor de la sotana, se puede aplicar al clériman. En caso de que estas hojas las lea un religioso, evidentemente, lo dicho aquí de la sotana valdrá para su propio hábito religioso.

Nos sorprenderíamos cuánta gente piensa en Dios, cuando en una ciudad populosa un sacerdote atraviesa las calles. Multiplicado por todos los días del año, el bien que hace vestir de clérigo es inmenso. Sin exagerar, al cabo de un año han reparado en él decenas de millares de personas. Y si un sacerdote anda por la calle recogido y en presencia de Dios, entonces se transforma en un instrumento para que los ángeles custodios les digan a sus protegidos: fijaos.

Un sacerdote con sotana por la calle es como un grito para los paganos. Un grito que les dice: ¡Dios existe! Ved aquí a uno de sus siervos. Por eso Satanás tiene tanto interés en que de la vía pública desaparezcan todos los signos que hacen referencia a Dios. El amor reside en el corazón, no en el vestido. Pero el amor se desborda en multitud de detalles externos: uno de ellos es una vestidura de consagración.

Las vestiduras eclesiásticas son un constante recuerdo de la dignidad que nos ha sido conferida, del poder que ostentamos. Alguien puede objetar que el hábito eclesiástico separa de los hermanos. Pero hay que recordar que el sacerdote es alguien segregado del resto de los hombres para el culto de Dios, para consagrarse a su servicio. Es la porción que Yahveh se ha separado para ejercer sus sagrados misterios.

Esos misterios sacrosantos son razón suficiente para que se te señale como en tiempos de Moisés se señaló un límite en torno al monte Sinaí porque era un monte santo. ¿Es acaso menos sagrado un sacerdote de Cristo que ese monte de la Antigua Ley?

El hábito eclesiástico ha sufrido modificaciones desde que comenzó a existir, pero siempre ha sido una tunica talaris a semejanza de aquellas que gloriosamente cubrieron a los doce primeros apóstoles. Bien con un traje talar, bien con un clériman, vestimos como sacerdotes no porque nos apetezca o nos guste, sino porque nos lo pide la Iglesia. Ir vestidos como ministros de Dios es un modo de servirle.

Si eres un hombre que ha entregado su entera vida al Omnipotente como presbítero, ¿por qué no vestir como lo que eres?

Aunque en las tiendas diocesanas se vendan camisas de muy distintos colores, el color negro o el blanco (para lugares cálidos) son colores nobles y elegantes. Desgraciadamente son muchos los sacerdotes que visten combinaciones de prendas carentes de todo gusto. Van mal vestidos toda la vida y nadie se atreve a decírselo. Desde estas páginas, en nombre de Aquél a quien representan, les pido que vayan vestidos con dignidad y que no confundan el mal gusto con la pobreza.

¿Por qué el sacerdote no lleva una vestidura exactamente igual que la de Jesús? El que los sacerdotes no nos dejemos una barba y el pelo largo como el que la tradición atribuye a Jesús, y no llevemos una túnica y un manto como los que llevaban los judíos, creo que tiene una profunda razón teológica detrás. Llevamos un distintivo, un símbolo, que recuerda la túnica de nuestro Maestro. Pero esa túnica no trata de ser idéntica, ni lo intenta siquiera, para que se vea que nosotros somos meros continuadores suyos, pero que Él era único. Él era único, nosotros somos meros continuadores”. Padre Fortea


Historia de la vestimenta sacerdotal

Jesús no vistió ninguna vestidura especial. Entra dentro de lo posible el que los sacerdotes judíos sí que tuvieran vestiduras clericales, pues constituían una casta. Pero, de acuerdo a lo que nos dicen las dos genealogías de los Evangelios, Jesús pertenecía al linaje de los reyes de Judá, no al de los descendientes de Leví. El Mesías no era un sacerdote del Antiguo Testamento. Además, Él comienza un nuevo sacerdocio.

Los Apóstoles, por tanto, tampoco llevaron ninguna prenda distintiva, ni tampoco sus sucesores. Obrar de otra manera, en medio de una persecución, hubiera sido una temeridad.

En las generaciones siguientes a que la Iglesia obtuviera su libertad, los clérigos siguieron llevando ropas que no les distinguían de los laicos. Si bien, en las celebraciones litúrgicas sí que iban revestidos con vestiduras especiales. Muy probablemente, los monjes sí que llevaban ropas que les distinguían como monjes.

Aunque el clero seguía vistiendo sin ropas especiales, poco a poco, en algunos lugares sí que se fue desarrollando un modo distintivo de vestir. En el año 428, por una carta del Papa Celestino, sabemos dos cosas: que en Roma no existía una vestidura clerical, pero que en la Galia algunos obispos ya la usaban. La carta del Papa, curiosamente, exhorta a que los clérigos se distingan de los laicos no por las ropas, sino por sus virtudes. Pero ni siquiera esta opinión papal pudo detener el curso de la historia que ineludiblemente llevaba a mostrar externamente esa distinción.

Y así, este desarrollo lento de las vestiduras clericales, lleva a que en el 572, el Concilio de Braga ordene que los clérigos de esa zona de la península ibérica vistan la túnica talar. A partir de entonces, los decretos sobre la ropa clerical se fueron haciendo más y más frecuentes, en el sentido de que los clérigos no vistieran las ropas seculares, ni siguieran sus modas.

Entre el siglo VI y el VIII, los testimonios escritos muestran que el uso de la vestidura clerical se hizo obligatorio. Al principio, los colores no estaban unificados. Dándose muchos colores y diversas tonalidades.

El color negro fue el que finalmente predominó por una razón esencial, se trata de un color muy solemne. Después, a posteriori, se le pudo dar sentidos simbólicos a ese color, como el de la muerte al mundo, pero la razón por la que prevaleció fue ésa: se trata de un color que expresa seriedad, solemnidad. Frente a la opción del negro, el blanco hubiera podido también predominar, es el color de la lana sin tintes, pero tenía un problema: cualquier mancha se ve con facilidad. Y, aunque se lave una y otra vez, el uso deja restos de las antiguas manchas. Por eso el blanco se reservó para las funciones litúrgicas desde el principio, y para la vida ordinaria el negro acabó prevaleciendo.

Sin embargo, las dos tendencias que hoy día existen entre los que prefieren vestir de laicos y los que prefieren vestir como clérigos, son dos tendencias que las encontramos no ya desde la Edad Media, sino que es posible rastrearla desde la Edad Antigua. Desde que el hábito eclesiástico se hizo obligatorio, encontramos a sacerdotes y aun obispos que han vestido como laicos, en más o en menos ocasiones. Insisto, incluso en la Edad Media.

Al principio, el hábito eclesiástico era una túnica sin botones. Muy a menudo con cinturón de cuero con hebilla. Los botones que recorren la sotana de arriba abajo, predominaron a partir del siglo XIV y XV. Hasta el siglo XIV, en la vestidura clerical no existía el alzacuellos. Pero a partir de entonces, las camisas comenzaron a dejar ver su parte superior por encima del hábito. Al principio, sobresalía el cuello de la camisa blanca sin solapas. Después, cuando ya hubo solapas como las actuales, éstas o sobresalían verticales (cerradas por un botón) más allá de donde acaba el hábito, o bien caían hacia abajo por encima del hábito.

Las solapas que caían sobre el hábito, evolucionaron hasta el siglo XVII tomando la forma de lo que se llamaba el babero. Las solapas verticales evolucionaron hasta formar el alzacuellos. El alzacuellos se formó como prenda aparte, porque era mucho más fácil lavar la parte del cuello si ésta era una prenda independiente. Démonos cuenta de que en otras épocas las camisas no se lavaban diariamente, pues un clérigo humilde poseía pocas camisas. Un humilde párroco de pueblo en el siglo XVII podría tener cuatro camisas y una sola sotana. Un clérigo de baja posición no tenía tres o cuatro sotanas, sino uno sola que se remendaba las veces que hiciera falta.

Muchos consideran la capucha como privativa de los monjes. Pero lo específico de ellos era el escapulario o la cogulla. El escapulario es la prenda rectangular que cae por delante y por la espalda, hasta casi el borde de la túnica.

La capucha era habitual entre las ropas de los laicos, y por tanto también entre el clero secular. En el clero secular, la capucha se llevaba no en el hábito talar, sino en la muceta. La muceta sobre los hombros era una prenda de abrigo, la llevaba cualquier clérigo y solía tener una capucha. Esta costumbre de la capucha en el clero secular llegó hasta el siglo XX. La muceta de los cardenales tenía capucha, así como la de los Papas. Cardenales y Papas llevaban esa capucha en la muceta, aunque no pertenecieran al clero secular. Sin bien, más allá de la Edad Media, muchas mucetas muestran unas capuchas exiguas que ya no hubiera sido posible ponerlas sobre la cabeza.

Aunque el uso del hábito eclesiástico ha sido lo habitual desde el siglo VII más o menos, ya se ha dicho que siempre ha habido clérigos que han deseado vestir de un modo secular, casos así ha habido desde la Edad Media hasta nuestros días, siglo tras siglo. Pero, aunque normalmente, estos casos han sido excepcionales, lo que sí que ha sido más frecuente es el deseo de secularizar el hábito eclesiástico.

Y así, hay testimonios desde el siglo XVII reprobando el uso de sotanas cortas que llegaban sólo hasta la rodilla. Esta lucha entre la secularización del hábito eclesiástico y el mantenimiento de del estilo eclesiástico por encima de toda moda mundana, también se puede rastrear en toda época. Incluso en la Edad Media hay obispos que vestían más como caballeros que como prelados. Finalmente, en el siglo XIX se hizo frecuente el habito piano o hábito corto. La parte superior era igual que la de la sotana, con su alzacuellos o su babero. Pero la sotana había sido sustituida por una especie de chaleco que llegaba sólo hasta la cintura, a partir de la cual eran visibles unos pantalones cortos que acababan en calzas negras. Encima del chaleco, se llevaba una casaca. Este hábito corto fue desapareciendo, y a comienzos del siglo XX los curas llevaron sotana solamente. Hasta que en los años 70, apareció el clériman (también escrito clergyman). Una vez que hubo desaparecido el hábito corto, éste continuó entre los curas católicos de Estados Unidos, por influencia de los pastores de la iglesia episcopaliana que vestían así. Y de los curas católicos norteamericanos retornó al resto de países en los años 70.

Este deseo de que las vestiduras de los sacerdotes fueran enteramente clericales, conllevó que los sombreros tuvieran formas y hechuras propias. La forma de cubrirse la cabeza los eclesiásticos siempre había sido por antonomasia la capucha, entre el clero regular y secular. Pero ya en la Edad Media se abrieron paso los gorros académicos o los civiles entre los eclesiásticos, frente a la capucha que parecía demasiado monástica y demasiado primitiva. Pero siempre se luchó por parte de las diócesis para que los gorros eclesiásticos tuvieran una hechura propia y no fueran iguales que los de los laicos. Aunque siempre había clérigos a los que les gustaba ponerse gorros que fueran más con la moda civil porque les parecían más elegantes.

Los sombreros eclesiásticos evolucionaron a raíz de dos modelos diversos. Un modelo procedía de las gorras académicas, y de allí surgió la birreta, el birrete o bonete. Otro modelo procedía de tipos de sombreros más parecidos a los civiles, de ahí surgieron diversos tipos de sombreros con ala plana, redonda o rectangular: teja, saturno, galero.

El solideo es la evolución de un gorro que cubría la cabeza desde la frente a la nuca. La función era preservar del frío, pero poco a poco se hizo de él una prenda constante. Al llevarlo en toda estación, con el pasar de las generaciones, se fue haciendo más ligero para que no diera tanto calor, llevándolos de lana en invierno.

La vestidura de abrigo era la muceta sobre los hombros, pero si hacía más frío se llevaba la capa. Cuando los abrigos aparecieron, muchos fueron arrinconando la capa. Pero para que el abrigo no fuera igual que el de los laicos, se diseñó de forma que llegara hasta el borde de la sotana, llamándose este abrigo dulleta. Sin embargo, la capa y la dulleta coexistieron. En España, la capa daba una vuelta colocándose sobre el hombro. Esta capa más larga se designaba con el nombre de manteo.

En toda esta evolución de los trajes eclesiásticos, la costumbre era que cuando uno se ordenaba como clérigo, a partir de ese momento, todas sus vestiduras eran clericales. Manifestando de forma externa y visible la consagración total a Dios del propio ser, de la propia vida, de todos los pensamientos y deseos. Por eso, desde la recepción de la orden menor de la tonsura todas las vestiduras debían ser clericales. La tonsura era el signo de esta mentalidad. El sacerdote no sólo llevaba ropas sacerdotales, sino que incluso sus cabellos llevaban el signo de la consagración.


FUENTE: infovaticana.com / 
porquedeboirvestidodesacerdote.blogspot.co.uk/


LA SOTANA Y EL MALIGNO




Por Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa

Queridos hermanos,


El uso de la sotana por parte del sacerdote no es algo trivial que quede a gusto del propio sacerdote. Aunque así es en realidad, la caída en desuso de la sotana es una pérdida para la santidad del sacerdote, de la Iglesia y de los fieles; y un grandísimo éxito del enemigo infernal de la Santa Iglesia.

Quiero mostrarles una pequeña experiencia personal de la reacción del demonio ante la sotana. Es significativa. Me limito a transcribir las palabras oídas en una posesión, no todas por la dificultad de hacerlo, pero suficientes para caer en la cuenta de la importancia tan grande que tiene el hábito talar en la indumentaria del sacerdote.

El demonio al ver al sacerdote con sotana ve al Sumo y Eterno Sacerdote, el Señor. Por esta razón el enemigo quiere destrozar el rostro del sacerdote son sotana.

“Quemaría la sotana. Me revienta su nombre. Es algo insoportable. No la puedo mirar. Me queman los ojos. Es repugnante. Me queman los ojos ver dentro a un hombre (no puede decir la palabra sacerdote). Me entran ganas de vomitar, de escupirla. Si pudiera golpearlo en la cara lo haría (no en la sotana, no la puede tocar).

Lo quemaba, lo torturaba, lo lapidaría, lo flagelaría. Empezaría por el rostro, para que no quedara nada, empezaría por los ojos (el poder de la mirada. Una mirada puede salvar o condenar),

No me importa que lleven pantalones (no puede decir sacerdotes).”

El maligno blasfema contra el único Señor, Jesucristo, al ver la sotana. No repara en el sacerdote con pantalones. Si comprendiéramos los sacerdotes la enseñanza que el Maestro nos da, no habría tela en España para hacer sotanas.

Todo lo que dice el enemigo a través de la persona poseída está siempre bajo control del Padre Eterno, de lo contrario sería imposible seguir oyendo lo que la posesa dice. La ira y el desprecio es a tal punto que si puede mata al sacerdote.

Curiosamente al sublime desprecio de la sotana y de su color negro, se une el deprecio a la estola y al bonete. Desprecio a lo tradicional del sacerdote y de la Iglesia. Y aún le repugna más cuando el sacerdote lleva con orgullo la sotana.

Con la sotana, el maligno ve únicamente al sacerdote; pero cuando lo ve con pantalones sólo ve al sacerdote a medias, lo ve en el mundo. Por eso la reacción del maligno no es igual.

Por experiencia, al ir con sotana por la calle y al pasar cerca de ciertas personas, el maligno que llevan dentro se manifiesta, no pudiendo callar, haciendo espavientos con gestos o pronunciando palabras ofensivas. La sotana provoca como una “levantera” que saca de su escondite al maligno agazapado. Todo se resume como un “vómito”, que es lo que expulsa con los insultos.

¡Viva la sotana!


FUENTE: adelantelafe.com

LOS PECADOS QUE LLEVAN LOS CONSAGRADOS AL PURGATORIO



Jesús dice: 

Es muy fácil que Mis sacerdotes, obispos e incluso cardenales permanezcan largos años en el Purgatorio. Se les da la gran responsabilidad en este mundo de conducir al rebaño en la fe. Algunos ya ni siquiera son católicos. Sus conciencias se embotan por medio del amor propio. Ellos creen en lo que es más ventajoso creer.”

“Estabas preguntando sobre el elemento del tiempo en el Purgatorio. Como tú sabes, en el Cielo no hay tiempo ni espacio. Pero eso es en el Cielo. El Purgatorio y el Infierno están todavía cautivos bajo el dominio del tiempo terrenal. La eternidad en el Infierno es una eternidad. En el Purgatorio, los cientos de años que las almas dicen que pasan, son cientos de años. Las almas están atadas ahí por el tiempo hasta que son liberadas al Cielo.”

“Estos son algunos de los pecados por los que sufren en el Purgatorio los sacerdotes, obispos y cardenales (incluso algunos Papas):”

“Pecados de omisión:”

-“No alentar a sus fieles a la Adoración, al Rosario ni a la devoción a los santos.”

-“No predicar en contra de todos los pecados, y especialmente del aborto. Su deber es descubrir la oscuridad.”

-“No reconocer la existencia y actividad de Satanás, algunos ni siquiera creen en él.”

-“No promover el Sacramento de la Reconciliación ni extender las horas que hay disponibles.”

-“No predicar en contra de los sacrilegios cometidos hacia la Sagrada Eucaristía.”

-“Predicar en contra, actuar en contra de apariciones reportadas aunque nunca hayan sido investigadas y aunque ofrezcan muchos frutos. Ellos, en muchos casos, se hacen adversarios del Cielo.”

-“No usar atuendo eclesiástico en público. Ellos no son llamados a mezclarse entre la población en general, sino son llamados a sobresalir para que los pecadores los puedan encontrar.”

“Un gran pecado de omisión en la Iglesia en estos días es el fracaso para tratar la pedofilia como debería tratarse. Es un pecado grave. Los perpetradores necesitan ser relevados de su ejercicio sacerdotal sin tomar en cuenta su importancia en la Iglesia. Negar esta verdad es tan serio como el pecado mismo de pedofilia.”

“Hasta ahora he hablado estrictamente sobre los pecados de omisión. Aquí hay otras formas en las cuales los hombres me fallan en su vocación religiosa.”

“Se enfocan en la justicia social en lugar de enfocarse en la santidad personal. La santidad personal debe ser lo primero. La justicia social es fruto de la santidad personal. Algunos predican con frecuencia sobre la justicia social, pero nunca sobre las virtudes, la santidad, la oración o los sacramentos.”

“Aquellos que tienen autoridad en la Iglesia deberían guiar como el Buen Pastor, no como alguien que controla, sino como alguien que ama. Se están perdiendo almas cada momento presente debido a estos pecados que he mencionado. Los que no caen en su perdición pasan largos años en el Purgatorio. Muchos, muchos añaden cientos de años a su Purgatorio por no tomar en serio sus deberes y, consecuentemente, han desviado a una multitud.”

“Yo sé que tienes miedo de hacer esto público. Tienes miedo a la censura de esos mismos a quienes Yo vine a corregir. Pero no debes cohibirte. El hacerlo me desagradaría grandemente y podría costarle a las almas su salvación. Todos, en humildad, necesitan crítica constructiva. Este mensaje es para quienes están en condiciones de ganar mucho. Si se oponen a él, es porque se ven a sí mismos dentro de estas palabras. Te otorgo la Santa Audacia para hacer esto público.” 


FUENTE: religionlavozlibre.blogspot.com /
AMORSANTO.COM Mensaje del 29 de Mayo del 2006

AUDIO ENSEÑANZA - SERMON DEL SANTO CURA DE ARS SOBRE EL RESPETO HUMANO.





Nada más glorioso y honorífico para un cristiano, que el llevar el nombre sublime de hijo de Dios, de hermano de Jesucristo. Pero, al propio tiempo, nada más infame que avergonzarse de ostentarlo cada vez que se presenta ocasión para ello. No, no nos maraville el ver a hombres hipócritas, que fingen en cuanto pueden un exterior de piedad para captarse la estimación y las alabanzas de los demás, mientras que su pobre corazón se halla devorado por los más infames pecados. Quisieran, estos ciegos, gozar de los honores inseparables de la virtud, sin tomarse la molestia de practicarla. Pero maravíllenos aún menos al ver a otros, buenos cristianos, ocultar, en cuanto pueden, sus buenas obras a los ojos del mundo, temerosos de que la vanagloria se insinúe en su corazón y de que los vanos aplausos de los hombres les hagan perder el mérito y la recompensa de ellas. Pero ¿dónde encontrar cobardía más criminal y abominación más detestable que la de nosotros, que, profesando creer en Jesucristo, estando obligados por los más sagrados juramentos a seguir sus huellas, a defender sus intereses y su gloria, aun a expensas de nuestra misma vida, somos tan viles, que, a la primera ocasión, violamos las promesas que le hemos hecho en las sagradas fuentes bautismales? ¡Ah, desdichados! ¿qué hacemos? ¿Quién es Aquel de quien renegamos? Abandonamos a nuestro Dios, a nuestro Salvador, para quedar esclavos del demonio, que nos engaña y no busca otra cosa que nuestra ruina y nuestra eterna infelicidad. ¡Oh, maldito respeto humano, qué de almas arrastras al infierno! Para mejor haceros ver su bajeza, os mostraré: 1.º Cuánto ofende a Dios el respeto humano, es decir, la vergüenza de hacer el bien; 2.° Cuán débil y mezquino de espíritu manifiesta ser el que lo comete.