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MILAGROS DE OSMOGÉNESIS: PRODUCCIÓN DE AROMAS MISTERIOSOS


El término “olor de santidad” se emplea frecuentemente en sentido figurado, para indicar la virtud de una persona: ha muerto en olor de santidad, lo que no quiere decir, sin embargo, que haya habido realmente un olor cualquiera. Pero la expresión figurada tiene su origen en la comprobación de olores realmente exhalados ya sea durante su vida, ya sea después de su muerte, por personas reputadas virtuosas.


OSMOGÉNESIS EN LAS PERSONAS PIADOSAS

La osmogénesis se puede producir en forma constante. Se cita a este respecto a San José de Cupertino, para el cual el fenómeno ha sido puesto muy en evidencia por los testigos del proceso de beatificación.


“El Padre Francisco de Angeles declara que no podía comparar el perfume que exhalaba su cuerpo y su vestido más que al del relicario que contenía las reliquias de San Antonio de Padua. El Padre Francisco de Levanto lo decía semejante al del breviario de Santa Clara de Asís, conservado en la iglesia de San Damián. Todos los que pasaban cerca de nuestro Santo, sentían ese olor, aun largo tiempo después de haberse alejado. Era tan penetrante, que se comunicaba por un largo período a los que lo tocaban y aun a los que le visitaban, de manera que el Padre Francisco de Levanto lo conservó durante quince días, después de una visita que hiciera a su celda, aunque no dejara de lavarse. La celda del Santo mantuvo ese agradable olor durante doce o trece años, aunque durante ese lapso él no hubiera penetrado en la misma. Adhería en forma tal a sus vestidos, que ni el jabón ni la lejía podían quitarlo. Se comunicaba a las vestiduras sacerdotales que había llevado y a los armarios en que éstas se guardaban. Además el perfume no tenía nada de desagradable, ni para los que no podían soportar olor alguno; les parecía, por el contrario, sumamente suave. Se mantuvo durante su última enfermedad, después de su muerte y durante su autopsia, como lo declaró el Dr. Pierpaoli (Gorres).

La bienaventurada María de los Angeles (1661-1717) exhalaba también un olor suave, que conservó durante 20 años. Gemma Galgani (1878-1903) presentaba también un delicado perfume que emanaba a menudo de su persona y de los objetos que ella tocara. No tenía ninguna similitud con los perfumes terrestres e infundía devoción en los que lo respiraban, lo que le hacía atribuir un origen sobrenatural”.

Otra veces el olor se refuerza o no se produce más que endeterminados momentos: el bienaventurado Venturino de Bérgamo presentaba el fenómeno cuando celebraba la Misa; la bienaventurada Helena y María Villana, cuando estaban comulgando; San Francisco de Paula, cuando terminaba sus ayunos de tres, ocho y cuarenta días, acompañados de vigilias y disciplinas frecuentes.

La osmogénesis ocurre a menudo durante enfermedades, reemplazando en las personas pías con olores agradables los olores tantas veces tan penosos que implican las llagas y diversas afecciones.


“La habitación de Santa Lidvina, según el testimonio de Tomás de Kempis, estaba llena de un delicioso perfume que emanaba de su persona y que hacía creer a todos los que entraban, que la Santa usaba algún aroma. “En un milagro constante — escribe Huysmans— Dios convertía sus heridas en frascos de perfume; los emplastos que se le quitaban hormigueando de gusanos, tenían perfume exquisito y el pus tenía buen olor, los vómitos despedían delicados aromas; y El quiso que ese cuerpo en ruinas, que dispensó de las tristes consecuencias que hacen a los pobres enfermos tan repugnantes, emanara siempre un perfume exquisito de cascaras y especias de Oriente, una fragancia al mismo tiempo fuerte y delicada, algo así como la exhalación de un aroma muy bíblico de cinamomo y muy holandés de canela” (Sainte Lydwine de Schiedam).

Lo mismo aconteció con la bienaventurada Ida de Lovaina. El pus que supuraba el bienaventurado Dideoemitía un perfume delicioso; lo mismo el cáncer del pecho que sufrió durante cuatro años el dominico J. Salomoni de Venecia y del que falleció. Durante veinte años, el terciario Bartholé (alrededor de 1300), afectado por una lepra horrible, exhalaba un perfume maravilloso”.


Finalmente la osmogénesis se produce después de la muerte: ya sea que las personas hayan sido beneficiadas con el fenómeno en vida, como Santa Lidvina, la bienaventurada Lucía de Narmi, Santa Catalina de Ricci, Margarita del Santo Sacramento (1619-1648), el bienaventurado Gerardo Majella (1726-1755); ya sea que resulte un fenómeno post mortem, como en San Francisco de Asís, Santa Francisca Romana, el bienaventurado Matías Carreri, la bienaventurada Catalina de Racconigi, Santa Teresa, Santo Domingo, la Madre Agnes de Jesús (1602-1634) y los santos médicos japoneses Francisco de Meako y Joaquín Saccachibara (muertos en 1597), etc.



OSMOGÉNESIS NO RELIGIOSA

Es notorio que el cuerpo humano en su estado normal emite un olor variable, según las razas, el sexo, el pigmento cutáneo y cabelludo, la clase de alimentación. Un antiguo autor, Filelfo, escribió acerca del mal olor de los Judíos en esa época, atribuyéndolo al consumo de puerros que ellos hacían. El Dr. Juan Schmid, de Danzig, vio una vez a un joven, cuyas manos tenían un olor tan pronunciado y penetrante a azufre, que infectaba el cuarto en que vivía. Además las distintas secreciones del organismo tienen cada una un olor sui generis. Pero, en su conjunto, esos olores son poco agradables o francamente desagradables, y se trata de atenuarlos o disimularlos mediante los cuidados higiénicos y los perfumes.

En estado de enfermedad, esos olores se acentúan o se modifican (olor de la fiebre) sin contar los olores netamente patológicos: bromidrosis plantal, ocena, olor de acetona, etc.

El Dr. Refond publicó en la Revue medícale de la Suisse romande, en enero de 1926, una curiosa observación:


“Una enferma de cincuenta y cinco años presentaba el síndrome neurítico asociado a trastornos de la memoria y de la orientación del morbo de Korsakoff. Era una alcoholista inveterada. Ulteriormente manifestó síntomas de un tumor cerebral y falleció después de dos años da abstinencia alcohólica, sin presentar en las orinas ni albúmina, ni azúcar, ni acetona.

Alrededor de veinte horas antes del deceso, las enfermeras notaron que la paciente emanaba un olor particular o más bien un perfume extremadamente violento.

Al hacer mi visita por la mañana, dice el Dr. Refond, ese olor me sorprendió tanto por su intensidad, que yo no pude menos que preguntar en broma a las hermanas enfermeras quién había vertido todo un frasco de perfume sobre la enferma. Sin embargo, en ese instante, estaban abiertas todas las puertas y ventanas de la sala y del pasillo y, a pesar de eso, los enfermos y los guardianes se sentían molestos por el olor tan fuerte. Este olor era indefinible: realmente, no podía ser asimilado a ningún perfume simple, químico o natural, y se parecía más bien a las complicadas composiciones de ciertos perfumistas.

El olor no era sensiblemente más fuerte en la vecindad inmediata de la enferma que en cualquier parte de la sala o del corredor. La exhalación provenía del aliento, pero también, si no más, de la piel de la paciente. Ignoro si su orina estaba también impregnada de olor en ese momento, porque la moribunda no emitió orina alguna en la agonía: en la autopsia, que tuvo lugar tres o cuatro horas después de la muerte, la orina tenía un olor normal y no estaba ni turbia ni descompuesta. Casi en seguida después del fallecimiento, el cuerpo no emitió más perfume alguno: éste, sin embargo, persistió fuertemente por algunos días en la sala, a pesar de una aereación constante. “No pudo revelarse ninguna causa, ninguna razón plausible, para dar una explicación de ese curioso perfume”.


OSMOGÉNESIS MEDIÚMNICA

Poseemos pocas informaciones al respecto. El Dr. Richet escribe:

“A veces exudaban perfumes de la cabeza de Stainton Moses; y más se secaban, más abundantes y cargados reaparecían”.


APRECIACIÓN DE LOS HECHOS

El fenómeno del olor de santidad se nos aparece como de interpretación delicada. No se trata ya, como en la levitación y en la incombustibilidad, de fenómenos casi desconocidos fuera de la hagiografía, ni aun de fenómenos como la luminosidad, cuya presencia se encuentra, por lo menos en cierta manera, fuera de la especie humana. La osmogénesis, es de algún modo, una función normal del organismo humano. La posibilidad de lo sobrenatural no existirá, pues, más que en las circunstancias de la aparición odorífera y en la calidad del perfume.

La emisión de esos perfumes en enfermedades como la lepra, las supuraciones, las ulceraciones, etc. con olores normalmente fétidos, hará que el milagro sea probable. También cuando la misma tiene origen en cadáveres, sobre todo si persiste años y hasta siglos: los restos del papa Marcelo despedían perfume 700 años después de su fallecimiento; los de Santa Ildegunda, 800 años; los de Santa Teresa existían todavía en 1882.

Tomemos nota de que el olor de la enferma del Dr. Refond cesó después de la muerte. Las emisiones perfumadas en ocasión de acontecimientos religiosos, Misas, Comuniones, etc., permiten descartar la osmogénesis por enfermedad, por disposición fisiológica natural y personal, por alimentación, porque éstas son momentáneas.

La circunstancia religiosa invita a buscar su explicación, ya en una intervención sobrenatural destinada a manifestar la virtud de la persona, ya tal vez o más bien —como lo supusimos por ciertos casos de levitación y luminosidad— en una repercusión corporal de la unión mística, que exalta hasta la perfección del estado de gloria ciertas funciones del organismo. Debilidad de la humanidad decaída, exaltación de la humanidad transformada en Dios, testimonio de la omnipotencia y de la bendición divina, éstas son las lecciones que se reciben en el estudio del olor de santidad.


Fuente: Dr. Henri Bon, Medicina Católica, (1942)

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