Por el Padre Arnold Renz
El sacerdote predicador y su auditorio
E: ¡Di la verdad por orden de la Santa Virgen, Judas Iscariote, di lo que ella quiere decirnos por tu mediación!
J: A mucha gente le falta la humildad. A la mayoría de los sacerdotes de hoy en día, les falta la humildad, porque si tuvieran humildad, no serían tan cobardes. Si la tuviesen, osarían levantarse con los buenos, y con todo lo que ellos deberían representar, aún corriendo el riesgo de que se les humillase. Es por ahí por donde podemos cogerlos, ahí podemos cogerlos. Muchas cosas dependen de esa virtud. La humildad se escribe en letras muy pequeñitas, tan pequeñitas que apenas si se pueden leer. Ya hay muy poca gente que la escriba, y poquísima la escribe en grandes caracteres, la virtud de la humildad. Naturalmente, si ya no se predica sobre ella, ¿cómo quieren ustedes que la gente aprenda la humildad o las otras virtudes? ¿Dónde encuentran la materia, dónde encuentran la inspiración, el buen espíritu que debería reinar, si no en los sermones? Un gran Santo ha dicho: "Cuando el demonio quiere apoderarse de alguien, no le deja ir a los sermones". Pero a los sermones de hoy en día, el demonio puede dejar tranquilamente que vaya la gente (ríe a carcajadas insidiosamente).
E: ¡Di la verdad en nombre de la Santísima Virgen, y cesa de reír!
J: Porque son más bien anécdotas o elucubraciones conciliarias, lo que dice allí delante, o se portan más como un conferenciante, (ríe a carcajadas) que como un predicador. A pesar de ello la gente está pendiente de sus labios. ¿Pero cuánto durará esto?
J: Están pendientes de sus labios , y creen sin dudar todo lo que dice, porque es sacerdote, y ha obtenido su misión del obispo. El lo dice, lo lee cada domingo, no desde lo alto del púlpito, sino desde abajo, naturalmente, para que naturalmente la gente...eso también es algo...(vuelve a reír fuertemente).
J: Un sacerdote tiene (apenas si puede hablar, como si se estuviera ahogando)... no quiero decir eso.
E: ¡Fuera de aquí, Lucifer! ¡No tienes derecho a hacer daño! ¡No tienes derecho a impedir a Judas! ¡Judas, di la verdad en nombre de...!
J: Un sacerdote tiene más eficacia si habla desde el púlpito, que desde abajo, ante un micrófono. Antes, los sacerdotes tenían una mayor eficacia, cuando hablaban desde lo alto del púlpito, con su propia voz, que hoy en día con cincuenta altavoces.
E: ¡Di la verdad, toda la verdad, por orden de la Santísima Virgen, y solamente la verdad; di lo que Ella quiere decir por tu mediación Judas Iscariote!
J: Es así, esa es toda la astucia de la cuestión. Cuando la gente estaba obligada a mirar hacia el púlpito, -y hasta cierto punto es moral que se mire al que habla- no veían todos los sombreros, y todos los cabellos, y todas las chaquetas y todas las corbatas. Estaban obligados a fijar sus ojos en la boca, o por lo menos en la cabeza del predicador. Ahora eso ya no existe. Miran hacia delante, y los otros los distraen.
E: ¡Di la verdad, de parte de la Santa Virgen! Lucifer no debe estorbarte.
J: Esa es toda la astucia, que se han organizado las cosas de forma que los sacerdotes ya no hablen desde lo alto del púlpito. Se trata de una cuestión capital, es una gran ventaja para nosotros que hablen delante en la iglesia. Se trata de algo que ha sido arreglado por nosotros; también esto es lo que nosotros queríamos. Lo hemos conseguido. Lo conseguimos todo. Si, ahora, conseguimos todo, absolutamente todo lo que queremos, absolutamente todo lo que queremos. (ríe triunfalmente).
E: ¡Di la verdad, solamente la verdad, por orden de la Santa Virgen, y Lucifer no debe interrumpirte, Judas Iscariote! !Habla en nombre de...!
J: Nosotros llegamos a conseguir, y hemos conseguido, que hasta las mujeres -quienquiera que fuese- puedan ir a la misa con trajes descuidados, sin que ningún sacerdote las echase. Al contrario, hay sacerdotes que dicen que hay que practicar el amor al prójimo...
E: ¡Habla! ¡Di la verdad, en nombre de...!
J: Hay que practicar el amor al prójimo. Que no se debe juzgar por los vestidos de la gente, aunque no sean buenos (risa mal intencionada), que lo que hay que hacer es considerar los sentimientos del corazón, etc.
E: ¡Di la verdad en nombre de la Santa Virgen, solamente la verdad!
J: Antes era mejor. Entonces, una persona semejante -podríamos decir una persona fracasada- era expulsada de la iglesia por el sacerdote. Antes existía el orden. Pero hoy puede entrar cualquier "puerco" (ríe descaradamente).
E: ¡Di lo que la Santísima Virgen te encarga decir, Judas Iscariote, solamente la verdad, solamente lo que la Santísima Virgen quiere decir por tu mediación!
J: Lo que pasa entonces, es lógico, si se encuentran un par de personas en la iglesia. (cesa de hablar)
E: ¡Continúa diciendo la verdad en nombre de...!
J: Si se encuentran en la iglesia unas cuantas personas de esta clase, las cabezas se vuelven de derecha a izquierda, y hacia delante y hacia atrás, y se vuelven y estiran los cuellos para ver mejor lo que quieren ver (ríe fuertemente). Y de esta forma, desaparece también la oración (ríe descaradamente).
E: ¡Di la verdad en nombre de...!
J: Entonces la oración se cuelga de un clavo o de un caza-moscas (ríe irónicamente).
E: ¡En nombre de la Santa Virgen, di lo que quiere decir la Santa Virgen!
J: Con eso, la oración ni siquiera puede agitarse en el caza-moscas, lo más que puede hacer es agitarse en las redes del sexo. (esa de hablar).
E: ¡Di la verdad en nombre de...!
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