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"A MIS SACERDOTES" DE CONCEPCIÓN CABRERA DE ARMIDA. CAP. CII: CÓMO SE REMEDIA LA FALTA DE UNIÓN.

Mensajes de Nuestro Señor Jesucristo a Sus hijos predilectos.


CII


Cómo se remedia la falta de unión



"¿Cómo se conjura esta falta de unión? --El día que mis Pastores y sacerdotes se transformen en Mí. ese día, con más razón y justicia, los súbditos me verán a Mí en los Pastores y en los Superiores; les será mas fácil acentuar esa vida de fe que deben tener siempre, al verme a Mí en los que mandan. Y los sacerdotes con los Pastores, y los Pastores y los sacerdotes entre sí, formarán un solo Jesús, se respetarán, se amarán y tendrán un solo corazón una única voluntad, por la unidad que tendrán en Mí y Conmigo, en mi adre y en el Espíritu Santo, es decir, por la unidad en la Trinidad.

Los Pastores me verán a Mí en los sacerdotes transformados en Mí y los sacerdotes me verán a Mí en sus Pastores, amándolos como si fueran Yo y obedeciéndolos como me obedecerían a Mí. Pero ya no solo con la fe que le exige esto; sino de hecho, visible y real, por la transformación de cada uno en Mí.

A la manera que en cada Hostia consagrada estoy Yo real y verdaderamente presente, y sólo quedan las especies; así quiero a todos mis sacerdotes Hostias, en el copón de mi Corazón; todos iguales, todos santos, todos puros, divinizados iguales, todos santos, todos puros, divinizados y poseídos del Espíritu Santo. Y más aún, todos uno, como Yo, que multiplicado en la Eucaristía, no dejo de ser uno solo en razón de mi unidad.

¡Qué unidad de las Hostias, en Mí, transformada la sustancia del pan en mi Cuerpo! Pues así quiero a mis sacerdotes; unos en mí sustancia y que desaparezca la criatura en el Creador, por la perfecta transformación en , y quede Yo en ellos, y obre exteriormente por su concurso, por ser Yo en ellos interiormente, para convertir y salvar.

Si uno de los míos están transformados en Mí y otros no lo están, aquellos deben ver a éstos con ojos de caridad y dulzura, corrigiendo, perdonando, aconsejando y hasta sufriendo en favor de los que no están transformados en Mí.

Entonces su papel es orar, orar al Padre, pedir, insistir y sacrificarse; porque a la oración unida al sacrificio todo se le concede.

Y ésta es la misión de los Pastores santos en favor de los suyos, como fue la mía. Y ésta es la misión de caridad que les obliga a los sacerdotes transformados en Mí, para con sus hermanos: misión de amor, de caridad aun en sus correcciones; siempre con un fin de amor ara salvarlos.

Otro punto importantísimo.
Si los sacerdotes tienen obligación de salvar a las almas, de ver por las almas y de sacrificarse por ellas, mayor deber tienen de impartir su ayuda en todos sentidos, oportuna e importúnamente, a los sacerdotes, sus hermanos, para su santificación.

Se ven casos, desgraciadamente, en que al árbol caído o por caerse se le abandona, se le desprecia aun se huye de él, sin tenderle la mano, sin un consejo, sin un aliento, sin evitarle ocasiones, como si fuera más que extraño y no tuvieran el deber de salvarlo. Si con todas las almas, repito, tienen os sacerdotes la obligación de impedir el mal, con cuánta mayor razón lo deben hacer con su misma familia sacerdotal, con los de su misma sangre, por decirlo así, con sus hermanos en el sacerdocio. ¡Hay tristes descuidos sobre el particular que Yo lamento!

Y no tan sólo a los Pastores les incumbe este deber de tender la mano a los sacerdotes caídos, por todos los medios que estén a su alcance; y si no tienen otros, por medio de la oración y de la penitencia, clamando al cielo hasta triunfar de Satanás y arrebatarle su presa, aunque el mundo ignore por quién se salvó aquella alma sacerdotal. Yo lo sabré.

Los prelados, los Párrocos y los Superiores en cualquier forma, se deben examinar y proponerse tener más cuidado y vigilancia, más solicitud y abnegación en este punto, cuando tengan siquiera sospechas de que hay algo no recto en alguno de los suyos, y eviten y corten las ocasiones. Y aquí de la prudencia divina más que de la humana, para arreglar con caridad estas cosas; hay que encubrirlas con amor, que es lo más discreto, lo más indulgente, lo que más ablanda los corazones.

Sin duda que --¡triste es para Mí decirlo!--no todos los sacerdotes querrán o procurarán transformarse en Mí, ni poner los medios porque implican sacrificio; y para estos casos los sacerdotes que son otros Yo deben hacer lo que he dicho: que el que pide, recibe y el que busca halla.

Y voy a descubrir una preciosa veta, un filón santo y explotable.

Siempre el Padre escucha a su Hijo; siempre lo atiende amoroso; siempre, obligado dulcemente por el amor a su Hijo, le concede lo que le pide hasta enviar al Espíritu Santo al mundo.

Pues bien, si mis sacerdotes son otros Yo, mi Padre me verá en ellos a Mí y entonces nada les negará de lo que le pidan. ¡Y, sobretodo, su petición debe ser la santificación y la salvación de los sacerdotes caídos, de los sacerdotes disipados, mundanos, tibios!

Los sacerdotes, como le decía a mi Padre, no son del mundo; supuesto lo cual, le pedí para ellos tantas y tantas gracias. Y para que desciendan sobre ellos, hay que arrancarlos del mundo, quitarles el mundo de sus corazones. ¡Y hay tantos modos de que el mundo entre casi sin sentirlo en el corazón de los sacerdotes, que no son, que no deben ser del mundo! Por esta hendidura se les va colocando Satanás para sensualizarlos y perderlos. y quitarles todo gusto y atractivo por lo divino.

¡El mundo, el mundo!... Si el mundo entra en el sacerdote, me retiro Yo, se retira el Espíritu Santo, contrario al mundo; y el Padre no ve ya en el sacerdote lo que le aseguré: "que no era del mundo". Y apartado de la Trinidad el sacerdote, ¿qué puede detenerlo hasta perderse? ¡Es muy delicado que el mundo entre en el corazón del sacerdote!  ¡Y entra tan quedamente, tan poco a poco, tan gota a gota, pero lo envenena al fin!

Por tanto, recomiendo encarecidamente a mis Pastores y sacerdotes su transformación en Mí y la caridad, como si fueran Yo mismo, para con mis sacerdotes amados; que compadezcan a los que no les preocupa su perfección y no ven en esta petición mía, sino exageraciones innecesarias para cumplir su misión y salvarse. Los habrá y más aún, habrá quien no crea, quien se oponga a esa perfección y santidad. Dirán que no todos son San Pablo; pero debieran serlo, porque todos mis  sacerdotes son vasos de elección, a todos les di la vocación de apóstoles y las gracias necesarias de estado para  llegar a una muy alta perfección.

Que no tuerzan mis designios sobre sus almas; que llenen su misión en la tierra; que sean perfectos como mi Padre Celestial es perfecto; porque son padres, porque han recibido la divina fecundación del Padre, porque no darán la medida que mi Padre anhela, ni tendrán atracción pura y santa para conquistar las almas, si no se transforman en Mí, por la purificación del pecado, por la práctica de las virtudes, por los dones gratuitos que regala el Espíritu Santo a quienes a Él se acercan, a los que anhelan cobijarse con su sombra y recibir su fecundación y poseerlo.

María se contrista por los sacerdotes tibios que no son otros Yo; y por esa Madre incomparable, les pido hoy una vez más y sin cansarme, a mis Pastores y a mis sacerdotes todos, todos, su perfecta y santa transformación en Mí, por el Espíritu Santo".









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