Los sacerdotes deberían reanudar la poderosa y olvidada costumbre de bendecir todo: a los fieles, a los crucifijos, las imágenes de la Virgen y los santos, también a los bienes como las casas, los automóviles. Asi el "humo de Satanás" no estaría tan denso como tristemente nos tiene invadidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario