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EXORCISMO; EL APOSTOLADO MÁS DIRECTO (Mons. Ottavio Michelini)




Confidencias de Jesús a un Sacerdote, Mons. Ottavio Michelini – Noviembre de 1978

Escribe, hijo mío, soy Jesús, que desea reemprender la conversación interrumpida hace algunos días.


Quiénes son los que deben exorcizar.

Por mandato divino, por deber de justicia y de caridad, son los Obispos quienes pueden ejercer este poder, directamente o indirectamente. El poder de exorcizar y el poder de liberar las almas de las que el demonio o más demonios se han apoderado y liberar las almas de las potencias oscuras del mal, es el apostolado más directo, porque, lo repito una vez más, la razón del Misterio del Mi Encarnación es precisamente sólo esto: o sea, el rescate de las almas de los demonios y de su feroz tiranía, con el precio de Mi preciosísima Sangre..

Todos los bautizados de camino en la tierra ¿no deben amarse, y quererse más que hermanos? ¿No he dado a Mi Iglesia reglas bien precisas e indicaciones prácticas de cómo amar a los propios hermanos, indicando también el modo de concretar el amor cumpliendo las Obras de Misericordia Corporales y Espirituales?

Ahora bien, ¿quién más enfermo y más necesitado que un maleficiado, que siempre sufre en el alma y en el cuerpo, quién más necesitado de comprensión y de ayuda? ¿ Quién está en condiciones de ayudar, liberar y consolar a un maleficiado más que los Obispos, los cuales tienen la plenitud del Carisma Sacerdotal?


Sufrimiento: arma indispensable.

Si el Obispo es verdaderamente santo no le faltará ni la sensibilidad de comprender, ni la Gracia de actuar eficazmente sobre quien sufre de maleficio, pero si no es santo, ni ve ni comprende; por lo que él mismo tendría necesidad de que se le ayudara con un exorcismo.

Hijo mío, para afrontar al Enemigo a cara descubierta se necesita fe, valor, fuerza y otros dones que no tienen sus raíces en la soberbia, sino sólo en la humildad; tú podrías buscar por todas partes, pero un bravo y fuerte exorcista lo encontrarás sólo entre los humildes, jamás entre los soberbios; un bravo exorcista jamás lo encontrarás entre los hambrientos de prestigio, de riquezas, de comodidades, sino sólo entre los pobres; porque quien ama el prestigio y las comodidades que ofrece el mundo no es nunca de Dios y no podrá nunca estar en grado de realizar un genuino apostolado todo dirigido a la Gloria de Dios y al bien de las almas.

El exorcista verdadero, que verdaderamente puede obrar con éxito y que, como ha sido dicho en un mensaje anterior, casi nunca conoce los frutos de su obrar, es aquel que está dispuesto a aceptar, y gustoso acepta, el sufrimiento como don de Dios y como arma esencial e indispensable para su lucha, arma que atemoriza y espanta al Adversario, y esto es para el exorcista ya parte del éxito a que tiende.

Hijo mío, en gran parte los capciosos pretextos por los que muchísimos Obispos ya no exorcizan encuentran en esto su explicación; he dicho que es tiempo de hablar sin velos y sin sobreentendidos, pues bien ¿qué éxito podría tener sobre el Enemigo uno que es ya presa del mismo y su prisionero?

En mi Iglesia regenerada no quiero incrustaciones de ningún género; todo debe volverse puro y limpio, como era al principio.

El Oficial que en guerra no precede a sus soldados no es un buen oficial y no puede aspirar a la victoria; la victoria no es de los viles sino de los valientes.


Exorcizar es la flor y nata de la pastoral.

Muchas y muchas veces te he dicho que si se cree en mi Evangelio no es posible dar a mis palabras un sentido diferente de aquel que Yo le he dado, y Palabras relativas al Mandato confiado a los Apóstoles son claras, simples y precisas: «Id y predicad Mi Evangelio… curad a los enfermos y arrojad a los Demonios«. Y estas Palabras mías, como todas las demás, son eternas e inmutables. ¿Se las cree o no se las cree?


Si se cree: ¿por qué no se ponen en práctica?

Si no se cree: ¿por qué se aceptó hacerse en Pastor de almas, traicionando la finalidad primaria de la pastoral? Se excusan con el pretexto de que este deber se puede cumplir indirectamente a través de cualquier sacerdote, delegado «ad hoc«… ¡La hipocresía humana verdaderamente no tiene límites! Ya te he dicho, hijo mío, que no se ama por poderes; así el bien, cuando hay todas las posibilidades de hacerlo directamente se debe cumplir personalmente y no a través de terceros, y de este modo sólo si estuvieren condicionados por situaciones particulares, ahora ya, ¿qué mejor bien que exorcizar, pues ¡esto constituye la flor y nata de la pastoral!?

Además de cuanto se ha dicho hay que agregar que el Obispo tiene el sacrosanto deber de preceder a los demás con el ejemplo y que teniendo el Obispo la plenitud del sacerdocio, tiene también la plenitud del Poder Sacerdotal, por lo cual el Obispo que ejerce este ministerio desprende una fuerza y una potencia muy particular, que es propia del Carácter Episcopal.

Los Obispos que ejercen éste su principal poder de arrojar a los Demonios indirectamente delegando a uno o más Sacerdotes para su Diócesis a menudo demuestran escasez de fe, falta de sensibilidad pastoral y carencia absoluta de visión realista de una situación verdaderamente triste, porque hoy los maleficiados son muchísimos y muchísimos los que van implorando una ayuda, que no encuentran jamás en los Obispos y casi nunca en los sacerdotes que no creen, hasta el punto de hacer una trágica ironía con quien tiene necesidad de otra cosa que la estupidez de sacerdotes sin fe y sin amor.

Hijo, por ahora basta, aunque no se ha agotado el discurso. Te bendigo y contigo bendigo a quienes te son queridos, ámame, reza y repara. 12 de Noviembre de 1978


¿Quién puede exorcizar?

Escribe, hijo mío, soy Jesús. Continuemos con el tema de ayer sobre el exorcismo.

¿Quién puede exorcizar? Además de los Obispos, naturalmente los Sacerdotes que tienen esa facultad delegada por el Obispo. En la consagración sacerdotal está incluida también la facultad de exorcizar, pero ahora hablo del exorcismo oficial que los obispos se han reservado para sí, porque el exorcismo privado es de todos los sacerdotes y aún de los seglares

Como te dije en anteriores mensajes, el exorcista debe ser siempre persona de profunda vida interior, que viva intensa mente la Vida de la Gracia, plenamente consciente y conocedor de lo que hace y, por lo tanto, que conozca a fondo la naturaleza de la trágica lucha que ha de sostenerse contra almas misteriosas, pero reales, potencias del mal; que sepa de las astucias y de las insidias que ellas están siempre prontas a tender contra todos y de manera especial contra aquellos que les hacen frente sin temores y sin miedo, pero con la necesaria prudencia.


El primero y el más potente medio de ataque.

Los sacerdotes, que después de los obispos son los que participan más íntimamente en el Real Sacerdocio de Cristo deben exorcizar por un primario deber de su estado, por un deber de justicia y también de caridad.

Si el sacerdote en realidad está convencido, como de hecho lo debe, de ser «corredentor» con Cristo; si está convencido de que «redimir» quiere decir liberar a las almas hechas prisioneras por las potencias oscuras del mal, no se ve cómo pueda ignorar el primero y más potente medio de ataque contra sus adversarios que, fuertes por la superioridad de su naturaleza, no ahorran golpes de mano en perjuicio de las almas para hacerles daño, sobre todo cuando son invitadas por personas perversas para posesionarse de ellas y torturarlas de todas formas.

¡Sea dicho y afirmado una vez más, que es cosa absurda y paradójica que un Sacerdote ignore, o afirme que no cree en los Demonios ni en su odio por toda la humanidad, sin excepción alguna, pero especialmente por la humanidad mejor, porque eso equivale a afirmar que ignora el «porqué» del Sacerdocio y de su misión en medio del mundo!

Estos sacerdotes pueden muy bien ser comparados con Oficiales de un Ejército que no creen que deben combatir contra el enemigo que los ataca, afirmando, que no existe, que sólo es una fábula de tiempos pasados, mientras que sus soldados caen numerosísimos ante sus ojos.

Ésta, hijo mío, es la situación de muchísimos sacerdotes de esta generación loca e incrédula, que asiste impasible a la acción demoledora y disgregadora de las potencias demoníacas, sin pestañear, es más, ¡fingiendo asombro ante quien los acusa de complicidad con las adversarias fuerzas del mal!


Llamar a buenos seglares para sustituir a Sacerdotes.

Por esto, hijo mío, una noche de 1974 te dije que te procuraras crucifijos para que los dieras a buenos seglares, animados de un espíritu de fe y de caridad, que no encuentro ya en mis sacerdotes, a fin de que esos seglares «bendigan«, dado que los sacerdotes no sólo no bendicen ya, sino que se ríen de aquellos que animados por un verdadero espíritu sacerdotal lo hacen aún.

Desmayando los Sacerdotes en los fines primarios de su vocación, Yo Verbo eterno de Dios, te sugerí que llamaras a buenos seglares, temerosos de Dios, para sustituir a los Sacerdotes materializados, para bendecir sin miedos y sin temores, asegurándote la eficacia de sus bendiciones.

Continúa, hijo mío, pues la necesidad es grande, de hecho, Mi Iglesia rebosa de fuerzas enemigas; está llena de ellas en su interior y cercada de asedio en el exterior, pero tú sabes de qué parte se inclinará la suerte favorable en este inmenso conflicto.

No alimentes dudas, hijo mío, te confirmo que las fuerzas del Infierno se desencadenarán cada vez más contra ti, pero no temas; te he dicho que serás compensado con la abundancia de mi amor y que ninguno podrá nada contra ti.

Ofréceme tus sufrimientos, que Yo transformaré en luz y gracias para tantas almas inmersas en lo oscuro de la incredulidad.

Te bendigo, hijo, y contigo bendigo a la Comunidad, que me es querida porque es y será un «faro» de luz en las tinieblas.

Ámame, reza y repara.. 13 de Noviembre de 1978


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