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MENSAJES A MONSEÑOR OTTAVIO MICHELINI -

 ¿Por qué me ha escogido Dios?

¿Quién soy yo? Soy menos que un granito de polvo frente al universo, soy menos que una gotita invisible frente al océano, soy menos que un repugnante gusanillo que se arrastra en el fango de la tierra.

Soy un pobre sacerdote, entre tantos, el menos culto, el menos docto, el más desprovisto, un pobre sacerdote rico sólo en innumerables miserias de toda naturaleza.

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(Continuación)



26 de Agosto de 1975

AMIGOS Y CORREDENTORES

Te he dicho que todas las cosas me pertenecen: el mundo visible y el invisible.

Todo y todos me pertenecen, todo ha sido hecho por medio Mío y sin Mí nada de lo que existe ha sido hecho. Pero en modo muy particular, como ya te he manifestado, me pertenecen mis sacerdotes.

Los sacerdotes son mis corredentores; investidos de poderes misteriosos y sobrenaturales, deben tener relaciones de gran intimidad Conmigo. Ya no os llamo siervos sino amigos.

Hijo mío, son pocos los sacerdotes que han comprendido el alcance de este don, de mi amistad real. Por tanto son pocos los sacerdotes conscientemente responsables de la necesaria e insustituible solidaridad de fe y de amor que debe producirse entre Mí, Maestro y Salvador, y ellos mis amigos y corredentores.

Son pocos los que han comprendido que entre Yo y ellos debe haber un intercambio recíproco de fuerzas y de energías. Yo me doy enteramente a ellos y ellos deberían darse exclusivamente a Mí.

Si falta este intercambio absolutamente esencial e insustituible entonces se tiene la muerte espiritual de mis ministros; y muerte quiere decir podredumbre que contagia y pierde a las almas. Muchos no parecen darse cuenta de las consecuencias que se derivan de ello.

Interrumpida la savia vital, mi ministro, de amigo mío y corredentor se convierte en aliado de Satanás, se vuelve como un demonio y hace las veces de demonio.

La insensibilidad de muchos ministros míos ante el escándalo del rechazo de Dios, ante el escándalo de la apostasía universalizada, la pasividad con la que asisten a la perdición de tantas almas, son, verdaderamente, heridas lacerantes para mi Corazón misericordioso.

Tú me dirás que muchos se mueven. Se agitan, ¡pero no se mueven en la dirección justa! Si al menos sintieran la necesidad de pedirme su conversión, que no niego a nadie de los que la piden con sentimiento de fe viva y de humildad sincera.

No me aman

Es bien cierto que no faltan sacerdotes santos, pero son pocos. Faltan expertos confesores y directores espirituales.

Hijo mío, podría hacerte comprender a fondo cuántas almas están apenas vivas, van tirando como plantas enfermas; amarillean por falta de una iluminada dirección espiritual. Incluso en los conventos, entre las almas consagradas falta una válida dirección espiritual.

Hay almas que si estuvieran bien dirigidas, habrían llegado a los niveles más altos de la santidad.

Qui non diligit manet in morte[7]

Muchos sacerdotes míos están en la muerte porque no me aman, porque no han querido conocerme.

San Juan dice: "Vino a los suyos pero los suyos no lo recibieron". Pero que no me acojan mis predilectos en su corazón, esto, hijo mío, es un pecado enorme.

Que se responda al amor con la frialdad y con la injusticia es una herida grande que incesantemente se provoca a mi Corazón misericordioso.

Fui rechazado cuando aún estaba en el seno materno. Continuo siendo arrojado fuera por mis ministros, escogidos con amor infinito.

Por dignidad y poder he puesto a mis sacerdotes por encima de las legiones angélicas.

Me he confiado a su arbitrio. Yo les he concedido el poder divino de perdonar los pecados, de transubstanciar el pan y el vino en mi Cuerpo, en mi Sangre, Alma y Divinidad.

¿Quién podría suponer que mi amor llegara a tanto?

Hijo mío, ámame mucho para reparar tan monstruosa ingratitud: dame todo tú mismo, con lo que tienes y lo que eres. Repara, hijo, repara por los innumerables Judas que diariamente me traicionan.


Acepta sufrir

Mis ministros vagan en la oscuridad ignorando culpablemente hacia lo que se dirigen.

No han acogido con responsabilidad consciente las numerosísimas intervenciones de mi Madre. Deberían, con inequívoca claridad, hacer de ello sabedores a los fieles. ¡Al contrario! Presunción, orgullo, respeto humano, incredulidad los han cegado.

¡Qué hemorragia de almas consagradas!

¡Cuántos Judas habrá todavía!

Cuánta sangre, cuánta sangre será derramada... ¡Cuánto tiempo han tenido, a cuántos acontecimientos han asistido! La revolución española, la persecución en los países donde impera el comunismo, no han servido para nada, o de muy poco. La crisis de fe ha hecho materialistas a mis sacerdotes hasta tal punto que no pocos incluso han perdido el sentido cristiano de la vida.

¿Cómo pueden estos sacerdotes míos, a quienes quiero salvos a pesar de todo, adiestrar a las almas contra Satanás si ellos se han convertido en el hazmerreír de Satanás?

Han ignorado las repetidas llamadas de mi Vicario en la tierra. No aman a mi Vicario y ¿cómo podrán educar a las almas en el amor a mi Vicario, en mi amor?

Hijo ¡Qué desolación! Reza, repara, acepta sufrir por la salvación de estos ministros míos.

Te Bendigo, hijo mío. Ámame.



27 de Agosto de 1975

CALLAR Y OFRECER


Hijo mío, Yo te lo repito por segunda vez: procura convencerte de ello y no dudar.

Cuando rezas, cuando escribes lo que te digo, Satanás hace de todo, no sólo para distraerte y disuadirte de tu acción, sino para que te impacientes y, si lo consigue, ensoberbecerte. (...)

Satanás ha pecado por soberbia: en ella está y permanecerá eternamente. Se necesita vencerlo con la virtud opuesta: la humildad.

Si tú, esta tarde, en lugar de impacientarte, hubieras puesto en práctica con un acto de humildad el "callar, aceptar, sufrir y ofrecer", habrías vencido a Satanás con la mortificación de tu “yo”.

El “yo” es orgullo y Satanás, despechado y humillado, después de un poco hubiera soltado su presa. En este caso tú eras la presa, porque él te miraba sirviéndose de "x"

He dicho “humillado” porque nada le molesta más que un acto de humildad. El bochorno de ser vencido por un hombre, inferior a él por naturaleza, lo exaspera y lo hiere.

¡Qué groseramente yerran los que (materializados y por tanto, ciegos, en nombre de la personalidad, es decir, del propio yo, basurero del orgullo, la vanidad y la presunción) favorecen e incrementan estas pasiones secundando a Satanás en su acción demoledora y devastadora del alma!

El Príncipe de la mentira hace creer que es fortaleza lo que en realidad es debilidad, debilidad lo que es fortaleza; de este modo muchas almas son impulsadas hacia su ruina.

Tú, hijo, puedes tocar con tu mano tu flojedad y ver la necedad de quien se deja prender tan fácilmente por el lazo. Sin embargo no faltan mis amonestaciones, no faltan mis ejemplos, ni los de mi Madre y vuestra Madre, los ejemplos de los Santos.


La virtud base

¿No os dije "aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón"? Cuesta más y se necesita más fuerza para mortificar el propio "yo", que para realizar cualquier otra empresa.

Satanás ha pecado de orgullo, por orgullo ha inducido al hombre a pecar; la victoria del hombre es derrotar a Satanás con la potente y eficaz arma de la humildad.

La humildad es la virtud base, fundamental, sin la que no hay ningún progreso espiritual, sin ella es imposible la edificación del Reino de Dios en las almas.

Piensa, medita, reflexiona qué grande es esta virtud. Satanás teme a los humildes, porque por los humildes siempre es derrotado.

Hijo mío, tu Jesús, océano infinito de amor, está sediento de amor, pero los hombres, hechos pesados por la materia en la que están inmersos, son incapaces ya de verme y de entenderme, y por tanto mucho menos de amarme.

Ámame tú, hijo, quiéreme y ámame por los numerosísimos cristianos que no me aman, por tantos y tantos sacerdotes que no me aman, profesionales materializados de los valores de mi Redención.

Te Bendigo.


9 de Septiembre de 1975

EL AMOR Y EL ODIO

Hijo mío, si Yo soy el Amor que por naturaleza tiende a la unión, Satanás es odio, el odio nacido de la soberbia y que lleva a la desunión. Del amor brota la humildad, de la rebelión de Lucifer nace el odio.

La humanidad, desde su caída, conoce el amor de Dios que se vierte en ella; igualmente conoce el odio de Satanás: Caín fue el primer intoxicado por este odio, la primera víctima.

El odio viene vomitado como fuente turbia sin descanso; ¡ay de los hombres que no sepan tener cuidado de esto!

Dios salva a los hombres de buena voluntad con el amor. Satanás los pierde con el odio y la división.

Dios transforma al hombre; de selvático lo hace humano, de humano lo hace cristiano es decir, hijo de Dios, elevándolo a su naturaleza divina "Consortes divinae naturae". [8]

También Satanás tiende a transformar al hombre en demonio de soberbia, odio y rebelión.

Frutos preciosos del amor de Dios son la fe, la esperanza y la caridad. De éstas derivan: el respeto de la libertad personal y social, el respeto por la justicia que une y hermana a los hombres y hace más serena y deseable la peregrinación terrena.

De la soberbia, del odio y de la división nacen las injusticias personales y sociales, la esclavitud, la explotación, la opresión que exaspera los ánimos de las personas y de los pueblos hasta la desesperación.

Frutos de la fe, de la esperanza y del amor son: la paz en las conciencias, en las familias, la paz entre los pueblos. Son los justos, los santos y los buenos los que hacen civilizados a los hombres, y ayudan al florecimiento del arte verdadero, del arte bueno, que no pervierte sino ayuda al hombre en su ascenso hacia la conquista del bien, de lo verdadero y de lo bello.

Frutos del orgullo, del odio, de la división son la violencia, las guerras, la degradación de la naturaleza humana, la corrupción en todos los sectores, la perversión del arte en pornografía y sensualidad.

En la más densa oscuridad

Todo esto, hijo mío, es evidente, es claro. Las experiencias cercanas y lejanas lo confirman, pero los hombres olvidan fácilmente. Es como si una cortina de densa niebla hubiera bajado sobre la humanidad, por lo que anda a tientas en la más densa oscuridad.

En esta oscuridad van a tientas también muchos sacerdotes míos; es fácil intuir con cuánto daño y peligro para la salvación de muchas almas.

Tú no puedes comprender y abarcar con la mente la inmensa mole de mal de la que sufre mi Iglesia. Divisiones, rencores, incluso odio. Divisiones en las parroquias, divisiones y disensiones en las órdenes y en las congregaciones religiosas, en los conventos; rebeliones abiertas desgarran mi Cuerpo místico.

Un cenagoso torrente que desemboca del infierno sobre la tierra, en un hervidero rebosante de herejías, obscenidades, escándalos, violencias, injusticias privadas y públicas hace estragos también en las almas consagradas.

¡Oh, sí! Los hombres de hoy no son mejores que los hombres de antes del diluvio. Las ciudades de hoy no son mejores que Sodoma y Gomorra.

Para nada han servido las muchas llamadas, para nada han servido las múltiples intervenciones mías y de mi Madre. Para nada han servido los muchos castigos parciales.

Los hombres de este siglo han colmado la medida, han endurecido los corazones en la iniquidad, y el castigo total hubiera venido ya si no hubiera sido por la intervención de mi Madre y vuestra Madre, interponiéndose Ella entre vosotros y la Justicia divina.

Y si no hubiera sido por las almas víctimas, valerosas, generosas, heroicas, inmoladas como lámparas vivientes delante de mis altares...

Los habitantes de la corrupta Nínive creyeron y se arrepintieron ante las llamadas amenazadoras del profeta y así se salvaron. Pero los hombres de esta generación perversa, que rechaza a Dios, no saldrán ilesos de los castigos de la divina Justicia.

"Non Praevalebunt “[9]

Sí, los justos verán que Dios es fiel a sus promesas; verán cómo mi Padre, en su Justicia hará resplandecer su designio de amor para la salvación de la humanidad y de mi Iglesia.

Te bendigo hijo mío, ámame y ofréceme tus sufrimientos. Recuerda que mi Corazón misericordioso es inagotable en sus riquezas y arde en deseos de poderlas dar.

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