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SERVIR A LA MISIÓN DE CRISTO EN EL SACERDOCIO Y EN LA VIDA RELIGIOSA

La Iglesia necesita hombres y mujeres que con valentía y amor asuman el reto de ser luz en la oscuridad.

SERVIR A LA MISIÓN DE CRISTO EN EL SACERDOCIO Y EN LA VIDA RELIGIOSA es un acto de amor y entrega total a Dios y a su pueblo.


Por: Sacerdote Eterno.

Desde los primeros tiempos del cristianismo, la misión de Cristo ha sido llevada a cabo por hombres y mujeres que, respondiendo a su llamado, han entregado su vida al servicio del Evangelio. SERVIR A LA MISIÓN DE CRISTO EN EL SACERDOCIO Y EN LA VIDA RELIGIOSA es un compromiso de amor, entrega y fidelidad que transforma no solo la vida de quienes son llamados, sino también la de toda la comunidad cristiana.

En el corazón de la Iglesia resuena una petición constante: "Por las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa. Oremos para que la comunidad eclesial acoja los deseos y las dudas de aquellos jóvenes que se sienten llamados a SERVIR A LA MISIÓN DE CRISTO EN EL SACERDOCIO Y EN LA VIDA RELIGIOSA." Esta súplica no es solo l a intención de oración de el Papa Francisco en este mes de febrero, sino una urgencia espiritual, pues el mundo necesita testigos del Evangelio que con su vida entregada sigan irradiando el amor de Dios.

El Llamado de Cristo: Una Elección para el Servicio

Desde los primeros tiempos, Jesús ha llamado a hombres y mujeres a seguirlo de manera radical, dejando atrás sus seguridades y proyectos personales para dedicarse completamente a la misión de anunciar el Reino de Dios. El sacerdocio y la vida religiosa no son simplemente una profesión, sino una vocación en la que la persona se convierte en instrumento vivo de la gracia divina.

Quien responde a este llamado asume el compromiso de servir a la misión de Cristo en múltiples dimensiones.

El Sacerdocio: Representar a Cristo en el Mundo

El sacerdocio es un don divino que permite a los elegidos ser mediadores entre Dios y los hombres. A través del sacramento del orden, los sacerdotes son configurados con Cristo para ser pastores, guías y servidores de su pueblo. Su misión es triple:

Santificar, administrando los sacramentos, en especial la Eucaristía y la reconciliación.
Enseñar, transmitiendo la Palabra de Dios con fidelidad y profundidad.
Pastorear, acompañando a los fieles en su camino espiritual y siendo presencia viva del amor de Dios.

La Vida Religiosa: Signo Visible del Reino de Dios

Los religiosos y religiosas, mediante su consagración, abrazan un estilo de vida marcado por los votos de pobreza, castidad y obediencia, convirtiéndose en testigos vivos del Evangelio. Su misión puede tomar diversas formas:Vida contemplativa, dedicándose a la oración y la intercesión por el mundo.
Vida activa, a través de la enseñanza, la misión, la caridad y el servicio a los más necesitados.

En ambos casos, su existencia es un recordatorio de que el Reino de Dios es la verdadera meta del cristiano y que solo en Él se encuentra la plenitud.

Acoger el Llamado con Alegría y Confianza

Para muchos jóvenes, el deseo de servir a Dios en el sacerdocio o la vida religiosa nace en lo profundo de su corazón, pero se ve envuelto en dudas, temores e incertidumbres. ¿Será este realmente mi camino? ¿Podré vivir con fidelidad esta entrega? ¿Cómo responder a la voz de Dios en un mundo que a menudo no comprende este estilo de vida?

Aquí es donde la comunidad cristiana juega un papel fundamental. La Iglesia debe ser un hogar acogedor que ayude a los jóvenes a discernir con serenidad su vocación, acompañándolos en su búsqueda y brindándoles apoyo en su proceso de formación. No basta con orar por las vocaciones; es necesario también fomentar una cultura vocacional que valore y promueva la entrega a Dios como una opción llena de sentido y plenitud.

El Desafío de la Misión en el Mundo Actual

SERVIR A LA MISIÓN DE CRISTO EN EL SACERDOCIO Y EN LA VIDA RELIGIOSA hoy implica enfrentar desafíos únicos. Vivimos en un tiempo donde los valores cristianos son cuestionados, donde la indiferencia y el materialismo pueden opacar la voz del Señor que llama. Sin embargo, la necesidad de testigos auténticos es más grande que nunca.

Los sacerdotes y religiosos están llamados a ser faros de esperanza, mostrando que el Evangelio sigue siendo fuente de alegría y libertad. A través de su testimonio, deben recordar al mundo que solo en Dios se encuentra la verdadera paz y plenitud. Su labor no es solo dentro del templo, sino en cada rincón donde haya almas sedientas de verdad y amor.

Oración y Compromiso: Dos Caminos para Fomentar las Vocaciones

Si deseamos más jóvenes dispuestos a servir a la misión de Cristo, debemos asumir la responsabilidad de:

Orar sin cesar para que Dios toque corazones y fortalezca a quienes han sentido su llamado.
Acompañar y guiar a los jóvenes que buscan responder a su vocación con generosidad.
Valorar el sacerdocio y la vida religiosa como dones preciosos en la Iglesia, mostrando con nuestra actitud el respeto y admiración que merecen.

El llamado al sacerdocio y a la vida religiosa es un don divino y un reto humano. Es una respuesta de amor, un sí generoso a la misión de Cristo que transforma vidas y edifica la Iglesia. Es renunciar a uno mismo para ser instrumento de la gracia divina. Hoy más que nunca, el mundo necesita pastores según el corazón de Dios y consagrados que sean luz en la oscuridad. Que nuestra oración y acción sean el terreno fértil donde germinen nuevas vocaciones, dispuestas a servir al Señor con entrega y fidelidad asegurando así la continuidad de su misión en la Iglesia.

HISTORIA DE LA CANCIÓN "EL PROFETA"

Cinco décadas después de su creación, la canción inspirada en el profeta Jeremías continúa resonando en nuestros corazones. Conversamos con Gilmer Torres, cantautor peruano y responsable del «himno evangélico» que acompaña a varias generaciones en el mundo.


Por Juan José Dioses

Gilmer Torres afina la garganta. Para grabar esta nueva interpretación de «El Profeta» ha tenido que superar una quejosa enfermedad en las cuerdas vocales durante varias semanas. Pero su voz, desgastada por el paso del tiempo, continúa siendo testimonio vivo y puro del anuncio del Evangelio. Su emblemática canción ha sido – y es – fuente de inspiración para tantas generaciones.

La obra de Gilmer Torres ha interpelado hondamente la vida de muchas personas. Su mensaje profético encarna la misión de la Iglesia sinodal, y la profundidad de su música palpita fuerte en el corazón de las comunidades parroquiales y barriales de América Latina. De alguna u otra forma, todos hemos sido atravesados por la palabra del profeta. Y ese profeta, a sus 75 años, tiene algo que contarnos…

Origen de la canción «El Profeta»

El camino de Torres en la vida de la Iglesia inició desde muy temprano. A los 17 años ingresó a la familia de los dominicos para llevar estudios de filosofía. Ya veinteañero y, a solicitud especial de dos amigos dominicos que estaban por hacer su profesión solemne, compuso la canción que hoy todos conocemos: «Empiezo a leer Jeremías y yo dije: “Este es el texto que puede ser”. En ese momento empecé a tararear una melodía, retomé el texto, hice una composición más o menos poética y una relectura», expresó.

El estreno de la canción pasó desapercibido, según relata el cantautor peruano: «ya no lo cantamos más, durmió unos 3 años». Más adelante, en la inauguración de la Librería San Pablo, volvería a interpretarla, pero esta vez, la música de Gilmer llegó a los oídos de Monseñor Germán Schmitz, quien le recomendó grabar la canción. Y así fue, lo hizo en los estudios de Radio Santa Rosa.

Una canción que encarna la misión de la Iglesia

Cincuenta años después, y ahora dedicado al servicio en el Apostolado del Rosario en Familia, Gilmer Torres reconoce que la canción de «El Profeta» enfrentó algunos desafíos y resistencias. Eran tiempos distintos, los frutos del Concilio Vaticano II hicieron que «se movieran los cimientos de la Iglesia» y «nos dio un impulso muy importante».

«No éramos bienvenidos en el contexto de la Iglesia oficial, sobre todo, aquellos cantos que se componían en el seno de comunidades y que eran, de algún modo, una contestación frente a situaciones políticas complicadas. Incluso, nos dijeron alguna vez: ‘en la Iglesia no se usan bombos, charangos ni cosas como esas'», manifestó Torres.

«La canción de ‘El Profeta’ me ha acompañado en mis decisiones
y en mi vida de fe. Hay que ser fiel al Evangelio y a Jesucristo».


Debut en Catedral de Lima

Pese a la trascendencia de su música, Gilmer Torres no pudo interpretar la canción «El Profeta» en la Basílica Catedral de Lima hasta el día de la ordenación episcopal de Monseñor Carlos Castillo. Anteriormente, ya había cantado con el Grupo Siembra en la ordenación sacerdotal del arzobispo de Lima: «El Cardenal Landázuri permitió que pudiéramos entrar con nuestros bombos y zampoñas para cantar. El cardenal se alegró mucho y dijo a la gente: “Pero qué bonito que nuestros instrumentos peruanos estén acompañando una liturgia en la Catedral”. Eso ocurrió hace 40 años», acotó.

El debut de «El Profeta», en la voz de Gilmer, llegaría el 2 de marzo de 2019. Ocurrió mientras el Primado del Perú ingresaba a la Catedral de Lima después de su peregrinaje desde la Parroquia San Lázaro. «La canción resonó en toda la Catedral. Al fin este canto entró por la puerta grande», dijo emocionado.

Llamado a las nuevas generaciones

Para el compositor de “El Profeta”, este «himno evangélico» es un llamado a la autenticidad y al compromiso en la fe. «Vivimos en tiempos difíciles, tiempos de profecía. Y todos estamos llamados a dejarnos llevar por el espíritu profético para anunciar el Reino de Dios», apuntó.

Y dirigiéndose a las futuras generaciones, agregó:


«Hay que volver «descaradamente» al Evangelio, sin temor.
No tengamos miedo de anunciar y encarnar la Palabra del Señor».

SANGRE PRECIOSA, SANGRE DE MI VIDA




En el pueblo de Antón, en la provincia de Coclé, Panamá, se alza una devoción profundamente arraigada: el Cristo de Esquipulas, conocido entre los antoneros como "El Santo Cristo". Frente a esta imagen sagrada, los fieles encuentran consuelo, esperanza y un espacio para la introspección espiritual. La frase: “Sangre preciosa, sangre de mi vida, purifica mi alma de toda malicia”, resuena como un eco de la fe y el fervor que caracteriza a quienes se acercan al Señor Crucificado en este lugar.

La Sangre Preciosa de Cristo: Fuente de Redención

En la tradición cristiana, la sangre de Cristo simboliza el sacrificio redentor de Jesús, quien ofreció su vida para la salvación de la humanidad. Es una sangre que no solo limpia los pecados, sino que transforma al creyente, purificándolo de toda malicia y renovando su espíritu. Al contemplar al Cristo Crucificado de Esquipulas, los devotos son invitados a reflexionar sobre la profundidad de ese sacrificio y a reconocer en Él una fuente inagotable de misericordia.

El llamado es claro: permitir que esa sangre preciosa no solo redima nuestros errores, sino que sane las heridas de nuestra alma y nos impulse a vivir en santidad. En un mundo lleno de distracciones y desafíos, la sangre de Cristo se convierte en un refugio para quienes buscan paz y reconciliación.

Jesús de Esquipulas en Antón: Un Tesoro de Fe y Esperanza

Foto: redes sociales 2025
La historia del Cristo de Esquipulas en Antón está cargada de misticismo y devoción. Se dice que la imagen llegó al pueblo hace siglos, y según la leyenda, su peso aumentó milagrosamente, impidiendo que fuese trasladada a otro lugar. Desde entonces, el Cristo de Esquipulas ha sido venerado con una fe inquebrantable, convirtiéndose en un símbolo de unidad y consuelo espiritual para la comunidad.

Cada año, el 15 de enero, miles de peregrinos se congregan para celebrar su festividad. En estas fechas, el pueblo de Antón se llena de procesiones, oraciones y actos de fe que reflejan el profundo amor por esta imagen. La figura de Cristo, tallada en un estilo que captura tanto su sufrimiento como su majestad, invita a los fieles a meditar sobre el misterio de la cruz y a renovar su compromiso de vivir como discípulos suyos.

Reflexión: La Sangre que Limpia y Transforma

Ante el Cristo de Esquipulas, es inevitable recordar el poder transformador de la sangre de Cristo. La frase “Sangre preciosa, sangre de mi vida, purifica mi alma de toda malicia” cobra un significado aún más profundo frente a la imagen. Este acto de purificación no solo nos reconcilia con Dios, sino que nos impulsa a vivir como instrumentos de su amor y paz.

La invitación es clara: permitir que la sangre de Cristo purifique no solo nuestras acciones, sino también nuestras intenciones y pensamientos. Ser seguidores de Cristo implica dejar atrás las actitudes que nos alejan de Él y abrazar una vida de servicio, humildad y fe.

 Una Devoción que Transforma

La veneración al Cristo de Esquipulas en Antón no es solo una tradición, sino un recordatorio del poder transformador de la fe. Su imagen, tallada con devoción y reverencia, continúa siendo un faro de esperanza para todos aquellos que buscan purificar su alma y renovar su espíritu.

“Sangre preciosa, sangre de mi vida, purifica mi alma de toda malicia” no es solo una frase, sino una súplica que nos invita a abrazar la redención que Cristo nos ofrece y a vivir con la certeza de que, en Él, siempre encontramos consuelo, paz y esperanza.


Oración al Cristo de Esquipulas por la Purificación del Alma

Oh Jesús de Esquipulas,
ante ti me arrodillo, lleno de gratitud y reverencia.
Sangre preciosa, que brota de tus llagas,
purifica mi alma de toda malicia.
Haz que mi corazón sea digno de tu amor,
que mis manos trabajen siempre para el bien,
y que mis palabras reflejen la verdad de tu Evangelio.

Señor Crucificado,
en ti confío mi vida, mis alegrías y mis penas.
Sigue siendo mi refugio en tiempos de prueba,
mi consuelo en la aflicción y mi guía en cada decisión.
Que tu sacrificio me inspire a vivir con valentía,
como testigo fiel de tu amor infinito.

Amén.

SONETO AL CRISTO DE ESQUIPULAS DE ANTÓN



No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.



Este soneto nos invita a reflexionar sobre el amor puro y desinteresado hacia Dios, movido únicamente por su sacrificio y su amor infinito. Es una profunda meditación sobre el amor verdadero, aquel que no busca recompensa ni temor, sino que se da por completo al contemplar la entrega de Cristo en la cruz.

El soneto nos recuerda que nuestra relación con Dios no debe depender de las recompensas del cielo ni del miedo al castigo del infierno. La verdadera devoción y amor por Dios deberían surgir de una profunda admiración por su sacrificio, por el dolor de su crucifixión y por la entrega total que Cristo hizo por nosotros. Este amor no se basa en intereses personales o en lo que se pueda obtener, sino en una respuesta sincera al amor inmenso que Dios nos ha mostrado.

El soneto también resalta que el amor de Dios debe ser tan grande y profundo que, incluso si no hubiera cielo para esperar o infierno para temer, seguiríamos amando a Dios con la misma intensidad. Este es el amor que se contempla en la cruz, donde Cristo, clavado y humillado, nos ofrece la máxima expresión de su amor.

Al celebrar las novenas en honor al Santo Cristo de Esquipulas de Antón, un pueblo de nuestro querido Panamá, este soneto se convierte en una invitación a vivir una fe auténtica, libre de intereses materiales, donde el amor hacia Cristo es una respuesta pura y total a su sacrificio, que nos conmueve hasta lo más profundo del ser.

Oración:

Señor, en tu cruz encontramos el verdadero amor, un amor que no espera nada a cambio, que se entrega por completo. Te pedimos que nos concedas la gracia de amarte como Tú nos has amado, sin esperar recompensa alguna, sino solo por el amor que Tú nos das cada día. Haz que, al contemplar tu sacrificio, nuestro amor por Ti sea más profundo y sincero, movido por tu dolor y tu entrega por nosotros. Que este amor nos inspire a vivir nuestra fe con generosidad, humildad y gratitud. Amén.