Cuando se pone de moda que parejas de novios se muden a vivir juntos, es bueno reflexionar un momento sobre la cuestión.
Desde el momento en que viven juntos, ya no estamos hablando propiamente de un noviazgo, porque su relación ha cambiado: han establecido entre ellos una unión libre. Sería interesante analizar de qué está libre esa relación. Está libre de las siguientes cosas:
libre de compromiso
libre de sacrificio
libre de entrega
libre de futuro
libre de generosidad
libre de proyecto a largo plazo
libre de grandeza
libre de fecundidad
libre de profundidad
Pero… ¿se puede llamar amor a eso?
Se trata de una relación bastante curiosa, en contradicción entre su intimidad y su libertad; lo que la hace bastante complicada… con una complicación que se ve muy bien reflejada en un mail que recibí en estos días.
Conocí un chico y se me hizo fácil, sin medir a futuro, vivir en unión libre con él, sin contraer matrimonio. En un inicio él quería casarse conmigo y yo también; pero después de unos problemas ya no quisimos. Después quede embarazada y nació mi bebe. Sigo insistiendo para que nos casemos, pero sé que no puedo forzar su voluntad. Me ha llegado a contestar que solo quiero casarme con él porque me lo exige mi religión.
(…) sigo llorando haber tomado esa decisión apresurada, que me ha hecho dejar de lado la práctica de mi fe; sé que no puedo confesarme ni comulgar hasta que me case o deje de vivir con él. Y pienso en el ejemplo que debo dar a mi hijo…
La respuesta fue la siguiente:
Más que casarse o no casarse, el tema es el proyecto de vida. Allí es donde has fallado, has vivido una unión libre, que por definición es libre, es decir, sin compromiso; no incluye un proyecto, de forma que pueda acabar de cualquier manera, en cualquier momento. No es un estado definitivo, ni fluye hacia ningún lado. No nos engañemos, eso es lo que has elegido al elegir una unión libre (como su nombre lo indica: abierta, suelta, sin futuro claro).
Ahora no se trata ni de lamentarse, ni de “obligarlo” a casarse. Se trata de ver si se quieren lo suficiente como para querer quererse para siempre. Aquí está la cuestión.
Cuando dos novios se van a vivir juntos, a mí me duele. Me digo: “que lástima que no se quieran”. Podrán responder: “nos queremos”. Bueno, pero no se quieren lo suficiente como para querer quererse para siempre: no lo suficiente como para querer tener una vida en común. Es decir, no se quieren lo suficiente para casarse… (casarse no es una formalidad: es realizar el deseo de querer unir las vidas para siempre, precisamente porque se quieren, con un amor que quieren que dure para siempre).
¿Qué te aconsejaría? Depende. Si lo querés de verdad (es decir, querés que tu vida y la suya sean una sola), entonces, “trabajá” la relación. Cultivala, ayudalo a mirar a largo plazo… y si él te quiere, se casarán.
Si no querés unir tu vida para siempre con él, no te cases con él: el matrimonio es para siempre. Has tenido un hijo, podrás casarte con otra persona o permanecer soltera, no es problema.
Aquí la cuestión no es la religión: es la existencia humana. Casarse no es un hecho primariamente religioso: se casan porque quieren unir sus vidas para siempre. Se convierte en algo religioso porque lo hacen en la presencia de Dios, pero el hecho es humano, terriblemente humano. Es el amor humano, el que hace que dos personas se quieran casar. Un amor grande, tan grande que es total: por eso mismo exclusivo (uno con una) y definitivo (sin límite de tiempo). Decile que no ponga la excusa de la religión. Aquí lo que tienen que definir es la relación entre Uds: se quieren o no se quieren. Si quieren que su amor dure para siempre, o solo por un tiempo. Esa es la cuestión. Se casarán o no según la respuesta que den a esa pregunta.
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Recemos por la protagonista, que me contestó: Gracias Padre por su tiempo, oración, bendición y respuesta, por aclararme las cosas que a lo mejor no quería ver, voy a trabajar es éste proyecto, también Dios lo bendiga.
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