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Monseñor François-Xavier Nguyen van Thuan

Monseñor Francois-Xavier Nguyen van Thuan
nació en 1928 en Hue, región central de Vietnam.
Fue ordenado sacerdote en 1953 y obispo de Nhatrang en 1967.
Thuan proviene de familia de mártires. Fue nieto del ilustre Gran Chambelán Ngo Dinh Kha, también Mariscal de Palacio, Comandante de la Guardia Imperial, Gran Sabio asistente al trono y tutor imperial. Su sueño siempre fue la independencia de Vietnam, ideal por el que también murireron mártires algunos de sus hijos, entre ellos Ngo Dinh Diem, tío de Thuan, Primer Ministro y Presidente de Vietnam, asesinado tras el golpe de estado durante la revolución comunista, en 1963.

Este hombre tan amado por Thuan, influyo decisivamente en él y la espiritualidad para políticos que al final de su vida definió con clarividencia sobrenatural. Otros tres tíos de Thuan caminaron también por este sendero del mártiro y el exilio: Ngo Dinh Khoi, Gobernador de Hanoi; Ngo Dinh Luyen, Consejero jefe de la Presidencia; y Ngo Dinh Nhu, exiliado en 1963. Igualmente Ngo Dinh Tuc, tío y mentor, obispo de Vinh Long.

Van Thuan nació en Phu Cam en la diócesis de Hue, Provincia de Tua Thien, Vietnam, en abril 17, 1928. Fue el mayor de 8 hermanos; 3 varones, y 5 mujeres. Su Padre, Nguyen Van Am, paso a la vida eterna el 1ro de julio de 1993, en Sydney, Australia. Su madre Ngo Dinh Thi Hiep, con difundida y bien ganada fama de santidad, tiene actualmente 101 años de edad y vive en Sydney, Australia con su hija Anne Ham Tieu).

Vietnam cuenta con gran número de mártires católicos. De 1644 hasta 1888 los reyes y emperadores vietnamitas arremetieron contra la minoría católica. El resultado 150,000 martires: obispos, sacerdotes, religiosos y laicos. Más de 3000 Iglesias fueron incendiadas, comunidades cristianas enteras, destruídas, y sus hogares saqueados y quemados. 


Para Thuan y sus padres, la supervivencia por medio de la resistencia, fue testimonio del poder de Cristo Crucificado.

Desde muy pequeño, Fr. Thuan se desarrollo en un ambiente de profunda fe católica ante al ejemplo de su madre Elizabeth. Cada mañana, su madre, les contaba historias de la Biblia y de los mártires de Vietnam, especialmente de sus ancestros. Lo introdujo también a la vida de Santa Teresita del Niño Jesús, recalcando su testimonio de amor y perdón.

Presentamos a continuación apartes de su testimonio:

Me llamo Francisco Nguyen van Thuan y soy vietnamita... 

Hasta el 29 de abril de 1975 fui, por ocho años, obispo de Nhatrang, en el centro de Vietnam, la primera diócesis que me fue confiada, donde me sentía feliz, y por la cual sigo sintiendo predilección. El 23 de abril de 1975 Pablo VI me nombró arzobispo coadjutor de Saigón. Cuando los comunistas llegaron a Saigón, me dijeron que mi nombramiento era fruto de un complot entre el Vaticano y los imperialistas para organizar la lucha contra el régimen comunista. Tres meses después fui llamado al palacio presidencial para ser arrestado: era el día de la Asunción de la Virgen, 15 de agosto de 1975. 

Esa noche, durante el trayecto de 450 km que me lleva al lugar de mi residencia obligatoria, vinieron a mi mente muchos pensamientos confusos: tristezas, abandono, cansancio, después de tres meses de tensiones surge en mi mente claramente una palabra que disipa toda oscuridad, la palabra que Mons. John Walsh, obispo misionero en China, pronunció cuando fue liberado después de doce años de cautiverio: “He pasado la mitad de mi vida esperando”. Es una gran verdad: todos los prisioneros, incluido yo mismo, esperan cada minuto su liberación. Pero después decidí: “Yo no esperaré. Voy a vivir el momento presente colmándolo de amor”. 

No es una inspiración improvisada, sino una convicción que he madurado durante toda la vida. Si me paso el tiempo esperando quizá las cosas que espero nunca lleguen. Lo único que con seguridad me llegará será la muerte. 

En el pueblo de Cay Vong, donde se me designó la residencia obligatoria, bajo vigilancia abierta y oculta de la policía, “confundida” entre el pueblo, día y noche me sentía obsesionado por el pensamiento: “¡Pueblo mío! ¡Pueblo mío que tanto amo: rebaño sin pastor! ¿Cómo puedo entrar en contacto con mi pueblo, precisamente en el momento en que tienen más necesidad de su pastor?

Las librerías católicas han sido confiscadas; las escuelas, cerradas; las religiosas y religiosos que enseñaban han sido enviados a trabajar a los arrozales. La separación es un shock que me parte el corazón. 

“Yo no esperaré. Voy a vivir el momento presente colmándolo de amor; pero ¿cómo?”. 

Una noche viene la luz: “Francisco, es muy simple, haz como San Pablo cuando estuvo en prisión: escribía cartas a varias comunidades”. 

Así fue como comenzó a escribir cartas que luego compusieron los libros por él escritos. 

La gracia de Dios me dio la energía para trabajar y continuar, aún en los momentos de más desesperanza. El libro lo escribí de noche en mes y medio, pues tenía miedo de no terminarlo: temía que me trasladasen a otro lugar. 

En el pasaje del evangelio que narra la multiplicación de los panes y los peces, los apóstoles habrían querido elegir el camino más fácil: “Despide a la gente para que busquen alojamiento y comida...” Pero Jesús quiere actuar en el momento presente: “Dadles vosotros de comer” (Lc 9, 13). En la cruz, cuando el ladrón le dijo: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino”, Jesús le dijo: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23, 42-43). En la palabra “hoy” sentimos todo el perdón, todo el amor de Jesús. 

Una vez, la Madre Teresa de Calcuta me escribió: “Lo importante no es el número de acciones que hagamos, sino la intensidad del amor que ponemos en cada acción”. 

¿Cómo llegar a esta intensidad de amor en el momento presente? Pienso que debo vivir cada día, cada minuto, como el último de mi vida. Dejar todo lo que es accesorio, concentrarme sólo en lo esencial. Cada palabra, cada gesto, cada conversación telefónica, cada decisión es la cosa más bella de mi vida; reservo para todos mi amor, mi sonrisa; tengo miedo de perder un segundo viviendo sin sentido... 

Escribí en el libro El camino de la esperanza: “Para ti el momento más bello es el momento presente (cf Mt 6, 34; St 4, 13-15). Vívelo en la plenitud del amor de Dios. Tu vida será maravillosamente bella si es como un cristal formado por millones de esos momentos. ¿Ves como es fácil?” (El camino de la esperanza, 997). 

Queridos jóvenes, en el momento presente Jesús os necesita. Juan Pablo II os llama insistentemente a hacer frente a los retos del mundo actual: “Vivimos en una época de grandes transformaciones, en la que declinan rápidamente ideologías que parecía que podían resistir el desgaste del tiempo, y en el planeta se van modificando los confines y las fronteras. Con frecuencia la humanidad se encuentra en la incertidumbre, confundida y preocupada (cf Mt 9, 36), pero la Palabra de Dios no pasa; recorre la historia y, con el cambio de los acontecimientos, permanece estable y luminosa (Mt 24, 35). La fe de la Iglesia está fundada en Jesucristo, único Salvador del mundo: ayer, hoy y siempre (cf Hb 13, 8)” (Juan Pablo II, Mensaje para la XII Jornada Mundial de la Juventud, 1997, n. 2.). 


Preso por Cristo 

Jesús, ayer por la tarde, fiesta de la Asunción de María, fui arrestado. Transportado durante toda la noche de Saigón hasta Nhatrang, a cuatrocientos cincuenta kilómetros de distancia, en medio de dos policías, he comenzado la experiencia de una vida de prisionero. 

Hay tantos sentimientos confusos en mi cabeza: tristeza, miedo, tensión; con el corazón desgarrado por haber sido alejado de mi pueblo. 

Humillado, recuerdo las palabras de la Sagrada Escritura: “Ha sido contado entre los malhechores” (Lc 22, 37). 
He atravesado en coche mis tres diócesis: Saigón, Phanthiet, Nhatrang con profundo amor a mis fieles, pero ninguno de ellos sabe que su pastor está pasando la primera etapa de su via crucis. 
Pero en este mar de extrema amargura, me siento más libre que nunca. 

No tengo nada, ni un céntimo, excepto mi rosario y la compañía de Jesús y María. De camino a la cautividad he orado: “Tú eres mi Dios y mi todo”. 

Jesús, ahora puedo decir como san Pablo: “Yo, Francisco, prisionero de Cristo” (Ef 3,1) 
En la oscuridad de la noche, en medio de este océano de ansiedad, de pesadilla, poco a poco me despierto: “Debo afrontar la realidad”. 

“Estoy en la cárcel. Si espero el momento oportuno de hacer algo verdaderamente grande, ¿cuántas veces en mi vida se me presentarán ocasiones semejantes? 

No, aprovecho las ocasiones que se presentan cada día para realizar acciones ordinarias de manera extraordinaria”.


Jesús, no esperaré; vivo el momento presente colmándolo de amor.
La línea recta está formada por millones de puntitos unidos entre sí. También mi vida está integrada por millones de segundos y de minutos unidos entre sí.
Dispongo perfectamente cada punto y mi línea será recta.
Vivo con perfección cada minuto y la vida será santa.
El camino de la esperanza está enlosado de pequeños pasos de esperanza.
La vida de esperanza está hecha de breves minutos de esperanza.

Como Tú, Jesús, que has hecho siempre lo que le agrada a tu Padre. Cada minuto quiero decirte: Jesús, te amo; mi vida es siempre una “nueva y eterna alianza” contigo.
Cada minuto quiero cantar con toda la Iglesia:
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo...




Video.

Vaticano Pide Testimonios Sobre El Cardenal Van Thuan







Extractos del video:

Mons. Giampaolo Crepaldi
Secretario, Pontificio Consejo Justicia y Paz

ORIGINAL ITALIANO

En la prisión tuvo la tentación de la desesperación y en ese momento dijo: tengo al Señor y al tener al Señor tengo todo porque Dios es todo, es la totalidad. El cardenal encarnaba esa lección, porque todo lo que le sucedía, incluso en este dicasterio, desde lo más importante a las cosas más triviales, todo lo ofrecía a Dios.



Monseñor Crepaldi, quien fue uno de los amigos más cercanos del cardenal, también recuerda su buen humor.



Mons. Giampaolo Crepaldi
Secretario, Pontificio Consejo Justicia y Paz

ORIGINAL ITALIANO

Lo que más me impresionaba del cardenal era su capacidad para imitar con gran ironía y sutileza, todo y a todos. Imitaba al Papa, a los grandes cardenales de la Curia romana, siempre con una gran sensibilidad. Su humorismo fue una gran lección, pues llevaba las cosas de la Iglesia a su verdadera dimensión. 


El Cardenal Van Thuan fue presidente del Pontifico Consejo Justicia y Paz hasta su muerte el 16 de Septiembre del 2002. La causa de beatificación se inicia oficialmente en el año 2009. Después hay que esperar el estudio de un milagro, porque como dice Monseñor Crepaldi, sin milagro no hay beatificación.

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LOS CINCO DEFECTOS DE JESÚS



Por Monseñor Francois-Xavier Nguyen van Thuan.

Detenido en 1975 por su condición de obispo y encarcelado durante 13 años en las cárceles del Vietcong, nueve de ellos en completo aislamiento, en el año 2000 Juan Pablo II encarga a monseñor Van Thuan impartir los ejercicios espirituales de Cuaresma ante la curia vaticana.

Al comienzo de los mismos, monseñor Van Thuan relata cómo a pesar de las duras condiciones de su prisión, su esperanza inquebrantable en Jesús despierta la admiración e incomprensión de sus compañeros de prisión y guardianes. He aquí el admirable testimonio que dio sobre su seguimiento a Jesús.

Primer defecto: Jesús no tiene buena memoria
Segundo defecto: Jesús no sabe de matemáticas
Tercer defecto: Jesús no sabe de lógica
Cuarto defecto: Jesús es un aventurero
Quinto defecto: Jesús no entiende ni de finanzas ni de economía

Y nosotros hemos creído en el amor

Parábola del dracma perdido de Doménico Fetti. 1617. Palacio Pitti. Florencia.

En la prisión mis compañeros que no son católicos, quieren comprender «las razones de mi esperanza». Me preguntan amistosamente y con buena intención: «¿Por qué lo ha abandonado usted todo: familia, poder, riquezas, para seguir a Jesús? ¡Debe de haber un motivo muy especial! ». Por su parte, mis carceleros me preguntan: «¿Existe Dios verdaderamente? ¿Jesús? ¿Es una superstición? ¿Es una invención de la clase opresora? ».

Así pues, hay que dar explicaciones de manera comprensible, no con la terminología escolástica, sino con las palabras sencillas del Evangelio.


Primer defecto: Jesús no tiene buena memoria


En la cruz, durante su agonía, Jesús oyó la voz del ladrón a su derecha: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino» (Lc 23, 42). Si hubiera sido yo, le habría contestado: «No te olvidaré, pero tus crímenes tienen que ser expiados, al menos, con 20 años de purgatorio». Sin embargo Jesús le responde: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc 23, 43). Él olvida todos los pecados de aquel hombre.

Algo análogo sucede con la pecadora que derramó perfume en sus pies: Jesús no le pregunta nada sobre su pasado escandaloso, sino que dice simplemente: «Quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor» (Lc 7, 47).

La parábola del hijo pródigo nos cuenta que éste, de vuelta a la casa paterna, prepara en su corazón lo que dirá: «Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros» (Lc 15, 1819). Pero cuando el padre lo ve llegar de lejos, ya lo ha olvidado todo; corre a su encuentro, lo abraza, no le deja tiempo para pronunciar su discurso, y dice a los siervos, que están desconcertados: «Traed el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en la mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado» (Lc 15, 22-24).

Jesús no tiene una memoria como la mía; no sólo perdona, y perdona a todos, sino que incluso olvida que ha perdonado.


Segundo defecto: Jesús no sabe matemáticas


Si Jesús hubiera hecho un examen de matemáticas, quizá lo hubieran suspendido. Lo demuestra la parábola de la oveja perdida. Un pastor tenía cien ovejas. Una de ellas se descarría, y él, inmediatamente, va a buscarla dejando las otras noventa y nueve en el redil. Cuando la encuentra, carga a la pobre criatura sobre sus hombros (cf. Lc 15, 47).

Para Jesús, uno equivale a noventa y nueve, ¡y quizá incluso más! ¿Quién aceptaría esto? Pero su misericordia se extiende de generación en generación...

Cuando se trata de salvar una oveja descarriada, Jesús no se deja desanimar por ningún riesgo, por ningún esfuerzo. ¡Contemplemos sus acciones llenas de compasión cuando se sienta junto al pozo de Jacob y dialoga con la samaritana, o bien cuando quiere detenerse en casa de Zaqueo! ¡Qué sencillez sin cálculo, qué amor por los pecadores!



Tercer defecto: Jesús no sabe de lógica


Una mujer que tiene diez dracmas pierde una. Entonces enciende la lámpara para buscarla. Cuando la encuentra, llama a sus vecinas y les dice: «Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido» (cf. Lc 15, 89).

¡Es realmente ilógico molestar a sus amigas sólo por una dracma! ¡Y luego hacer una fiesta para celebrar el hallazgo! Y además, al invitar a sus amigas ¡gasta más de una dracma! Ni diez dracmas serían suficientes para cubrir los gastos...

Aquí podemos decir de verdad, con las palabras de Pascal, que «el corazón tiene sus razones, que la razón no conoce»

Jesús, como conclusión de aquella parábola, desvela la extraña lógica de su corazón: «Os digo que, del mismo modo, hay alegría entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta» (Lc 15, 10).


Cuarto defecto: Jesús es un aventurero


El responsable de publicidad de una compañía o el que se presenta como candidato a las elecciones prepara un programa detallado, con muchas promesas.

Nada semejante en Jesús. Su propaganda, si se juzga con ojos humanos, está destinada al fracaso.

Él promete a quien lo sigue procesos y persecuciones. A sus discípulos, que lo han dejado todo por él, no les asegura ni la comida ni el alojamiento, sino sólo compartir su mismo modo de vida.

A un escriba deseoso de unirse a los suyos, le responde: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Mt 8, 20).

El pasaje evangélico de las bienaventuranzas, verdadero «autorretrato» de Jesús, aventurero del amor del Padre y de los hermanos, es de principio a fin una paradoja, aunque estemos acostumbrados a escucharlo:

«Bienaventurados los pobres de espíritu..., bienaventurados los que lloran..., bienaventurados los perseguidos por... la justicia..., bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5, 312).

Pero los discípulos confiaban en aquel aventurero. Desde hace dos mil años y hasta el fin del mundo no se agota el grupo de los que han seguido a Jesús. Basta mirar a los santos de todos los tiempos. Muchos de ellos forman parte de aquella bendita asociación de aventureros. ¡Sin dirección, sin teléfono, sin fax...!


Quinto defecto: Jesús no entiende ni de finanzas ni de economía


Recordemos la parábola de los obreros de la viña: «El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Salió luego hacia las nueve y hacia mediodía y hacia las tres y hacia las cinco.., y los envió a sus viña». Al atardecer, empezando por los últimos y acabando por los primeros, pagó un denario a cada uno (cf. Mt 20, 116).

Si Jesús fuera nombrado administrador de una comunidad o director de empresa, esas instituciones quebrarían e irían a la bancarrota: ¿cómo es posible pagar a quien empieza a trabajar a las cinco de la tarde un salario igual al de quien trabaja desde el alba? ¿Se trata de un despiste, o Jesús ha hecho mal las cuentas? ¡No! Lo hace a propósito, porque -explica-: «¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?».


Y nosotros hemos creído en el amor


Pero preguntémonos: ¿por qué Jesús tiene estos defectos? Porque es Amor (cf. 1 Jn 4, 16). El amor auténtico no razona, no mide, no levanta barreras, no calcula, no recuerda las ofensas y no pone condiciones.

Jesús actúa siempre por amor. Del hogar de la Trinidad él nos ha traído un amor grande, infinito, divino, un amor que llega -como dicen los Padres- a la locura y pone en crisis nuestras medidas humanas.

Cuando medito sobre este amor mi corazón se llena de felicidad y de paz. Espero que al final de mi vida el Señor me reciba como al más pequeño de los trabajadores de su viña, y yo cantaré su misericordia por toda la eternidad, perennemente admirado de las maravillas que él reserva a sus elegidos. Me alegraré de ver a Jesús con sus «defectos», que son, gracias a Dios, incorregibles.

Los santos son expertos en este amor sin límites. A menudo en mi vida he pedido a sor Faustina Kowalska que me haga comprender la misericordia de Dios. Y cuando visité Paray-le-Monial, me impresionaron las palabras que Jesús dijo a santa Margarita María Alacoque: «Si crees, verás el poder de mi corazón».

Contemplemos juntos el misterio de este amor misericordioso.


Texto está extraído del libro Testigos de esperanza de F.X. Nguyen van Thuan,publicado por la Editorial Ciudad Nueva en el año 2000 (págs. 26-31), y reproducido con previa autorizaciòn por la web http://www.devocionario.com

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