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EL SECRETO DE MARÍA (DE SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT) (Tercera parte)

El Secreto de María 
(San Luis María Grignion de Montfort)




Segunda Parte 

En qué consiste la verdadera devoción a María


I. Varias verdaderas devociones a la Santísima Virgen.

24) Hay varias verdaderas devociones a la Virgen Santísima: no hablo aquí de las falsas. 

25) Consiste la primera en cumplir con los deberes de cristiano, evitando el pecado mortal, obrando más por amor que por temor, rogando de tiempo en tiempo a la Santísima Virgen y honrándola como Madre de Dios, sin ninguna otra especial devoción para con ella. 

26) La segunda tiene para la Virgen más altos sentimientos de estima, amor, veneración y confianza; induce a entrar en las cofradías del santo Rosario y del Escapulario, a rezar la corona o el santo Rosario, a honrar las imágenes y altares de María, a publicar sus alabanzas, a alistarse en sus congregaciones. Y esta devoción, al excluir de nuestra vida el pecado, es buena, santa y laudable; pero no es tan perfecta ni tan capaz de apartar a las almas de las criaturas y desprenderlas de sí mismas a fin de unirlas a Jesucristo. 

27) La tercera devoción a la Santísima Virgen, de muy pocas personas conocida y practicada, es, almas predestinadas, la que os voy a descubrir. 

II. La devoción perfecta a María. 

1) En qué consiste. 

28) Consiste en darse todo entero, como esclavo, a María y a Jesús por Ella; y en hacer todas las cosas con María, en María, por María y para María. Voy a explicar estas palabras. 

29) Hay que escoger un día señalado para entregarse, consagrarse y sacrificarse; y esto ha de ser voluntariamente y por amor, sin encogimiento, por entero y sin reserva alguna; cuerpo y alma, bienes exteriores y fortuna, como casa, familia, rentas; bienes interiores del alma, a saber: sus méritos, gracias, virtudes y satisfacciones. Es preciso notar aquí que con esta devoción se inmola el alma a Jesús por María, con un sacrificio, que ni en orden religiosa alguna se exige, de todo cuanto el alma más aprecia; y del derecho que cada cual tiene para disponer a su arbitrio del valor de todas sus oraciones, limosnas, mortificaciones y satisfacciones; de suerte que todo se deja a disposición de la Virgen Santísima, que a voluntad suya lo aplicará, para la mayor gloria de Dios, que sólo Ella perfectamente conoce. 

30) A disposición suya se deja todo el valor satisfactorio e impetratorio de las buenas obras; así que, después de la oblación que de ellas se ha hecho, aunque sin voto alguno, de nada de cuanto bueno hace es ya uno dueño; la Virgen Santísima puede aplicarlo; ya a un alma del purgatorio para aliviarla o libertarla, ya a un pobre pecador para convertirle. 

31) También nuestros méritos los ponemos con esta devoción en manos de la Virgen Santísima; pero es para que nos los guarde, aumente y embellezca; puesto que ni los méritos de la gracia santificante, ni los de la gloria podemos unos a otros comunicarnos.
Dámosle, sin embargo, todas nuestras oraciones y obras buenas, en cuanto son satisfactorias e impetratorias, para que las distribuya y aplique a quien le plazca. Y si después de estar así consagrados a la Santísima Virgen, deseamos aliviar algún alma del purgatorio, salvar a algún pecador, sostener a alguno de nuestros amigos con nuestras oraciones, mortificaciones, limosnas, sacrificios, preciso es pedírselo humildemente a Ella, y estar a lo que determine, aunque no lo conozcamos: bien persuadidos de que el valor de nuestras acciones, administrado por las mismas manos (las de la Virgen) de que Dios se sirve para distribuirnos sus gracias y dones, no podrá menos de aplicarse a la mayor gloria suya. 

32) He dicho que consiste esta devoción en entregarse a María en calidad de esclavo; y es de notar que hay tres clases de esclavitud. La primera es esclavitud de naturaleza; buenos y malos son de esta manera esclavos de Dios. La segunda es esclavitud forzada; los demonios y los condenados son de este modo esclavos de Dios. La tercera es esclavitud de amor y voluntad; y con ésta debemos consagrarnos a Dios por medio de María, del modo más perfecto en que una criatura puede entregarse a su Creador. 

33) Notad además que de criado a esclavo hay mucha diferencia. El criado pide paga por sus servicios; el esclavo, no. El criado está libre para dejar a su señor cuando quiera, y no le sirve sino a plazos, el esclavo no puede dejarle, pues se le ha entregado para siempre. El criado no da a su señor derecho de vida y muerte sobre su persona; el esclavo se le entrega por completo, de suerte que su señor puede hacerle morir sin que la justicia le inquiete.
Fácilmente se echa de ver que el esclavo forzado vive en la más estrecha de las sujeciones. Tal, que sólo puede convenir al hombre respecto de su Creador. Por eso entre los cristianos no hay tales esclavos; sólo entre los turcos e idólatras. 

34) ¡Feliz y mil veces feliz el alma generosa que se consagra a Jesús por María, como esclava de amor, después de haber sacudido en el bautismo la esclavitud tiránica del demonio! 

2) Excelencia de esta práctica. 

35) Muchas luces necesitaría yo para describir perfectamente la excelencia de esta práctica; sólo de corrida tocaré algunos puntos. 

1) El entregarse así a Jesús por María es imitar a Dios Padre, que no nos ha dado a Jesús sino por María, y que no nos comunica sus gracias sino por María; es imitar a Dios Hijo, que no ha venido a nosotros sino por María, y como nos ha dado ejemplo para que según hizo Él hagamos nosotros, nos ha invitado a ir a Él por el mismo camino que Él ha venido, que es María; es imitar al Espíritu Santo, que no nos comunica sus gracias y dones, sino por María "¿No es justo, dice San Bernardo, que vuelva la gracia a su Autor por el mismo canal por donde se nos ha transmitido?" 

36) 2) Ir de este modo a Jesús por María es verdaderamente honrar a Jesucristo, pues es dar a entender que por razón de nuestros pecados, no somos dignos de acercarnos directamente ni por nosotros mismos a su infinita santidad, y que nos hace falta María, su Santísima Madre, para que sea nuestra abogada y mediadora con nuestro mediador que es Él. Esto es al mismo tiempo acercarnos a Él como medianero y hermano nuestro y humillarnos ante Él, como ante nuestro Dios y nuestro juez; es, en una palabra, practicar la humildad, que arrebata siempre el corazón de Dios. 

37) 3) Consagrarse así a Jesús por María es poner en manos de María nuestras buenas acciones, que, aunque parezcan buenas, están muchas veces manchadas y son indignas de que las mire y las acepte Dios, ante quien no son puras las estrellas. ¡Ah!, roguemos a esta buena Madre y Señora, que después de recibir nuestro pobre presente, Ella lo purifique, Ella lo santifique, Ella lo suba de punto y lo embellezca de tal suerte, que le haga digno de Dios. Todas las rentas de nuestra pobre alma, para el Padre de familia Dios, son menos, para ganar su amistad y gracia, de lo que sería para un rey la manzana agusanada que para pagar su arriendo le presentara un pobre colono de su majestad. ¿Qué haría este pobre hombre si fuera listo y tuviera cabida con la reina? Benévola ella con el pobre campesino y respetuosa con el rey, ¿no quitaría a la manzana lo que tuviera de agusanado y de podrido y la pondría en fuente de oro, rodeada de flores? Y el rey, ¿no la recibiría sin inconveniente y aun con gusto, de manos de la reina, que tanto quiere al campesino? Modicum quid offerre desideras?, manibus Mariae tradere cura, si non vis sustinere repulsam. ¿Deseas ofrecer alguna poca cosa?, dice San Bernardo. Por manos de María procura entregarla, si no quieres sufrir repulsa. 

38) ¡Ay, buen Señor! ¡qué poca cosa es todo cuánto hacemos! Pero pongámoslo, con esta devoción, en manos de María. Una vez que del todo nos hayamos dado a ella, en cuanto darnos podamos, despojándonos en su honor de todo, Ella, infinitamente más generosa, por un huevo dará un buey; Ella se comunicará del todo a nosotros, con sus méritos y virtudes; Ella colocará nuestros presentes en la bandeja de oro de su caridad; Ella, como Rebeca a Jacob, nos revestirá de los hermosos vestidos de su primogénito y unigénito Jesucristo, es decir, de sus méritos, que a la disposición de Ella están; y así, como esclavos y domésticos suyos, después de habernos despojado de todo para honrarla, tendremos dobles vestidos (omnes domestici ejus vestiti sunt duplicibus); trajes, galas, perfumes, méritos y virtudes de Jesús y de María, en el alma del esclavo de Jesús y de María, despojado de sí mismo y fiel en vivir su consagración. 

39) 4) Entregarse así a la Santísima Virgen, es ejercitar en el más alto grado posible la caridad con el prójimo; puesto que es dar a María lo que más apreciamos para que de ello disponga, según su voluntad, en favor de vivos y difuntos. 

40) 5) Esta es la devoción con que se ponen en seguro las gracias, méritos y virtudes, haciendo depositaria de ellos a María y diciéndola: "Toma, querida dueña mía: he aquí lo que con la gracia de tu querido Hijo he hecho de bueno; por mi debilidad e inconstancia, por el gran número y malicia de mis enemigos, que día y noche me acometen, no soy capaz de guardarlo. ¡Ay!, que todos los días estamos viendo caer en el lodo los cedros del Líbano, y venir a parar en aves nocturnas las águilas que se levantan hasta el sol! Así mil justos caen a mi izquierda y a mi diestra diez mil; pero Tú, mi poderosa y más que poderosa Princesa, tenme que no caiga; guarda todos mis bienes, que no me los roben; te confío en depósito todos mis bienes; Depositum custodi. - Scio cui credidi. Bien sé quién eres; por eso me confío por completo a Ti. Tú eres fiel a Dios y a los hombres y no permitirás que perezca nada de cuanto a Ti se confía; eres poderosa y nadie podrá dañarte, ni arrebatarte de entre las manos lo que tienes. Ipsam sequens non devias; ipsam rogans non desperas; ipsam cogitans non erras; ipsa tenente, non corruis; ipsa protegente, non metuis; ipsa duce, non fatigaris; ipsa propitia, pervenis (San Bernardo, Inter flores, cap. 135), y en otra parte: Detinet Filium ne percutiat; detinet diabolum ne noceat; detinet virtutes ne fugiant; detinet merita ne pereant; detinet gratiam, ne effluat. Estas son palabras de San Bernardo, que en sustancia expresan todo lo que acabo de decir. Aunque no hubiera otro motivo para excitarme a esta devoción, sino el ser medio seguro para conservar y aumentar en mí la gracia de Dios, debía yo abrasarme de entusiasmo por ella. 

41) Esta devoción torna el alma verdaderamente libre, con la libertad de los hijos de Dios. Ya que por amor a María se reduce uno a la esclavitud, esta querida Señora le ensancha y dilata en recompensa el corazón, y le hace marchar a pasos de gigante por el camino de los mandamientos de Dios. Ahuyenta el disgusto, la tristeza y el escrúpulo. Esta fue la devoción que el Señor enseñó a la madre Inés de Jesús, como medio seguro para salir de grandes penas y perplejidades en que se hallaba "Hazte esclava de mi Madre", le dijo. Hízolo así, y al momento sus penas cesaron. 

42) Para autorizar esta devoción convendría contar aquí las bulas e indulgencias de los Papas, los decretos de los Obispos en favor suyo, las cofradías establecidas en su honor, el ejemplo de muchos santos y grandes personajes que la han practicado; pero todo esto lo paso en silencio. 

3) Su fórmula interior y espíritu. 

43) He dicho, además, que esta devoción consiste en hacer todas las cosas con María, en María, por María y para María. 

44) No basta entregarse por esclavo a María una vez sola; ni aun es bastante hacerlo todos los meses o todas las semanas. Devoción harto pasajera sería ésa, que no elevaría el alma a la perfección a que, si bien se practica, la puede levantar. No es muy difícil alistarse en una cofradía, ni aun abrazar esta devoción y rezar diariamente algunas oraciones prescritas; lo difícil es entrar en el espíritu de ella, que es hacer que el alma en su interior dependa y sea esclava de la Santísima Virgen y de Jesús por Ella. Muchas personas he hallado que con admirable entusiasmo se han sometido a tan santas esclavitudes exteriormente; pero muy pocas que hayan cogido el espíritu de esta devoción y menos todavía que hayan perseverado en él. 

Continúa: Obrar con María.

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