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EL SECRETO ADMIRABLE DEL SANTÍSIMO ROSARIO por San Luis María Grignon de Monfort (Parte 8)



Quinta Decena 
De cómo debe rezarse el Rosario. 

... Continuación


45a Rosa 

129) Añado que es preciso rezar el Santo Rosario con modestia; es decir, en cuanto se pueda, de rodillas, con las manos juntas y entre ellas el Rosario. No obstante, en caso de enfermedad puede rezarse en la cama; de viaje, puede rezarse caminando, y si por alguna enfermedad no se puede estar de rodillas, puede rezarse en pie o sentado. Puede también rezarse trabajando, cuando no es posible dejar el trabajo, para satisfacer los deberes de la profesión, porque el trabajo manual no siempre es contrario a la oración vocal. 

Confieso que nuestra alma, por su limitación, cuando está atenta al trabajo de las manos, lo está menos a las operaciones del espíritu, tales como la oración; pero, sin embargo, de imponerlo la necesidad, tiene también su precio esta oración ante la Santísima Virgen, que recompensa más el buen deseo del corazón que el acto exterior. 


130) Os aconsejo dividir el Rosario en tres partes y tres tiempos diferentes del día, es preferible dividirlo así a rezarlo todo de una vez. 

Si no podéis encontrar tiempo suficiente para rezar el tercio seguido, rezad una decena aquí y la otra allá y podréis arreglaros de modo que, a pesar de vuestras ocupaciones y negocios, antes de acostaros, hayáis rezado el Rosario completo. 

Imitad en eso la fidelidad de San Francisco de Sales, quien, cierto día que se hallaba muy cansado por las visitas que había hecho, cuando eran ya muy cerca de las doce de la noche, recordó que le faltaba por rezar algunas decenas del Rosario, e inmediatamente se puso de rodillas y las rezó antes de acostarse, a pesar de todas las respetuosas reconvenciones que su capellán, viéndole tan cansado, le hizo para que aplazase hasta la mañana siguiente lo que quedaba por rezar. 

Imitad la fidelidad, modestia y devoción de aquel santo religioso que, según refieren las crónicas de San Francisco, tenía por costumbre rezar un Rosario con mucha devoción y modestia antes de comer, como más arriba contamos (5). 


46a Rosa 

131) De cuantos modos hay de rezar el Rosario, el más glorioso para Dios y saludable para el alma, como también el más terrible para el diablo, es salmodiarlo o rezarlo públicamente a dos coros. 

Dios se complace en las asambleas. Todos los ángeles y santos reunidos en el cielo le cantan incesantemente alabanzas. Los justos de la tierra, reunidos en varias comunidades, le ruegan colectivamente día y noche. Nuestro Señor aconsejó expresamente tal práctica a sus Apóstoles y discípulos, prometiéndoles que cuantas veces se reuniesen dos o tres en su nombre se encontraría en medio de ellos (6). ¡Qué dicha estar en compañía de Jesús! Sin embargo, para poseerle basta con reunirse a rezar el Rosario. ¡Estar en compañía de Jesucristo! He ahí la razón por la que los primeros cristianos se reunían tan a menudo, a despecho de las persecuciones de los emperadores, que les prohibían congregarse. Preferían exponerse a la muerte a faltar a sus asambleas, en las que estaban ciertos de tener en su compañía a Jesús. 


132) Este modo de oración es más saludable al alma: 

1) Porque el espíritu está ordinariamente más atento en la oración pública que en la oración en privado. 

2) Cuando se reza en comunidad, las oraciones de cada individuo se hacen comunes a toda la asamblea y no forman todas juntas más que una sola oración; de suerte que si algún particular no reza tan bien, otro que lo hace mejor compensa su falta; el fuerte sostiene al débil, el fervoroso enardece al tibio, el rico enriquece al pobre, el malo pasa entre los buenos. ¿Cómo vender una medida de cizaña? Basta mezclarla con cuatro o cinco fanegas de trigo bueno. 

3) Una persona que reza el Rosario sola tiene solamente el mérito de un Rosario; pero si lo reza con treinta personas, adquiere el mérito de treinta Rosarios. Tales son las leyes de la oración pública. ¡Qué ganancia! ¡Qué ventaja! 

4) Urbano VIII, muy satisfecho de la devoción del Rosario, que se rezaba a dos coros en muchos lugares de Roma, especialmente en el convento de la Minerva, concedió cien días de indulgencia cuantas veces se rezara a dos coros: Toties quoties. Éstos son los términos de su breve que empieza: Ad perpetuam rei memoriam, año 1626. Así que todas las veces que se reza el Rosario en comunidad se ganan cien días de indulgencia. 

5) Esta oración pública es más poderosa para apaciguar la ira de Dios y alcanzar su misericordia que la oración particular, y la Iglesia, dirigida por el Espíritu Santo, se sirvió de esa forma de oración en los tiempos de miserias y calamidades públicas. 

El Papa Gregorio XIII declara en una bula que es forzoso creer piadosamente que las oraciones públicas y las procesiones de los cofrades del Santo Rosario habían contribuido mucho a obtener de Dios la gran victoria que los cristianos ganaron en el golfo de Lepanto sobre la armada de los turcos el primer domingo de octubre del año 1571. 


133) Luis el Justo, de feliz memoria, sitiando La Rochela, donde tenían los herejes revolucionarios sus fuertes, escribía a la Reina, su madre, para que se hiciesen oraciones públicas por la prosperidad de su ejército. La Reina resolvió organizar Rosarios públicos en la iglesia de los Hermanos Predicadores del barrio de San Honorato de París, lo que cumplió con el mayor esmero el señor Arzobispo. Se empezó esta devoción el 20 de mayo de 1628. Asistieron la Reina Madre y la Reina Regente, así como el Duque de Orleans, los eminentísimos señores Cardenales de la Rochefoucault y de Berulle, muchos prelados, toda la corte y una multitud innumerable de pueblo. El señor Arzobispo leía en alta voz las meditaciones sobre los misterios del Rosario y empezaba a continuación el padrenuestro y el avemaría de cada decena, que los religiosos y asistentes contestaban. Después del Rosario, llevaban en procesión la imagen de la Santísima Virgen, cantando sus letanías. 

Continuóse esta devoción todos los sábados con admirable fervor y bendición evidente del cielo, pues el Rey triunfó sobre los ingleses en la isla de Re y entró victoriosamente en La Rochela el día de Todos los Santos del mismo año; lo que demuestra la fuerza de la oración pública. 


134) En fin, el Rosario rezado en comunidad es mucho más terrible para el demonio, pues se constituye por tal medio un cuerpo de ejército para atacarle. Triunfa, algunas veces con facilidad, de la oración particular, pero si ésta se une a la de los demás, entonces con gran dificultad podrá conseguir su propósito. Es fácil romper una varita, pero si la unís a otra y hacéis un haz, no podréis romperla. "Vis unita fit fortior." Los soldados se unen en cuerpo de ejército para combatir a sus enemigos, los malos se unen con frecuencia para sus excesos y sus bailes, los mismos demonios se unen para perdernos; ¿por qué, pues, los cristianos no han de unirse para estar en compañía de Jesucristo, para apaciguar la ira de Dios, para alcanzar su gracia y su misericordia y para vencer y abatir más poderosamente a los demonios? 

Amados cofrades del Rosario, sea que viváis en la ciudad o en el campo, cerca de la iglesia parroquial o de una capilla, id a ella al menos todas las tardes y, con permiso del señor rector de dicha parroquia y en compañía de cuantos lo deseen, rezad el Rosario a dos coros; haced lo mismo en vuestra casa o en la de un particular cualquiera del pueblo, si no tenéis la comodidad de la iglesia o capilla. 


135) Es una santa práctica que Dios, por su misericordia, estableció en los lugares en que di misiones, para conservar y aumentar el fruto e impedir el pecado. En esas villas y aldeas, antes de establecer el Rosario, sólo bailes, excesos, disolución, inmodestias, juramentos, querellas y divisiones se veían; únicamente se escuchaban canciones deshonestas y palabras de doble sentido. Al presente no se oyen más que los cánticos y la salmodia del padrenuestro y el avemaría, sólo se ven santas compañías de veinte, treinta, cien y más personas que cantan como religiosos alabanzas a Dios en una hora determinada. 

Hay también lugares en que diariamente se reza el Rosario en comunidad en tres tiempos del día. ¡Qué bendición del cielo! Como por todas partes hay réprobos, no dudéis de que hay en los lugares donde vivís algunos malos que desdeñarán de venir a vuestro Rosario, que os ridiculizarán quizás y aun harán cuanto puedan, con sus malas palabras y ejemplos, para impediros continuar este santo ejercicio; pero resistid. Como tales desgraciados han de estar para siempre separados de Dios y de su paraíso en el infierno, es preciso que aquí anticipadamente, en la tierra, se separen de Jesucristo y de sus servidores y siervas. 


47a Rosa 

136) Separaos de los malos, pueblo de Dios, almas predestinadas, y para escapar y salvaros de en medio de los que se condenan por su impiedad, indevoción y ociosidad, decidíos, sin perdida de tiempo, a rezar con frecuencia el Santo Rosario, con fe, con humildad, con confianza y con perseverancia. 

Quien piense seriamente en el mandato de Jesucristo de que oremos siempre, en su ejemplo, en las inmensas necesidades que tenemos de la oración a causa de nuestras tinieblas, ignorancias y debilidades y de la multitud de nuestros enemigos, no se contentará, ciertamente, con rezar el Rosario una vez al año, según ordena la Cofradía del Rosario perpetuo, ni todas las semanas, como la del Rosario ordinario prescribe, sino que lo rezará todos los días, sin faltar uno, como la Cofradía del Rosario cotidiano señala, aunque no tenga otra obligación que la de salvarse. 

Oportet, es necesario, semper orare, orar siempre, et non deficere (7), no cesar de orar. 


137) Son éstas palabras eternas de Jesucristo, que es forzoso creer y practicar, bajo pena de condenación. Explicadlas como queráis, con tal que no las expliquéis a la moda, a fin de no practicarlas a la moda. Jesucristo nos dio su verdadera explicación en los ejemplos que nos ha dejado: "Exemplum dedi vobis, ut quemadmodum ego feci, ita et vos faciatis" (8). "Erat pernoctans in oratione Dei" (9). Como si el día no le bastase, empleaba la noche en la oración. 

Con frecuencia repetía a sus Apóstoles estas dos palabras: "Vigilate et orate" (10). Velad y orad. La carne es débil, la tentación próxima y continua. Si no oráis siempre, caeréis. Como quiera que creyeron que lo que Nuestro Señor les decía era sólo de consejo, interpretaron estas palabras a la moda y por eso cayeron en la tentación y en el pecado, aun estando en compañía de Jesucristo. 


138) Si quieres vivir, amado cofrade, a la moda y condenarte a la moda; es decir, si transiges con caer de vez en cuando en pecado mortal, pensando confesarte después, si evitas los pecados groseros y escandalosos y conservas las apariencias de la hombría de bien, no son necesarias tantas oraciones, ni que reces tantos Rosarios; una pequeña oración por la mañana y por la tarde, unos cuantos Rosarios que te sean impuestos en penitencia y algunas decenas de avemarías cuando te vinieren en gana, son bastante para aparecer ante el mundo como cristiano. Si hicieras menos, te acercarías al libertinaje; si hicieras más, te aproximarías a la excepción, a la gazmoñería. 


139) Pero si, como verdadero cristiano que desea de veras salvarse y caminar por el sendero de los santos, quieres no caer de ningún modo en pecado mortal, romper todas las ligaduras y apagar todos los dardos encendidos del diablo, es necesario que reces siempre como enseñó Jesucristo. 

Por tanto, es necesario, al menos, que reces diariamente el Rosario u otras oraciones equivalentes. 

Y repito "al menos" porque ése será el fruto que conseguirás rezando el Rosario todos los días: evitar todos los pecados mortales y vencer todas las tentaciones, en medio de los torrentes de iniquidad del mundo, que arrastran con frecuencia a los más seguros; en medio de las espesas tinieblas, que ciegan con frecuencia a los más iluminados, en medio de los espíritus malignos, que, más diestros que nunca y con menos tiempo para tentar, lo hacen con mayor habilidad y éxito. 

¡Oh, qué maravilla de la gracia del Santo Rosario! ¡Poder escapar del mundo, del demonio y de la carne y salvarte para el cielo! 


140) Si no queréis creer lo que os digo creed en vuestra propia experiencia. Yo os pregunto si cuando sólo hacíais un poco de oración, como se hace en el mundo y del modo que ordinariamente se hace, podíais evitar faltas graves y grandes pecados que por vuestra ceguera os parecían pequeños. Abrid, pues, los ojos, y para vivir y morir santamente, sin pecados, al menos mortales, orad siempre, rezad todos los días el Rosario, como lo hacían en otro tiempo los cofrades al establecerse la Cofradía. La Santísima Virgen, al dárselo a Santo Domingo, le ordenó que lo rezase e hiciera rezar todos los días; y el Santo no recibía en la Cofradía a ninguno como no estuviera resuelto a rezarlo diariamente. Si, ahora, no se exige, en la Cofradía del Rosario ordinario, más que un Rosario por semana, es porque el fervor se ha apagado y se ha enfriado la caridad. De aquí se deduce que puede decirse de quien reza poco: "Non fuit ab initio sic" (11). 

Es preciso también advertir tres cosas. 


141) La primera, que si deseáis inscribiros en la Cofradía del Rosario cotidiano y participar de las oraciones y méritos de los que están en ella, no basta con ser inscrito en la Cofradía del Rosario ordinario o tomar solamente la resolución de rezar el Rosario todos los días; es preciso además dar vuestro nombre a los que tienen potestad para inscribiros; y es conveniente confesar y comulgar en la ocasión de ser recibidos cofrades por esta intención. La razón de la mencionada advertencia consiste en que el Rosario ordinario no envuelve el cotidiano, pero el Rosario cotidiano implica el ordinario. 

Lo segundo que debe tenerse en cuenta es: que no hay, absolutamente hablando, ningún pecado, ni aun venial, en faltar de rezar el Rosario diario, ni el semanal, ni el anual. 

Y lo tercero, que cuando la enfermedad, obediencia legítima, necesidad u olvido involuntario son causa de que no podáis rezar el Rosario, no dejáis por eso de tener su mérito y no perdéis la participación en los Rosarios de los otros cofrades; y por tanto no es necesario en absoluto que al día siguiente recéis dos Rosarios para suplir al que habéis faltado, sin culpa vuestra según yo supongo. Si, no obstante, la enfermedad os permitiera rezar una parte del Rosario, debéis rezarla. "Beati qui stant coram te semper." "Beati qui habitant in domo tua, Domine, in saecula saeculorum laudabunt te" (12): Bienaventurados, oh Jesús, Señor nuestro, los cofrades del Rosario cotidiano, que todos los días están alrededor vuestro y en vuestra casita de Nazaret alrededor de vuestra cruz sobre el Calvario y alrededor de vuestro trono en los cielos, para meditar y contemplar vuestros misterios gozosos, dolorosos y gloriosos. ¡Oh, qué felices son en la tierra por las gracias especiales que les comunicáis y qué dichosos serán en el cielo, donde os alabarán de modo especial por los siglos de los siglos! 


142) Además es preciso rezar el Rosario con fe, según las palabras de Jesucristo: "Credite quia accipietis et fiet vobis" (13): Creed que recibiréis de Dios lo que le pidáis, y os escuchará. Os dirá: "Sicut credidisti, fiat tibi" (14). Hágase como has creído. "Si quis indiget sapientiam, postulet a Deo; postulet autem in fide nihil haesitans" (15): Si alguno necesita sabiduría, que la pida a Dios con fe, sin dudar, rezando el Rosario, y se le dará. 


143) Es también necesario rezar con humildad, como el publicano que estaba con las dos rodillas en tierra, y no con una rodilla en el aire o sobre un banco, como los mundanos; estaba al fondo de la iglesia, y no en el santuario, como el fariseo; tenía los ojos bajos hacia el suelo, sin atreverse a mirar al cielo, y no con la cabeza levantada, mirando acá y allá, como el fariseo; y golpeaba su pecho confesándose pecador y pidiendo perdón: "Propitius esto mihi peccatori" (16), y no como el fariseo, que se vanagloriaba de sus buenas obras, despreciando a los demás en sus oraciones. Guardaos de la orgullosa oración del fariseo que le volvía más endurecido y maldito; imitad, en cambio, la humildad del publicano en su oración, que le obtuvo la remisión de sus pecados. 

Tened cuidado en no tender a lo extraordinario y de no pedir y desear conocimientos extraordinarios, visiones, revelaciones y otras gracias milagrosas que algunas veces se han comunicado a ciertos santos en el rezo del Rosario. "Sola fides sufficit" (17), la fe sola es suficiente en la actualidad, puesto que el Evangelio y todas las devociones y prácticas de piedad son suficientemente establecidas. 

No omitáis jamás la más mínima parte del Rosario en vuestros desalientos, sequedades y decaimientos interiores; eso sería señal de orgullo e infidelidad; sino, como bravos campeones de Jesús y María, sin ver, sentir, ni gustar nada, rezad en medio de toda vuestra sequedad el padrenuestro y el avemaría, pensando lo mejor que podáis en los misterios. 

No deseéis los bombones y golosinas de los niños para comer vuestro pan cotidiano, y para imitar con más perfección a Jesucristo en su agonía, prolongad vuestro Rosario cuando tengáis más trabajo para rezarlo: "Factus in agonia prolixius orabat" (18); para que pueda aplicarse a vosotros lo dicho de Jesucristo cuando estaba en la agonía de la oración: oraba más largamente. 


144) En fin, orad con mucha confianza, fundada en la bondad y liberalidad infinita de Dios y en las promesas de Jesucristo. Dios es un manantial de agua viva que afluye al corazón de los que oran. Jesucristo es el pecho del Padre Eterno, lleno de la leche de la gracia y de la verdad; el mayor deseo del Padre Eterno con relación a nosotros es comunicarnos las aguas saludables de su gracia y misericordia; y exclama: "Omnes sitientes venite ad aquas" (19): Venid a beber de mis aguas por la oración; y cuando no se le pide, se lamenta de que se le abandona: "Me dereliquerunt fontem aquae vivae" (20). Se proporciona un gran placer a Jesucristo pidiéndole sus gracias; y mayor satisfacción todavía que procura a las madres naturales dar a sus hijos el néctar de sus pechos. La oración es el canal de la gracia de Dios y a modo de pecho maternal de Jesucristo. Si no se acude a ella como deben hacerlo todos los hijos de Dios, Jesucristo se queja amorosamente: "Usque modo non petistis quidquam, petite et accipietis, quaerite et invenietis, pulsate et aperietur vobis" (21): Hasta ahora nada me habéis pedido: pedidme y os daré, buscad y encontraréis, llamad a mi puerta, que yo os la abriré. Y para animarnos más a rogarle con confianza, empeña su palabra de que el Eterno Padre nos concederá cuanto le pidamos en su nombre: en el nombre de Jesús. 


48a Rosa 

145) Pero a nuestra confianza unamos en quinto lugar la perseverancia en la oración. Sólo el que persevera en pedir, buscar y llamar recibirá, encontrará y entrará. No basta con pedir a Dios una gracia durante un mes, un año, diez años, veinte; no hay que aburrirse, "et non deficere", es preciso pedir hasta la muerte y estar resuelto a obtener lo que se pide para la salvación o a morir, y aun es preciso unir a la muerte la perseverancia en la oración y la confianza en Dios y decir: "Etiam si occiderit me, sperabo in eum" (22): Aun cuando quisiera darme la muerte, esperaría en Él y de Él lo que pido. 


146) La liberalidad de los ricos y grandes del mundo muéstrase previniendo por sus beneficios lo que necesitan los demás, aun antes que se lo pidan; pero Dios, por el contrario, muestra su magnificencia en hacer buscar durante mucho tiempo y hacer pedir las gracias que quiere conceder, y cuanto más preciosa es la gracia que quiere otorgar, más tiempo difiere su concesión: 

1) Para aumentarla de ese modo. 

2) Para que quien la reciba la tenga en gran estima. 

3) Para que tenga cuidado de no perderla después de recibida; porque no se estima mucho lo que en un momento y con poco trabajo se consigue. 

Perseverad, pues, amados cofrades del Rosario, pidiendo a Dios por el Santo Rosario todas vuestras necesidades espirituales y corporales, y particularmente, la divina Sabiduría que es un tesoro infinito. "Thesaurus est infinitus" (23); y tarde o temprano la obtendréis infaliblemente, con tal que no lo dejéis ni perdáis ánimos durante vuestra carrera. "Grandis enim tibi restat via" (24). 

Porque aún os falta mucho camino por recorrer, muchos malos tiempos que atravesar, muchas dificultades que remover, muchos enemigos que vencer, antes de reunir tesoros bastantes para la eternidad, muchos padrenuestros y avemarías para adquirir el paraíso y ganar la corona hermosísima que espera todo fiel cofrade del Rosario. 

"Nemo accipiat coronam tuam" (25): Cuidad que otro más fiel que vos en rezar diariamente su Rosario no os la quite. "Coronam tuam": era vuestra, Dios os la había preparado, era vuestra, y la teníais casi ganada con vuestros Rosarios bien rezados, y por haberos detenido en tan hermoso camino, por donde caminabais tan bien, "currebatis bene" (26), otro que os adelantó, llegó el primero, otro más diligente y más fiel adquirió y pagó con sus Rosarios y buenas obras lo preciso para comprar esta corona. 

"Quid vos impedivit?" (27). ¿Quién os ha impedido tener la corona del Santo Rosario? ¡Ah, los enemigos del Santo Rosario, que son muchos! 


147) Creedme, solamente alcanzarán esa corona los esforzados que la arrebatan violentamente, "violenti rapiunt" (28). No son estas coronas para los medrosos que temen las burlas y amenazas del mundo, ni tampoco para los perezosos y holgazanes que rezan el Rosario con negligencia o a la fuerza o por rutina y con intervalos, según su fantasía; no son estas coronas para los cobardes que se descorazonan y deponen las armas cuando ven a todo el infierno desencadenado contra su Rosario. 

Si queréis, amados cofrades del Rosario, entrar al servicio de Jesús y María rezando diariamente el Rosario, preparad vuestra alma para la tentación: "Accedens ad servitutem Dei, praepara animam tuam ad tentationem" (29). Los herejes, los libertinos, los hombres de bien del mundo, los semidevotos y falsos profetas, de acuerdo con vuestra corrompida naturaleza y el infierno todo, os presentarán terribles combates para obligaros a abandonar esta práctica. 


148) Para preveniros contra los ataques, no tanto de los herejes y libertinos declarados como de la "gente buena" -según el mundo-, y aun de las personas devotas a quien esta práctica no agrada, voy a escribiros con sencillez algo de lo que a diario dicen y piensan: 

"Quid vult seminiverbius ille? Venite, opprimamus eum, contrarius est enim" (30), etc.: ¿Qué quiere decir este gran rezador de Rosarios? ¿Qué es lo que musita a horas? ¡Qué holgazanería! No hace otra cosa que rezar Rosarios, mejor le fuera trabajar, sin divertirse con tantas santurronerías. ¡Claro que sí! ¡No hay más que rezar el Rosario, y las alondras caerán tostadas del cielo! ¡El Rosario nos traerá algo bueno para cenar! Dice Dios: Ayúdate y te ayudaré, ¿para qué recargarse con tantas oraciones? "Brevis oratio penetrat coelos." Bastan un padrenuestro y un avemaría bien dichos. Dios no nos impuso el Rosario. Es bueno cuando se tiene tiempo, pero no tendremos menos facilidad de salvarnos por eso. ¡Cuántos santos hay que no lo rezaron nunca! 

Hay gentes que juzgan a todos por su medida, indiscretos que todo lo llevan al extremo, hay escrupulosos que encuentran pecado donde no lo hay y dicen que todos los que no recen el Rosario se condenarán. 

Rezar el Rosario es bueno para mujercillas ignorantes que no saben leer. ¡Rezar el Rosario! ¿No es mejor rezar el Oficio de la Santísima Virgen o los siete salmos? ¿Hay nada tan hermoso como esos salmos, dictados por el Espíritu Santo? 

¿Os habéis habituado a rezar el Rosario todos los días? ¡Humo de paja que poco durará! ¿No sería mejor echarse encima menos carga y ser más constante? Vaya, querido amigo, creedme, haced bien vuestra oración por la mañana y por la noche, trabajad por Dios durante el día, Dios no os pide más; si no tuvieseis, como tenéis, que ganaros la vida, pudiera pasar que os distrajeseis en rezar el Rosario; podéis rezarlo los domingos y fiestas a vuestra elección, pero no en los días laborables; tenéis que trabajar. 

¡A qué un Rosario tan grande como el de las mujeres! Yo los he visto de una decena, que vale tanto como el de quince decenas. ¡Qué! ¡Llevar el Rosario en la cintura!, ¡qué gazmoñería!; os aconsejo ponerlo al cuello como hacen los españoles. Ésos son grandes rezadores de Rosarios; llevan uno grande en una mano y en la otra un puñal para dar un golpe traidor. Dejad, dejad esas devociones exteriores, la verdadera devoción está en el corazón, etc. 


149) Muchas personas hábiles y grandes doctores, pero espíritus fuertes y orgullosos, no os aconsejarán quizá el Santo Rosario; os llevarán más bien a rezar los siete salmos penitenciales o algunas otras oraciones. Si algún confesor os puso de penitencia rezar un Rosario durante quince días o un mes, os basta confesaros con uno de esos señores para que os cambie la penitencia en otras oraciones, ayunos, misas o limosnas. 

Aun si consultáis sobre lo mismo a algunas personas de oración de ésas que hay en el mundo, como no conocen por experiencia la excelencia del Rosario, no solamente no lo aconsejarán a nadie, sino que disuadirán de ello a los demás, para aplicarlos a la contemplación como si el Rosario y la contemplación fuesen incompatibles y como si tantos santos que fueron devotos del Rosario no hubieran llegado a la más sublime contemplación. 

Vuestros enemigos domésticos os atacarán tanto más cruelmente cuanto más unidos estéis con ellos. Quiero decir: las potencias de vuestra alma y los sentidos de vuestro cuerpo, las distracciones del espíritu, el tedio de la voluntad, las sequedades del corazón, los decaimientos y enfermedades del cuerpo, todo esto, de concierto con los espíritus malignos que se mezclan con ellos, os gritarán: Deja tu Rosario, es él quien te da dolor de cabeza; deja tu Rosario, que no hay obligación ninguna de rezarlo, bajo pena de pecado; al menos reza sólo una parte, tus penas son una señal de que Dios no quiere que lo reces, ya lo rezarás mañana que estarás mejor dispuesto, etc. 


150) En fin, amado hermano, el Rosario cotidiano tiene tantos enemigos, que considero como uno de los más insignes favores de Dios la gracia de perseverar en su devoción hasta la muerte. 

Persevera y tendrás la corona admirable preparada en el cielo a tu fidelidad: "Esto fidelis usque ad mortem et dabo tibi coronam" (31). 


49a Rosa 

151) A fin de que, al rezar el Rosario, ganéis las indulgencias concedidas a los cofrades del Santo Rosario, es conveniente hacer algunas observaciones sobre las indulgencias. 

La indulgencia, en general, es una remisión o moderación de las penas temporales debidas por los pecados actuales, por la aplicación de las satisfacciones sobreabundantes de Jesucristo, de la Santísima Virgen y de todos los santos, que están encerradas en los tesoros de la Iglesia. 

La indulgencia plenaria es una remisión de todas las penas debidas por el pecado; la no plenaria, como de cien, mil años, más o menos, es la remisión de tantas penas como hubiéramos podido expiar durante cien o mil años si hubiéramos hecho durante ese tiempo, proporcionalmente, las penitencias enumeradas en los antiguos cánones de la Iglesia. Ahora bien, estos cánones ordenaban, para un solo pecado mortal, siete y algunas veces diez y hasta quince años de penitencia, de suerte que una persona que hubiera cometido veinte pecados mortales debía hacer, por lo menos, siete veces veinte años de penitencia, y así sucesivamente. 


152) Para que los cofrades del Rosario ganen las indulgencias, es preciso: 1) Que estén verdaderamente arrepentidos y que hayan confesado y comulgado, como dicen las bulas de las indulgencias. 2) Que no tengan afecto alguno al pecado venial, porque subsistiendo el afecto al pecado subsiste la culpa, y subsistiendo la culpa no se perdona la pena. 3) Es preciso que hagan las oraciones y buenas obras que señalan las bulas. Cuando, según la intención de los Papas, se puede ganar una indulgencia parcial, por ejemplo, de cien años, sin ganar la plenaria, no siempre es necesario -para ganar la parcial- haber confesado y comulgado. Es lo que sucede con las indulgencias otorgadas al rezo del Santo Rosario, a las procesiones, a los Rosarios benditos, etc. No despreciéis estas indulgencias. 


153) Flammin y un gran número de autores refieren que una distinguida señorita llamada Alejandra, milagrosamente convertida, e inscrita en la Cofradía del Rosario por Santo Domingo, se le apareció después de muerta y le dijo que estaba condenada a setecientos años de purgatorio por varios pecados que había cometido y hecho cometer a varios con sus vanidades mundanas, y le rogó que la aliviase e hiciese que la aliviasen con sus oraciones los cofrades del Rosario; así lo hizo el Santo. Quince días después se reapareció a Santo Domingo más brillante que un sol, pues en tan corto tiempo había sido libertada por las oraciones que los cofrades del Rosario hicieron por ella. Advirtió también al Santo que venía de parte de las almas del purgatorio para exhortarle a continuar predicando el Rosario y hacer de modo que sus parientes las hicieran partícipes de sus Rosarios, por lo cual ellas les recompensarían abundantemente cuando llegaran a la gloria. 


50a Rosa 

154) A fin de facilitar el ejercicio del Santo Rosario, he aquí varios métodos para rezarlo santamente, con la meditación de los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos de Jesús y María. Os detendréis en el que más os agrade, y aun podéis vosotros mismos formar particularmente otro, como han hecho muchos santos personajes.

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