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EL SECRETO ADMIRABLE DEL SANTÍSIMO ROSARIO por San Luis María Grignon de Monfort (Parte 9)


ULTIMA ENTREGA...
EL REZO DEL ROSARIO, POR MARÍA,  ES LA FORMA MÁS DIRECTA
DE CONSAGRAR NUESTRA VIDA ESPIRITUAL A CRISTO.


Métodos devotos de recitar el Santo Rosario y atraer la gracia de los misterios de la vida, pasión y gloria de Jesús y María. 


Primer Método 

Veni, Sancte Spiritus, etc. 


Ofrecimiento del Rosario. 

155) Yo me uno a los santos del cielo y a los justos de la tierra, oh Jesús mío, para alabar dignamente a vuestra Santísima Madre y a Vos en Ella y por Ella. Y renuncio a cuantas distracciones sufra durante este Rosario. 

Os ofrecemos, Señora, el Credo para honrar vuestra fe mientras vivisteis en la tierra y pediros que nos hagáis partícipes de esa misma fe. 

Os ofrecemos el padrenuestro, Señor, para adoraros en vuestra unidad y reconoceros como principio y fin de todas las cosas. 

Os ofrecemos, Trinidad Santísima, tres avemarías, para agradeceros todas las mercedes que habéis hecho a María y las que nos habéis hecho a nosotros por su mediación. 

Un padrenuestro, tres avemarías, gloria. 


Ofrecimiento particular de las decenas. 

Misterios Gozosos. 

156) Primera Decena. Os ofrecemos esta primera decena, Señor nuestro Jesucristo, en honor de vuestra Encarnación. Y os pedimos, por este misterio y por la intercesión de vuestra santa Madre, una profunda humildad de corazón. 

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria. 

Gracias del misterio de la Encarnación, descended a mi alma y hacedla verdaderamente humilde. 


Segunda Decena. Os ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta segunda decena en honor de la Visitación de vuestra santísima Madre a su prima Santa Isabel. Y os pedimos, por este misterio y por la intercesión de María, una perfecta caridad con nuestro prójimo. 

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria. 

Gracias del misterio de la Visitación, descended a mi alma y hacedla verdaderamente caritativa. 


Tercera Decena. Os ofrecemos esta tercera decena, oh Jesús niño, en honor de vuestro santo nacimiento. Y os pedimos, por este misterio y por intercesión de vuestra santa Madre, el desasimiento de los bienes de la tierra y el amor a la pobreza y a los pobres. 

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria. 

Gracias del misterio de la Natividad, descended a mi alma y hacedla pobre de espíritu. 


Cuarta Decena. Os ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta cuarta decena en honor de vuestra Presentación en el templo por manos de María, y por este misterio y por la intercesión de vuestra santa Madre, os pedimos el don de sabiduría y la pureza de corazón y de cuerpo. 

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria. 

Gracias del misterio de la Purificación, descended a mi alma y hacedla verdaderamente sabia y pura. 


Quinta Decena. Os ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta quinta decena en honor de haberos recobrado María en medio de los doctores cuando os había perdido. Y os pedimos, por este misterio y por intercesión de Ella, nuestra conversión y la de los herejes, cismáticos e idólatras. 

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria. 

Gracias del misterio de Jesús hallado en el templo, descended a mi alma y convertidla. 



Misterios Dolorosos. 

157) Sexta Decena. Os ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta sexta decena en honor de vuestra Agonía mortal en el Huerto de los Olivos. Y os pedimos, por este misterio y por la intercesión de vuestra santa Madre, una perfecta contrición de nuestros pecados y entera conformidad a vuestra santa voluntad. 

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria. 

Gracias de la Agonía de Jesús, descended a mi alma y hacedla verdaderamente contrita y conforme con la voluntad de Dios. 


Séptima Decena. Os ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta séptima decena en honor de vuestra santa Flagelación. Y os pedimos, por este misterio y por la intercesión de vuestra santísima Madre, perfecta mortificación de nuestros sentidos. 

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria. 

Gracias de la Flagelación de Jesús, descended a mi alma y hacedla verdaderamente mortificada. 


Octava Decena. Os ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta octava decena en honor de vuestra dolorosa Coronación de espinas. Y os pedimos, por este misterio y por la intercesión de vuestra santa Madre, un gran desprecio del mundo. 

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria. 

Gracias del misterio de la Coronación de espinas de Jesús, descended a mi alma y hacedla verdaderamente opuesta al mundo. 


Novena Decena. Os ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta novena decena en honor de vuestra Cruz a cuestas. Y os pedimos, por este misterio y por la intercesión de vuestra santísima Madre, paciencia para llevar la cruz detrás de Vos todos los días de nuestra vida. 

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria. 

Gracias del misterio de la Cruz a cuestas, descended a mi alma y hacedla verdaderamente paciente. 


Décima Decina. Os ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta décima decena, en honor de vuestra Crucifixión en el Calvario. Y os pedimos, por este misterio y por la intercesión de vuestra santísima Madre, gran horror al pecado, amor a la Cruz y buena muerte para nosotros y para cuantos están ahora en la agonía. 

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria. 

Gracias del misterio de la pasión y muerte de Jesucristo, descended a mi alma y hacedla verdaderamente santa. 



Misterios Gloriosos. 

158) Undécima Decena. Os ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta undécima decena en honor de vuestra triunfante Resurrección. Y os pedimos, por este misterio y por intercesión de vuestra santísima Madre, una fe viva. 

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria. 

Gracias de la Resurrección, descended a mi alma y hacedla verdaderamente fiel. 


Duodécima Decena. Os ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta duodécima decena en honor de vuestra gloriosa Ascensión. Y os pedimos, por este misterio y por la intercesión de vuestra santísima Madre, una firme esperanza y un gran deseo del cielo. 

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria. 

Gracias del misterio de la Ascensión de Jesucristo, descended a mi alma y hacedla verdaderamente celeste. 


Decimotercera Decena. Os ofrecemos, Espíritu Santo, esta decimotercera decena, en honor del misterio de Pentecostés. Y os pedimos, por este misterio y por intercesión de María, vuestra fiel esposa, la divina sabiduría para conocer, gustar y practicar la verdad y hacer partícipe de ella a todo el género humano. 

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria. 

Gracias de Pentecostés, descended a mi alma y hacedla verdaderamente sabia según Dios. 


Decimocuarta Decena. Os ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta decimocuarta decena en honor de la Inmaculada Concepción y de la Asunción de vuestra santísima Madre, en cuerpo y alma a los cielos. Y os pedimos, por estos misterios y por su intercesión, una verdadera devoción a Ella, para bien vivir y morir. 

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria. 

Gracias de la Inmaculada Concepción y de la Asunción de María, descended a mi alma y hacedla verdaderamente devota de María. 


Decimoquinta Decena. Os ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta decimoquinta y última decena en honor de la Coronación de vuestra santísima Madre en los cielos. Y os pedimos por este misterio y por la intercesión suya, el progreso y la perseverancia en la virtud hasta la muerte y la corona eterna que nos está preparada. Os pedimos la misma gracia para todos nuestros bienhechores. 

Un padrenuestro, diez avemarías, gloria. 


159) Os pedimos, oh buen Jesús, por los quince misterios de vuestra vida, pasión, muerte y gloria y los méritos de vuestra santísima Madre, que convirtáis a los pecadores, auxiliéis a los agonizantes, libertéis a las almas del purgatorio y nos deis a todos vuestra gracia para bien vivir y morir y vuestra gloria para veros cara a cara y amaros durante la eternidad. Amén. 


Segundo y más breve método para celebrar la vida, muerte y gloria  de Jesús y María rezando el Santo Rosario  y para disminuir las distracciones de la imaginación. 

160) A cada avemaría de cada diez, hay que añadir una palabrita que nos traiga a la memoria el misterio que se celebra en la decena; añadir esta palabra a la mitad del avemaría, después del nombre de "Jesús". 

1a Decena Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús encarnado. 

2a Decena Jesús santificador. 

3a Decena Jesús pobre niño. 

4a Decena Jesús sacrificado. 

5a Decena Jesús santo de los santos. 

6a Decena Jesús agonizante. 

7a Decena Jesús azotado. 

8a Decena Jesús coronado de espinas. 

9a Decena Jesús cargado con la cruz. 

10a Decena Jesús crucificado. 

11a Decena Jesús resucitado. 

12a Decena Jesús que sube a los cielos. 

13a Decena Jesús que te llena del Espíritu Santo. 

14a Decena Jesús que te resucita. 

15a Decena Jesús que te corona. 

Al fin de la primera corona, se dice: Gracias de los misterios gozosos, descended a nuestras almas y volvedlas verdaderamente santas. 

Al fin de la segunda: Gracias de los misterios dolorosos, descended a nuestras almas y hacedlas verdaderamente pacientes. 

Al fin de la tercera: Gracias de los misterios gloriosos, descended a nuestras almas y hacedlas eternamente bienaventuradas. 


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Meditar con María los misterios de la vida de su Hijo.

La espiritualidad cristiana tiene como característica el deber del discípulo de configurarse cada vez más plenamente con su Maestro (cf. Rm 8, 29; Flp 3, 10. 21). La efusión del Espíritu en el Bautismo une al creyente como el sarmiento a la vid, que es Cristo (cf. Jn 15, 5), lo hace miembro de su Cuerpo místico (cf. 1 Co 12, 12; Rm 12, 5). A esta unidad inicial, sin embargo, ha de corresponder un camino de adhesión creciente a Él, que oriente cada vez más el comportamiento del discípulo según la 'lógica' de Cristo: «Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo» (Flp 2, 5). Hace falta, según las palabras del Apóstol, «revestirse de Cristo» (cf. Rm 13, 14; Ga 3, 27).

En el recorrido espiritual del Rosario, basado en la contemplación incesante del rostro de Cristo, en compañía de María, este exigente ideal de configuración con Él se consigue a través de una asiduidad que pudiéramos decir 'amistosa'. Ésta nos introduce de modo natural en la vida de Cristo y nos hace como 'respirar' sus sentimientos. Acerca de esto dice el Beato Bartolomé Longo: «Como dos amigos, frecuentándose, suelen parecerse también en las costumbres, así nosotros, conversando familiarmente con Jesús y la Virgen, al meditar los Misterios del Rosario, y formando juntos una misma vida de comunión, podemos llegar a ser, en la medida de nuestra pequeñez, parecidos a ellos, y aprender de estos eminentes ejemplos el vivir humilde, pobre, escondido, paciente y perfecto». (I Quindici Sabati del Santissimo Rosario,27 ed., Pompeya 1916, p. 27.)

Además, mediante este proceso de configuración con Cristo, en el Rosario nos encomendamos en particular a la acción materna de la Virgen Santa. Ella, que es la madre de Cristo y a la vez miembro de la Iglesia como «miembro supereminente y completamente singular», (Lumen Gentium, 53) es al mismo tiempo 'Madre de la Iglesia'. Como tal 'engendra' continuamente hijos para el Cuerpo místico del Hijo. Lo hace mediante su intercesión, implorando para ellos la efusión inagotable del Espíritu. Ella es el icono perfecto de la maternidad de la Iglesia.

El Rosario nos transporta místicamente junto a María, dedicada a seguir el crecimiento humano de Cristo en la casa de Nazaret. Eso le permite educarnos y modelarnos con la misma diligencia, hasta que Cristo «sea formado» plenamente en nosotros (cf. Ga 4, 19). Esta acción de María, basada totalmente en la de Cristo y subordinada radicalmente a ella,«favorece, y de ninguna manera impide, la unión inmediata de los creyentes con Cristo». (Lumen Gentium, 60) Es el principio iluminador expresado por el Concilio Vaticano II, que tan intensamente he experimentado en mi vida, haciendo de él la base de mi lema episcopal:Totus tuus. Un lema, como es sabido, inspirado en la doctrina de San Luis María Grignion de Montfort, que explicó así el papel de María en el proceso de configuración de cada uno de nosotros con Cristo: «Como quiera que toda nuestra perfección consiste en el ser conformes, unidos y consagrados a Jesucristo, la más perfecta de la devociones es, sin duda alguna, la que nos conforma, nos une y nos consagra lo más perfectamente posible a Jesucristo. Ahora bien, siendo María, de todas las criaturas, la más conforme a Jesucristo, se sigue que, de todas las devociones, la que más consagra y conforma un alma a Jesucristo es la devoción a María, su Santísima Madre, y que cuanto más consagrada esté un alma a la Santísima Virgen, tanto más lo estará a Jesucristo». (Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, 120). De verdad, en el Rosario el camino de Cristo y el de María se encuentran profundamente unidos. ¡María no vive más que en Cristo y en función de Cristo! (JUAN PABLO II .ROSARIUM VIRGINIS MARIAE, 15).





Notas (Utilizadas en las nueve entregas de este documento)

(1) Si 15,9.  (2) Mc 7,6.  (3) Jer 48,10.  (4) Lc 16,10.  (5) 7a Rosa.  (6) Mt 18,20.  (7) Lc 18,1.  (8) Jn 13,15.  (9) Lc 6,12.  (10) Mt 26,41.  (11) Mt 19,8.  (12) 1 Re 10,8; Sal 84,5.  (13) Mc 11,24.  (14) Mt 8,13.  (15) Sant 1,5-6.  (16) Lc 18,13.  (17) Pange lingua.  (18) Lc 22,43.  (19) Is 55,1.  (20) Jer 2,13.  (21) Jn 16,24; Mt 7,7.  (22) Job 13,15.  (23) Sab 7,14.  (24) 1 Re 19,7.  (25) Ap 3,11.  (26) Gál 5,7.  (27) Gál 5,7.  (28) Mt 11,12.  (29) Si 2,1.  (30) He 17,18; Sab 2,12.  (31) Ap 2,10. 


(2) Lam 1,12.  (3) Lam 3,19.  (4) Mt 25,12. (5) Mt 6,9. (6) Flp 3,8. (7) 1 Re 10,8. (8) Jn 17,3. (9) Ef 6,12. (10) Ef 6,11. 



(1) Heb 11,6.  (2) Pange lingua.  (3) Éx 3,14.  4) Sal 144,9.  (5) Prov 8,17,21.  (6) 2 Cor 9,6.  (7) Lc 6,38.  (8) Si 3,5. 

(1) Antoine Boissieu, S.J., Le Chrétien prédestiné par la dévotion à la Sainte Vierge.  (2) Rom 16,6.  (1) Sab 2,8.  (2) 1 Pe 5,4.  (1) He 1,1.  (4) Si 19,1.  (6) Si 24,31.  (7) 1 Cor 13,7.

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