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MAGISTERIO DE LOS SUMOS PONTÍFICES SOBRE EL CELIBATO (PARTE 23)

ULTIMA ENTREGA



S.S. Benedicto XVI :
     Reflexiones breves

«Un mundo lleno de tentaciones exige sacerdotes totalmente entregados a su misión. Por consiguiente, se requiere de modo muy especial que se abran plenamente al servicio de los demás como hizo Cristo, aceptando el don del celibato. Los obispos deben ayudarles, procurando que este don jamás se transforme en un peso, sino que sea siempre fuente de vida. Un modo para lograr este objetivo es reunir a los ministros de la Palabra y de los sacramentos para que reciban formación permanente, participando en retiros y días de recogimiento.»

Discurso del Papa Benedicto XVI, A Los Obispos de Sudáfrica, Botsuana, Suazilandia, Namibia y Lesotho en Visita "Ad Limina", Viernes 10 de Junio de 2005.



« 3. Como sabéis, los sacerdotes son y deben ser los colaboradores más íntimos del obispo (cf. Pastores gregis, 47). El significado particular de la comunión entre un obispo y sus presbíteros exige que os intereséis sinceramente por ellos. Esta relación especial se expresa de un modo más eficaz mediante vuestro esfuerzo continuo por sostener la identidad única de vuestros sacerdotes, impulsar su santificación personal en el ministerio y fomentar una profundización de su compromiso pastoral. La identidad sacerdotal no debe compararse jamás con un título secular o confundirse con un cargo civil o político. Antes bien, configurado a Cristo, que se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo (cf. Flp 2, 7-8), el sacerdote vive una vida de sencillez, castidad y servicio humilde, que estimula a los demás con el ejemplo. En el centro del sacerdocio está la celebración diaria y fervorosa de la santa misa. En este Año de la Eucaristía, exhorto a vuestros sacerdotes: sed fieles a este compromiso, que es el centro y la misión de la vida de cada uno de vosotros (cf. Mensaje en la Misa pro Ecclesia, 20 de abril de 2005, n. 4).

La formación adecuada de los sacerdotes y los religiosos es de importancia fundamental para el futuro de la evangelización (cf. Pastores dabo vobis, 2). Sé que desde hace bastante tiempo estáis afrontando este asunto con la debida atención. Vuestro interés por el desarrollo humano, espiritual, intelectual y pastoral de vuestros seminaristas, así como de los religiosos y religiosas en formación, dará mucho fruto en vuestras diócesis. Por eso, os aliento a asegurar una esmerada selección de los candidatos, supervisar personalmente vuestros seminarios y trazar programas regulares de formación permanente, tan necesaria para profundizar la identidad sacerdotal y religiosa y para enriquecer el gozoso compromiso del celibato. Por último, a este respecto, ofrezco mis oraciones de profunda gratitud por los que trabajan en los seminarios y en las casas de formación. Decidles que el Santo Padre les agradece su generosidad.»

Discurso del Papa Benedicto XVI, A Los Obispos de Papúa Nueva Guinea E Islas Salomón en Visita "Ad Limina", Sábado 25 de Junio de 2005.



« Os corresponde asimismo exhortar a vuestros sacerdotes a la excelencia en la vida espiritual y moral, recordándoles en particular el vínculo único que une al sacerdote con Cristo, y cuyo celibato sacerdotal, vivido en la castidad perfecta, manifiesta la profundidad y el carácter vital. Velad también por su formación permanente, para que puedan penetrar cada vez más a fondo en el misterio de Cristo. Que iluminen la conciencia de los fieles y edifiquen comunidades cristianas sólidas y misioneras con sus raíces y su centro en la Eucaristía, que ellos presiden en nombre de Cristo.»

Discurso del Santo Padre Benedicto XVI, Al Primer Grupo de Obispos de La República Democrática del Congo en Visita "Ad Limina", Viernes 27 de Enero de 2006



«Viviendo fielmente la castidad en el celibato, el sacerdote manifestará que todo su ser es entrega de sí mismo a Dios y a sus hermanos.»

Discurso del Santo Padre Benedicto XVI, A Los Miembros de La Conferencia Episcopal de Costa de Marfil en Visita "Ad Limina Apostolorum", Lunes 3 de Abril de 2006.



«Santidad, me llamo Vittorio; soy de la parroquia de San Juan Bosco en Cinecittà; tengo 20 años y estudio ciencias de la educación en la universidad de Tor Vergata. ¿Nos quiere decir cómo descubrió usted cuál era su vocación? ¿Puede darnos consejos para comprender mejor si el Señor nos llama a seguirlo en la vida consagrada o sacerdotal? Muchas gracias.

Por lo que a mí se refiere, crecí en un mundo muy diferente del actual, pero, en definitiva, las situaciones son semejantes. Por una parte, existía aún la situación de "cristiandad", en la que era normal ir a la iglesia y aceptar la fe como la revelación de Dios y tratar de vivir según la revelación; por otra, estaba el régimen nazi, que afirmaba con voz muy fuerte: "En la nueva Alemania no habrá ya sacerdotes, no habrá ya vida consagrada, no necesitamos ya a esta gente; buscaos otra profesión".

Pero precisamente al escuchar esas "fuertes" voces, ante la brutalidad de aquel sistema tan inhumano, comprendí que, por el contrario, había una gran necesidad de sacerdotes. Este contraste, el ver aquella cultura antihumana, me confirmó en la convicción de que el Señor, el Evangelio, la fe, nos indicaban el camino correcto y nosotros debíamos esforzarnos por lograr que sobreviviera ese camino.

En esa situación, la vocación al sacerdocio creció casi naturalmente junto conmigo y sin grandes acontecimientos de conversión. Además, en este camino me ayudaron dos cosas: ya desde mi adolescencia, con la ayuda de mis padres y del párroco, descubrí la belleza de la liturgia y siempre la he amado, porque sentía que en ella se nos presenta la belleza divina y se abre ante nosotros el cielo. El segundo elemento fue el descubrimiento de la belleza del conocer, el conocer a Dios, la sagrada Escritura, gracias a la cual es posible introducirse en la gran aventura del diálogo con Dios que es la teología. Así, fue una alegría entrar en este trabajo milenario de la teología, en esta celebración de la liturgia, en la que Dios está con nosotros y hace fiesta juntamente con nosotros.

Como es natural, no faltaron dificultades. Me preguntaba si tenía realmente la capacidad de vivir durante toda mi vida el celibato. Al ser un hombre de formación teórica y no práctica, sabía también que no basta amar la teología para ser un buen sacerdote, sino que es necesario estar siempre disponible con respecto a los jóvenes, a los ancianos, a los enfermos, a los pobres; es necesario ser sencillos con los sencillos. La teología es hermosa, pero también es necesaria la sencillez de la palabra y de la vida cristiana. Así pues, me preguntaba: ¿seré capaz de vivir todo esto y no ser unilateral, sólo un teólogo? Pero el Señor me ayudó; y me ayudó, sobre todo, la compañía de los amigos, de buenos sacerdotes y maestros.

Volviendo a la pregunta, pienso que es importante estar atentos a los gestos del Señor en nuestro camino. Él nos habla a través de acontecimientos, a través de personas, a través de encuentros; y es preciso estar atentos a todo esto. Luego, segundo punto, entrar realmente en amistad con Jesús, en una relación personal con él; no debemos limitarnos a saber quién es Jesús a través de los demás o de los libros, sino que debemos vivir una relación cada vez más profunda de amistad personal con él, en la que podemos comenzar a descubrir lo que él nos pide.

Luego, debo prestar atención a lo que soy, a mis posibilidades: por una parte, valentía; y, por otra, humildad, confianza y apertura, también con la ayuda de los amigos, de la autoridad de la Iglesia y también de los sacerdotes, de las familias. ¿Qué quiere el Señor de mí? Ciertamente, eso sigue siendo siempre una gran aventura, pero sólo podemos realizarnos en la vida si tenemos la valentía de afrontar la aventura, la confianza en que el Señor no me dejará solo, en que el Señor me acompañará, me ayudará.»

Encuentro del Santo Padre con los jóvenes de Roma y del Lacio como preparación para la XXI Jornada Mundial de la Juventud, Respuestas de Su Santidad Benedicto XVI a los jóvenes, Jueves 6 de Abril de 2006.

«La Iglesia católica ha estado siempre a la vanguardia tanto en la prevención como en la curación de esta enfermedad [SIDA]. La doctrina tradicional de la Iglesia ha resultado ser el único método seguro para prevenir la difusión del sida. Por esta razón, "el afecto, la alegría, la felicidad y la paz que proporcionan el matrimonio cristiano y la fidelidad, así como la seguridad que da la castidad, deben ser siempre presentados a los fieles, sobre todo a los jóvenes" (ib., 116).»

Discurso del Papa Benedicto XVI, A Los Obispos de Sudáfrica, Botsuana, Suazilandia, Namibia y Lesotho en Visita "Ad Limina", Viernes 10 de Junio de 2005.



«Queridos hermanos y hermanas, la Iglesia necesita vuestro testimonio; necesita una vida consagrada que afronte con valentía y creatividad los desafíos de nuestro tiempo. Ante el avance del hedonismo se os pide el testimonio valiente de la castidad, como expresión de un corazón que conoce la belleza y el precio del amor de Dios. Ante la sed de dinero, que hoy domina casi por doquier, vuestra vida sobria y consagrada al servicio de los más necesitados recuerda que Dios es la riqueza verdadera que no perece. Ante el individualismo y el relativismo, que inducen a las personas a ser norma única para sí mismas, vuestra vida fraterna, capaz de dejarse coordinar y por tanto capaz de obediencia, confirma que ponéis en Dios vuestra realización. No se puede por menos de desear que la cultura de los consejos evangélicos, que es la cultura de las Bienaventuranzas, crezca en la Iglesia, para sostener la vida y el testimonio del pueblo cristiano.

El decreto conciliar Perfectae caritatis, de cuya promulgación celebramos este año el cuadragésimo aniversario, afirma que las personas consagradas "evocan ante todos los cristianos aquel maravilloso matrimonio, fundado por Dios y que se ha de manifestar plenamente en el siglo futuro, por el que la Iglesia tiene como único esposo a Cristo" (n. 12). La persona consagrada vive en su tiempo, pero su corazón está proyectado más allá del tiempo y testimonia al hombre contemporáneo, a menudo absorbido por las cosas del mundo, que su verdadero destino es Dios mismo.»

Discurso del Santo Padre Benedicto XVI, A las personas consagradas presentes en la Diócesis de Roma, Sala Pablo VI, Sábado 10 de Diciembre de 2005.


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