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DOCUMENTACIÓN ACERCA DEL INFIERNO. Pobres pecadores: el infierno es real (II).


FUEGO Y AZUFRE PARA QUEMAR A LOS PECADORES

-SEGUNDA ENTREGA-


Publicado en 1670. 
Salmos 11, 6


¡Llueva sobre los impíos brasas y azufre, y un viento abrasador por porción de su copa! 

... ... 

Capítulo 5

Concerniente a las personas que arderán eternamente en las llamas del infierno.

Está escrito sobre los pecadores que el Señor hará llover sobre ellos en el infierno esta horrible tempestad de fuego y azufre. Todos los obradores de la iniquidad, todo el que vive y muere en sus pecados, debe sufrir la venganza del fuego eterno. Éstos son la paja que será lanzada dentro del fuego inextinguible, Mateo 3, 12. Éstos son la cizaña que será atada en manojos para ser quemada, Mateo 13, 30. Éstos son los malditos que serán condenados al fuego eterno, Mateo 25, 41. Leamos unos pocos lugares donde la diafána letra de las Escrituras nos describa a las personas que estarán prisioneras del tormento eterno del fuego infernal.

Mateo 13, 41, 42, Enviará el Hijo del Hombre a Sus ángeles, y recogerán de Su Reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes.

Romanos 2, 6-9, el Cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el gentil.

II Tesalonicenses 1, 7-9, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el Cielo con los ángeles de Su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de Su poder.

Y tomemos otro lugar entre muchos: Apocalipsis 21, 8 Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda. Hablaré más ampliamente de estos condenados cuando ofrezca la aplicación, una vez sea bien conocida la doctrina, y más tarde, mostraré brevemente las razones por las que los pecadores estarán eternametne atormentados en las llamas del infierno, así como su uso, que explicaré con amplitud. El tormento de los pecadores en el infierno es un castigo, y, por consiguiente, tiene una relación con el pecado, y esta culpa provoca que el pecador sea merecedor del castigo.

El pecado es la violación de una Sagrada y Justa ley; y una ofensa a una infinita Majestad, esta Justicia requiere infinita satisfacción, la cual no puede recibirse de otra forma por parte de los pecadores, que por su descenso al castigo del infierno. Sin embargo este castigo, que no es infinito en relación a la calidad, si es infinito en relación a su duración, y por lo tanto, este tormento de los malvados no tendrá fin.



Capítulo 6

Aplicación

Uso para un autoexamen.

Cuando lees el relato de Sodoma y Gomorra en llamas, puedes pensar que esto sucedió mucho tiempo atrás, y considerarlo como algo que no te preocupa. Cuando consideras las virulentas llamas del Etna, puedes pensar que esto sucedió muy lejos, y considerarlo como algo que no te preocupa. Pero cuando consideras el hecho del diluvio de fuego infernal, entonces sí que estás completamente aludido. Aquellos otros fuegos pertenecen al pasado, pero este otro fuego devorador está aún por venir. Aquéllos fueron fuegos por un tiempo, pero éstos otros serán fuegos eternos. La mayor parte de los hijos de los hombres serán arrojados al fuego infernal y comparativamente pocos escaparán. ¡Oh, que gran cantidad de linajes, y naciones, y lenguas serán atormentados para siempre en el infierno! ¡Que enorme número de ésos que se llaman Cristianos, sí, incluso de maestros de los Evangelios! ¡Tú tienes necesidad de considerar esta cuestión, de forma que no seas encontrado entre el número de los condenados!

Pienso que el espanto de estos fuegos eternos, debería conmoverte con toda urgencia y la máxima diligencia para investigar si estás en peligro y lo que deberías hacer para librarte de este enorme riesgo.

La mayoría de los hombres y mujeres que viven hoy sobre la faz de la Tierra están en peligro de ser lanzados en las profundidades de las llamas del infierno. La totalidad del mundo debe ser dividida en dos partes, la mayoría son aquéllos que viven en el estado de su naturaleza, y los otros son los que se encuentran en un estado de gracia. Aquéllos son muchos, la mayoría, y el Apóstol nos dijo expresamente que ésos son los hijos de la ira, Efesios 2, 3. Y si son hijos, más tarde heredarán; los hijos de Dios heredarán el Cielo; los hijos de la ira, que son también llamados los hijos del diablo, son herederos del infierno. Solamente los últimos (es decir los que permanecen en un estado de gracia) se encuentran en un estado de salvación, sólo ellos están libres del justo castigo del infierno, al poner su interés en la satisfacción de Jesucristo. Existen dos caminos, en alguno de los cuales todos los hijos e hijas de los hombres deben hallarse algún día, Mateo 7, 13, 14. Uno es un camino estrecho, el cual tiene una puerta estrecha, y del cual muy pocos serán hallados herederos, y éste es el camino de la santidad, de la autonegación, de la mortificación y de la obediencia al Evangelio. Y sólo éste es el camino de la vida y la salvación, el camino hacia la gloria y el honor y la felicidad eternas, pero tiene pocos pasajeros, y pocos toman este camino. El otro es un camino muy ancho, el que tiene la mayor aglomeración y un enorme tráfico, a pesar de que conduce a la destrucción. Y éste es el camino del pecado. El camino de la indecencia, de la obscenidad, de la blasfemia, del sacrilegio, de la injusticia, de la desobediencia. Éste es el camino del mundo. Este camino tiene al final una puerta muy ancha, y muchos son los que la cruzan. Nuestro Salvador nos explica la razón de porqué el otro camino tiene una puerta muy estrecha: debido a las dificultades que existen para cruzarla; es decir, la necesidad de nacer de nuevo. Pocos consiguen entrar en este estrecho camino, o, si lo consiguen, pierden rápidamente el coraje con las dificultades que encuentran, y de esta forma lo abandonan, tomando el camino más ancho, el más fácil y llevadero camino del pecado, un camino en el que cada nuevo paso los acercará más hacia la muerte y el infierno.

Os suplico a todos vosotros, que leéis este texto, que apliquéis la máxima seriedad en examinaros a vosotros mismos, ¿estáis en un estado de naturaleza, o en un estado de Gracia? ¿Habéis nacido sólo una vez, o habéis vuelto a nacer? ¿Habéis nacido de la carne, o habéis nacido del Espíritu? ¿Habéis nacido a la imagen del antiguo Adán, o habéis imitado la imagen del Adán celestial? ¿Sois partícipes de la naturaleza humana, o sois partícipes de la naturaleza Divina? ¿Tenéis nuevos y puros corazones? ¿Cambiaron? ¿Lleváis nuevas y santas vidas? ¿Están reformadas? Os suplico que examinéis en cual de los dos caminos estáis andando: ¿es el ancho camino del pecado y la maldad, o es el estrecho camino de la fe y la santidad? Éstas son cuestiones de capital importancia que debéis contestar con sinceridad, vuestra eterna felicidad o eterna tristeza, vuestra salvación o condenación depende de ello. Si os encontráis en un estado de gracia, y os halláis en el camino estrecho, seréis hombres y mujeres felices de que alguna vez hayáis nacido, no pereceréis con los malvados, sino que habréis asegurado la vida y la gloria eternas. Pero si os encontráis en un estado de naturaleza, si estáis en el camino ancho, y continuáis en él hasta el fin de vuestras vidas, seréis hombres y mujeres que maldeciréis el hecho de haber nacido, el cielo caerá sobre vuestras cabezas, y el infierno se abrirá bajo vuestros pies, donde seréis inconcebible y eternamente atormentados en las llamas de este fuego inextinguible.

Toma buen cuidado de no equivocarte al juzgar tu estado y tu camino. Muchos posiblemente han caído directamente en el infierno por culpa de un error. Es muy fácil equivocarse. Es difícil no equivocarse; y engañarse a uno mismo es peor que estar equivocado. No es oro todo lo que reluce. No es gracia todo lo que tiene el aspecto de serlo. No son caminos hacia el Cielo todos los que pretenden serlo. Muchos engañan a muchos y se engañan a sí mismos mucho más. Nada confunde más con más eficacia para alcanzar la gracia, que desarraigar algunos conceptos que ya tenías. Si quieres cultivar en ti mismo una falsa fe, y una falsa esperanza, estás muy lejos de salvarte, y muy rápidamente te encadenarás con las más duras cadenas de Satán, el cual, de la forma más imperceptible e inevitable dirigirá tus pasos hacia lo más profundo del infierno. Y piensa, si de pronto te hallases fuera del mundo, cargando con un bello error, pero sin firmes esperanzas del Cielo, te encontrarías inesperadamente ante el Juicio de Dios, y en camino hacia el infierno. Y como esto convertirá la pérdida del cielo aún en más penosa y las penas del infierno aún en más graves; la pérdida de la felicidad, especialmente de tan gran felicidad, para ser llevado al infierno con miseria, especialmente tan gran miseria, y todo lo que significa al cortar tus esperanzas de salvación para siempre. Caer en el infierno y privarte del Cielo a causa de tu autoengaño, esto sí que será realmente una inenarrable vejación. Y déjame decirte que es mejor estar equivocado sobre la alternativa que sobre esto. Es mejor temer cuando estás en estado de gracia, que esperar cuando estás en estado de desgracia. Un temor sin peligro es mejor que un peligro sin temor. Lo primero puede causar que vayas gradualmente derecho al cielo. Lo otro, si ello te causa estar más feliz aquí, también te conducirá feliz, tranquilo y con seguridad al infierno.

No necesito perder tiempo (tampoco deseo que este escrito sea excesivametne voluminoso) en decirte que los idólatras, los adúlteros, los borrachos, los blasfemos, los perseguidores del pueblo de Dios, los ladrones, los asesinos, los estafadores, los mentirosos, los apóstatas, los sacrílegos, y todos los más notables obradores de la iniquidad tendrán su parte en el ardiente lago de fuego y azufre; si alguno de vosotros lanza sus ojos sobre estas líneas y se siente aludido, y con una breve reflexión, su conciencia lo acusa de ser uno de sus herederos, déjame que te coja de la mano un momento y te pregunte: ¿Por qué tan rápido? ¿Qué significa esta prisa? ¿Por qué tanta furia? ¿Qué significa esta frenética persecución del vicio? ¿Sabes a quién sirves y no piensas de quién vas a cobrar tu salario? ¿Sabes lo que hay delante de ti? ¿Ves el fin de una carrera pecaminosa? ¿Conoces lo que es el infierno? ¿Es deseable subsistir soportando este fuego devorador? ¿Piensas escapar sin abandonar este mismo camino? Más tarde seguiremos con el uso de esta doctrina para el despertar de los pecadores.

Pero déjame implorarte que seas más realista, y permite que los maestros de religión, examinen tu estado. Toma nota y no te engañes a ti mismo hasta que ya seas irrecuperable. ¿Has estado bajo las convicciones del pecado? Y esto seguido de una contricción (!) ¿y has rectificado con sincera humillación, la cual te ha hecho ver el pecado como lo más odioso sobre todas las cosas, y a ti mismo como el más vil de entre todas las otras personas ante tus ojos? ¿Tienes convicción en la justicia de Jesucristo y estás ansioso de obrar siguiendo Sus pasos, y esto acompañado con fe, y atrayéndote a ti mismo hacia Cristo, eligiéndolo como el más precioso y necesario Bien para ti, siguiéndolo con energía, renunciando a tu propia justicia, aceptándolo a Él y a Su justicia, resignándote a estar a Su servicio, y siendo Su fiel discípulo? ¿Has recibido el Espíritu que te incita a rezar, a mortificar el pecado, y esforzarte en todas las obligaciones de tu nueva obediencia? Esto es lo que debes saber sobre el cambio de tu estado. Si tu corazón permanece soberbio, si no rompes con el pecado, si permaneces extraño a las obras de la fe, y nunca te acercas sinceramente a Jesucristo, si permaneces sin el Espíritu de Cristo, y bajo el reinante poder de cualquier pecado, si vives en la negligencia de la oración secreta o colectiva, y de la gran salvación que el Señor Jesús ha comprado para ti, si tienes una forma de piedad externa, pero estás sin el poder de la fe, al final serás encontrado como una virgen necia, que no tendrá admisión dentro del coro nupcial. Serás encontrado hipócrita, los cuales tienen reservada su porción en el lago de fuego, y será imposible para ti escapar a la condenación del infierno.

Hebreos 2, 3 ¿Cómo escaparemos si descuidamos una salvación tan grande?


Capítulo 7

Para uso como admiración en la seguridad del malvado, mostrado las causas de este insensato proceder. 

¡Son las llamas del infierno tan ciertas, al ser una amenaza de Dios! ¿Son tan inmensamente terribles, mucho más que cualquiera otras llamas que nunca hubiese habido, en el aspecto de su fiereza y duración? ¿Y están realmente preparadas para los malvados y aquéllos que carecen de la gracia, los que permanecen fuera de Cristo, como su parte reservada en el lago de fuego? ¿Y son la mayoría de los hijos de los hombres, malvados, desprovistos del estado de gracia, injustos, no regenerables, y no creyentes, los cuales están ya condenados a este lugar de tormento (Juan 3, 18)? ¿Y, en consecuencia, en todo momento se encuentran en peligro de que sea aplicada la ejecución?

Por lo tanto, en este punto debemos sentarnos a pensar, y admirarnos del sinsentido y la seguridad carnal de tales personas, especialmente de ésos que se encuentran bajo la Luz de la Palabra, los cuales están encargados de hacer descubrir estas cuestiones lo más claramente posible a todos los demás; a pesar del peligro en el que están; a pesar de sus pecados que los conducirán al infierno; a pesar de las advertencias de Dios sobre las llamas eternas; a pesar de que la ejecución ya está aquí, y está sobre otros pecadores iguales a ellos, aún así, no tienen ningún miedo, viven profundamente insensibilizados en el pecado y muy seguros. Pienso que su conciencia está llena de culpabididad, sus corazones llenos de vicio, sus vidas llenas de pecado; a pesar de que sus pasos los llevan hacia el camino ancho que conduce hacia la destrucción; a pesar de que la muerte los tiene aprisionados en sus garras y está ya a sus espaldas; a pesar de que la infinita ira de Dios los persigue, y ya les pisa los talones; a pesar de que el día en que deberán rendir cuentas y ser castigados por su iniquidad, acelera su llegada; y el Juez ya se encuentra en la puerta; aún así, ellos no se preparan, no temen, ninguna de estas advertencias los incita a actuar, nada los preocupa.

Comen, y beben, y duermen, y compran, y venden, y plantan, y construyen, y siguen sus vidas pecaminosas, como si fuesen a vivir aquí eternamente, o como si su alma pereciese con su cuerpo, y todas estas cosas dichas en la Palabra concernientes a su futura retribución no fuesen sino más que bellas fábulas.

Primero, algunos están totalmente seguros, a través de una convicción atea, de que no existe Dios, porque ellos son enemigos de Dios, y viven una vida de rebelión contra Él, y por lo tanto es de su interés y desean que no exista ningún Dios. Así pues, hacen todo lo que pueden en su fuero interno para dirigir su conciencia hacia esta convicción. Hay demasiados en nuestra tiempo que se esfuerzan en erradicar de sus mentes la noción de una Deidad, prefieren pensar que pueden pecar libremente sin ningún miedo ni control, que pueden armarse a sí mismos contra los impactos y heridas de la espada y las flechas divinas, y que las amenazas de Dios no los alcanzarán a ellos; y esto significa que pueden silenciar el ruido de sus clamorosas y acusadoras conciencias, que, de otra manera, no les darían descanso sobre sus retos y provocaciones al Cielo, de las que son culpables todos los días. Pero tales personas, no desean creer las evidencias de Dios, evidencias que están sobre la faz del universo; por todas partes se hace notar la impresión del Infinito Poder de una Invisible Deidad en Sus obras visibles; pero después los ateos ya no permanecerán nunca más en sus increencias, y sabrán que hay un Dios ominipotente por las impresiones inmediatas de Su ira sobre sus almas, y por las horribles llamas del fuego infernal que Su aliento prendió para quemar sus cuerpos para siempre jamás.

Segundo, otros, están seguros, a pesar del enorme peligro que pende sobre ellos, a través de una profunda convicción de que no existe el infierno, que no existen cuentas que dar, ni juicio que pasar, ni castigos que soportar después de esta vida, sino que la muerte pone un fin total y absoluto a sus seres. Leemos en el Libro de la Sabiduría, capítulo dos, este razonamiento:

Corta es y triste nuestra vida; no hay remedio en la muerte del hombre ni se sabe de nadie que haya vuelto del Hades.

Por azar llegamos a la existencia y luego seremos como si nunca hubiéramos sido. Porque humo es el aliento de nuestra nariz y el pensamiento, una chispa del latido de nuestro corazón; al apagarse, el cuerpo se volverá ceniza y el espíritu se desvanecerá como aire inconsistente.

Caerá con el tiempo nuestro nombre en el olvido, nadie se acordará de nuestras obras; pasará nuestra vida como rastro de nube, se disipará como niebla acosada por los rayos del sol y por su calor vencida.

Paso de una sombra es el tiempo que vivimos, no hay retorno en nuestra muerte; porque se ha puesto el sello y nadie regresa.

Por esta razón están seguros y se convencen a sí mismos en la maldad y en las prácticas licenciosas, y por consiguiente se dedican a divertirse con las buenas cosas del presente; bebamos nuestros deliciosos y costosos vinos y licores, no permitamos que ninguna flor de primavera pase de largo por nosotros, coronémonos con los tallos de las rosas frescas antes de que se sequen, que ninguno de nosotros pase sin su porción de voluptuosidad, sin nuestra porción y nuestro lote de todo esto. Estas personas viven como las bestias, y se persuaden a sí mismos de que ellos morirán como las bestias, de que no existe la inmortalidad del alma, que no existe la resurrección del cuerpo, y, en consecuencia no existe castigo alguno para ambos en el infierno; sin embargo, la justa razón se hará evidente para ellos, el alma siendo una sustancia espiritual, sobrevivirá al cuerpo, los hombres razonables así lo reconocen. Y la Escritura nos revela esto muy claramente, así como que el cuerpo resucitará otra vez en el último día; y ambos, el alma y el cuerpo de los malvados serán eternamente atormentados en el infierno, y la Escritura es la Palabra de Dios, la cual ninguna razón carnal puede desaprobar jamás; estas cosas son tan ciertas como que Dios es verdadero.

Tercero, otros, si no han bebido en estas persuasiones ateas y antibíblicas, por las cuales algunos están ya ahítos y hasta borrachos, entonces aún están seguros y ausentes del enorme peligro que los amenaza, a través de su ignorancia o desconocimiento de Dios; ellos Lo conciben como todo hecho de misericordia, que no existe furia en Él, que a pesar de lo pecaminosos que son o hayan sido, todavía ese Dios es aún más misericordioso, y nada más fácil que obtener el perdón, si gritan Su nombre y claman por Su misericordia; piensan que en el último aliento (y a pesar de lo malvadas que fuesen sus vidas) estarán salvados, no consideran que Dios es santo y celoso, justo y justiciero, tanto como misericordioso y dador de gracia, y que mientras continúan aún en sus transgresiones, no tienen todavía parte en esta gran misericordia ni en ninguna de Sus promesas. "Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora." Mateo 25, 13.

Cuarto, otros se tranquilizan a ellos mismos insensibilizándose sobre la cama de la seguridad, a causa de su propia impunidad o la de otros, por esta razón, éstos abusan de la benignidad, paciencia y magnanimidad de Dios, Quién los incita al arrepentimiento, y por el contrario, ellos se hacen aún más duros de corazón e impenitentes, Romanos 2, 4-5. Como la sentencia contra sus malas obras no es ejecutada inmediatamente, sus corazones están dirigidos a hacer el mal y ellos están seguros, Eclesiastés 8, 11. No consideran que a pesar de que Dios tiene una gran paciencia, no tiene una paciencia eterna, que la gran Paciencia de la que abusan se convertirá finalmente en furia, no consideran que la venganza de Dios, a pesar de que los sigue sin prisa, tiene manos de hierro, y que el fuego de la ira de Dios es terriblemente ardiente, y aún terriblemente más duradero, sí, arde por siempre.

Quinto, otros se tranquilizan a sí mismos en el presente, y se arman a sí mismos contra los miedos del infierno, a través de su intención de futuro arrepentiminento y reforma. Sin embargo, solamente se indultan a sí mismos durante un momento, mientras prosiguen en su carrera pecaminosa; todavía piensan en su interior en convertirse en nuevos hombres y mujeres, y empezar en una nueva dirección, y seguir una nueva vida, y convertirse en santos y estrictos como el mejor; no consideran que este arrepentimiento no está en su propio poder; y como ahora provocan a Dios, se niegan a sí mismos la gracia después; privándose de los medios para regenerarse, ignorando a otros muchos que murieron teniendo las mismas intenciones de cambio, pero que nunca después pusieron en práctica.

Sexto, otros están tranquilos y seguros a causa de su necesidad de serias reflexiones, con el fin de saber lo culpables que son y el peligro en el que se encuentran. Llenan completamente su tiempo con asuntos mundanos y ocupaciones seculares, y no dejan para sí mismos ningún resquicio de tiempo libre para pensar en el pecado y su próxima, quizás inminente muerte, y la futura ira, y las eternas llamas del infierno, sobre las que penden peligrosamente. Los delicias de este mundo y los delirios de riqueza suprimen cualquier meditación sobre el Creador y en ellos nada produce frutos de perfección. Si estos pecadores culpables se sentasen un cuarto de hora cada día, y recapacitasen sobre el Dios airado que los observa, y bajasen la mirada a las llamas del infierno, que están preparadas para ellos, y pensasen más allá del juicio final, cuando serán sentenciados por el Juez a morar con fuego devorador, y habitar entre los fuegos eternos, quedarían persuadidos de que si continúan en el pecado, significará que no tienen escape posible, entonces seguramente dejarían de estar tan seguros.

Séptimo. Otros se sienten seguros y piensan que van en el camino del pecado que conduce a la muerte y al infierno, porque la mayor parte de los hijos de los hombres están en el mismo camino, y esperan participar en el destino final de los demás. Sus antepasados caminaron en este sendero, y sus vecinos son sus compañeros de viaje en el pecado, y si finalmente ellos son castigados en el infierno, piensan que tendrán compañía suficiente y lo soportarán tan bien como los demás; no consideran cuan intolerable es la ira de Dios, y que toda esta compañía de malvados en el infierno estará lejos de aliviarlos, sino que agravará tremendamente su dolor y tormento.

Octavo, otros, y la mayoría, se sienten seguros a través de su frecuente práctica del pecado. El hábito del pecado ha hecho que pierdan la noción del pecado. Sus vicios los han esclavizado y sus vicios los han estupidizado. Sin embargo, al principio la conciencia les reprochaba sus acciones, especialmente cuando se aventuraron por primera vez en algunos de sus más graves pecados; ahora han cerrado la boca de sus conciencias, las han cautivado y cauterizado como con un hierro candente, I Timoteo 4, 2.

Noveno. Otros permanecen tranquilos y seguros bajo el peligro del infierno, porque no son tan malos como otros, porque ellos no corren con otros bajo los mismos excesos, y han escapado de la podredumbre más pestilente, que se manifiesta en el mundo a través de los vicios, especialmente si aparentan algo de religiosidad; si ellos tienen una cierta forma de santidad, y se emplean con empeño en un ejercicio de devoción externa, y con esto han tenido algunos sentimientos interiores de gran intensidad, y un simulacro de gracia salvadora, a pesar de que nunca fueron verdaderamente humillados por el pecado, vaciados de sí mismos, arrancados del viejo hombre, y por la fe, verdaderamente insertados en Cristo, y atraídos por Su virtud e influencia espiritual, (la cual es propia a todos los que están en Cristo) para ser liberados de la condenación a través de Él, Romanos 8, 1.

Por esta razón, el diablo y los engañosos corazones de los hombres fascinan y condenan a la mayoría en alguno de estos caminos, para sentirse aún en paz y seguridad, hasta que la destrucción caiga sobre ellos de repente, y ya sin remedio, y no despertarán de su adormecimiento espiritual hasta que se despierten en medio de las llamas infernales.


Capítulo 8

Uso en la reprobación y el terror para el despertar de los pecadores e impíos de su seguridad carnal.

¿Cuánto tiempo dormiréis, pecadores? ¿Cuánto tiempo dormitaréis en tan inminente peligro, vosotros, que estáis sin la gracia y alejados de Cristo? ¿Por qué dormís bajo la Luz? ¿Por qué dormís en el borde mismo del lago de fuego? ¿Y nada os incita a despertar de este sueño? ¿Estáis resueltos a probar el sueño de la muerte? ¿Estáis insensibilizados y efectivamente dispuestos a encaminaros al infierno antes de que despertéis? ¿Habéis sido llamados ya tantas veces, tan estruendosamente, tan frecuentemente, tan fervientemente, y todavía seguís taponando vuestros oídos? ¿Habéis sido llamados tan a menudo sobre vuestra culpabilidad y peligro, y todavía endurecéis vuestro corazón? ¿Todavía os aferráis a vuestros pecados, resolviendo no dejarlos marchar de vuestras vidas a pesar de lo que os costarán? ¿Tenéis vuestros corazones igual de duros que tantas rudas paredes, rechazando todas las llamadas de reprobación, y las amenazas que han sido lanzadas contra vosotros, o son como los cardos y abrojos que crecen con mayor dureza y obstinación bajo el sol y la luz del Evangelio que ha sido irradiada entre vosotros? ¿El relato de las delicias celestiales no os ha derretido ni ablandado, y la certeza del fuego y la prisión eterna del infierno no ha conseguido moldearos hacia la santidad? ¿Habéis sido amenazados con la muerte, y con la ira, y con la miseria para siempre jamás, y todavía no reaccionáis, aún no, hombres estúpidos e insensibles?

¡Oh, a cuánta distancia estáis aún de poder ser despertados, y por el Espíritu del Señor ser realmente persuadidos a levantar vuestros ojos y mirar lo que tenéis ante vosotros. Allá, a la vista. Allá mismo, ya a la vista. Mira, pecador, es una horrible tempestad de fuego que se dirige directamente hacia ti, un espantoso lago ardiente preparado para ti, pero tú no puedes verlo, mira a través de la perspectiva del diluvio de fuegos de Sodoma, cuando las llamas descendieron del cielo; y del fuego del Etna cuando ascendió desde las profundidades de la tierra, y esto te descubrirá algo. Pero la perspectiva del mundo te lo mostrará claramente; si miras hacia arriba con esta perspectiva, podrás ver algún destello de la gloria del Cielo, y si miras hacia abajo, podrás ver algún indicio del fuego del infierno. Mira, ¿no ves un horrible, profundo y enorme abismo repleto de horrorosas y abrasadoras llamas, y que este fuego está repleto de hombres y mujeres condenados? Pega los oídos a las fauces de este abismo y escucha los dolorosos lamentos que gritan con alaridos desgarradores, que vomitan las bocas de los malditos. ¿Y no te percibes a ti mismo más adelante, acelerando el paso camino de ese lugar de llamas ardientes? ¿Seguirás adelante todavía? ¿Sufrirás todo esto sobre ti mismo por haber cargado tan furiosamente con tus impetuosos vicios, hasta que hayas caído hasta lo más hondo de este abismo, del que no existe posibilidad de volver a salir fuera nunca jamás?

Pero, más particularmente, quiero mostrar ante ti algunas consideraciones para el despertar de los que están seguros.

Primero, piensa cuan doloroso resulta un día de problemas y adversidades para ti; si, por consiguiente, estás en peligro de caer en el infierno, ¿cómo te parecerá en ese día la tranquilidad y seguridad que ahora tienes? Posiblemente, ella podría alargarse y permanecer contigo tanto como el calor radiante de la prosperidad luzca sobre ti, en el verano de tu juventud y de los placeres sensuales, mientras floreces y prosperas en el mundo, mientras tus amigos y aduladores están a tu alrededor, tu salud y paz exterior permanecerá contigo. Pero podrías vivir para ver como toda tu confortable vida y tus placeres se diluyen y desaparecen ante ti, mueren y son enterrados para siempre. Tu racha de prosperidad podría declinar en la juventud de tu vida, y una tenebrosa noche de adversidad podría abatirse sobre ti; vientos tormentosos y un gélido invierno. Invierno de problemas y aflicciones pueden asaltarte y hacer languidecer todos tus placeres sensuales, como las hierbas y las flores marchitas del campo. Algunos forajidos podrían arruinar tu posición y tu nombre, privándote de tus más queridos amigos y relaciones, y robarte todas tus propiedades e incluso las provisiones que tengas almacenadas, impidiéndote disfrutar de los placeres de la vida y de cualquiera otras satisfacciones sensuales. ¡Oh, que bien y fuerte te sientes ahora! y de pronto una enfermedad inesperada y una amenaza de muerte a destiempo podría conmocionarte súbitamente, y bajarte al abismo de las tinieblas, llenándote con tal dolor y pánico que es imposible describirlo con palabras, hasta el punto de que ninguna alegría exterior pudiese animarte ni siquiera un poco.

Y luego pensad en vosotros mismos, todos aquéllos que estáis en peligro de caer en el infierno, ese espanto es como si de pronto cayese sobre vosotros un hombre armado contra el que, a pesar de todo vuestro esfuerzo, sois completamente incapaces de resistir. De pronto, toda vuestra seguridad carnal se esfumaría como un pájaro o una nube, y toda vuestra vanidad se diluiría como el humo en el aire. De pronto, vuestra falsa paz quedaría hecha pedazos como las telas de las arañas por los vientos furiosos, y más tarde será como si fueseis incapaces de resistir las furiosas y brutales embestidas de un Estado adversario. ¡Y, oh, si tan doloroso y desesperante es un sólo día de problemas! ¿cómo será entonces para vosotros, cuando toda la paz, toda la comodidad y toda la tranquilidad se desmorone de golpe; cuando haya tormentas fuera, y aún peores tormentas dentro de casa; un gran problema fuera, y un mayor problema dentro; cuando caigáis bajo el dolor de la aflicción exterior, y bajo las punzadas feroces de una conciencia acusadora? El miedo del infierno y de las llamas eternas hace que el hombre se sienta ese día mucho más vivo y afligido por sus pecados, que no cuando la prosperidad adormece a la conciencia y no le deja hacer su trabajo.

Segundo. Considerad que si pudieseis escapar de las mayores tormentas de la aflicción exterior en vuestras vidas, aún así no podríais escapar del golpe de la muerte, y pensad como el temor de la futura ira del fuego os consumiría de terror hasta el fin, Salmos 73, 19. La muerte tiene un aspecto macabro y aparece con fiero aspecto a las almas culpables, y cuando este enemigo os haya asaltado y herido, entonces vendrá vuestra última enfermedad y os probará como mortales; cuando el médico os declare muertos y os lleven, vuestros amigos se lamentarán y llorarán por vosotros; cuando la muerte haya caído sobre la totalidad de vuestros cuerpos y el frío, el helado sudor esté sobre vosotros, entonces conoceréis la segunda muerte cerca de vosotros, que seguirá inmediatamente a la primera muerte; cuando sepáis que vuestros amigos están conduciendo vuestro cuerpo a su tumba, entonces los diablos estarán ya arrastrando vuestras almas al infierno; ¡entonces cómo despertaréis horrorizados, desesperados y absolutamente confundidos! Los gemidos y lamentos de algunos pecadores moribundos que despiertan a las puertas de la muerte resultan terroríficos y pavorosos, pero la angustia interior del corazón está más allá de todo límite, concepto, o expresión de lengua humana.

Tercero, pensad cuan espantosa será la separación de vuestros cuerpos y almas. Pensad con qué terror vuestros espíritus aparecerán ante Dios, cuando vuestras conciencias hayan cargado furiosamente con la culpa de todos los pecados que habéis cometido antes, y no tenéis un perdón que ofrecer, ni una palabra que responder por vosotros mismos; cuando seáis examinados y acusados y encontrados culpables, seréis condenados al castigo eterno. Pensad, ¡oh, pensad lo que será entonces vuestro horror!

Cuarto, pensad en el día del Juicio, cuando el Señor Jesús venga. Quiero decir, cuando venga desde el Cielo, para juzgar al mundo. Cuando las tumbas serán abiertas y seáis llamados para presentaros ante Él, y el libro de vuestra conciencia sea abierto, y todos vuestros pecados queden de manifiesto al universo entero, y no teniendo nada que responder cuando seáis sentenciados al fuego eterno: "Apartaos de Mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles", y cuando el Señor os aleje fuera de Su presencia hacia el infierno. ¡Oh, cómo serán vuestros gritos y lamentos en ese día funesto! 

Quinto, pensad en el castigo del infierno mismo, al cual seréis condenados, y lo que:


Primero: lo que os será dado.

Segundo: lo que os será denegado.

Tercero: lo que será infligido contra vosotros.

Primero. Pensad lo que os será dado en el infierno. Todas vuestras riquezas serán aniquiladas. Las riquezas volarán de vuestro lado, y no las veréis nunca más. Nunca compraréis, ni venderéis, ni tendréis ninguna ganancia nunca más; nunca compraréis tierras o casas, ni tendréis herencia alguna, y no tendréis tierra alguna, ni siquiera donde asentar la suela del pie, todo el dinero y la posición perecerá con vosotros, y ¡oh, cuan pobres y miserables os percibiréis a vosotros mismos, tras ser privados de todas vuestras riquezas y tesoros de la tierra, y, por el contrario, poseeréis únicamente los tesoros de la ira! Vuestro honor también desaparecerá, y la eterna vergüenza y desprecio será vertida sobre vosotros. Antes os gustaba ser elevados a los puestos más destacados, pero ahora deberéis bajaros al suelo junto con el más insignificante de los condenados, el menor, incluso con aquél de quien vosotros pensabais que era demasiado despreciable hasta para sentarse con los perros de vuestra manada, o como para emplearlo en el más miserable de los trabajos de vuestras casas. La corona será retirada de vuestras cabezas y el vestido será arrancado de vuestros cuerpos, y el honor de los poderosos dados al pecado será arrastrado en el fango; y ya no encontrarán ningún respeto de los otros hombres ni de nadie más en el infierno. Los príncipes y los nobles malvados, los caballeros y señores, allí no serán nadie ante quién inclinarse o rendirles homenaje. Y las damas nacidas en las más altas cunas, allí volverán a nacer, -lo que nunca hicieron aquí. Allí no encontrarán cortesía alguna, sino que serán manejadas con los modales más rudos y brutales del menor de sus sirvientes. Todas vuestras delicias sensuales y placeres se acabaron, no duran sino una estación, Hebreos 11, 25, sí, simplemente un momento, Job 20, 5. Algunas veces, aquí, caen en la cuenta de que la vida tendrá un final. Luego estarán seguros de que tendrán por delante toda una eternidad. En el infierno no se hacen fiestas ni deliciosos banquetes para complacer a la carne, no habrá orgías, ni vino para emborracharse, ni alegres cánticos al son del violín, nada de cantos, ni de bailes, ni de caricias. Allí el glotón no tendrá dulces manjares, el borracho no tendrá dulces licores, ni siquiera una simple gota de agua fría para refrescarse. El lujurioso no se disipará en abrazos lascivos, nada quedará de vuestras dulzuras ni placeres de aquí, sino solamente fríos recuerdos acompañados con indescriptibles lamentos y tristezas, y el intolerable roído en la conciencia del gusano que nunca muere, maldiciendo todo aquello que apreciabais y todo aquello con lo que os hayáis complacido aquí. Luego seréis desnudados por completo de todo, y, ¡oh, que duro será perder todo lo que ahora tanto admiráis y amáis, y os produce vuestra mayor felicidad!

Segundo. Pensad lo que os será negado en el infierno. Será denegada vuestra admisión en el Reino de los Cielos. Cuando vosotros veáis a Abraham, a Isaac y a Jacob y muchos otros del este, del oeste, del norte y del sur, venir y sentarse en el Reino de Dios, cuando veáis a todos los santos de todos los tiempos brillar como el sol, y alzarse sobre las nubes para unirse al Señor y ser coronados por Él para recibir en herencia el Reino preparado para ellos, vosotros seréis expulsados fuera. Ninguna morada se encontrará allí para vosotros. Aquí vosotros no encontrasteis sitio para Cristo en vuestros corazones, y Él no encontrará sitio alguno para vosotros en Su Reino después. La pérdida del Cielo, de tan inenarrable felicidad, en la cual los santos y los ángeles estarán en la inmediata visión y contacto con Dios, cuando vosotros comprendáis lo que esto significa, todo ello aparecerá para muchos de vosotros como el mayor castigo de los sentidos; esta pérdida especialmente será la más terrible para vosotros, los que La habéis descubierto y enseñado a otros, pero que al mismo tiempo La habéis negligenciado y rehusado, prefiriendo algunos miserables vicios antes que toda esta indescriptible Grandeza. ¡Oh, cómo desearíais entonces ser descuartizados, llenos de locura y exasperación!

Tercero. Pensad qué clase de castigos serán infligidos sobre vosotros en el infierno.



Primero, el dolor extremo e intolerable.

Segundo la seguridad e inevitabilidad del castigo.

Tercero, lo cercano que está.

Cuarto, la eternidad de su duración.



Primero, considerad el dolor extremo y lo intolerables que serán los tormentos del infierno y pensad sobre ambos, en el dolor que sentiréis allí en vuestros cuerpos, y la angustia que aplastará vuestras almas. Si finalmente sois contados entre los malvados e impíos, vuestros cuerpos serán atormentados en cada una de sus partes por las feroces llamas infernales. Ahora, ningún dolor es más gravoso para el cuerpo que el dolor del fuego. ¿Pero qué es el extinguible fuego de la Tierra, en comparación con el inextinguible fuego del infierno? ¿Qué es el fuego encendido por el hombre en comparación con el fuego encendido por Dios? ¿Qué es el fuego alimentado por madera en comparación con el fuego alimentado por el aliento de Dios? Ningún fuego de acá puede atormentar como el fuego que Dios ha preparado para los cuerpos de los malvados allá. Vosotros habéis visto fieros incendios, y habéis oído sobre el fiero horno de Nabucodonosor. Si ahora vuestros cuerpos fuesen lanzados dentro de tales fuegos, estaríais sometidos a horribles dolores. Pero los dolores de las llamas infernales serán diez mil veces más horribles y atormentadores. Vuestros cuerpos no pueden soportar demasiado dolor sin morir, lo cual supone un fin para el dolor. Pero después Dios endurecerá vuestros cuerpos. Serán mucho más duros y mentalmente más ágiles, pero también tendrán mayor capacidad para el dolor, y serán llenados hasta lo más alto de su capacidad. Vuestros cuerpos nunca morirán, y serán llenados con dolor extremo por toda la eternidad. Esto será extremadamente doloroso. Todas las torturas que nunca fueron inventadas por la más perversa mente, o ejecutadas por el más cruel y el más iracundo tirano de toda la historia, no son nada en comparación con la tortura del menor miembro que un condenado debe soportar en el infierno.

Algunos de vosotros habéis sentido algún dolor extremo en vuestras cabezas. Otros tuvisteis un dolor extremo en vuestros brazos. Otros habéis sido extremadamente afligidos con dolor en vuestras piernas. Otros han experimentado muchas torturas con el dolor de sus dientes. Pero si vosotros vivís y morís en pecado, seréis extremada y eternamente torturados con dolores en todo el cuerpo. Vuestros ojos rebosarán de dolor, vuestras lenguas arderán de dolor, vuestras manos se inflamarán de dolor, vuestras cabezas explotarán de dolor, vuestras espaldas se encorvarán bajo el dolor, vuestros vientres se saciarán con el dolor, vuestros pies reventarán de dolor, desde lo más alto de la cabeza hasta la suela de vuestros pies, ni una sola célula quedará libre de dolor. Vuestros cuerpos se inflamarán y se consumirán en llamas, y arderán entre horribles dolores, y nunca se consumirán.

Pero la angustia de vuestra alma excederá largamente las torturas de vuestros cuerpos, y aquí las palabras faltan, las concepciones se quedan cortas. ¿Quién puede hablar de como el gusano de la conciencia roerá? ¿cuan terrible será el remordimiento de vuestras conciencias, cuando se encuentren definitivamente perdidas y con tan enorme ira sobre ellas? ¿Quién puede describir la angustia que soportaréis bajo la inmediata impresión de la ira de Dios sobre vuestras almas? Esto excederá lo que nunca podría ser infligido por cualquier otro medio o causa. El castigo del lago de fuego será muy doloroso e intolerable. Tal como es presentado, no es posible soportar este pensamiento de ser quemado vivo aquí, en la Tierra, y ¡oh, los alaridos de estas personas cuando sean arrojados al fuego y las llamas hayan empezado a apoderarse de ellos! ¡Oh, no puedo soportarlo! ¡Oh, no puedo soportarlo! ¡cuan intolerable será entonces el fuego infernal! Muchos mártires han soportado grandes torturas sobre sus cuerpos con mucha paciencia, algunos fueron asesinados con la espada, algunos quemados con fuego, algunos otros torturados a golpes, algunos otros descuartizados con artilugios de hierro, algunos despellejados mientras aún estaban vivos, a otros les cortaron las lenguas, algunos fueron apedreados hasta la muerte, algunos torturados con hambre y frío, algunos desmembrados y desnudos expuestos a la vergüenza del mundo; y aún en medio de todos sus dolores conservaban una mente lúcida. Sí, algunas veces estaban rebosantes de alegría. Dios no ha permitido que ningún hombre sufra más allá de sus fuerzas. Él les ha dado fuerzas para resistir; pero allá abajo no habrá paciencia para resistir las penas del infierno. El espíritu será indescriptiblemente hundido bajo la carga más pesada imaginable, especialmente la presión de esa enorme ira en estado puro, que pesará inmediatamente sobre el alma. Los terrores de conciencia y los pensamientos sobre la ira futura son intolerables en este mundo. Probervios 18, 14 El ánimo del hombre soportará su enfermedad; Mas ¿quién sorportará al ánimo angustiado? Si el cuerpo está enfermo y debilitado, lleno de malestar y dolor, con la mente lúcida y consciente, el espíritu puede soportar y resistir todo esto mientras esté en paz. ¿Pero si el espíritu fue herido con las flechas que el Todopoderoso lanzó dentro de él, quién puede soportarlo? ¿Si Dios deja caer algunas abrasadoras gotas de esta ira sobre el espíritu, si Él insufla una chispa del fuego infernal en vuestra conciencia, quién podrá soportarla? Ninguna medicina, ningún médico en la Tierra puede curar tales heridas. Ninguna riqueza mundana o delicia sensual puede aliviar esta angustia indescriptible y estos horrores, que son imprimidos por la mano de Dios sobre el espíritu; cuando el malvado está lleno con desesperantes agonías, a través de la certeza de la inminente ira futura, allí no queda nada sino una atroz espera por el juicio y la furiosa indignación, que devorará a los adversarios, Hebreos 10, 26. Esto es bastante para hundir el corazón del hombre más fuerte en la aflicción. ¿Y si aquí las heridas del espíritu son tan intolerables, qué serán aquéllas que el Señor con tan poderosa fuerza y por Su inmediata mano afligirá después? Si vosotros no podéis soportar algunas gotas de la ira de Dios ahora, ¿qué haréis cuando las fuentes de la ira de Dios sean vertidas sobre vosotros, si sois encontrados culpables por vuestros pecados? ¿Si no podéis soportar ahora las chispas del fuego infernal, como soportaréis después las llamas, y el más ardiente calor? Si ahora la idea del infierno afecta a vuestro corazón con tal horror, y ese miedo llena vuestro espíritu con tal desasosiego, que haréis entonces en el mismo infierno, cuando los dolores y la angustia superen el mayor de vuestros miedos, y las más altas concepciones que os hayáis hecho de todo ello?

Si cayeseis en las manos del más cruel hombre que os torturase y masacrase, sería espantoso. Si cayeseis bajo el poder de unos diablos que os descuartizasen con sus garras, sería aún más espeluznante; pero si caéis en las manos de Dios, entonces esto será lo más terrible. No podréis soportarlo. Y si todavía sois pecadores, deberéis soportarlo, y durante toda la eternidad. ¿Y aún podéis dormir en pecado, bajo los pensamientos y la amenaza inminente de tan espantoso peligro?

Segundo. Considerad la seguridad y lo inevitable del lago de fuego infernal. Nada es más seguro que lo que Dios ha revelado en Su Palabra, y nada es más inevitable que lo que Dios ha amenazado, y esto es el tormento del pecador y del impío en las llamas del fuego infernal. Mientras vosotros estáis aquí, sobre la Tierra, existe una posibilidad de escapar de los futuros tormentos. Perdón, paz y salvación son aún posibles. Si renegáis de corazón de vuestros pecados, si los confesáis y abandonáis definitivamente podéis encontrar misericordia. Si tenéis fe en el Señor Jesús, no pereceréis, sino que obtendréis vida eterna. Pero si continuáis aún en vuestros errores, si vivís y morís en un estado de impenitencia e increencia, será imposible para vosotros escapar. ¿De veras, podríais imaginar en confabularos contra Dios, en reunir fuerzas entre todos vosotros juntos, y declarar la guerra contra el Cielo y obtener la victoria, y de esta manera evitar el castigo amenazado? Pero sería una pretensión ingenua. Dios es infinito en poder, y no permitirá ninguno de tales retos. Vosotros no seréis capaces de alzar vuestra cabeza o mano contra Él. ¿Quién puede permanecer firme cuando Él está en cólera? Dios atará a todos los diablos y hombres y mujeres malvados juntos a las cadenas de la oscuridad, más duras que cualquier cadena de hierro, y nadie será capaz de ofrecer la más mínima resistencia. Podríais esconderos hasta el último día de estos Ojos; podríais escapar de Su presencia hacia algún remoto lugar; podríais intentar camuflaros bajo alguna roca o montaña, y permanecer a cubierto de Su vista; podríais pensar en escapar. Pero esto no puede ser. El ojo de Dios os seguirá, y Su mano os atrapará a donde quiera que vayáis. Podríais por medio de oraciones y lágrimas mover a Dios hacia la compasión, y hacer prevalecer la misericordia, como ahora podéis hacer; esto os daría alguna esperanza de evitar el castigo. Pero pronto los oídos de Dios quedarán sordos a vuestros ruegos, y las puertas de la misericordia las encontraréis cerradas para siempre. Llamaréis a la puerta pero será en vano. Nunca será abierta. Vuestros gritos y oraciones no tendrán propósito alguno. No recibirán ninguna respuesta. De entonces en adelante, el castigo del infierno será inevitable para el malvado.

Tercero. Considerad la proximidad de este castigo infernal. Las arenas de vuestra vida están cayendo velozmente en el reloj. El tiempo de vuestra residencia aquí fluye muy rápido. Vuestros cuerpos estarán pronto en la tumba, y si morís en vuestros pecados, vuestra alma estará también muy pronto en el infierno. Y entonces ya no podréis escapar a ese castigo. Podríais esquivar de vuestra mente durante algún tiempo los pensamientos sobre Dios y la futura ira. Podéis ocupar vuestros pensamientos en otras cosas mientras estáis aquí. Pero todas esas cosas pronto se alejarán de vosotros, y os dejarán desnudos, y deberéis presentaros ante Dios para ser juzgados por Él, y ser condenados por Él, y ser castigados por Él. Dios se reunirá con vosotros como un oso al que le roban su comida y dará cuenta de vuestros corazones endurecidos; o igual que un león rugiente, y os troceará en pedazos, y nadie os salvará. Dios os tomará en Su mano, y os lanzará lejos de Su presencia, en lo más profundo del golfo de los fuegos inextinguibles. Pienso que todo esto debería despertaros de vuestro letargo.

Cuarto, y último, considerad la eternidad del fuego infernal y de vuestro tormento allí cuando debáis soportarlo, si sois contados entre el número de los impíos. La ira de Dios nunca tendrá un fin. El gusano de vuestra conciencia nunca morirá, y el fuego del infierno nunca se extinguirá, sino que el humo de vuestro tormento ascenderá para siempre jamás. Cuando hayáis estado por espacio de muchos años en el infierno, tantos como las estrellas que pueblan el firmamento, y como las gotas de rocío sobre la tierra en la mañana, y como las briznas de hierba que nacen sobre la faz de la tierra, y como las gotas de agua del océano, y como las arenas de las playas, vuestros tormentos estarán tan lejos de agotarse como cuando comenzaron, tan lejos aún como en el primer minuto de vuestra entrada al interior de este espantoso lugar. De la misma forma que existe una infinita distancia de espacio (si puedo así llamarlo para ayudar a comprenderlo) más allá de la circunferencia de los cielos, y el mundo visible o incluso diez mil millones de mundos no llenarían ni la menor molécula de este espacio infinito; así hay también una infinita duración del tiempo más allá de la circunferencia de los cielos, y los límites del tiempo en comparación con el de la duración de diez mil millones de mundos multiplicados a su vez por diez mil millones de años, sería menos que un minuto, o que el menor instante imaginable en comparación con la eternidad. Y esta enorme eternidad, vosotros, si sois pecadores, deberéis soportarla en el límite del tormento. La magnitud real del tormento eterno no puede ser medida, y la magnitud imaginaria será mayor, (si puedo decir tal cosa) que el de vuestra miseria. Si un poco tiempo de miseria aquí, en la Tierra, parece largo, ¿lo que será entonces una eternidad de miseria en el infierno? Cuando el cuerpo se encuentra saludable, y el alma está dulcificada con las delicias del mundo, el tiempo pasa imperceptiblemente, los años parecen meses, los meses semanas, las semanas días, los días horas; pero cuando el cuerpo está enferno y el alma embotada con la tristeza, un corto tiempo semeja largo, y percibimos que pasa muy lentamente; las horas parecen días, los días semanas, las semanas meses, los meses años. ¡Cómo miramos el reloj, y contamos los granos de arena que caen tras el cristal, y el tiempo parece languidecer en él! ¿Entonces, cuan larga parecerá ser una eternidad de miseria extrema? Pienso que el espacio de un cuarto de hora en el infierno parecerá más largo para el condenado que una vida entera de miseria en este mundo. Sí, pienso que puedo añadir que un solo minuto de dolor en el infierno le parecerá al malvado como mil años de placeres en el Cielo al justo, que vivirá dulcemente la infinita duración de la alegría celestial, sin el menor problema ni preocupación. Así que la eternidad de miseria en el infierno será como si fuese el doble, el tripe, sí, mil veces la eternidad.

Pienso que estas consideraciones deberían movilizaros a todos vosotros, los que dormís en el pecado. Pienso que deberían provocar un terremoto en vuestros corazones, e incluso ponerlos a temblar. Pienso que los pecadores en Sion temerían y llenos de espanto sorprenderían a los hipócritas, y oiría a algunos de vosotros gritar como en Isaías 33, 14 "Los pecadores se asombraron en Sion, espanto sobrecogió a los hipócritas. ¿Quién de nosotros morará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con las llamas eternas?" y como el carcelero en Hechos 16, 29 "Él entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas"; cuando despertaron por el terremoto, y la impresión de culpabilidad que Dios imprimió en sus conciencias: Hechos 16, 30 "Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?" 



Capítulo 9

Uso en el bienestar de los justos.

Aquellos de vosotros que sois justos por medio de la perfecta justicia de Cristo, hecha vuestra también por la fe, sin la cual (porque vuestra justicia es imperfecta) es imposible escapar a la condenación del infierno, vosotros, los que estáis vestidos con las vestiduras blancas de los justos de Cristo, bajo las cuales todas vuestras iniquidades fueron cubiertas; y todos los que tenéis el Espíritu de Cristo dentro de vosotros, para obrar en conformidad con la imagen de Cristo en vuestra regeneración y santificación, podéis estar tranquilos con esta Doctrina, la cual es materia de tanto terror para los malvados e impíos. Como en el misterio de Sansón, el que fuera un fuerte y fiero león se convirtió en manso y dulce cordero. Así, esta doctrina que miramos con tan fiero aspecto para estos que están fuera de Cristo, fructifica sin embargo dulce para vosotros, los que estáis en Él, porque "ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu" Romanos 8, 1. Y porque Jesús "nos libra de la ira venidera" I Tesalonicenses 1, 10. ¿Quién alegará en vuestra contra cuando Dios os ha justificado? ¿Quién te condenará cuando Dios te ha exonerado? ¿Necesitáis entonces valorar la ira de los hombres cuando estáis liberados de la ira de Dios? ¿Necesitáis temer las amenazas de los hombres con castigos temporales, que no pueden dañar más que el cuerpo, cuando vosotros estáis liberados de la condenación del eterno castigo del alma y del cuerpo en el lago que arde con fuego y azufre? ¿Qué significa después de todo perder vuestro rango en el mundo cuando no estáis en peligro de perder vuestras almas? ¿Qué importa pensar que seréis arrojados dentro de una prisión aquí, en la Tierra, cuando no estáis en peligro de ser lanzados en la prisión del infierno? Debéis relajaros, y la consideración de todo esto debe aliviaros de vuestros miedos y preocupaciones sobre cualquier pena, aflicción y peligro que tengáis en esta vida. Debéis comunicar a todos que éstos no son los tormentos del infierno. Éstos son ligeros, los otros pesados; éstos son cortos, los otros eternos. Por consiguente, alzad vuestras cabezas con alegría. Todavía resta un pequeño intervalo de tiempo y entonces veréis qué diferencia pone el Señor entre vosotros y los malvados. Cuando ellos lloren, vosotros reiréis; cuando ellos se lamenten, vosotros estaréis alegres; cuando ellos griten y giman, vosotros cantaréis y saltaréis de alegría; cuando ellos vayan al espantoso infierno y al horror eterno en sus corazones, y toda risa y alegría desaparezca de ellos para siempre, vosotros iréis a cantar al Cielo, y la felicidad eterna reinará en vuestros corazones, y toda tristeza y lamento huirá lejos y nunca más será encontrado.



Capítulo 10

Uso en la exhortación para los pecadores y los justos.

Ahora, pecadores, ¿qué haréis? ¿Desafiar estas advertencias y continuar en el ancho camino del pecado, que se abre aún largo bajo vosotros, y que os deslizará hacia el horrible lago de las llamas inextinguibles? ¿Podéis contentaros con una porción en esta vida, y recibir todas vuestras cosas buenas aquí, mientras que el fuego y el azufre y las llamas eternas serán la porción de vuestra copa después? ¿Puede cualquier placer de la carne y cualquier pecado disfrutado por un escaso tiempo aquí, compensar este eterno dolor y miseria, que será el espantoso fruto y la consecuencia de ellos? Dejadme exhortaros sin ninguna dilación a saliros fuera del camino ancho del pecado. Es el camino del infierno, ¿y seguiréis avanzando aún más en él? Vosotros, que sois obscenos e impuros; vosotros que sois blasfemadores; vosotros que no respetáis el día del Señor, que ignoráis la religión, que sois perseguidores del pueblo de Dios, borrachos, avariciosos; sí, todos vosotros que sois hipócritas, que sois impenitentes e impíos, debéis abandonar vuestro curso pecaminoso, y pararos a escuchar atentamente la Palabra de Dios ahora que estáis aún en este mundo. Dios os llama para que abandonéis vuestros malos senderos y os avisa de que la iniquidad será vuestra ruína. Salid del camino ancho y tomad el camino estrecho. Tiene una puerta estrecha, llamada la puerta de la regeneración. Y debéis pasar a través de ella, debéis volveros nuevas criaturas, tener un nuevo corazón y conducir una nueva vida. Debéis caminar en el camino estrecho de la mortificación, de la auto-negación y de la obediencia a Jesucristo; de lo contrario, ciertamente serás contado entre el número de los condenados, quienes arderán por siempre jamás en el fuego del infierno. El pasaje es difícil, y el camino estrecho, pero ambos son necesarios. Es el pasaje de la muerte a la vida, y el camino del infierno al Cielo.

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