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DOCUMENTACIÓN ACERCA DEL INFIERNO: EL DIABLO




DOCTRINA DE LA DIVINA SEÑORA

Oye hija las verdades más importantes para la vida verdadera y eterna. Atiende a mis consejos, ejecuta mis doctrina y recibe mis amonestaciones, porque si te dejas con descuido enmudeceré contigo. Advierte, pues, lo que hasta ahora no has penetrado de la condición de estos enemigos; porque te hago saber que ningún entendimiento ni lengua de hombre, ni de los ángeles, pueden manifestar la ira y furiosa saña que Lucifer y sus demonios tienen concebida contra los mortales, porque son imagen del mismo Dios y capaces de gozarle eternamente. Sólo el mismo Señor comprende la iniquidad y maldad de aquel pecho soberbio y rebelado contra Su santo nombre y adoración. Y si con Su poderoso brazo no tuviera oprimidos a estos enemigos, en un momento destruyeran el mundo, y más que leones hambrientos, dragones y fieras despedazaran a todos los hombres y rasgaran sus carnes. Pero el piadosísimo Padre de la misericordia, defiende y frena esta ira y guarda entre Sus brazos a Sus hijuelos para que no caigan en el furor de estos lobos infernales.

300. Hija mía con ninguna ponderación de palabras llegarás en la vida mortal a manifestar enteramente la envidia de Lucifer y sus demonios contra los hombres, la malicia, astucia, dolor y engaño con que su indignación los persigue para llevaros al pecado y después a las penas eternas. Todas cuantas buenas obras pueden hacer procura impedirlas, y si las hacen se las calumnia, y trabajan por destruirlas y pervertirlas. Todas las malas que su ingenio alcanza, pretende su malicia introducir en las almas. Contra esta suma iniquidad es admirable la protección divina, si los hombres cooperasen y correspondiesen de su parte. Para esto los amonestó el apóstol, que de entre los peligros y asechanzas del enemigo atiendan a vivir con cautela no como incipientes, sino como sabios, redimiendo el tiempo, porque los días de la vida mortal son malos y llenos de peligros. Y en otra parte dice que sean estables y constantes para abundar en todas las obras buenas, porque su trabajo no será en vano delante del Señor. Esta verdad conoce el enemigo y las teme y así procura con una malicia desmayar en cometiendo una culpa, para que, desconfiadas, se despechen y dejen todas las obras buenas, y les quitan las almas con que los santos ángeles pueden defender a la mismas almas y hacen guerra a los demonios. Y aunque estas obras en el pecador no tienen alma de caridad ni vida de merecimiento de la gracia y gloria, pero con todo eso son de gran provecho para el que las hace. Y algunas veces sucede que por acostumbrase al bien obrar se inclina la Divina Piedad a dar más eficaces auxilios para hacer las mismas obras con más plenitud y con fervor o con dolor de los pecados y verdadera caridad, con que llega a conseguir la justificación

333 Considera pues, ahora, con la ponderación que pudieres, y si hay dolor tan lamentable como ver tantos hombres oscurecidos y olvidados de tal peligro, y que unos por liviandad, por ligeras causas, por un deleite breve y momentáneo, otros por negligencia y otros por sus apetitos desordenados, se arrojen todos voluntariamente, desde el refugio donde los pone el Altísimo, a las furiosas manos de tan impíos y crueles enemigos, y esto no para que una hora, un día, un mes o un año ejecuten ellos su furor, sino para que lo hagan eternamente con tormentos indecibles e imponderables. Admírate, hija mía, y teme de ver tan horrenda y formidable estulticia de los mortales impenitentes, y que los fieles que ésto conocen por fe, hayan perdido el seso y los tenga el demonio tan dementados y ciegos en medio de la luz que les administra la fe verdadera y católica que profesan, que ni ven ni conocen el peligro, ni saben apartarse de él.

334 Y para que tú más le temas, y te guardes, advierte que este dragón te reconoce y acecha desde la hora que fuiste criada y saliste al mundo, y noche y día te rodea sin descansar, para guardar lance en que hacer presa en ti, y observa tus naturales inclinaciones, y aún los beneficios del Señor, para hacerte guerra con tus propias armas. Hace consulta con otros demonios sobre tu ruina y les promete premios a los que más la solicitaren; y para esto pesan tus acciones con grande desvelo y miden tus pasos y todos trabajan en arrojarte lazos y peligros para cada obra y acción que intentas. Todas estas verdades quiero que veas en el Señor, donde conocerás a dónde llega, y mídelas después con la experiencia que tienes, que careándolo entenderás si es razón que duermas entre tantos peligros. Y aunque a todos los nacidos les importa este desvelo, a ti más que a otro ninguno por especiales razones, que aunque no todas las que te manifiesto ahora, no por eso dudes de que te conviene vivir vigilantísima y atenta; y basta que conozca tu natural blando y frágil, de que se aprovecharán de ti tus enemigos.

Las obras interiores que el Salvador hacía en esta ocasión de tan inhumanas nuevas afrentas, no pueden caer bajo de razones y capacidad humana. Sólo María Santísima las conoció con plenitud, para imitarlas con suma perfección. Pero como el divino Maestro en la escuela de la experiencia de sus dolores iba desprendiendo la compasión de los que habían de imitarle y seguir Su doctrina, convirtióse más a santificarlos y bendecirlos en la misma ocasión con que su ejemplo le enseñaba el camino estrecho de la perfección. Y en medio de aquellos oprobios y tormentos, y en los que después se siguieron, renovó Su Majestad sobre sus escogidos y perfectos con las bienaventuranzas que antes les había ofrecido y prometido. Miró a los pobres de espíritu, que en esta virtud les habría de imitar, y dijo: Bienaventurados seréis en vuestra desnudez de las cosas terrenas, porque con mi pasión y muerte he de vincular el reino de los cielos como posesión segura y cierta de la pobreza voluntaria. Bienaventurados serán los que con mansedumbre sufrieren y llevaren las adversidades y tribulaciones, porque, a más del derecho que adquieren a Mi gozo por haberme imitado, poseerán la tierra las voluntades y corazones humanos con la apacible conversación y suavidad de la virtud. Bienaventurados los que sembraron con lágrimas y lloraren, por que en ellas recibirán el pan de entendimiento y vida y cogerán después el fruto de la alegría y gozo sempiterno.

Para que los apóstoles discípulos y otros muchos fieles no quedaran oprimidos y que algunos no murieran con el dolor que recibieron en el tránsito de María Santísima, fue necesario que el Poder Divino con especial providencia obrase en ellos el consuelo, dándole esfuerzo particular con que dilatase sus corazones en su intocable aflicción; porque la confianza de no haber que restaurar aquella pérdida en la vida presente no hallaba desahogo, la privación de aquel tesoro no conocía recompensa y como el trato y conversación dulcísima, caritativa y amabilísima de la gran Reina tenía robado el corazón y amor de cada uno, todos quedaron sin ella y como sin aliento para vivir, careciendo de tal amparo y compañía. Pero el Señor, que conocía la causa de tan justo dolor, les asistió en él y con Su Virtud divina los animó ocultamente para que no desfallecieran y acudieran a lo que convenía disponer del Sagrado Cuerpo y en todo lo demás que pedía la ocasión.

Sor Agreda

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