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EL CELO Y LA ENVIDIA, MAL QUE ESTÁ PRESENTE EN LA COMUNIDAD CRISTIANA






Por Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1. LOS ENVIDIOSOS Y CELOSOS CONVIVEN CON NOSOTROS

Cuando decimos que alguien es celoso, los expresamos porque observamos en él alguien que está envidioso, por ejemplo cuando se preocupa o te cuestiona por algo que él no tiene, o por algo que ve que a ti los demás te dan y a él no le dan lo mismo, especialmente las muestras de cariño o más atención a ti que a él. En este caso, estos celos pasan a ser un pecado, y es una actitud de una persona que aunque lo aparente no es un buen cristiano y está siendo dominado por sus propios deseos (carnales), tanto de querer ser más importante que sus hermanos, como de impedir que otros sean tus amigos. La envidia está presente en la comunidad cristiana; “Porque, mientras haya entre vosotros envidia y discordia ¿no es verdad que sois carnales y vivís a lo humano?” (1 Corintios 3:3).

Ciertamente, la envidia es una actitud que nos preocupa y nos duele mucho cuando viene de alguien de quien esperamos que en su corazón no exista este pecado, pero lamentablemente, los envidiosos y celosos conviven con nosotros, pues, el Señor ha dejado que crezca la cizaña junto al trigo, pero en los tiempos de la siega, la cizaña será quemada y el trigo ira a su granero. (Mt 13,30). San Pablo nos recomienda; “No busquemos la gloria vana provocándonos los unos a los otros y envidiándonos mutuamente.” (Gálatas 4,26)

Algo que parece curioso de los celosos y envidiosos, es la forma de relacionarse con los que el envidia, y al parecer, quien se deja llevar por estas pasiones, en especial si tiene conciencia de su propia inseguridad espiritual y mental, es que su modo de proceder es silencioso e imaginativo, incluso casi siniestro, porque nadie queda fuera de su alcance, por tanto el amigo de hoy, mañana puede ser el objeto de su envidia y celos.


2. NO BUSQUEMOS LA GLORIA VANA PROVOCÁNDONOS LOS UNOS A LOS OTROS Y ENVIDIÁNDONOS MUTUAMENTE

San Pablo, escribe a los Corintios; “La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal”, (1 Corintios 13:4-5), es decir, el Apóstol, nos expone que debemos tener entre nosotros, el mismo santo amor que Dios nos tiene, de ahí, que cuando más nos centralicemos solo en nosotros mismos y nuestras pretensiones, será más difícil de unirnos a Dios, porque no cabe duda que si endurecemos nuestros corazones, se hace más difícil acercarnos a Jesús y permitirle que nos sane de nuestras falta, como lo relata el Evangelio de Mateo; “Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane”. (Mateo 13:15). Al contrario es cuando con docilidad, dejamos que el Señor actúe en nosotros, lejos de la envidia y los celos, unidos a Cristo como el sarmiento a la vid, Él producirá en nosotros el fruto de nuestra salvación, como lo expone bellamente el Apóstol; “el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu. No busquemos la gloria vana provocándonos los unos a los otros y envidiándonos mutuamente. (Gálatas 5:22-26).



3. UN SER QUE NO VIVE O NO ESTÁ SATISFECHO CON LO QUE DIOS LE HA DADO

¿Pero que hace que un ser humano a envidie a otro?, ¿Qué hace que un ser humano, muchas veces sin importar que él debe ser ejemplo a sus hermanos, a celar a otro? Algunos eruditos en el tema, utilizan el refrán atribuido a Napoleón Bonaparte que dice: “La envidia es una declaración de inferioridad”. Si esto fuera así, Napoleón estaba al corriente de las exaltaciones humanas. Y entonces me quedo con lo que expresa Santiago en su carta; “¿Hay entre vosotros quien tenga sabiduría o experiencia? Que muestre por su buena conducta las obras hechas con la dulzura de la sabiduría. Pero si tenéis en vuestro corazón amarga envidia y espíritu de contienda, no os jactéis ni mintáis contra la verdad. Tal sabiduría no desciende de lo alto, sino que es terrena, natural, demoníaca. Pues donde existen envidias y espíritu de contienda, allí hay desconcierto y toda clase de maldad.” (Santiago 3:14-16)

La relación con diversos tipos de personas, nos ayuda a aprender que el celoso, es un ser que no vive o no está satisfecho con lo que Dios le ha dado, algunos querían poder y superioridad, y se les ha dado, pero igual celan y envidian al que está inferior a ellos porque ven que otros le respetan más que a él, entonces se olvidan de hacer el bien y de ayudar a los demás, incluso sabiendo que ésos son los sacrificios que agradan a Dios. (Hebreos 13:5). Por tanto, lo que necesitamos es hacernos más como Jesús, y acoger sus palabras; “Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”, esto es ser menos como nosotros mismos, estableciendo una relación personal e íntima con quien sabemos mucho nos ama, es decir con Dios, aprendiendo al igual que su Hijo, a servir a otros en vez de a nosotros mismos, y así, nuestros corazones no permitirán que sea dominado por los celos y la envidia.


4. ALGUNOS ENVIDIOSOS SON DIFÍCILES DE DESCUBRIR

También es cierto que algunos envidiosos son difíciles de descubrir, porque muchas veces son astutos y se esconden como personas amables, simpáticas, falsamente cariñosas, toman actitudes imparciales en lo social y se acercan a los demás muy respetuosamente, incluso se muestran piadosos, no obstante, detrás de esta apariencia, los sentimientos que guardan en su interior son completamente contrarios, y buscan perversamente desprestigiar al que envidian sembrando la cizaña, en especial, con los que él sabe que son amigos del que siente celos con el propósito de lograr sus malas intenciones. Entonces, hay que estar cuidándose de este tipo de persona, que está más atenta en lo que el otro tiene o en lo que él otro recibe. Pero también hay que pedir por él, porque más allá del mal que puede producir en su ambiente, en su comunidad o entre su gente, el celoso y envidioso, es digno de pena ya que por sus celos, es alguien que vive amargado, ya que no dejan de sufrir ante la felicidad o los éxitos del prójimo. Pero con todo, tengamos cuidado, porque el envidioso buscará de cualquier manera perjudicar de una forma u otra, a quien envidia hablando mal de él.

No se trata de ser obsesivo en el tema, pero hay que cuidarse también de aquellos que buscan aparecer sonrientes y simpáticos en un primer instante, porque muchas veces puede estar aparentando que trata de conseguir la confianza del otro para después actuar en su contra. Estemos atentos, a aquellos que se buscan las personas más cercanas, tales como familiares, amigos o compañeros de trabajo o hermanos de comunidad, porque a veces estos son los elegidos para maquinar una maniobra que pueda destruir relaciones personales y amistades.



5. NO NOS SINTAMOS LIBRES DE LA ENVIDIA

Por otra parte, no nos sintamos libres de la envidia, ya que los celos son el pan de cada día de todos, y nadie puede decir que estoy libre de sentir sus efectos, por tanto, cuidémonos de querer ser como el otro que recibe más, o querer tener lo que el otro tiene, porque esos deseos solo nos llevarán a sentirnos desdichados. Por eso, hay que estar atento, a esos sentimientos contradictorios cuando sentimos con dolor la admiración por lo que alguien ha conseguido y que nosotros no tenemos, y no solo en las cosas materiales, sino que además en las espirituales, porque a veces los celos son porque al otros le escuchan más, a lo admiran más, lo toman más en cuenta que a mí, lo invitan a todas parte y a mí no, etc. En este flujo de emociones, el envidioso termina por aislarse de los miembros de su comunidad o de sus compañeros, es decir camina y hace todo sin contar con los demás porque pierde la capacidad para vincularse con sus semejantes.

Los celos y la envidia, y cuando se desea o se busca causar al prójimo un mal grave es un pecado grave, San Agustín veía en la envidia el “pecado diabólico por excelencia” y (S. Gregorio Magno, mor. 31, 45), expone que; “De la envidia nacen el odio, la maledicencia, la calumnia, la alegría causada por el mal del prójimo y la tristeza causada por su prosperidad”

“Haces el bien, mira a quién lo haces, y por tus beneficios recibirás favor. Haz bien al piadoso; hallarás recompensa, si no de él, al menos del Altísimo. (Eclesiástico, 12-1)


FUENTE: servicocatholicohispano.wordpress.com/

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