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LOS SUEÑOS DE SAN JUAN BOSCO (PARTE 37)


UNA MUERTE PROFETIZADA


SUEÑO 45.—AÑO DE 1863.


(M. B. Tomo Vil, pág. 550)

Copiamos de la crónica de Don Ruffino:

«El 1 de noviembre, por la noche, [San] Juan Don Bosco contó a los jóvenes de una manera un tanto jocosa, un breve sueño que había tenido, con estas palabras:

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No sé si fue motivado por el pensamiento de la festividad de los Santos y de la conmemoración de los fieles difuntos, lo cierto es que la noche pasada soñé que se había muerto un joven y que yo lo acompañaba a la sepultura.

No les quiero decir con esto que alguno de Vosotros debáis morir inmediatamente; pero puedo asegurar que he tenido varios de estos sueños y todos se han realizado..

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Dos días después [San] Juan Don Bosco volvió a hablar sobre la muerte y dijo:

—Nosotros estamos acostumbrados a hacer un poco de bien y a preparar un fondo de oraciones en favor de aquel que muera primero en la casa. También ahora debemos hacer lo mismo. No quiero decir que en breve tendremos que lamentar el paso a la eternidad del que deba gozar de este depósito espiritual, pero más tarde esto tendrá que suceder. Por eso, al tal, preparémosle un capital que produzca mucho fruto.

El que se quede en este mundo se alegrará de permanecer entre los vivos; y el que muera se sentirá contento de encontrarse con los sufragios preparados de antemano».

«[San] Juan Don Bosco —continúa la crónica de Don Ruffino— proponía a los jovencitos todas las noches una florecilia para practicar. La primera en aquella ocasión fue el sufragar a las almas del Purgatorio.

El 25 de noviembre había muerto en el Colegio de Mirabello el joven Antonio Boriglione, de oficio zapatero, de dieciocho años de edad, el cual había sido enviado desde el Oratorio a Mirabello para que se restableciese en su quebrantada salud y para que al mismo tiempo se ocupase de algún trabajo manual.

[San] Juan Don Bosco aseguró públicamente que no era Boriglione al que había hecho referencia en el sueño y que el que tendría que morir según había indicado a principios de noviembre en su relato, estaba ya avisado, al menos de una manera indirecta, de que se preparase».

La crónica de Don Ruffino continúa en otro lugar: «Hasta hoy no supimos en el Oratorio la muerte de LuisPrete, natural de Agliano, a la edad de veinte años. Desde hacía algún tiempo se encontraba enfermo en su casa. Pasó a la eternidad el cinco de diciembre.

Al comunicar la infausta nueva a la comunidad, [San] Juan Don Bosco dijo:

—¿No será el joven Prete el indicado en el sueño? Ni lo afirmo ni lo niego. Lo único que les aseguro es que en esta casa los muchachos mueren de dos en dos; lo que no quiere decir que ahora vaya a suceder lo mismo, pero sí hemos de admitir que así ha sucedido siempre. Cuando fallece un alumno, a los quince o veinte días se nos va a la eternidad otro. Ahora veremos si sucede lo mismo.

Tal vez este segundo joven fue Francisco Besucco, que falleció santamente el 9 de enero de 1864».


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