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SACERDOTE ¿QUIÉN ERES TU? Padre Julio María Scozzaro

EL SACERDOTE Y LA SANTA MISA

"Todas las obras buenas juntas, no valen nada ante el Santo Sacrificio de la Misa, porque ellas son obras del hombre; mientras que la Misa es obra de Dios".  Esto decía el Santo Cura de Ars. Porque la Santa Misa es la renovación real del Sacrificio de la muerte de Jesús en la Cruz y por esto se detiene la Justicia Divina de lanzar los castigos que merece el mundo. La Santa Misa es el acto de oración más grato a Dios Padre y San Felipe Neri dice:  "Con la oración pedimos a Dios las Gracias, y en la Santa Misa le obligamos a que nos las dé".  San Pedro Julian Eymard sostiene que :  "La Santa Misa es el acto más Santo de la religión, más glorioso a Dios, más provechoso para nuestra alma".

¿Qué piensa de ti la gente, cuando te ve celebrar la Santa Misa distraído, sin devoción y sin amor?  San Alfonso María de Ligorio te dice:  "Creo que pondrían más atención en una recitación en una comedia que en la celebración de la Misa.  Algunos se liberan de ella en cuestión de cuarto de hora, cosa que es realmente grave, desde el momento en que se hace en tan corto tiempo la celebración necesariamente se ve maltratada en las palabras y en el rito, sin devoción y dignidad, por no hablar del grave escándalo que se da a los fieles.  ¡En efecto haría falta derramar lágrimas y lágrimas de sangre!".

Es verdad, los fieles al ver con cuánta superficialidad algunos Sacerdotes tratan el misterio Eucarístico, ellos también pierden el amor y la devoción hacia El. ¿Tal vez no se haya suficientemente meditado acerca de lso frutos sublimes que  brotan de la celebración o participación de una Santa Misa?  Ante todo, hace falta participación devota, porque los frutos llegan solamente si se "vive" la Santa Misa.

En cada Santa Misa las Gracias que se pueden obtener son infinitas, porque la Santa Misa tiene un valor infinito.

En la Santa Misa  se recibe el Cuerpo y la Sangre de Jesús, esto es, quien come la Eucaristía introduce en sí la Sangre de Cristo, ¡por lo cual se tendrá la Sangre de Jesús en las propias venas!  ¡Cuántos frutos a través de la Santa Misa!

-  Se tiene la asistencia del Espíritu Santo, que es el mismo Espíritu de Jesús.

-  Son borrados os pecados veniales.

-  Se da a las Almas del Purgatorio inmenso alivio en sus penas.

-  Dios da bendiciones particulares.

-  Se prepara un grado mayor de Gloria para degustarlo en el Cielo.

-  La tendencia hacia el mal disminuye.

-  Se tiene mas fuerza para vencer las tentaciones.

-  Se tiene una capacidad superior para perdonar a los demás.

-   Se amará con más entusiasmo.

-  Es disminuido el amor propio, fuente de toda maldad.

-  Aumenta el Amor Divino, el Amor de Jesús en el alma.

-  Nos unimos mas fácilmente a Jesús.

-  Se tiene más luz Divina, que aleja las miserias humanas.

-  Ciertamente las Gracias serán más abundantes, en relación con la participación interior del Sacerdote en la Santa Misa.  Más es Santo el Sacerdote y más Gracias se obtiene para todos los fieles presentes, ausentes y para aquellos que están lejos.  Sí, el Sacerdote es el que decide si Dios debe dar inmensas Gracias o pocas.

El Sacerdote devoto tiene que imitar lo que hace sobre el Altar esto es lo que hace mientras celebra la Santa Misa.

Si el Sacerdote hace la Eucaristía, él es el hombre de la Eucaristía y tiene que imitar lo que hace.  El Sacerdote produce la Eucaristía, ella sale de él, y por lo tanto de su persona tiene que salir solamente humildad, paciencia, dulzura, caridad...No puede haber incoherencia entre Jesús y el Sacerdote en la Santa Misa.  Por lo tanto tú también tienes que revivir la Pasión y Muerte de Jesús en la Santa Misa, aunque místicamente.

El sacerdote hace presente a Jesús en un trozo de pan, ¿y no tiene que imitar aquello que trata?  esto es, tiene que vivir, asimilar las virtudes propias de la Eucaristía:  humildad, dulzura, obediencia, paciencia, pobreza de Jesús eucarístico.  Dios se aniquila a Sí mismo en la Eucaristía, se hace pedacitos de pan o fragmentos  ¡Y luego considera la perseverancia de Jesús:  desde hace dos mil años permanece la Eucaristía!  Sí, la Eucaristía es un abismo de humillación.

La Eucaristía hace falta adorarla, porque a través de ella nos llenamos de dulzura para llevarla a todos y la dulzura es un acto de caridad.  También se recibe fuerza para luchar con el propio yo, los demonios y el mundo corrupto.

El Sacerdote eucarístico, sincero y santo, conoce ayunos y mortificaciones, larga y profunda oración delante de la Eucaristía, vigilias, soledad y meditación.  Basta leer la vida del Santo Cura de Ars para comprender lo que es la vida eucarística.

El Concilio Vaticano II es muy claro cuando habla de la función Sacerdotal y de la Santa Misa:  "En su calidad de Ministros de las cosas Sagradas, y sobre todo en el Sacrificio de la Misa, los Presbíteros actúan de un modo especial en la Persona de Cristo, el cual se ha ofrecido como Víctima para santificar a los hombres; están por lo tanto invitados a imitar lo que tratan, en el sentido de que, al celebrar el misterio de la muerte del Señor, tienen que tratar de mortificar los propios miembros de los vicios, de las concupiscencias" (PO III, 13c)

Tú, Sacerdote, eres en la Santa Misa, el verdadero sacrificador, pero en la Hostia Consagrada que presentas al Padre, ¿eres sacrificador o también víctima unido a Jesús sacerdote y Víctima?  Si amas poco a Jesús, esta pregunta te deja indiferente, y más bien te perturba o te indispone.  "Ninguna otra acción realizada por los fieles cristianos es tan santa y tan divina como este tremendo misterio", dice el Concilio de Trento.  Y santo Tomás de Aquino dice:  "Todos los frutos de la Pasión del Señor están encerrados en la celebración de este misterio".  Sobre todo en la Misa "si pedís algo al Padre en mi Nombre El os dará" (Jn 16, 23).  "Cada vez que el Sacrificio de la Cruz, en el cual Cristo, nuestro Cordero Pascual, ha sido inmolado, es celebrado sobre el Altar, se renueva la obra de nuestra redención".  Afirma el Vaticano II (LG I, 3).

El Sacerdote  "ejerce su Sagrada función sobre todo en el culto eucarístico, donde, actuando en la Persona de Cristo y proclamando su misterio, une los votos de los fieles al sacrificio de su Cabeza; y en le Sacrificio de la Misa hacen presente y aplican hasta la Venida del Señor el único Sacrificio de la Nueva Alianza, este es el Sacrificio de Cristo que se ofreció al Padre por siempre como Víctima Inmaculada" (LG 28).

Apenas el Sacerdote pronuncia las palabras de la consagración, Jesús se hace presente sobre el altar, sin considerar si el Sacerdote es bueno o malo.  Jesús no mira al Sacerdote, pero obedece a las palabras de la consagración, sin mirar la apariencia.  Al Sacerdote sacrílego, imperfecto o indecoroso, Jesús obedece igual y es el Hijo de Dios que obedece a un hijo de hombre.  La obediencia de Jesús en la Eucaristía es asombrosa.  También el Sacerdote debe ser obediente hasta la muerte del propio yo.  Al igual que Jesús.

Hay fieles que experimentan indignación al ver el maltrato con el cual algunos Sacerdotes ordinariamente  celebran la Misa.  La falta de respeto de un Sacerdote cuando celebra la Santa Misa engendra desorientación y escándalo en los presentes.  San Juan de Avila dice:  "¡Qué cuenta más grande deberá rendir a Dios este Sacerdote por ésta y tantas Misas mal celebradas!"

Mientras que una Misa celebrada con devoción infunde devoción a los demás.

"La Iglesia se preocupa vivamente de que los fieles no asistan como extraños o mudos espectadores a este Misterio de fe, sino que a través de una comprensión plena de los ritos y de las oraciones, participen en la acción sagrada conscientemente, plenamente y activamente; de que sean instruidos en la Palabra de Dios; de que se alimenten en el Banquete del Cuerpo del Señor; rindan gracias a Dios; ofrezcan la Hostia Inmaculada, no solamente a través de las manos del Sacerdote, sino junto con El, y aprendan a ofrecerse a sí mismos y día a día por medio de Cristo Mediador", precisa el Vaticano II (SC II, 48).

Solo con la Santa Misa podemos rendir convenientemente gracias a Dios de sus dones, por esto San Ireneo escribe:  "Con este fin a sido instituido el Sacrificio de la Misa, para que nosotros rindiéramos gracias a Dios".  No hay otra oración mejor para dar adecuadamente gracias a la Santísima Trinidad, por los beneficios que derrama sobre la humanidad.

Tú, Sacerdote, en la Santa Misa ofreces al Padre el Cuerpo de su Santo Hijo muerto en la Cruz; desgarrado, con manos y pies traspasados, envuelto en su Sangre preciosa.  ¿Te parece poco todo esto?  ¡Ah, si se comprendiera un poco lo que significa ofrecer a Dios Padre al Hijo muerto en la Cruz en cada Santa Misa!

Sacerdote, tú sabes que la Santa Misa es el mismo sacrificio del Calvario.  En la Santa Misa Cristo es ofrecido por ti sobre el Altar, en memoria y renovación del sacrificio del Calvario.  cada día, al celebrar la Santa Misa, tú renuevas la Pasión y Muerte de Jesús en la Cruz.  La Santa Misa no es solamente memoria del sacrificio de la Cruz, sino es el mismo sacrificio de la Cruz;  idéntico el Oferente, idéntica la Victima, es decir Jesús mismo, Dios encarnado:  "En efecto, se trata de una sola e idéntica Víctima... Diverso el modo de ofrecerse".

"La celebración de la Misa, escribe G. Herolt, vale tanto como la muerte de Cristo en la Cruz".  Reflexiona Sacerdote, que la Víctima que vas a sacrificar en la Santa Misa es el mismo Señor que ha dado su Vida por ti.

¿No te conmueves pensando en las escenas en las  que Jesús fue traicionado por un amigo, abandonado por aquellos en los que había puesto su confianza, atado como un delincuente, encadenado, encarcelado, flagelado, escupido, insultado, coronado de espinas, expuesto al desprecio de todos, considerado como un hombre sin dignidad y al final crucificado?  Ahora bien, en la Santa Misa delante de Dios Padre vuelve a presentarse las mismas escenas de la Pasión y Muerte de Jesús.  En cada Santa Misa Jesús sufre, está clavado en la Cruz y muere místicamente, y Dios Padre concede como hace dos mil años, el perdón e infinitas Gracias.  ¿Quién, en esta vida podrá comprender el valor de la Santa Misa?  Más aún:  ¿Quién ama y celebra con profundo recogimiento la Santa Misa?

Acerca de la preparación y de la acción de gracias a la Santa Misa, sigue diciendo San Alfonso María de Ligorio:  "Qué Misa devota podrá celebrar ese Sacerdote que lo hace sin prepararse, pasando directamente de los quehaceres y discursos profanos al Altar, sin un mínimo de concentración y devoción?  Debería hacer oración mental para prepararse y acercarse menos indigno a este Sacrificio.  Y luego, ¡qué pena ver a muchos Sacerdotes, terminada la Misa ponerse a charlar de cosas inútiles!  Y sin embargo, como enseñan muchos doctores autores, al perdurar las especies sacramentales, tanto más frutos espirituales se pueden conseguir, cuantos más son los actos con que se dispone a recibirlos.  Cada Sacerdote debería dedicar al menos media hora de acción de gracias después de la Misa".


San Francisco de Asís se consideró indigno de acceder al Sacerdocio y no quiso ser ordenado, pero incitaba fuertemente a los Sacerdotes al desapego de los bienes de este mundo:  "¡Considerad, Sacerdotes, vuestra dignidad!  Cómo el Señor os honró más que a nadie, confiado a vosotros la celebración de los Santos Misterios, de modo que vosotros podéis amadlo y honradlo.  ¡Grave culpa sería la vuestra si,en le momento en el cual estrecháis en las manos a Cristo, pensáis en otra cosa!

Sacerdote, ahora Jesús te repite con dulzura:  "Apacienta mis ovejas" (Jn 21, 16).  Sí, ayuda a Jesús a llevar a su redil a muchas ovejas descarriadas, perdidas, detrás de las cosas del mundo y distraídas en lo que se refiere al final de la vida:  el Paraíso.

Comprométete seriamente para que verdaderamente en tu pecho lata solamente el Corazón de Jesús, ese Corazón que es manso y humilde, porque ama continuamente.




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