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EL SUFRIMIENTO EMBELLECE




Sobre Juan Pablo II:

Se va a hablar mucho de él en los próximos meses. Su canonización nos acercará aún más a Dios gracias a su intercesión.

En los últimos días de su pontificado, Juan Pablo II nos dio una lección eterna del como embellecer un sufrimiento cuando el que lo padece lo ofrece a los demás.

Es posible sufrir amando y así lo hizo él durante su enfermedad, sobre todo a raíz de las crisis respiratorias que sufriera desde enero de 2005, tres meses antes de su retorno a la casa de Dios.

Su última aparición pública fue el 30 de marzo.

Era el domingo de Resurrección.

Miles de fieles se agolpaban en la plaza de San Pedro esperando verle a traves de aquella ventana que desde hacía más de 26 años enmarcaba sus palabras cada domingo.

Los que allí rezaban por Juan Pablo, desconocían si su estado agonizante le permitiría asomarse una vez más.

Los médicos pretendieron no permitírselo, pero no consiguieron frenarle.

Llevaba meses con dificultades para hablar y respirar, pero sorprendentemente y en contra de lo indicado por sus facultativos, le pusieron un micro.

El silencio era absoluto. Sorprendente para una magnitud humana de ese calibre.

No pudo hablar.

Sólo se escuchó un jadeo, un esforzado y violento resoplo, un aliento que la megafonía recogió.

El eco se amplificó por toda la plaza y se introdujo en todos los corazones de los que allí y a través de la televisión pudieron contemplarle.

No fue capaz de pronunciar otro sonido. Solo un gesto de extraordinario dolor.



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“Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje” (Salmo 18 A).

Cristo no acabó con el sufrimiento, pero lo conquistó, lo transformó, lo redimió… nos enseñó a sufrir.

De nuevo, esa paradójica belleza del vaciamiento absoluto, del amor hecho carne y rostro, hizo brillar en la faz de este otro Cristo del siglo XX la gloria de Dios, la singular hermosura de una donación cuyo corazón y esencia es el amor.

El sábado siguiente aquel cuerpo crucificado y vaciado expiraba.

El sufrimiento duele…¡pero embellece!


FUENTE: lazarohades.com/



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