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RECORDANDO A SAN JUAN BOSCO - PARTE 1 -


Reflexiones sobre la misión y la identidad del sacerdote


Roberto Spataro
Director del Studium Theologicum Salesianum en Jerusalén


¡Excelencia! ¡Sepa que don Bosco es sacerdote en el altar, sacerdote en el confesionario, sacerdote en medio a sus jóvenes, y como es sacerdote en Torino, así es sacerdote en Florencia, sacerdote en la casa del pobre, sacerdote en el palacio del Rey y de los ministros!1.


CON ESTAS PALABRAS SINCERAS Y VALIENTES2, don Bosco emprende su conversación con Bettino Ricasoli, Presidente del Consejo de los Ministros del Reino de Italia, en diciembre de 1866, cuando fue oficiosamente encargado de apoyar la misión diplomática confiada al comendador Michelangelo Tonello para llegar a un acuerdo entre el estado italiano y la Santa Sede a propósito de las numerosas sedes episcopales vacantes, en pleno proceso del Resurgimiento.

Aquellas expresiones –que entre otras le vale la sincera admiración y la benevolencia de Ricasoli– expresa el amor de San Juan Bosco por su voca-


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           1 G.B. LEMOYNE, Memorie biografiche del venerabile don Giovanni Bosco. Edición extracomercial, vol. VIII, Torino, 1912, p. 534. Las Memorie biografiche, en diecinueve volúmenes, recogen una imponente documentación sobre la vida de don Bosco, trazando un informe casi diario. De ningún otro santo tenemos a disposición una fuente así de abundante y detallada. A las objeciones sobre su valor histórico responde exhaustivamente E. CERIA, Lettera sulla storicità delle “Memorie biografiche”, pro manuscripto, Torino 1953. Estudios, impecables desde el punto de vista de la metodología histórica, que reconstruyen la vida, la obra y el pensamiento de don Bosco son aquellos de P. STELLA, Don Bosco nella storia della religiosità cattolica, Zürich-Roma, cuyos tres volúmenes aparecieron en 1968, 1969 y 1988, y aquellos más recientes y profundos de P. BRAIDO, Don Bosco prete dei giovani nel secolo delle libertà, voll. I-II, Roma, 2003. 2 Un comentario articulado a esta expresión adoptada por don Bosco está en E. CERIA, Don Bosco con Dio. Edizione extracommerciale 1988, Roma pp. 316-333.



ción sacerdotal. Es entonces oportuno, recoger algunos elementos de la “teología sacerdotal” de don Bosco, observando el modo con el cual interpretó y practicó el ministerio sacerdotal, en este año delicado, por deseo y disposición del Santo Padre, al sacerdote. Don Bosco, como es universal y afectuosamente llamado, es una de las figuras más luminosas de la santidad sacerdotal contemporánea y la vivencia de los santos es uno de los lugares teológicos que frecuentemente Benedicto XVI valoriza3. No casualmente el inicio del año sacerdotal coincide con la muerte del Santo Cura de Ars, no solo propuesto a la imitación de los sacerdotes, sino indicado también como clave hermenéutica del mismo misterio del sacerdocio ministerial.

La santidad presbiteral de don Bosco parece contener un elemento de originalidad que vale la pena tomar y profundizar. Es ésta la opinión de un notable teólogo contemporáneo que, en una entrevista, a la pregunta sobre quiénes serían algunos santos portadores de novedad en la Iglesia de nuestros tiempos, declaraba:

Me gusta recordar a aquel que se ha anticipado al Concilio [Vaticano II] en un siglo: don Bosco. Él es ya proféticamente un nuevo modelo de santidad por su obra, que está en contraste con el modo de pensar y de creer de sus contemporáneos4.

A partir de estas consideraciones, propondré dos reflexiones: la primera buscará tomar la peculiar novedad de la santidad presbiteral de don Bosco, la segunda, a su vez, indagará sobre la perenne fuente de la excelencia de


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3 Nos parece que Benedicto XVI, cuya visión teológica muchas veces está emparentada con la de Urs von Balthasar, ha acogido también este aspecto del pensamiento balthasariano que considera la vivencia cristiana, en la forma de la espiritualidad, de la mística, de la santidad, un lugar teológico. “La agiografía [... tiene] una tarea teológica. Esta última requiere [...] una especie de fenomenología sobrenatural, que partiendo de lo alto estudie las grandes misiones suscitadas por Dios en la tierra. La cosa más importante en el gran santo es su misión, el nuevo carisma donado por el Espíritu a la Iglesia”: H.U. VON BALTHASAR, Sorelle nello Spirito. Teresa di Lisieux e Elisabetta di Digione, Jaca Book, Milano 1991, p. 28. Sobre el tema de la relación entre santidad y teología cf. A. RASPANTI, I santi: una sfida alla teologia. Appunti di riflessione, in PATH 6 (2007/2), pp. 365-390. 4 P.M.D. CHENU, en Avvenire, 22 de Febrero de 1984. Le hacía eco, algún año después, un periodista de vena anticlerical y no demasiado benévolo, generalmente, con el mismo don Bosco, del cual, sin embargo, dice: “proponía ya en el Piamonte de mitad del ochocientos una figura de sacerdote muy diversa [...] Los sacerdotes de su oratorio vivían en medio a los jóvenes destinados a los más humildes oficios, se arremangaban la sotana para jugar con ellos, y a esto don Bosco preparaba a los jóvenes aspirantes al sacerdocio. Su obispo se negó, por ello, a consagrarlos. Se trataba, de hecho, de una novedad inaudita”. S. QUINZIO, L’Espresso, 21 de octubre de 1990. Recordando a san Juan Bosco–––233


su vida sacerdotal. En el desenvolvimiento de mis reflexiones pondré en confrontación la experiencia de don Bosco con algunas situaciones del contexto cultural y eclesial contemporáneo.




1. Un sacerdote educador


Don Bosco dedicó toda su misión a un deber específico: la educación de los jóvenes. Por este motivo, en ocasión del primer Centenario de su transitus, el Venerable Juan Pablo II le atribuyó el título de “Padre y maestro de la juventud”. Este rasgo de su personalidad no tiene necesidad de ulteriores explicaciones. Es universalmente conocido: don Bosco es por antonomasia el santo de los jóvenes5.

Don Bosco pertenece a una amplio escuadrón de religiosos y religiosas que, en el transcurso de la historia moderna y contemporánea, han fundado instituciones educativas. Pero en don Bosco se encuentra una nota del todo particular, si no exclusiva: la asociación de la educación a la santidad. 

Ella fue puesta en evidencia en la Iuvenum Patris.

Don Bosco realiza su santidad personal en la educación, vivida con celo y corazón apostólico, y que simultáneamente sabe proponerla como meta concreta de su pedagogía. Precisamente tal intercambio entre educación y santidad es un aspecto característico de su figura: es educador santo, se inspira en un modelo santo —Francisco de Sales— es discípulo de un maestro espiritual santo —José Cafasso— y entre sus jóvenes sabe formar un alumno santo: Domingo Savio6.

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5 Es placentero, además de muy significativo, el episodio traído por el biógrafo, remontado a los años de la adolescencia de Juan Bosco, cuándo él, encontrando un sacerdote, celante, pero de comportamiento austero y desinteresado, comentaba: “-Si yo fuera sacerdote, quisiera hacer diversamente: me acercaría a los niños, los llamaría alrededor mío, quisiera amarlos, hacerme amar por ellos, decirles buenas palabras, darles buenos consejos y consagrarme todo por su salud eterna. ¡Qué feliz sería si pudiera conversar un poco con mi párroco! Este consuelo lo tuvo don Calosso: ¿con otros no puedo tener más?

Especialmente con la madre desahogaba estos pensamientos; y Margarita, que conocía el corazón del hijo y era mujer capaz de apreciar sentimientos similares: -¡Y qué quieres hacer! Le decía [...] No te digo que te equivocas: es más, te doy la razón; pero ¿qué cosa quieres hacer?

-¡Yo! Oh, verás: si logro hacerme sacerdote, quiero consagrar toda mi vida por los niños: no me verán serio sino que seré siempre yo el primero en hablar con ellos”: LEMOYNE, Memorie biografiche, vol. I, S. Benigno Canavese, 1898, pp. 227s.

6 JUAN PABLO II, Iuvenum Patris 5, 31 de enero de 1988, en http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/letters/1988/documents/hf_jp-ii_let_19880131_iuvenum-patris_sp.html,

acceso el 13 de abril de 2010. “El sistema educativo” de don Bosco, parece ser algo más



Don Bosco construye su proyecto personal de santidad educativa introduciendo en ellos sus energías interiores de sacerdote diocesano, fundador de una nueva Familia religiosa, y la laboriosidad de su ministerio. El decreto conciliar Presbyterorum Ordinis asegura que la santidad sacerdotal se realiza en el ejercicio del servicio ministerial7. El misterio sacerdotal de don Bosco se catalizó en la acción educativa, concebida como una expresión elevada y sintética de los munera confiados a un sacerdote. El sacerdote es, de hecho, un educador en cuanto maestro que desarrolla su munus docendi, en cuanto guía autorizada que practica el munus regendi, en cuanto mistagogo que explica el munus sanctificandi para corroborar con la gracia sacramental el desarrollo de la personalidad humana y cristiana de los fieles sobre los que toma el cuidado.

Don Bosco, a pesar de que jamás fue formalmente un profesor, ha ejercitado una intensísima actividad formativa, como predicador incansable, catequista eficaz y escritor fecundísimo8. Ha sido un apóstol de la confesión y un sostenedor de la Comunión frecuente9, además de maestro de oración10.

Ha guiado a los jóvenes a través de las instituciones educativas por él fundadas, animadas y dirigidas, a través de la práctica de la dirección espiritual11.

Adolescentes y jóvenes fueron los destinatarios de esta interpretación “educativa” del ministerio sacerdotal.

Don Bosco muestra a cada sacerdote que la educación se coloca en el corazón mismo de su ministerio y que la dedicación a la misión educacional es un camino eficaz, si no privilegiado, para conseguir la propia perfec-


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que una teología o una pedagogía teológica. Tal sistema tiende –como decía el Card. Alimonda [Arzobispo de Torino desde 1883] – a divinizar el mundo; es, en otros términos, en su alma más profunda, una espiritualidad”: STELLA, Don Bosco nella storia della religiosità cattolica, II, p. 474.


7 “Pues ellos [los presbíteros] se ordenan a la perfección de la vida por las mismas acciones sagradas que realizan cada día, como por todo su ministerio” (PO, 12). “Los presbíteros conseguirán propiamente la santidad ejerciendo sincera e infatigablemente en el Espíritu de Cristo su triple función” (PO, 13). 8 Cf. CERIA, Don Bosco con Dio, pp. 172-190, y D. BERTETTO, San Giovanni Bosco maestro e guida del sacerdote, Colle don Bosco (Asti), 1954, pp. 210-269.

9 Cf. CERIA, Don Bosco con Dio, pp. 161-171, y BERTETTO, San Giovanni Bosco, pp. 102- 209. 10 Don Bosco fue el autor de un manual de instrucción religiosa y de oración para los jóvenes, Il Giovane Provveduto, que ¡sólo en 1875 había llegado ya a su cuatrigésima segunda edición! Cf. CENTRO STUDI DON BOSCO – UNIVERSITÀ PONTIFICIA SALESIANA, Giovanni Bosco. Opere edite, ristampa anastatica. Vol. XXVI, Roma 1977, pp. 3-184.

11 Cf. CERIA, Don Bosco con Dio, pp. 229-263. Recordando a san Juan Bosco–––235


ción espiritual. En otras palabras: subsiste una circularidad virtuosa entre el empeño educativo del sacerdote y su santificación.

El actual Pontífice denuncia, con tono preocupado, el avance de una “emergencia educativa”. El contenido de una Carta dirigida a los fieles de su diócesis es aplicable a gran parte del mundo, en esta época de rápida globalización de modelos de pensamiento y de vida, vehiculizados, sobre todo, por la difusión de los medios de comunicación social y personal. Esto es cuanto escribe Benedicto XVI:


Educar jamás ha sido fácil, y hoy parece cada vez más difícil [...] no sólo están en juego las responsabilidades personales de los adultos o de los jóvenes, que ciertamente existen y no deben ocultarse, sino también un clima generalizado, una mentalidad y una forma de cultura que llevan a dudar del valor de la persona humana, del significado mismo de la verdad y del bien; en definitiva, de la bondad de la vida. Entonces, se hace difícil transmitir de una generación a otra algo válido y cierto, reglas de comportamiento, objetivos creíbles en torno a los cuales construir la propia vida

[...]. Cuando vacilan los cimientos y fallan las certezas esenciales, la necesidad de esos valores vuelve a sentirse de modo urgente; así, en concreto, hoy aumenta la exigencia de una educación que sea verdaderamente tal12.

La Iglesia, compañera de la humanidad en camino, comparte “alegrías y dolores”, “esperanzas y angustias”, y, entonces, no puede no sentirse, hoy, profundamente interpelada por esta “emergencia educativa”. Los sacerdotes, que de la comunidad cristiana son leaders acreditados, no podrán eximirse de dar prioridad a este deber que representa, como fue dicho, una dimensión transversal al propio ministerio. Se repropone significativo, el llamado a la santidad de don Bosco, sacerdote-educador.

La actualidad de don Bosco sacerdote-educador se impone también por otro aspecto: su método educativo, el “sistema preventivo”. Aunque no haya sido él el “inventor”, don Bosco lo ha asumido como criterio de su praxis educativa, ha mostrado todas sus potencialidades, ha experimentado su suceso y también lo ha parcialmente teorizado en algunos de sus breves escritos de pedagogía13.


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12 BENEDICTO XVI, Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI a la Diócesis de Roma sobre la tarea urgente de la educación, 21 de enero de 2008, en http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/letters/2008/documents/hf_benxvi_let_20080121_educazione_sp.html, acceso el 13 de abril de 2010.

13 Los principales escritos en los cuales don Bosco expone su método pedagógico no son tratados doctrinales. Se trata de un opúsculo, titulado “El sistema preventivo en la educa236–––


Puede decirse que el rasgo peculiar de su creatividad se vincula a la praxis educadora que llamó “sistema preventivo”. Este representa, en cierto modo, la síntesis de la sabiduría pedagógica y constituye el mensaje profético que legó a los suyos y a toda la Iglesia, y que ha merecido la atención y el reconocimiento de numerosos educadores y estudiosos de pedagogía. La palabra “preventivo” que emplea, hay que tomarla, más que en su acepción lingüística estricta, en la riqueza de las características peculiares del arte de educar del Santo. Ante todo, es preciso recordar la voluntad de prevenir la aparición de experiencias negativas, que podrían comprometer las energías del joven u obligarle a largos y penosos esfuerzos de recuperación.


No obstante, en dicha palabra se significan también, vividas con intensidad peculiar, intuiciones profundas, opciones precisas y criterios metodológicos concretos; por ejemplo: el arte de educar en positivo, proponiendo el bien en vivencias adecuadas y envolventes, capaces de atraer por su nobleza y hermosura, el arte de hacer que los jóvenes crezcan desde dentro, apoyándose en su libertad interior, venciendo condicionamientos y formalismos exteriores; el arte de ganar el corazón de los jóvenes, de modo que caminen con alegría y satisfacción hacia el bien, corrigiendo desviaciones y preparándose para el mañana por medio de una sólida formación de su carácter14.


El “sistema preventivo” de don Bosco, sintéticamente descrito por la Iuvenum Patris, está en profunda sintonía con el personalismo antropocéntrico que todavía constituye, aunque entre las miles contradicciones modernas,el “zócalo duro” de los valores compartidos o al menos compartibles en esta época de fragmentación cultural y de relativismo ético. Gran


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ción de la juventud”, y de una carta, comúnmente llamada “Carta desde Roma”. Para la edición crítica de uno y otra cf.: G. BOSCO, Il sistema preventivo nella educazione della gioventù, Introduzione e testi critici a cura di P. Braido, Roma 1985; P. BRAIDO, La lettera di don Bosco da Roma del 10 Maggio 1884, Roma 1984. Una exposición sistemática de la pedagogía “donbosquiana” (¡se nos conceda el neologismo!) es dada por P. BRAIDO, Prevenire non reprimere. Il sistema educativo di don Bosco, Roma 1999, y STELLA, Don Bosco nella storia della religiosità cattolica, II, pp. 441-474. En lo referente al “sistema preventivo” antes de la síntesis trabajada por don Bosco cf. P. BRAIDO, Breve storia del “sistema preventivo”, Roma 1993. El uso de las comillas para “sistema preventivo” está motivado por el hecho de que, en realidad, más que de un sistema se trata de una praxis, hecha objeto sólo en un segundo momento, de una reflexión que toma, sí, algunos principios inspiradores, sin lograr jamás agotar la frescura, la vivacidad, la atracción de esta experiencia.

14 JUAN PABLO II, Iuvenum Patris 8, en http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/ letters/1988/documents/hf_jp-ii_let_19880131_iuvenum-patris_sp.html, acceso el 13 de abril de 2010.


resonancia ha tenido un reciente congreso internacional, significativamente intitulado “Sistema Preventivo y Derechos humanos”15. Si, de hecho, los “derechos humanos” aparecen como terreno común de visiones de la vida muy diversas sobre los cuales entablar diálogos y construir la convivencia humana, el “sistema preventivo” de don Bosco ofrece una articulada instrumentalización pedagógica apta para su defensa y promoción. La experiencia de la Familia salesiana fundada por don Bosco y en vital expansión, activada en contextos culturales y religiosos dispares, desde hace más de ciento cincuenta años confirma su validez.


Los sacerdotes de este primer escorzo del tercer milenio viven a menudo en ambientes culturales a evangelizar o reevangelizar. El “sistema preventivo” de don Bosco propone la mediación de la educación como camino eficaz para el anuncio del Evangelio. Se trata, evidentemente, de mucho más que de instrucción. El sistema preventivo es, de hecho, una síntesis de “razón y fe” o, como decía don Bosco, “razón y religión”. Es la traducción pedagógica integral, tan urgente en una época en la cual la presentación del Evangelio es preparada y acompañada de otra operación: restituir confianza a la potencia del logos perdido en tiempos del “pensamiento débil” y del nihilismo, reconstruir la conciencia de una “naturaleza humana” portadora de valores no negociables en un mundo en el cual el dominio de la técnica, muchas veces funcional a intereses económicos ocultos, quisiera reducirla a res manipulable.


Don Bosco, sacerdote que tenía en la mira, como sabía decir con el lenguaje religioso del ochocientos, “la salvación de las almas”, experimenta y propone el sistema preventivo en el cual la “razón” es uno de los tres pilares, con la “religión” y la “afectuosidad”. ¿Qué se entiende por razón?


El término “razón” destaca, según la visión auténtica del humanismo cristiano, el valor de la persona, de la conciencia, de la naturaleza humana, de la cultura, del mundo del trabajo y del vivir social, o sea, el amplio cuadro de valores que es como el equipo que necesita el hombre en su vida familiar, civil y política [... ] Resumiendo, la “razón”, en la que Don Bosco cree como don de Dios y quehacer indeclinable del educador, señala los valores del bien, los objetivos que hay que alcanzar y los medios y modos que hay que emplear. La “razón” invita a los jóvenes a una relación de participación en los valores captados y compartidos. La define también como “racionalidad”, por la cabida que debe tener la comprensión, el diálogo y la

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15 Para toda la documentación inherente a este evento cf. http://www.donboscohumanrights.

org/dh/j/, acceso el 9 de enero de 2010.


paciencia inalterable en que se realiza el nada fácil ejercicio de la racionalidad. 


Por esto, evidentemente, supone la visión de una antropología actualizada y completa, libre de reducciones ideológicas. El educador moderno debe saber leer con atención los signos de los tiempos, a fin de individuar los valores emergentes que atraen a los jóvenes: la paz, la libertad, la justicia, la comunión y participación, la promoción de la mujer, la solidaridad, el desarrollo, las necesidades ecológicas16.



Benedicto XVI ha hecho de la amistad entre fe y razón una de las llamadas de su altísimo Magisterio. La “razón” del “sistema preventivo” de don Bosco, integrada y perfeccionada por la “religión”, recuerda justamente el logos del cual el Santo Padre a menudo habla, un concepto amplio y confiado de la razón humana: amplio porque no está limitado a los espacios de la llamada razón empírica-científica, sino que está abierto a las cuestiones fundamentales e irrenunciables del vivir humano; confiado, porque si acoge las inspiraciones de la fe cristiana, es propulsora de una civilización que reconoce la dignidad de la persona humana, la intangibilidad de sus derechos y la conciencia de sus deberes. Y don Bosco, que despertaba la simpatía y, a menudo, el apoyo material y moral hasta de los anticlericales de su época, decía que el objetivo final de su propuesta educativa era hacer de cada muchacho “un buen cristiano y un honesto ciudadano”.


Cada sacerdote tiene en el corazón la acogida, la difusión del Evangelio y la transformación de la cultura según los valores del Cristianismo. Es una operación que jamás en la bimilenaria historia de la Iglesia resultó fácil o inmune de fracaso. Hoy los desafíos parecen multiplicarse. El “sistema preventivo” de don Bosco –esto es de un sacerdote santo que tiene, por lo tanto, un mensaje perenne que ofrecer a la Iglesia porque fue suscitado por el Espíritu Santo– es todavía muy actual: conjuga, a través de la mediación de la educación, fe y cultura.

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