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A LOS OBISPOS SOBRE EL SEMINARIO


Trabajo en un seminario inter-diocesano donde se forman 130 seminaristas de seis diócesis diversas. El obispo de casa se esfuerza por visitar ocasionalmente a los seminaristas en general, y cada cierta visita es dedicada a los seminaristas de casa. Los seminaristas de las otras cinco diócesis no tienen consciencia de relación obispo-seminarista, por eso, para ellos el obispo es el jefe supremo “que tiene muchos trabajo y compromisos” a quien hay que guardar distancia, y su no presencia no es motivo de reclamo.

Si queremos ser estrictos rescatando el sentido de familiaridad o relación que es donde apuntan los documentos que se refieren al tema, puedo afirmar (partiendo de esta experiencia) existe un descuido “paternal” por parte de los obispos, los seminaristas crecen sin un “interés familiar” para con "su" obispo.

Por tal motivo, siempre es bueno recordar a los obispos que entre todas las instituciones diocesanas, considere la primera el seminario y lo haga objeto de las atenciones más intensas y asiduas de su ministerio pastoral, porque del seminario dependen en gran parte la continuidad y la fecundidad del ministerio sacerdotal de la Iglesia. Del seminario depende el futuro de la Iglesia diocesana. 

A pesar de las diversas actividades y preocupaciones que son propia de tal encargo pastoral, como manifestación de su primaria responsabilidad en la formación de los candidatos al sacerdocio, el Obispo tiene la obligación el deber de visitar frecuentemente el seminario, a los formadores y a los seminaristas de la propia diócesis que residen en el propio seminario, esforzándose por visitar a sus seminaristas que se forman en un seminario diverso al de la propia diócesis, y si el seminario de la diócesis es inter-diocesano, visite también a los seminaristas de otras diócesis compartiendo cordialmente con ellos de modo que éstos puedan estar con él.

Las visitas deberían formar parte principal de la agenda del obispo incluso de su programa pastoral, de tal modo, el Obispo considerará tal visita como uno de los momentos importantes de su misión episcopal, en cuanto que su presencia en el seminario ayuda a insertar esta peculiar comunidad en la Iglesia particular, la anima a conseguir la finalidad pastoral de la formación y a dar el sentido de Iglesia a los jóvenes candidatos al sacerdocio.

La visita no debería reducirse a un lejano saludo o a una celebración litúrgica, sino que, en tal visita, el Obispo tratará de tener un encuentro directo e informal con los alumnos para conocerlos personalmente, alimentando el sentido de la familiaridad y amistad con ellos para poder ponderar las inclinaciones, actitudes, dotes humanas e intelectuales de cada uno y también los aspectos de su personalidad que necesitan de una mayor atención educativa.

Esta relación familiar permitirá al Obispo poder evaluar mejor la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y confrontar su juicio con el de los superiores del seminario, que está a la base de la promoción al sacramento del orden.

En efecto, sobre el Obispo recae la última responsabilidad de la admisión de los candidatos a las órdenes sagradas. Su idoneidad le debe resultar probada con argumentos positivos; por eso, si por determinadas razones tiene dudas acerca de un candidato, no lo admita a la ordenación.


FUENTE: entreyparaseminaristas.com/

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