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IDENTIDAD SACERDOTAL - TESTIMONIO DE NORIYASU WATANABE


Era un japonés sin fe; en la primera misa de su vida le dijeron «ahí está Dios», y ahora será cura


Noriyasu Watanabe, japonés de 32 años, natural de la provincia de Ibaraki, no lejos de Tokio, será ordenado sacerdote en Toledo (España) el 28 de junio. Estos días Noriyasu celebra muy alegre la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, devoción central en su congregación, la Hermandad de Hijos de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, en la escuela espiritual de Schola Cordis Iesu que fundó el padre Ramón Orlandis. Además, le alegra esperar la llegada de su madre, que viene de Japón para la ordenación.

Noriyasu hace 12 años, no sabía absolutamente nada de la fe católica, y nunca en su vida había visto a un católico. Pero a los 20 años, en un viaje de estudios en Canadá, un compañero español le invitó a ir a misa… y en esa misa cambió su vida.


Una familia sin religión

“Mi familia no creía en nada. Tenían algo de sintoísmo y budismo, como cultura. Mis padres se casaron por rito sintoísta, como es común en Japón, y celebraban los funerales por rito budista, que es lo habitual allí. Es como un protocolo, una etiqueta”, explica Noriyasu a Religion En Libertad.

“Yo, de niño, preguntaba qué pasaba cuando se muere alguien. En el colegio y en el ambiente social me enseñaron que con la muerte se acaba todo. Mis padres me decían, sin embargo, que había un ‘algo’ tras la muerte. Creían en un cierto respeto a los antepasados… aunque en casa no teníamos recuerdos ni culto de ellos. En Japón nunca vi ningún sacerdote católico, en mi ciudad no había católicos. En las películas a veces salían protestantes… aunque yo no sabía que había cristianos de distintos tipos. No recuerdo haber visto ni siquiera una noticia sobre el Papa en Navidad en televisión, por ejemplo”. 

Noriyasu no era un estudiante muy bueno, y de hecho no acabó el bachillerato, sino que se puso a trabajar en la empresa de construcción de su abuelo. Pero tenía inquietudes. “Yo me hacía preguntas por el sentido de la vida, y por cómo serían otras culturas”. Por eso, le encantó poder ir con 20 años a un viaje de intercambio cultural a Vancouver, en Canadá. 


Su primer católico: un español en Canadá

En la academia de inglés de Vancouver conoció a otro estudiante, Arturo, un joven católico español de 24 años que procuraba ir a misa cada día. 

"Al principio no me interesaba nada religioso, pero me llamaba la atención la alegría que tenía este chico. Pensé que él tenía algo que yo no tenía. Nuestra primera conversación fue sobre la Virgen, en clase de conversación en inglés. Arturo me preguntó si yo conocía a la Virgen. Le dije que ni idea. Me enseñó entonces su escapulario de la Virgen del Carmeny me dijo que era la Madre de Cristo”, recuerda Noriyasu.

Arturo ayudaba mucho al joven japonés y siempre era alegre y amable. “Pensé: como cada día va a la iglesia, quizá ahí está su secreto”, y por eso, atraído por la alegría de su amigo, decidió acompañarle a misa un día.


Primera misa: “Ahí está Dios”… y lo creyó

Noriyasu describe esa primera misa inolvidable. “Era un día de entre semana. Yo no tenía ni idea de nada... pero allí sentía mi corazón lleno de felicidad. Antes de entrar, Arturo me dijo: ‘Tu haz lo que yo haga’. Hizo la genuflexión al entrar, yo también. En el banco se puso de rodillas, yo también. Me señaló el Sagrario y me dijo: ‘Ahi está el Señor’... y yo, en vez de reírme, lo creí, porque sentía mi corazón lleno de felicidad. Me sorprendió. No entendí nada de la misa, pero me sentía feliz. Emocionado. Vi que había mucha gente que asistía con devoción. El silencio expresaba respeto, sobre todo en la comunión. Se acercaban acomulgar con recogimiento. También Arturo fue y al volver parecía otra persona, como quien guarda un tesoro”.


La novedad de orar y leer la Biblia

Tras la misa Noriyasu dijo a Arturo: “explícame más”. Y empezó a ir cada día a misa con él. “Yo rezaba a mi manera. Sabiendo que Dios estaba en el Sagrario, yo le hablaba. Con el tiempo Arturo me enseñó el Padrenuestro, el Avemaría. Fuimos a comprar una Biblia en japonés, ¡en Vancouver! En una librería muy vieja encontramos esa Biblia, él me la regaló. Empecé a leerla. En cada página encontraba respuestas a mis preguntas: qué hay tras la muerte y cuál es el sentido de la vida”.

“Empecé por el Evangelio. Me llamaban la atención algunas frases de Jesús como "venid a mí los cansados y agobiados", "no os preocupéis por el mañana"… Me interesaban esas instrucciones para vivir cada día. Yo estaba en el extranjero y eso a veces me agobiaba, pero las palabras de Jesús -"no os agobiéis"-, me ayudaban". 

"No veía a Dios lejano, sino cercano en Jesús. Él vivía conmigo, porque cada vez que abría la Biblia Él me enseñaba, me acompañaba. Y Dios estaba también allí en la Iglesia".

En verano de 2003 Arturo y Noriyasu vivían en Londres, mejorando su inglés. Allí el joven japonés consiguió un Catecismo en su idioma y consultaba a su amigo y a sacerdotes londinenses sobre la fe.

En septiembre acudieron a España al encuentro de Jóvenes por el Reino de Cristo,  la rama joven de las asociaciones del Apostolado de la Oración, de espiritualidad del Sagrado Corazón. “Éramos unos 500, nunca había visto tantos jóvenes cristianos. Me encantó. En esos días yo ya pensaba en bautizarme”. 

Allí conoció al padre José María Alsina, de los Hijos de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, y al cardenal Antonio Cañizares, que entonces era el arzobispo de Toledo. “Conté al arzobispo Cañizares que yo quería bautizarme, que me gustaba estudiar el catecismo, que yo amaba a Jesús y a la Virgen… y me dijo: ‘Yo te bautizaré’. Y así fue”. 

Después de unos meses más en Londres, volvió a Toledo en Navidad, alojándose en la casa de su amigo Arturo en Talavera de la Reina, y el 4 de enero de 2004 el arzobispo le bautizó en la catedral. 

Tomó el nombre cristiano de Ignacio. “Al principio me gustaba Francisco Javier, apóstol del Japón… pero luego pensé que Ignacio fue quien evangelizó a Francisco Javier”, dice con humor.

“Yo no sabía nada de la cultura española. Solo sabía lo de toros, flamenco, sevillanas, y nada más... Vine a un ambiente muy cristiano que me llamó la atención. Muchas vecespensaba que los españoles siempre estaban peleándose, porque hablan muy fuerte. Luego vi que no es así. Me gustó la comida española, sobre todo la tortilla de patatas y el jamón serrano”, recuerda divertido. Arturo y su familia fueron la gran puerta de Nori a la vida española. Arturo se casó y tuvo hijos, y la madre de Arturo ha sido como una "madre española" para el japonés.

También le asombraba Toledo, en plena Navidad. “Toledo es tan antigua… y parecía 
conservar su época medieval, su religiosidad... Toda iluminada, ¡la ciudad celebraba la Navidad como Dios manda!”, exclama, comparándola con las luces comerciales de la laica Navidad japonesa. 


Del bautismo al sacerdocio

Noriyasu, incluso antes de estar bautizado, tenía claro que quería conocer y seguir la voluntad de Dios para él. “Ser bautizado sí me dio un poco de miedo, pensando en mis amigos, mi familia... En esa época ni mis padres ni mis amigos entendían nada de lo que yo hacía, les parecía algo raro y lejanísimo… Pero yo ya no podía vivir sin Dios, no podía volver al pasado, quería vivir para siempre para el Señor, y desde mi bautismo quería acercarme a él más y más. Yo le preguntaba en oración a Dios: "Señor, qué quieres que haga por ti". Y él me fue mostrando que quería que me entregase a Él. Ya no podía vivir para otra cosa. Pero ¿debía ser sacerdote o monje o qué?”

Ignacio Noriyasu encontró su lugar en la Hermandad de Hijos de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, que tiene su seminario en Toledo, y a los que conocía por Arturo y Jóvenes por el Reino de Cristo. “A estas alturas yo era más o menos su cocinero”, dice divertido. “Vivía muy cerca de los seminaristas y los sacerdotes, y así Dios me mostró qué Él me quería cerca de él ahí como sacerdote”.

Conviviendo con ellos aprendió español, catecismo e historia de la Iglesia. Después entró en el seminario en sí, y estudió 7 años. Y el 28 de junio será sacerdote. “Toda la gente me trató muy bien, y le estoy muy agradecido a Dios”, afirma.


De vuelta a Japón

Noriyasu, que ahora era también Ignacio, volvió un tiempo a arreglar algunos papeles a Japón tras su bautismo. Él era ahora un joven muy distinto al que había salido del país del Sol Naciente. 

“Estuve un año en la empresa de mi abuelo ahorrando dinero. Iba a misa allí y era distinto.Ir a misa en Japón es difícil. ¿Misa diaria? En mi zona, imposible. En mi parroquia sólo había un sacerdote que acudía sólo los domingos. La mayoría de la gente en la parroquia eran extranjeros. Muy majos todos, pero ¡era otra cosa! Hoy, cuando han pasado años y me he formado como sacerdote, entiendo que el ambiente católico allí es ´más progre´,como se dice en España. Se practica poco la confesión, por ejemplo”. 


Evangelizando en la familia

Noriyasu dice que le “gustaría mucho llevar Cristo a los japoneses, porque a mí conocer a Cristo me dio el sentido de la vida. Haría todo lo que pueda para darlo a conocer”. De hecho, empezó compartiendo su experiencia con su familia. 

“Mi abuelo, que murió el día de San José, se bautizó poco antes de morir. Mi abuela aprendió a rezar el Rosario y ahora lo reza todos los días. Mi madre ya va a la Iglesia cuando puede. ¡Ojalá todos los japoneses conocieran a Cristo! En Japón hay dinero, pero no hay sentido. Yo veo que la sociedad japonesa es triste, lo veía de adolescente y lo veo hoy, pensando en el número de suicidios”. 


FUENTE: religionenlibertad.com


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