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"A MIS SACERDOTES" DE CONCEPCIÓN CABRERA DE ARMIDA. CAP. XCII: EN LA CRUZ

MENSAJES DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO A SUS HIJOS PREDILECTOS


XCII


EN LA CRUZ


"Y si son otros Yo mis sacerdotes, serán en la tierra lo que Yo fui: la Luz del mundo para guiar a las almas al cielo; el Camino para conducirlas a la Verdad; la Vida que las salve, la Sal de la tierra, etc.

Si son otros Yo, obrarán prodigios mayores que Yo. Pero la manera infalible de atraer y de ganarse a las almas, será cuando estén crucificados al mundo y a los apetitos sensuales; cuando amen el dolor, u voluntariamente acepten, sin restricciones,la voluntad de mi Padre en cualquiera inmolación. Solo la voz de la sangre convierte: y Yo esperé el triunfo,lo anuncié; pero no se realizó sino hasta que las almas me vieron en una cruz.

Hasta que fui crucificado, reiné: hasta que fui Víctima, atraje;  hasta que di mi vida por las almas, las salvé. Y la consecuencia de esto es que, si los sacerdotes son otros Yo, deben subir al Calvario para dar fruto en las almas; que si quieren darme corazones, deben crucificarse primero, y mostrarse a las almas con mi parecido en el Calvario..

Éste es el camino seguro de la conquista de las almas, el apostolado de la Cruz, en la Cruz, éste es el apostolado fecundo, el que se ejerce sobre cualquiera cruz, sacrificados voluntariamente en ella. Es el apostolado al que nada resiste, el que no fracasa y que siempre triunfa, porque el dolor lo diviniza, porque la cruz es fecunda, porque Yo salvé al mundo, y todo lo atraje hacia Mí clavado en ella.

Y si los sacerdotes quieren parecérseme, si quieren ser Yo, si quieren darme almas que me glorifiquen, ya saben el camino seguro para atraer a todas las almas a lo sobrenatural y divino.

Un sacerdote sacrificado siempre salva: un sacerdote tiene que crucificarse. Pero en ese crucificarse, glorifica al Padre; alcanza el perdón para los enemigos, realiza admirables conversiones, y llegará a muy alta santidad. Descollarán mis sacerdotes sacrificados voluntariamente, sobre todo en la más alta unión con mi Padre amado y en el sublime abandono a su voluntad santísima.

Todas las riquezas, todos los tesoros comunicables a las almas obtendrán los sacerdotes que se inmolen por amor al Padre y a las almas en lo alto de sus cruces. Y su confianza se purificará en el sacrificio, porque se purificará su amor.

Pero es muy triste para Mí decirlo, y más, sentirlo. No todos mis sacerdotes aman la Cruz, no todos suben voluntariamente a lo alto de sus calvarios, y éste es el secreto del poco fruto de su apostolado en las almas y del poco atractivo que ejercen en su alrededor, porque nunca un alma desoye la voz que la llama sobre la cruz, nunca resisten los corazones al llamamiento de un mártir voluntario, de un sacerdotes crucificado.

Yo comunico a los sacerdotes transformados mis propiedades, mis virtudes, mis ideales y la fortaleza divina de la que di pruebas. Perno necesito su cooperación, su voluntad, su transformación en Mí. Y de aquí nacen esos heroísmos incompatibles con la flaqueza humana, con la tendencia natural del hombre que rechaza el dolor; nacen, digo, de la unión Conmigo, del amor a las almas que comunico a los sacerdotes en su transformación en Mí.

Que piensen y mediten mis sacerdotes cómo mi apostolado en a tierra no tuvo todo el poder y la fecundidad hasta que la voz de mi sangre, en lo alto de la cruz, se hizo oír del universo entero. Prediqué, luché, hice milagros, enseñé, mas con muy escaso fruto. Pero sufrí, me sacrifiqué, me revelé al mundo en lo alto de la cruz, y todo lo atraje hacia Mí, como lo había profetizado.

Convenía  que el Hijo de Dios padeciese, dije, porque sólo la sangre redime, reconcilia, une; porque es señal de alianza y salvación. Ahí en la cruz se funde todo sentimiento, toda esperanza, todo perdón, toda misericordia; porque ahí está el amor que confía y se abandona.

¡Ah!  ¡Yo tengo hambre y sed de sacerdotes sacrificados! La más intensa sed que experimenté en la cruz no  fue la material, sino la sed ardiente de mis sacerdotes transformados en Mí crucificado; en Mí inmolado; en Mí y por Mí, salvando las almas.

¡Esas almas, sueño de mi vida, no podían salvarse solas, necesitaban instrumentos, maestros, guías! Yo en la cruz conquisté o compré ahí a mi Iglesia --premio a mis dolores--, y al verla nacer de mi costado, pedí también al Padre, en mi ardiente sed, que me diera los elementos santos para completarla, para perfeccionarla. Y le pedí sacerdotes santos, sacerdotes puros; pero con más intensidad en mi agonía, sacerdotes crucificados, sacerdotes enamorados del sacrificio que no tuvieran en cuenta sus martirios y hasta su vida, si esto era para salvar a las almas.

Pedí apóstoles, pero apóstoles de la cruz y crucificados, para que siendo otros Yo, atrajeran hacia mi Iglesia al universo entero para salvarlo.

¿Acaso el desvío de muchas almas, la poca y falsa piedad de otras y hasta los desastres de muchas, no estarán ligados a la santidad del  sacerdote, a su sacrificio, a su generosidad en el dolor, al rechazamiento de la cruz del sacerdote?...

Si los sacerdotes son los destinados a representarme tal cual soy; si deben ser otros Yo, en su transformación en Mí, y por tanto, deben atraer a las almas a donde Yo las atraje, es decir, a la Cruz; ¿estarán exentos de culpa, si no han cumplido con esta condición capital de mi vida al estar sacrificado en mi unión?  ¿No tendrán muchos que ruborizarse por su poco amor al sacrificio, y aún más, por su manifiesto rechazamiento de la cruz, y en ella, de la divina voluntad?

¿No estará acaso vinculada la perfección y quizá, quizá la salvación de alguna o de algunas almas al atractivo y santo imán que produjera el sacerdote a su rededor, si se hubiera dejado crucificar?

Yo no quiero escrúpulos en mis sacerdotes que detiene y entretiene; pero si santas reflexiones que den por resultado propósitos prácticos, y una vida nueva de transformación en Mí en los sacerdotes tibios.

Por eso quiero urgir --para substraer esas deficiencias ocultas pero reales y para prevenir otras--- la transformación de los sacerdotes en Mí.

¡Miedo a los calvarios!  ¿Por qué?  Si estoy con todos en medio de la tribulación; si todo lo endulzo y facilito con suavidades celestiales, con fortaleza en los corazones y hasta con gozo en el espíritu. Entones, ¿por qué temer?

Que escalen los calvarios mis sacerdotes que se renuncien, y tendrán paz, y serán felices, y abundarán en alegría, porque se parecerán a Mí, su Modelo, su Maestro, su Espejo, ¡su Jesús! Y a mi lado, y más en Mí y dentro de Mí concluirá todo temor y toda turbación, que Yo jamás abuso de las fuerzas del alma y sé medir y proporcionar los calvarios. Pero el cielo se compra con dolor y las gracias para las almas con sufrimientos.

Cierto que cuando dije en la cruz: "Todo está consumado", estaba consumada la obra de la redención y de la salvación de las almas, pero tenía en cuenta a mis sacerdotes otros Yo, a mis sacerdotes en Mí, su Cabeza; ellos también serían Conmigo cabezas del cuerpo místico y los primeros que asociaran sus dolores a los míos para continuar mi Pasión en la tierra, para seguir crucificados en lo alto Conmigo, para atraer a las almas y a mil mundos, si los hubiera, y salvarlos.

Mucho hay que medita aquí, mucho que expiar, mucho que reformar; pero también prometo que habrá muchos triunfos en mis sacerdotes, muchas generosidades que ya me glorifican, a Mí y al Padre; y que destruirán el sensualismo --que también ha contagiado a muchos de mis sacerdotes-- y destronarán a Satanás. Reinará entonces la cruz y mis sacerdotes Conmigo en ella.

Y si para venir en pos de Mí, hay que negarse y cargar la cruz, para ser otros Yo mismo, para conquistar y comprar las gracias para las almas, se necesita no tan sólo cargar esa cruz sino estar clavado en lo alto  de ella".

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