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LA ADORACIÓN EUCARÍSTICA - DE LO VISIBLE A LO INVISIBLE




En este segundo programa de la serie "De lo visible a lo invisible", H.M. Televisión y la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos os invitan a redescubrir la importancia de la Adoración Eucaristíca en la vida y en la misión de la Iglesia.



Si Jesús está presente bajo las especies Eucarísticas, esa presencia dura tanto como duran las especies Eucarísticas. Esto quiere decir, que desde el principio de la Iglesia se ha conservado para darla a los ausentes, en particular a los enfermos pero al mismo tiempo, se ha entendido siempre de todas formas la celebración de la Eucaristía como un acto de adoración. 

El momento histórico que el rito de Adoración nace como momento independiente del de la acción Eucarística, se sitúa en el medioevo. Es antiquísimo y está en los primeros tiempos de la Iglesia la costumbre de conservar la Eucaristía como viático para los enfermos. Pero parece más bien que es a partir del siglo XIII cuando los Cristianos han tomado la costumbre de ponerse delante de la Eucaristía en oración.

Hay un momento en que el Espíritu Santo te hace caer en la cuenta de que aquello que estás viendo con tus ojos, ese trozo de pan en la Misa no es simplemente pan, es la Eucaristía y ahí nace de una forma espontánea en la persona uno de los dones del Espíritu Santo: el don de Piedad. El don de Piedad es aquel que nos ayuda a tratar a Dios como a un Padre y desarrolla en nosotros sentimientos religiosos es decir, sentimientos de adoración, de reconocer que Dios es Dios y que yo soy una simple criatura.

En estos momentos pienso que vivimos como una especie de un nuevo Pentecostés, de bendición en Pentecostés. Estaban orando, estaban invocando la comunión, en plegaria, esperando que Dios cumpliera su promesa. Eso acontece también en la Adoración y además Dios cumple su promesa y nos da, a través de la Adoración, la fuerza del Espíritu para anunciar a Jesucristo y aprende que el mundo no puede vivir sin Él, el mundo no puede vivir sin Dios. El mundo no puede vivir sin el amor de Dios, sin la verdad de Dios y la verdad del hombre. Sin eso el mundo se quiebra, se rompe. Ante esa grandísima necesidad, ante esa grandísima urgencia apremiante que no podemos dejar para mañana y que es la nueva evangelización, Dios hace acompañar todo esto, del redescubrimiento de la Adoración Eucarística y el redescubrimiento sencillamente de la Eucaristía donde está Dios. 


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