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LAS DIVERSIONES DEL MUNDO, ¿SON LAS DEL SACERDOTE?




Por Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa


Pero tú sé sobrio en todo, sé recio en el sufrimiento, esfuérzate en la propagación del Evangelio, cumple perfectamente tu ministerio (2 Tim. 5).

Resultado de imagen de eventos socialesQueridos hermanos, la sabiduría que la tradición nos ha legado nos dice que cuando las cosas santas dejan de ser alimento y consuelo del alma, se convierten en yugo que agarrota y en carga que oprime. Es decir, cuando el sacerdote no encuentra en su vida sacerdotal el verdadero gusto por las cosas santas de su ministerio, sino no siente su exclusiva dependencia de Dios, sino asume que no es del mundo, sino que está en guerra con él, que si vive mundanamente la sal perderá su sabor, entonces experimentará la penosa sensación de la soledad por una parte y por otra la falsa y peligrosa idea halagadora de la libertad ilimitada. Ya tenemos al sacerdote introducido en el mundo y en sus vanidades, en sus concupiscencias y en el espejismo venenoso de la falsa de sus atractivos sólo aparentes.

En la Carta de San Pablo a Tito (2, 12), le recuerda que ha de renunciar a la impiedad y a las concupiscencias mundanas, y que ha de vivir con prudencia, justicia y piedad en este mundo, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo. Le confirma a seguir el ejemplo del Maestro. El Señor se unía a las alegrías humanas tan sólo para bendecirlas y santificarlas. Siempre grave en su aspecto y maneras, tranquilo, dueño de la situación, digno en su porte y acciones. Participa en las reuniones para instruir, iluminar, edificar y consolar.

Tomando como ejemplo la diversión de nuestro Señor Jesucristo sabemos cómo ha de divertirse el sacerdote: siempre instruyendo, iluminando con la Palabra Dios, edificando con su propio ejemplo, aliviando y consolando a las almas que falsamente intentan ocultar su dolor en vanas diversiones mundanas.

Un tema importante es el extremo cuidado que tenía el Señor en sus relaciones con las mujeres. Hablaba con ellas, con la samaritana, con la hemorroisa, con María Magdalena para asegurarle el perdón, con la mujer del Zebedeo, pero nunca lo hizo a solas. Lo hacía en medio de la multitud, rodeado de discípulos, generalmente en presencia de quien pudiera dar testimonio de la santidad de sus palabras y de la pureza de sus actos. Aun después de la resurrección mantiene esta reserva, a María Magdalena la encuentra a solas en el sepulcro y le prohíbe que le toque.

Nuestro Señor siempre está atento a predicar con el ejemplo de una pureza suma y ejemplar. Quiere verla brillar en todos sus fieles. Da normas para todos, pero para con sus Apóstoles, sus privilegiados, para esos otros Cristos, cuánto no serán sus divinas exigencias. Son las exigencias que recaen en los sacerdotes. Nunca el sacerdote puede perder el sentido de su realidad sobrenatural. Su descanso, su diversión, siempre ha de ser a ejemplo del Señor, consciente que nunca deja de ser el dispensador de los divinos misterios, también en el tiempo de ocio.

No han de ser las cosas del mundo donde el sacerdote encuentre gusto y descanso, sino en las celestiales. El conocimiento de las cosas invisibles y celestiales es medio insuperable para defenderse de los peligros del atractivo del mundo y fortalecer al sacerdote. Los santos sacramentos, la santa Misa con fervor, la oración de meditación, la confesión frecuente, la predicación de la Palabra de Dios, el estudio, la lectura espiritual, la atención a los necesitados de alma y cuerpo. Todo ello llenará plenamente la vida del sacerdote evitando dejarse arrastrar por cualquier distracción que le haga olvidar su realidad de Pastor, de maestro, de médico da almas, de, en definitiva, ser reflejo de Cristo en todo tiempo y lugar.

El profeta Isaías (53, 10-119 dice: Ofreciendo su vida en sacrificio por el pecado, tendrá posteridad y vivirá largos días, y en sus manos prosperará la obra del Señor. Librada su alma de los tormentos verá, y lo que verá colmará sus deseos. Así será con sus siervos, con los sacerdotes. En medio de las penas, angustias, ansiedades, el sacerdote encuentra su consuelo; todo el que deje cualquier cosa por amor al Señor, recibirá ciento por uno. En el esfuerzo y sacrificio de su ministerio, tiene el sacerdote su descanso y su premio; tiene su especial y divina diversión, el consuelo del mismo Dios. ¿Puede la diversión humana equiparase al consuelo divino?

Acreditémonos en todo como ministros de Dios: con mucha paciencia, en tribulaciones, necesidades y angustias; en azotes, prisiones y tumultos; en fatigas, desvelos y ayunos; con pureza, con ciencia, con longanimidad, con bondad, en el Espíritu Santo, con caridad sincera […]; como tristes, pero siempre alegres; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como quienes nada tienen, aunque poseyéndolo todo (2 Cor. 6, 4.10). San Pablo nos muestra al sacerdote despojado de todo por amor a Cristo. Pero teniendo a Cristo lo tiene todo y nada le falta. Tiene su verdadero descanso, su verdadero consuelo, tiene en Cristo toda la hermosura que le rodea, pues todo está a su alcance, todo lo santo y bueno que Dios ha creado. ¿Buscará el sacerdote descanso y diversión humana? No, el que se ha despojado de todo por amor al Señor.

El sacerdote lleno de mundo visible, del que le gusta gozar y disfrutar, es incapaz de ver lo bello del mundo, la belleza creada por Dios, pues sólo ve aquello creado que está desfigurado por el pecado, estando, además, su ánimo abatido y desalentado. Más el sacerdote lleno del mundo de la eternidad, no de lo corrompido por el pecado, estará lleno la luz de Dios, firme en la fe, alegre en su sufrimiento y trabajo, porque es merecedor del descanso que el mismo Dios le dará. Para él, el Señor será siempre su Pastor, y en el desierto hartará su alma y dará vigor a sus huesos. Será como huerto regado, como fuente de aguas vivas, que no se agotan jamás (Is. 58, 11).

Como se divertía el Señor, así ha de divertirse un sacerdote de Cristo.

Ave María Purísima.


FUENTE: adelantelafe.com

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