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CONFIDENCIAS DE JESÚS A UN SACERDOTE, Monseñor Ottavio Michelini.

NO ESTAMOS LEJOS



Hijo, me has manifestado tu deseo de conocer y comunicarte con el santo Mártir Octavio, aquí está:
"Soy San Octavio, Mártir romano. Quiero sepas que en el Paraíso no se vive una vida de inercia sino una vida intensamente activa.

En el Paraíso se tiene la plenitud de la vida. Entra dentro de lo normal el deseo de comunicarse entre nosotros; el Cuerpo es único, una sola es la Cabeza; también las actividades, mientras los peregrinos en la tierra no se desvíen en cosas dañinas al cuerpo entero y lesivas de los derechos de todos lo miembros, ante todo los de la Cabeza.

Hermano mío, no te ha faltado jamás, desde tu nacimiento y no te faltará hasta el fin de tus días terrenos, la asistencia y ayuda que se nos ha consentido.

Mucho más grande habría sido si más intenso hubiera sido tu deseo de recibirlas y más frecuente tu requerimiento. La Bondad Divina nos ha concedido el encuentro, entonces pongámonos de acuerdo para una colaboración recíproca más fecunda. Es alegría para la Bondad Divina y gozo para nosotros, hermano mío, volver nuestras relaciones más íntimas, hacerlas más frecuentes, más confidenciales y sobre todo más fecundas de bien.

¡No estamos lejanos de vosotros, hermano! Es un error el pensarlo, somos miembros libres e inteligentes del mismo Cuerpo. La misma Vida divina nos alimenta a nosotros y a vosotros. Es sólo que nosotros os amamos mucho y vosotros nos amáis mucho menos, nos amáis tan poco que os olvidáis de nosotros.


LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS


Pero tú sabes, hermano, que el amor tiende necesariamente a la unión, a la unión perfecta.  ¿Cómo se puede volverla fácilmente realizable? No puede realizarse si el amor es unilateral. ¡Hermano mío, dilo a todos que el bien en la tierra podría ser inmensa, incalculable si vosotros todavía peregrinos, vivierais como nosotros ardientemente deseamos vivir (y lo vivimos en la medida que vosotros lo consentís) el dogma de la Comunión de los Santos!

En el Paraíso no se puede uno entristecer por nada, de otra manera no sería felicidad perfecta, pero si algo nos pudiera entristecer sería ciertamente esto, el haber perdido inmensas posibilidades de bien y haber descuidado una fuente maravillosa de recursos Espirituales y también materiales para el bien personal y social de la Iglesia.

Por bondad divina nos sea concedido encontrarnos y comunicarnos con mayor frecuencia para honor y gloria de nuestro tres veces Santo Dios, Uno y Trino.


PEQUEÑAS Y GRANDES COSAS


Jesús, antes de darme su bendición como suele cada noche, me ha dicho:
Hijo, ámame, acuérdate que ante Mí nada es grande ni nada es pequeño. Acuérdate que es precisamente en las pequeñas cosas, en las cosas más diminutas donde se demuestra el amarme y amarme ardientemente.

...Aquella sonrisa dada a una persona que te molesta, aquel acto de humildad hecho en el momento justo, aquel acto prontamente retirado, aquella generosidad en responder a los impulsos de mi gracia, aquella puntualidad en el trato con terceros, ese saber escuchar (y podría continuar todavía), son pequeñas y grandes cosas que enriquecen la nobleza del espíritu. Ellas me dan alegría y son testimonios de un auténtico amor.
Hijo mío, quiero que me ames así. Así harás feliz a tu Jesús. Quien me es fiel en lo poco, me es y me será fiel en lo mucho.


OBRA MAESTRA DE LA TRINIDAD


Hijo mío, escribe:
Te he dicho ya cómo quiero a mis sacerdotes aunque me he limitado a las cosas principales. Ahora quisiera hacerte comprender cómo al sacerdote sensible y atento a las llamadas de la gracia, lo quiero plasmar, naturalmente no sin su consentimiento.

A veces me basta con que no ponga obstáculos a la obra de mi cincel, obra que no sólo enriquece al sacerdote de méritos y de virtudes, sino que lo hace una obra maestra de la divina Trinidad.

De él se deleita el Padre, de él se goza el Espíritu Santo, quien se servirá de sus labios para manifestar la sabiduría que irradiará luz en las almas.

De él está contento su Jesús, que hará de él una cascada de gracias que penetrara las almas con las que esté en contacto.

De él Jesús hará otro Sí mismo, que pasará por el mundo atrayendo hacia sí con la fuerza de la oración, con la potencia del sufrimiento.  Como Yo, triunfará en las humillaciones y en las incomprensiones de aquellos que lo rodean.

Hijo, el sacerdote que Yo quiero debe estar atento a mis palabras. El sacerdote que Yo quiero debe estar atento hacia Mí en la donación de todo él mismo a Mí y a los hermanos, como Yo me he dado todo al Padre y todo a vosotros.

El sacerdote, según mi ejemplo, debe ser el hombre de la oración.





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