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"A MIS SACERDOTES" DE CONCEPCIÓN CABRERA DE ARMIDA. CAP. CV : CON QUÉ AMOR DEBEN TRATARSE LAS ALMAS

Mensajes de Nuestro Señor Jesucristo a Sus hijos predilectos



CV

CON QUÉ AMOR DEBEN TRATARSE LAS ALMAS.



"Sólo un corazón pervertido hasta lo sumo resiste al llamamiento del amor divino. El hombre es amor por haber sido formado por el que es Amor; y el alma que informa al cuerpo trae consigo la esencia del amor, porque salió de Dios y a Dios ha de volver.  Por eso, aun cuando la atrae la tierra brindándole todos sus goces, siente en sí misma un vacío que sólo puede llenar Dios.

Si los hombres no resisten cuando se les toca la fibra del amor humano, ¿cuánto más si se les toca la fibra santa del amor divino?

Y esto es lo que he venido buscando en estas confidencias: el rendir a mis sacerdotes todos por el amor que es la esencia de mi Ser; por ese amor infinito de predilección sin nombre con que fueron elegidos por Mí. Porque no fueron ellos los que me eligieron; mi amor se adelantó a su amor, y aun antes de darles el ser y con él la vocación al sacerdocio para que sirvieran a mi Iglesia, ya mi Padre de toda la eternidad los había engendrado en su mente con singular elección, con mirada eterna de amor de Padre. Dese aquel principio, a el Padre me miraba a Mí en los sacerdotes y a los sacerdotes en Mí.

Los acontecimientos se desarrollaron en el tiempo, a su tiempo, porque Dios es el orden mismo y ni se atrasa ni se adelanta: obra oportunamente en todas las cosas y en todos los tiempos y en todas las alas. pero en Dios todo es presente, y éste es uno de sus gozos esenciales sólo propio suyo. Y de las penas y de las alegrías, que el hombre denomina sí, de los acontecimientos prósperos o adversos, Él siempre saca gloria para Sí y bienes sobrenaturales para las almas, porque es la misma Bondad.

El hombre no alcanza a penetrar en los arcanos divinos, porque es limitado, pero Dios maneja el mundo y los acontecimientos; y lo que es fin para el hombre es principio y presente para Dios, y Él en todo es glorificado.

Sin duda que el pecado no me glorifica, pero el pecador sí, porque me glorifica en su arrepentimiento o me glorifica en su castigo. El pecado es enemigo de Dios, pero el pecador puede trocarse en amigo y aun en santo, y glorificarme en su conversión.

Mi voluntad es salvar a las almas a cualquier precio.  ¿No acaso les compré ya el cielo con mi Sangre y mis infinitos méritos? ¿No di hasta la vida para que tuvieran vida sobrenatural y abundante en mi Iglesia y sus sacramentos?  Pero, más que por nadie, me sacrifiqué por mis sacerdotes que habían de ser cabezas de generaciones de almas por su paternidad espiritual.

¡Son tan delicadas las almas!  Éste es un punto que deben tener muy en cuenta mis sacerdotes para tratarlas, para transformarlas, usando, como les dije al principio, de la gran arma del amor divino al que nadie resiste. Mas para dar amor deben mis sacerdotes rebosar amor; y no lograrán llenarse plenamente el corazón de santo amor, sino por la transformación en Mí que soy Amor.

Impregnados mis sacerdotes de amor ¿qué han de dar sino amor?  Amor y caridad entre sí mismos; caridad y santo amor a las almas, conduciéndolas suavemente a Mí, que ése es su papel. Nunca, en ningún caso, deben los sacerdotes tratar a las almas con brusquedad.  ¿Quién más fino, más puro, más delicado que Yo a quien representan?

Que se fijen mis sacerdotes en que todas las almas son almas y no en las clases de ricos y pobres (naturalmente con la prudencia y discreción que debe haber); porque se abusa mucho en este punto, con los pobres. Que no menosprecien a esas almas rudas en general, o sin instrucción, etc.;  porque siempre son almas y ¡cuántas perlas perdidas, en esa clase amada, dentro de las conchas de su tosquedad, que pueden y deben pulirse para mi corona!

A todas las almas las gana el amor paciente, el amor humilde, el amor sacrificado, el amor sacrificado en Mí.  ¡Y cuántas veces dejan mis sacerdotes tiradas esas perlas, abandonadas esas joyas, que sólo se les ve la corteza, pero que encierran tesoros ocultos de grandes virtudes, de disposiciones especiales para una grande santidad.

¿Acaso no traté Yo con gente rústica, con pobres de solemnidad?  ¿Acaso con el amor paciente, con el amor sacrificado, o hice de pecadores apóstoles, mártires, santos?

Y si los sacerdotes se transforman en Mi, ¿qué no serán capaces de hacer en almas comunes y en almas de elección, en Seminarios y Colegios y poblados, por el confesonario y la dirección espiritual?

Todo lo puede el santo amor que rompe piedras, que amansa lobos, que trueca los corazones.

El amor, el amor lo es todo, lo encierra todo, lo abarca todo y junta la tierra con el cielo.

Aun en el mismo infierno, si hubiera amor no sería infierno; pero precisamente lo que constituye el infierno es la carencia de amor, que se convierte en odio.

Y como las almas nacieron para el Amor y del Amor, y al condenarse se les arranca ese germen fecundo que las impregna de amor, esa imagen santísima de la Trinidad que es amor; se encuentran despojados del Amor.

Y ése es su gran dolor, y el mayor tormento de los condenados, la privación de lo que formaba su ser sobrenatural.  Y despojados del amor, que es más que si les arrancaran del cuerpo la misma medula de los huesos, sienten en sí mismos un vacío insaciable, un hueco como infinito, que los aparta de Dios y que corta los lazos de amor que, quisieran o no, los estrechaba en el mundo con ese Dios-Amor.  Y entonces, al condenarse, viene a suplantar al amor el aborrecimiento y el odio.  Este trueque es la pena de las penas, el eterno alejamiento y separación de Dios.

¡Incomprensible tormento más hondo y profundo de todos los tormentos!

Entonces se aviva el conocimiento de lo que perdieron por su culpa  y les martirizan las potencias del alma de una manera cruelísima al sentir trocada su primitiva sustancia de amor en la que fue formada el alma, por el odio, como digo; pero un odio que sustituyó al amor --¡tan inmenso así es!-- lo cual es inexplicable. Como si al cuerpo le vaciaran la sangre y la inyectaran hiel, así siente el alma que le exprimieron el amor y le suplieron esa substancia con odio, con la separación eterna de Dios.

Sólo Yo sé medir en mi Justicia el suplicio de las almas condenadas y mi Corazón de Dios-hombre llora su desgracia, porque fueron creadas y salidas de la Trinidad para el cielo.

Y por eso clamo a las entrañas de amor de mis sacerdotes para que, activándose y santificándose, tiendan sus manos a tantas almas en peligro, --hasta de sus mismos hermanos--; para que se conmuevan sus corazones por el amor a las almas, pensando en la desgracia de las desgracias, que es el tormento supremo de las almas a quienes se les arranca el amor y ¡eternamente!

¡Y mi esperanza la tengo en mis sacerdotes celosos, en mis sacerdotes enamorados de Mí, en mis sacerdotes transformados en Mí!  ¡Ellos en Mi ven a las almas y en las almas a Mí!  Ven al Amor, están envueltos en el Amor, y con el amor se lanzan sin tener en cuenta trabajos ni obstáculos, porque el amor todo lo suaviza y todo lo vence.

¡Que me amen las almas, que no se pierdan, atraídas por Mí en los sacerdotes transformados, para glorificar a mi Padre por el Espíritu Santo que es el eterno Foco de Amor increado!

Pidan y clamen día y noche al Padre de las misericordias con oraciones, con sacrificios, con lágrimas, con sangre, para que multiplique los obreros de su Viña, pero transformados en Mi; para arrancarle al infierno las almas, sobre todo de sacerdotes; y que multiplicados y santos, formen un dique donde se estrelle Satanás y los suyos, defendiendo y salvando esas almas amadas que me costaron hasta la vida".









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