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"A MIS SACERDOTES" DE CONCEPCIÓN CABRERA DE ARMIDA. CAP. CVII: YA NO BASTAN SACERDOTES BUENOS.

Mensajes de Nuestro Señor Jesucristo a Sus hijos predilectos.


CVII


YA NO BASTAN SACERDOTES BUENOS



"Aunque Yo sea Amor, quiero el amor humano, porque mi Amor es un imán que atrae al amor; el amor divino tiene virtud de atracción.  Y ¿por qué? por la unidad, que tiende a hacer uno de todos los amores de la tierra y del cielo.  Precisamente porque Dios es amor y la criatura tiene el reflejo de Dios, algo de Dios, a Dios mismo en su alma es lógico que Dios atraiga a Dios, que lo divino atraiga a lo divino, Dios inmortal al alma inmortal, salida de su seno santísimo.

El hombre quiso, con el pecado, romper esa alianza que lo unía con el cielo, ese ser de amor y de gracia con que fue creado; y por eso Dios, en su infinita caridad para con el hombre, no le dejó rodar y perderse; y para reconquistar el derecho de origen que tenía sobre el hombre--derecho nacido del amor, lazo indestructible entre Dios y el hombre--, quiso obligarlo a que lo amara con un mandamiento especial y absoluto.

No quiso Dios que se perdiese el hombre al ser engañado por el demonio que lo apartó del amor y rompió por el pecado ese lazo íntimo con su Dios-Amor, esa substancia divina que lo deifica y eleva de la tierra al cielo.

El amor es unidad y, por ser algo de Dios, tiene que volver a Dios el amor de la tierra, divinizado por el mismo Amor, que es el Espíritu Santo. El amor es uno, y aun el amor humano legítimo y puro desciende del amor divino.

El amor es la felicidad, porque es Dios y en Dios todo es dicha y deleitable fruición de amor en la unidad de la Trinidad.  Y si busca Dios el amor del hombre, no es porque le falte a El ventura completa, sino porque en el hombre se ve a Él, a su reflejo que es Él, a su unidad que se ha extendido a las almas, pero que forman--en la substancia del Amor-- una sola cosa con Él.  Por eso persigue el Amor-Dios al amor del corazón humano, porque depende de de la unidad del amor, del Amor eterno y sin principio, puesto que Dios, al crear al hombre por amor, quiso comunicarle como principio de su substancia inmortal, el amor.

Y por aquí pesarán lo que Yo sentiré al ver el poco y errado criterio del hombre, que se aparta de su felicidad y se precipita e su desgracia eterna; porque el pecado destroza el amor y esto sólo bastaría para ser infierno: la eterna desgracia del alejamiento del amor, de la privación del santo amor.

Dios sólo puede amar a Dios; a las criaturas, sólo por lo que tienen de Dios.  Y como la substancia de Dios es el amor, cuando en la criatura se rompe esa fibra santa que lo une con el cielo, que lo asemeja a Dios, que refleja su esencia y su unidad, quedan rotos los vínculos del amor y apartado el sarmiento de la Vid; y ya no sirve sino para arder en eterno fuego.

Y este es el punto capital que vengo buscando: el de enamorar a mis sacerdotes del Amor, por el Espíritu Santo, que personifica al Amor; y por ellos, como en un nuevo Pentecostés, renovar la tierra en el fondo de los corazones, recordándoles su principio de amor y su fin de amor, haciéndoles ver que la falta de amor divino, ese querer desunirse y apartarse de la unidad del Amor es su ruina.

Quiero por mis sacerdotes santos, transformados en Mí por un amor verdadero y profundo de convicción, restaurar mis derechos en las almas; hacer que estudien a su Cristo, que se enamoren de la Divinidad en su Cristo, para que por Él, es decir, por Mí, pasen a la Trinidad y se pierdan en la unidad.

La tierra está inundada de cieno, entenebrecida por Satanás, y sus secuaces; y necesita luz, y con la luz, pureza, fe, caridad, esperanza y amor.

Las generaciones pasan revolcándose en lo material, sofocadas en pasiones rastreras, y se apartan de la Iglesia, olvidan y pisotean mi Ley.  El mundo se hunde, porque se ha degenerado sin Dios; y conmovido mi Corazón de amor, quiero volver a la tierra para levantar a los corazones y divinizarlos; pero esa vuelta a la tierra la realizaré en mis sacerdotes transformados en Mí, de manera que todos uno, ellos en Mí y Yo en ellos, renueven a las almas y alas naciones enteras por el amor y con el amor.

Mas para esta reacción universal, debe la Iglesia preocuparse mucho en la formación y transformación de sus sacerdotes en Mí.  Ya no basta que tenga la Iglesia ministros buenos y fieles y amantes de la Santa Sede y sumisos y virtuosos; vengo en estos tiempos, en que la impiedad y los vicios y el infierno mismo se han enseñoreado del mundo, a levantar más alta mi bandera, la bandera de la Iglesia, y a elevar muy alto mi voz, en el Papa y en los Pastores, para pedirles no sólo un clero bueno, fiel y virtuoso, sino más aún: una legión de sacerdotes santos, transformados en Mí mismo, que cubran la faz de la tierra, que la evangelicen con palabras y con obras.  Más todavía: y que Yo en ellos y formando un solo Jesús Salvador derroquen las religiones falsas, las sociedades secretas, los engañosos sofismas y saquen a las almas de su error y las salven.

Alos grandes males, grandes remedios; y el remedio actual, el único remedio, soy Yo, Jesucristo en mis sacerdotes transformados  en Mí, Yo, que amo a la tierra que hollé con mis plantas, en la que nací y morí como Dios hombre para lavarla, purificarla y salvarla.

Un nuevo enfurecimiento satánico ha brotado del averno contra mi Iglesia, contra lo espiritual y santo, y envenena criterios y corazones; pero el Espíritu Santo, por María Inmaculada, vendrá y triunfará, y aplastará con la pureza y la cruz a la infernal serpiente.

Insistan, lo repetiré sin cansarme, y no cesen, y por cuantos medios pueda, de pedir con insistencia esa evolución de mis sacerdotes en Mí, para que muera el hombre viejo y renazcan en Mí --por el Espíritu Santo que han recibo-- y se hagan otros Yo por la unidad de sentimientos, deseos y miras para glorificar a mi Padre en las almas.

Si mis sacerdotes aman a la Iglesia, si aman su vocación, si aman a la Santa Sede, si aman a las almas, si me aman a Mí, la manera de probar este amor será su transformación en Mí, para poder hacer d e ellos un poderoso escuadrón contra el infierno; y más aún: na unión perfecta, pura, santa, profunda e indisoluble en Mí mismo, poseyéndolos, impregnándolos de mi substancia divina para que den fruto y atraigan las miradas de complacencia y las bendiciones de mi Padre amado, que se gozará al verme reproducido en mis sacerdotes, todos uno en Mí, en la unidad de la Trinidad."

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