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"A MIS SACERDOTES" DE CONCEPCIÓN CABRERA DE ARMIDA. CAP. CVIII: PREDESTINACIÓN.

MENSAJES DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO A SUS HIJOS PREDILECTOS.


CVIII

PREDESTINACIÓN



"Yo, como Dios que soy, todo lo tengo presente, pues para Mí no hay futuro; y en este sentido veo, como en un punto eterno, lo pasado y lo porvenir. Pero eso no quiere decir que ya las almas vengan destinadas, desde al concebirlas en mi mente y darles la vida, a su perdición eterna.

¿Entonces para qué necesitaban Redención que fue universal y que tan relacionada está con esas almas pecadoras que a toda costa vine a salvar?  Si ya las almas estaban destinadas, unas para el cielo y otras para el infierno, entonces, ¿para qué mi título de Salvador?  Para qué el abajamiento incomprensible de la Encarnación del Verbo, para qué mis enseñanzas, pasión y muerte?  Todos los misterios de la Redención y mi Iglesia con sus sacramentos no tendrían objeto, serían una comedia, una burla, una irrisión; cosas que no pueden caber en un Dios, ni en su Sabiduría, ni en su Bondad, ni en sus planes infinitos de amor.

El hombre y todo hombre es creado para salvarse sin excluir a ninguno y con los medios necesarios para ello.

Todos los hombres -aun los que viven fuera de la Iglesia-- tienen la conciencia del bien y del mal; todos llevan el reflejo de la Trinidad más o menos velado, todos llevan en su alma un punto de luz que ilumina el fondo de sus almas y el libre albedrío para escoger lo bueno o lo malo.  Los que viven engañados, pero de buena fe, y son buenos se salvan, Dios es justo y mide las cosas con  la caridad de que Él es la fuente. Si las almas se condenan es porque quieren condenarse. Porque con la libertad de su libre albedrío escogen, o amarme, sujetando sus inclinaciones malas, o aborrecerme, dando rienda suelta a esas pasiones y apartándose de mi Ley.

Se salvan más de los que se condenan; si pasara lo contrario sería inutilizar la Redención para muchos y darle el triunfo a Satanás, mi enemigo irreconciliable. Se salvan más, y en la balanza del día del juicio triunfará plenísimamente el Hijo de Dios y Satanás quedará vencido.  Nadie sabe, a nadie le es dado penetrar lo que pasa entre las almas y Yo, en los últimos instantes de su vida.

Y si sólo hubiera cielo o infierno,  ¿para qué habría purgatorio?  El purgatorio es una prueba clara y un beneficio de los más grandes del amor de un Dios: es una fibra de su ternura precisamente para limpiar y purificar a miles de almas que salvo a última hora. A la mansión de eterna limpieza, no puede entrar nada manchado, y para eso es ese lugar de expiación, para pagar allí lo que le faltó de pagar al alma.  Pero esas almas son ya mías y Satanás, en la última lucha entre su malicia y mi caridad, queda vencido.

Cierto que el purgatorio es para pagar las pequeñas deudas y que los que mueren en pecado mortal no entran allí sino que se condenan; pero en la formidable lucha del alma pecadora con la misericordia de todo un Dios crucificado, innumerables veces triunfa mi Sangre, triunfa la gracia del Espíritu Santo.

Nunca deben las almas pensar que están destinadas para el infierno, porque aparte de ser una gran ofensa a mi infinita Bondad, es la tentación más peligrosa que puede Satanás poner a un alma para hacer que se desespere e inducirla a que se arroje sin freno a todos los vicios.  ¿Qué puede contener a un alma tentada de ese modo?

Yo soy la verdad, y la verdad es que no quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva.  Vine a salvar a los pecadores y no quiero que Satanás arranque de mi Iglesia y de mi Corazón ni a la más pequeña de las almas; aunque tratándose de almas ninguna es pequeña para Mí, sino todas grandes y valiosas, porque llevan el sello de la Trinidad.


Y precisamente para salvar a esas almas, que son la pasión de todo un Dios, y más las almas sacerdotales, quiero reforzar mi Iglesia, elevarla y engrandecerla más y más con los sacerdotes transformados en Mí, otros Yo en la tierra, sólo con el fin de dar más lustre, más santos sacerdotes a mi Iglesia y más almas, millones de almas, para glorificar a mi Padre eternamente.

Ya verán si esto se compagina con ese sentir errado de la predestinación que acarrea tantos errores y desalientos en las almas, echando a rodar los misterios y aun los atributos de Dios.  Ese error ni en sombra debe tocar a las almas, y los sacerdotes deben desterrarlo, borrarlo y anatematizarlo, puesto que por una brecha se introduce Satanás y logra abundante cosecha para el infierno con sutiles pretextos de estudios e interpretaciones que menoscaban el atributo santo de la infinita misericordia de Dios.

Un nuevo impulso elevará mi Iglesia amada y con ella a millones de almas por mis sacerdotes hechos Jesús, por esos sacerdotes que contemplo ya conmovido y entusiasmado, transformados en Mí y que pelean a brazo partido con el infierno y sus secuaces.  Pero triunfarán; y el impulso para mi Iglesia será muy poderoso y la gloria para mi Padre no alcanzará límites.

Ya verán si me interesará que se lleven a efecto estas confidencias del amor infinito de un Dios para con la Iglesia y sus ministros y para el bien de innumerables almas.  Y que no vuelvan a pensar y a turbarse con ese error que descorazona:  que ya de toda la eternidad está determinado quién se condena y quién se salva, porque eso nulifica la Redención, la Iglesia y aun a mi mismo e infinito amor.

Claro está que Yo sé --¡y cuánto me duele el alma!- quién se condena, porque veo el futuro como presente; pero conocer no es determinar ni destinar.  Y sin embargo, mi grande, mi infinita misericordia, lucha hasta el último momento con el pecador impenitente y ¡a cuántos salvo, a pesar de que ponen todos los medios para perderse, con gracias extraordinarias que Dios se reserva en su infinita caridad!  ¡Y cuántas de esas almas me glorificarán más después, porque me debe más, y a la luz de la eternidad comprenden la magnitud sin límites de mi amor!  Éstas son especiales gracias gratuitas y estupendas, pero que existen y se aplican según mi voluntad. Por tanto, sólo se pierden en general los que, aferrados al mal e inconmovibles a las insinuaciones, ofrecimientos y mociones del Espíritu Santo, quieren condenarse.

El reinado del Espíritu Santo, extendido por mis sacerdotes transformados en Mí, traerá luz, disipará tinieblas, alumbrará la verdad y dará la vida sobrenatural a las almas para salvarlas.

Muchas gracias se ciernen ya sobre el mundo, esperando sólo el conducto por donde han de venir a raudales a la tierra para transformarla y restaurarla en Mí; pero ese único conducto será en mi Iglesia, los sacerdotes transformados en Mí.

Ya verán si tienen mis sacerdotes el irrecusable e imperioso deber de procurar activamente esa transformación, de santificarse y de unirse todos en uno, en Mí, con la poderosa y divina fuerza de la unidad en la Trinidad"

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