Nos cuenta la religiosa sor
Josefa Menéndez, quien fue llevada varias veces al infierno arrastrada por los
demonios:
Mi alma se precipitó sola y se dejó caer en un abismo cuyo fondo no
llega a verse ya que es inalcanzable. Enseguida oía otras almas que se alegraban
de verme bajo estos tormentos. Ya es un martirio el hecho de oír esos gritos
horribles pero, creo que ese dolor no se compara con la sed de maldición que se
apodera del alma y cuando más se maldice más aumenta esa sed. Jamás se había
padecido algo similar...
Vi el infierno como siempre:
los largos pasillos, las cavidades, el fuego, oía las mismas almas gritar y
blasfemar puesto que, como lo escribí varias veces, aunque no se vean las
formas corporales, los tormentos se sienten como si estuvieran presentes y las
almas se reconocen igual que en el purgatorio. La diferencia es que aquí los
tormentos son para siempre.
Ellos gritaban “aquí estas al
igual que nosotros. Éramos libres de tomar o no esos votos”, dicen los
religiosos, pero ahora maldecían sus votos. Entonces sentí que me empujaron en
un nicho de llamas y que me sentía apretada entre dos planchas encendidas como si…
Estaba en el infierno pero tenía
una marca especial que indicaba que yo era una religiosa, era una marca que
indicaba que mi alma había conocido y amado a Dios y podía ver a otras almas de
religiosos y religiosas que tenían la misma marca que yo. Había muchos
sacerdotes en ese infierno. No puedo describir dicho sufrimiento, el cual me
fue muy diferente, del cual había padecido otras veces puesto que si el
sufrimiento de un alma mundana era terrible no se comparaba en nada con el del
alma de un religioso.
Estas tres palabras estaban
impresas en el alma como un punzante remordimiento: POBREZA, CASTIDAD, OBEDIENCIA.
Pobreza: eras libre y lo prometiste porvqué entonces te procuraste este bienestar? por qué te quedaste con ese objeto que no te pertenecía? Por qué le diste esa comodidad a tu cuerpo? Por qué te tomabas la libertad de disponer de las cosas que eran propiedad de la comunidad? Acaso no sabías que no tenías ningún derecho a poseer nada que tú mismo habías renunciado a eso? Por qué murmurabas cuando te faltaba algo o cuando te parecía que no te trataban como a los demás?
Castidad: tú mismo hiciste ese
voto libremente y conscientemente de lo que dicho voto exigía, tú mismo te
obligaste, tú mismo así lo quisiste y después como lo has observado…
Obediencia: tú mismo te obligaste
a obedecer las reglas a tus superiores libremente, entonces por qué juzgaste lo
que te ordenabas, por qué desobedecías a la voz del reglamento, por qué
dispensabas de esa obligación de vida comunitaria.
Recuerda la suavidad de la regla.
Y así todo no lo aceptaste y ahora braman las voces infernales: debes obedecernos a nosotros pero no por día, no por año, no por siglos sino para siempre por la eternidad. Tu así lo quisiste pero eras libre …
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