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VESTIMENTA CLERICAL Y VIDA INTERIOR



Todas las instituciones necesitan algún indicativo externo que las identifique delante de los demás. Existen rasgos externos que nos permiten apreciar que algo es algo y no otra cosa. Pues bien, la Iglesia siempre quiso identificar a los sacerdotes externamente, reflejando aquello que son internamente: personas consagradas, separadas del mundo para el servicio divino; y siempre ha sido casi natural ver a un clérigo vestido e identificado como tal, desde los tiempos de la sotana, cuando entonces esta era la primera y única vestimenta, hasta la segunda opción que es el clergyman (camisa clerical con la pequeña franja blanca bajo el cuello). Lo claro es que la Iglesia siempre quiso y quiere, naturalmente, que los sacerdotes estén bien identificados. Es un tanto difícil indicar el momento exacto en que se comienza a utilizar la vestimenta clerical –o al menos yo no lo sé–, pero lo que sabemos es que es antiquísima y por eso se merece toda nuestra consideración.


Más allá del aspecto meramente externo.

Si bien existen varias razones, naturales y prácticas, que explican el uso de la sotana y del clergyman (cleriman, vulgarmente), esto va más a allá del sentido puramente externo; nos ayuda a entender por medio de los sentidos –la vista en este caso– que hay un hombre entre nosotros que es diferente a nosotros, un hombre que ha sido dedicado a una realidad completamente superior. De hecho, la forma en que un sacerdote constituye una verdadera bofetada para el mundo que está siempre preocupado por las glorias que no sobrepasan la línea meramente temporal.
Cuando uno ve a un sacerdote piensa en cielo y en lo poco que dura esta vida; nos recuerda que algún día veremos a Dios y que daremos cuenta de nuestras decisiones, de si hemos aceptado o rechazado al Amor.


El hábito SÍ hace al monje.


Aunque esto suene contradictorio a lo que mucha gente dice hoy respecto a la vestimenta clerical, les puedo asegurar que la sotana sí puede hacer a un gran santo. Sin dejar de entender obviamente el lado que corresponde a Dios y a su gracia sin la cual nadie puede ser santo, la sotana podría ayudar mucho a hacer lo que le corresponde humanamente a un sacerdote para que sea un santo. Le recuerda constantemente que ha renunciado a todo por el Señor y que ha prometido ser fiel a esas renuncias, de modo que las tentaciones, la mayoría de las veces pasajeras, podrían pierden fuerzas.

La gente dice que conoció a muchos sacerdotes con sotana y que fueron malísimos; bueno, en primer lugar habría que hacer un juicio acerca de lo que la gente cree que es malo, pues a veces olvidan que el Señor golpeó con unos chicotes, hechos por Él mismo, a los mercaderes del templo, a los mismos quienes anunciaba diariamente la salvación.

En segundo lugar, que un sacerdote sea malo no es problema de la sotana; al contrario, significa que aquel sacerdote no ha logrado ver en esos sencillos hábitos que ha renunciado al mundo, que se prepara para el próximo y que debe ser perfecto; que debe rezar y que sus ocupaciones son muy distintas a las de cualquier persona común aquí en la tierra.


Conocemos sacerdotes buenos que no usan ningún tipo de hábito.

¿Y qué hay de los sacerdotes buenos y santos que conocemos y no usan ningún tipo de hábito? Pues les diría que les falta muy poquito para que sean perfectos y verdaderamente santos. En primer lugar por las razones prácticas y teológicas que ya hemos abarcado, y en segundo lugar, porque sería un claro indicativo de obediencia al Santo Padre que nos pide esto constantemente; sería cosa de muy santos obedecer con sencillez al Santo Padre.
De todas formas el Señor nos lo dice en el evangelio: “Todo eso ya lo he hecho de joven ¿Qué me falta? Pues ve, deja todo y sígueme” El hábito concluye la manera de dejarlo todo, verdaderamente todo.


Lo interior se demuestra en lo exterior.

La gente dice: “Para ser santo hay que serlo interiormente”. Esto es muy bueno, y yo estoy muy de acuerdo; ahora, con lo que estoy en desacuerdo es que piensen que la santidad no deba llegar al exterior, que sea casi innecesario o que no lo tengan en cuenta, cuando muchos santos han dicho que nuestro exterior debe ser el reflejo de nuestra vida interior.

Un sacerdote que hoy viste sotana o al menos la vestimenta clerical, da un signo claro de obediencia y sencillez, de santidad y amor y sobre todas las cosas, será un signo de trascendencia, de aquellas cosas que existen y que no vemos a simple vista.

+ Rogelio Livieres


diocesiscde.blogspot.com

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