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LAMENTOS DIVINOS. PALABRAS DE JESÚS A UN SACERDOTE. (Octava parte).


VERDADERA VIDA 

Los sacerdotes ejemplares, muy activos, se convierten en imanes para las almas buenas, atraen a los pecadores endurecidos y derraman por doquier la buena semilla de la Verdad y de la Gracia. El secreto de su ministerio fructífero es su vida interior, es decir el espíritu de piedad, que les da luz, fuerza y alegría. 

¿Y por qué otros son infructuosos? Es porque olvidándose de la vida interior hacen que su espíritu sea tísico: son pobres enfermos en el alma, inútiles para sí y para los demás. 

¡Bienaventurado aquel consagrado que sabe vivir en dulce intimidad conmigo, corazón a corazón conmigo, para sentir lo que Yo amo a las almas! 

Los sacerdotes que me aman son mi dulce morada, mi consuelo, mi alegría. 

¡Cuántas amarguras sufre mi Corazón al verse tan olvidado por los sacerdotes! 

Pensar en Mí con frecuencia, actuar bajo mi mirada con amor y serenidad; hacer todo con intención recta; no dar a mi enemigo Satanás ni siquiera un átomo de incienso; evitar las pequeñas infidelidades voluntarias; aprovechar las buenas ocasiones que hay para traerme almas; tenerme en el centro del corazón; detenerse sin prisa delante de mi Tabernáculo; avivar la Fe, viéndome en el prójimo; hacer una llamada frecuente al pensamiento de la eternidad... todo esto es el gran secreto de la vida interior. 

Y es propia la vida interior que lleva al fervor, inflama cada vez más y hace llegar a un alto grado de perfección. 


CRISTO REY 

La Iglesia cada año festeja mi Realeza. "Cristo Rey". ¿Pero esta fiesta es la prueba que de verdad soy considerado como Rey de mis consagrados? Para muchos en cambio soy un Rey mendigo y rechazado como en ese entonces lo fui por Pilatos y por Herodes. ¡Un Rey rechazado y... condenado! 

Mi respuesta a Pilatos: "Mi Reino no es de este mundo", además de indicar que mi Reino es espiritual, tenía otro significado: aludía también al tiempo futuro, al vuestro, que habría tratado de pisotear y de destruir mi soberanía en las almas. 

Vosotros, oh sacerdotes que sois mis ministros, vosotros debéis sacrificaros para hacerme reinar en las almas, pero antes hacedme reinar en vosotros mismos. 

¡Dadme el primer puesto, el puesto real, en vuestra mente y en vuestro corazón! Destruid en vuestro interior a todo ídolo, que enfríe vuestro amor por Mí y os atormenta el espíritu. 

Hacedme reinar en vosotros y tendréis la paz del corazón, aquella paz que nadie puede darles fuera de Mí. ¡Yo soy el Rey de la Paz! 

Solo entonces el sacerdote verá florecer su ministerio: cuando en él reine y obre el Rey del Amor y de la paz. 

En la confusión de las opiniones religiosas, en la poca sumisión a mi Vicario, en el trastorno de mi Doctrina evangélica, no olvidéis oh sacerdotes míos, que es Satanás quien se mueve para reinar en vez de Mí en el mundo y en mi Iglesia. Es doloroso decirlo: Los ministros más fieles de Satanás son ciertos sacerdotes innovadores. 

Satanás es el príncipe de la mentira, de la discordia y del desorden. ¡Infelices aquellos que están a su servicio! Pierden su paz y la quitan también a otras almas, turbando sus conciencias con novedades malsanas. 

¡Dios es orden y paz! Satanás es desorden e infelicidad. 

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