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LOS SUEÑOS DE SAN JUAN BOSCO (Parte 2)

MIRANDO HACIA EL PORVENIR
SUEÑO 3.—AÑO DE 1831.



(M. B. Tomo I, págs. 243-244.—M. O. Década 1, pág. 4.)


Estando Juan como estudiante en Castelnuovo, entabló
relaciones amistosas con un joven llamado José Turco, que
lo puso en contacto con su familia. Esta poseía una viña
situada en un paraje denominado Renenta, próximo a la
aldehuela de Susambrino. A dicha viña solíase retirar Juan
con frecuencia, por ser lugar apartado del camino que
atravesaba el valle y, por tanto, más tranquilo. Desde un
altozano podía darse cuenta de quién entraba en la viña de
los Turco, y, sin ser visto, defendía las uvas contra cualquier
agresión, sin dejar por eso los libros de ¡a mano.
El padre de José Turco, que profesaba gran estima al
amigo de su hijo, encontrándose en cierta ocasión con Juan,
le dijo mientras le ponía una mano sobre la cabeza:
—Animo, Juanito, sé bueno y estudioso y verás cómo la
Virgen te protege.
—En Ella he puesto toda mi confianza —replicó el
muchacho— ; pero me asaltan frecuentes dudas. Desearía
seguir los cursos de latín y hacerme sacerdote, pero mi
madre no tiene medios para ayudarme.
—No temas, muchacho, ya verás cómo el Señor te
allana el camino.
—Así lo espero —concluyó Juan—. Y despidiéndose de
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su interlocutor fue a ocupar su puesto, en actitud pensativa,
mientras iba repitiendo:
—¿Quién sabe si...?
Mas he aquí que algunos días después, el señor Turco
y su hijito vieron a Juan atravesar la viña y venir alegre y
presuroso al encuentro de ambos dando visibles muestras
de satisfacción.
—¿Qué novedades hay?, —preguntóle el propietario—;
pues estás tan alegre, siendo así que hace algunos días te
mostrabas tan preocupado.
—¡Buenas noticias! ¡Buenas noticias!, —exclamó Juan—.

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Esta noche he tenido un sueño, según el cual continuaré mis
estudios, llegaré a ser sacerdote y me pondré al frente de
numerosos niños, dedicándome a la educación de los
mismos durante toda la vida.
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—Así que todo está arreglado y pronto seré sacerdote.
—Pero, eso no es más que un sueño —observó el señor
Turco— y ya sabes que del dicho al hecho hay un gran
trecho.
—¡Oh! Lo demás nada me interesa. Sí; —concluyó
Juan—, seré sacerdote; me pondré al frente de muchísimos
jovencitos, a ¡os que haré mucho bien.
Y así diciendo, muy contento, se dirigió a ocupar su
puesto de vigía.
A ¡a mañana siguiente, a¡ regresar de ¡a parroquia,
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donde había estado oyendo Misa, fue a visitar a ¡a familia
de Turco; y la señora Lucía, llamando a sus hermanos, con
los cuales Juan solía hablar frecuentemente, preguntó al
muchacho sobre el motivo de la alegría que se le reflejaba
en el semblante. Juan entonces aseguró a sus oyentes que
había tenido un hermoso sueño. Como le pidiesen que lo
contase dijo:

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Que había visto venir hacia sí a una majestuosa Señora que
conducía un rebaño numerosísimo y que acercándosele y
llamándole por su nombre, le había dicho:
—Juanito, aquí tienes este rebaño; a tus cuidados lo
confío.
—¿Y cómo haré yo para guardar y cuidar tantas ovejas
y tantos corderillos? ¿Dónde encontraré pastos suficientes?
La Señora le respondió:
—No temas; yo estaré contigo.
Y desapareció.

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Don Juan Bautista Lemoyne, biógrafo de San Juan Bosco,
escribe en las Memorias: «Esta narración la oímos de labios
del señor Turco y está perfectamente de acuerdo con la
siguiente declaración consignada por Don Bosco en las
Memorias del Oratorio:
«A los dieciséis años tuve otro sueño».
Y concluye don Lemoyne: «Tengo la seguridad de que
supo y vio muchas cosas de las narradas por él y que
conservaba en su corazón como premio de su perseverante
confianza. En efecto: la asistencia que la Madre Celestial le
prodigó en este mismo año, hubo de hacerse muy sensible».
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EL TEMA MENSUAL
SUEÑO 4.—AÑO DE 1831.
(M. B. Tomo I, pág. 253)


Durante sus cuatro años de estudiante en Chieri, Juan
dio muestras de que, además de su prodigiosa memoria y
de su ingenio, ayudaba le en sus estudios alguna otra
secreta virtud. Tal es la opinión de muchos de sus antiguos
condiscípulos que dieron fe del hecho siguiente:

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Una noche soñó que el profesor había señalado el
tema para determinar los puestos de mérito de la clase y
que él estaba haciéndolo.

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Apenas se despertó, saltó del lecho y escribió el
trabajo señalado, que era un dictado en lengua latina;
después, comenzó a traducirlo, haciéndose ayudar de un
sacerdote amigo suyo. A la mañana siguiente el profesor
dictó el tema en la clase para señalar el orden de mérito
entre los alumnos, trabajo que era precisamente el mismo
con que Juan había soñado; de forma que, sin necesidad
del diccionario y en muy breve tiempo, lo escribió
inmediatamente tal como recordaba haberlo hecho en el
sueño, con las oportunas correcciones que le hiciera el
amigo, consiguiendo un completo éxito. Interrogado por el
maestro, expuso ingenuamente lo sucedido, causando en
éste verdadera admiración.
En otra ocasión Juan entregó la página de su trabajo
tan pronto, que al profesor no le parecía posible que
hubiese podido superar, en tan breve tiempo, tantas,
dificultades de orden gramatical; por eso leyó atentamente
el tema que Juan le había entregado. Dudando del origen
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de aquel trabajo, le pidió que le presentase el borrador.
Juan obedeció causando nuevo estupor en el profesor. Este
había preparado el tema la tarde anterior y como lo
considerase demasiado largo, había dictado a los alumnos
solamente la mitad. En el cuaderno de Juan lo encontra
completo; ni una sílaba más, ni una sílaba menos. ¿Cómo se
podía explicar aquel fenómeno? No era posible que en tan
poco tiempo el alumno hubiese copiado el original, ni que
hubiese penetrado en su habitación, pues ¡a pensión en que
se hospedaba Juan estaba muy lejos de la casa del
profesor. ¿Por tanto? Bosco puso las cosas en claro:
—He tenido un sueño en el que vi el tema.
Por éste y por otros acontecimientos semejantes, los
compañeros de la pensión le llamaban el soñador.



A los 9 años tiene Juan Bosco el primero de sus 159 sueños proféticos. Se le aparece Jesucristo junto con la Virgen María y le presentan un gran número de fieras que luego se convierten en corderos. Luego le muestra una multitud de jóvenes y le dicen: "Este será tu oficio: cambiar jóvenes tan difíciles como fieras, en buenos cristianos tan dóciles como corderos"

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