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LOS SUEÑOS DE SAN JUAN BOSCO (Parte 5)

LA PASTORCILLA Y EL REBAÑO
SUEÑO 9.—AÑO DE 1844.


(Tomo II, págs. 243-245. —M. O. Déc. II, págs. 134-136)

Cuenta Don Bosco en sus Memorias:
«El segundo domingo de octubre de aquel año de
1884, tenía que comunicar a mis muchachos que el Oratorio
había de ser trasladado a Valdocco. Pero la incertidumbre
del lugar, de las personas, de los medios con que había de
contar me tenían grandemente preocupado. La noche
precedente fui a descansar con el corazón lleno de
inquietud. Durante toda ella tuve un sueño que me pareció
como un apéndice del que tuve por primera vez en Becchi
cuando apenas contaba nueve años.

Mi deseo es exponerlo aquí literalmente».
«Soñé que me encontraba en medio de una gran
cantidad de lobos, de cabras, cabritos, corderos, ovejas,
cameros, pájaros, perros... Todos al mismo tiempo hacían
un ruido, un estrépito, o mejor dicho, un estruendo
diabólico, capaz de infundir espanto al más animoso. Yo
quise huir, cuando una Señora, admirablemente vestida de
pastorcilla, me indicó que siguiese y acompañase a aquella
extraña grey, mientras  Ella iba delante. Anduvimos
vagando de un lugar a otro: hicimos tres estaciones o
paradas; en cada una de ellas muchos de aquellos
animales se trocaban en corderos, cuyo número iba
progresivamente en aumento. Después de haber caminado
mucho, me encontré en un prado, en el que aquellas
bestezuelas comenzaron a triscar y a comer al mismo
tiempo, sin que las unas molestasen a las otras.
Abrumado por el cansancio, quise sentarme al borde
de un camino cercano, pero la Pastorcilla me invitó a que
prosiguiese adelante. Después de recorrer un breve
espacio de terreno, me encontré en un amplio patio con un
pórtico alrededor, en cuyo extremo había una iglesia.

Entonces me di cuenta de que las cuatro quintas partes de
aquellos animales se habían convertido en corderos. Su
número se había hecho grandísimo. En aquel momento
llegaron algunos pastorcillos para custodiarlos, pero
después de detenerse un poco, se marcharon. Después
sucedió algo maravilloso. Muchos corderos se trocaban en
pastores, que, al crecer en número, cuidaban de los demás.

Al aumentar tan considerablemente el número de los
pastores, se dividieron en grupos y marcharon a diversos
lugares, para reunir á otros animales extraños y guiarlos a
distintos rediles.

Yo quise marcharme porque me parecía que era la
hora de celebrar la Santa Misa, pero la Pastorcilla me
invitó a dirigir la mirada al mediodía. Entonces vi un campo
sembrado de maíz, patatas, repollos, remolachas, lechugas
y otras hortalizas.
—Mira otra vez, —me dijo la Pastorcilla.
Y al dirigir mi vista a aquel mismo lugar, vi una
magnífica iglesia.

Una orquesta y una banda de música instrumental y
una agrupación coral me invitaron a cantar la Misa. En el
interior de aquella iglesia se veía una franja blanca, en la
cual se leía escrito con caracteres cubitales: Hic domus
mea, inde gloria mea.

Continuando el sueño, quise preguntar a la Pastora
dónde me encontraba; qué significaban aquella caminata,
las paradas, la casa, la primera iglesia y la segunda.
—Todo lo comprenderás —me dijo— cuando con los
ojos materiales veas cuanto has podido apreciar con los
ojos de la mente.
Pero, pareciéndome que estaba despierto, dije:
—Yo lo veo todo claramente con mis ojos materiales;
sé adonde voy y lo que hago.

En aquel momento sonó la campana del Ángelus de la
iglesia de San Francisco de Asís y me desperté.

*********************

Este sueño me ocupó casi toda la noche; vi durante él
otros muchos detalles. Entonces comprendí poco de su
significado, pues, desconfiando de mí daba poco crédito a
cuanto había visto; pero todo ¡o fui comprendiendo cuando
se impuso la realidad de los hechos.

Las tres paradas indicadas en este sueño representan
el traslado del Oratorio al Refugio de la Marquesa Barolo,
donde se instaló la primera capilla dedicada a San
Francisco de Sales; la marcha de este lugar a San Martín de
los Molinos Dora y, por último, la ida a la Casa Moretta,
alquilada por San Juan Bosco en noviembre del 1845 y
ocupada hasta la primavera del año siguiente.

El patio con sus pórticos y con la iglesia que vio en el
sueño, son los del Oratorio instalado ya definitivamente en
el cobertizo Pinardi; nos referirnos a la primera iglesia
contemplada en la visión.

La segunda iglesia, a laque califica de magnífica, no
es otra que lá de San Francisco de Sales, consagrada el 20
de junio de 1852.
La frase latina que aparece en el sueño, fue vista por
San Juan Bosco en tres ocasiones y formas distintas.
La primera en la "magnífica iglesia" del sueño que
acabamos de narrar en la que pudo ver escrito en
caracteres cubitales «HlC DOMUS MEA, INDE GLORIA
MEA». La segunda vez le pareció contemplar un mote
parecido en la Capilla Pinardi: «HAEC EST DOMUS MEA,
INDE GLORIA MEA». La tercera vez leyó en la fachada de
una casa capaz para dar acogida a varios centenares de
jovencitos, casa que aún no existía: «HlC NOMEN MEUM,
HINC INDE EXIBIT GLORIA MEA».

EL PORVENIR DEL ORATORIO
SUEÑO 10.--- AÑO DE 1845.
(M. B. Tomo II, págs. 298-300)

Al presente sueño se le conoce también con el título de
"El sueño de ¡a cinta mágica". He aquí el texto del mismo tal
como nos lo ofrecen las Memorias Biográficas en el tomo y
página anteriormente citados:

*******************

Pareció encontrarme en una gran llanura ocupada por
una inmensa multitud de jóvenes. Unos reñían entre sí, otros
blasfemaban.

Acá se robaba, allá se ofendían las buenas
costumbres. Una nube de piedras surcaba los aires,
lanzadas por los que hacían guerrillas los unos contra los
otros. Eran, pues, jóvenes corrompidos, abandonados por
sus padres. Yo estaba para alejarme de aquel lugar cuando
vi junto a mí a una Señora que me dijo:
—Ponte en medio de esos jóvenes y trabaja.

Yo obedecí, pero ¿qué hacer? No había local alguno
para acogerlos; deseaba hacerles un poco de bien y me
dirigí a algunas personas que me contemplaban desde
lejos y que me habrían podido ayudar muy eficazmente;
pero nadie me hacía caso, ni me quería socorrer. Entonces
me dirigí a aquella Matrona, la cual me dijo:
—Aquí tienes el local, —y me señaló un prado.
—Pero, esto no es más que un prado —observé yo.
Ella me respondió:
—Mi Hijo y los Apóstoles no tuvieron un palmo de
terreno donde reclinar la cabeza.

Comencé, pues, a trabajar en aquel prado,
amonestando, predicando, confesando, pero comprobé que
con la mayor parte de aquellos jóvenes mis esfuerzos eran
inútiles si no encontraba un lugar cerrado y algunos
edificios para albergarlos; sobre todo para los que habían
sido abandonados por sus padres y repudiados y
despreciados por la sociedad. Entonces aquella Señora me
condujo un poco más hacia el septentrión y me dijo:
—¡Mira!

Y al dirigir mi vista hacia el lugar indicado, vi una
iglesia pequeña y baja, un trozo de patio y muchos jóvenes.
Recomencé mi labor. Pero como la iglesia era insuficiente,
recurrí de nuevo a la Señora y Ella me hizo ver un templo
mayor y junto a él una casa. Después, llevándome hacia un
lado, a un trozo de terreno cultivado, casi frente a la
fachada de la segunda iglesia, añadió:
—En este lugar, donde los Santos Mártires de Turín,
Aventor y Octavio sufrieron el martirio, sobre esta tierra
bañada y santificada ron su sangre, deseo que Dios sea
honrado de un modo especialísimo.
Y al decir esto, adelantó un pie señalando el lugar
donde dichos santos fueron martirizados, indicándomelo
con toda precisión. Yo quise colocar alguna señal para
recordarlo cuando volviese a aquel lugar, pero no encontré
nada a mi alrededor; ni un palo, ni una piedra; con todo, se
me quedó fijo en la memoria con toda precisión.
Corresponde dicho lugar exactamente al ángulo interno de
la capilla de los Santos Mártires, antes de Santa Ana,
situada al lado del Evangelio en la iglesia de María
Auxiliadora.

Entretanto me vi rodeado de un número cada vez más
creciente de jovencitos; pero dirigiendo la mirada a aquella
Señora, aumentaban también los medios y el local. Vi
después una grandísima iglesia, precisamente en el lugar
en que me había dicho haber sufrido el martirio los santos
de la Legión Tebea y alrededor de ella numerosos edificios
y un monumento en el centro.

Mientras sucedían estas cosas, yo siempre en sueños,
vi que me ayudaban en mi labor algunos sacerdotes y
clérigos, que después de estar conmigo algún tiempo, me
abandonaban. Yo procuraba con gran empeño atraérmelos,
pero ellos poco a poco se marchaban dejándome solo.
Entonces me dirigí a la Señora nuevamente, la cual me
dijo:
—¿Quieres saber lo que has de hacer para que no te
abandonen? Toma esta cinta y átales con ella la frente.
Tomé con toda reverencia una cinta blanca de la mano
de la Señora y vi que en ella estaba escrita esta palabra:
OBEDIENCIA.

Probé a hacer inmediatamente lo que Ella me había
indicado y comencé a atar la cabeza de mis auxiliares
voluntarios con la cinta, comprobando que se producía
seguidamente un efecto maravilloso; efecto que iba en
aumento mientras yo continuaba entregado a la misión que
me había sido señalada, pues aquellos sacerdotes y
clérigos desechaban el pensamiento de marcharse a otra
parte, quedándose conmigo ayudándome en mi labor. Así
quedó constituida la Congregación.

Vi también otras muchas cosas que no es del caso
relatar en estos momentos; baste decir que desde entonces
proseguí la ruta emprendida con seguridad, ya respecto al
Oratorio, ya respecto a la Congregación; bien sobre la
manera de conducirme en mis relaciones con las personas
externas revestidas de alguna autoridad. Las grandes
dificultades que sobrevendrán están todas previstas y
conozco los medios que he de emplear para superarlas. He
visto detalladamente cuanto nos sucederá y prosigo
adelante a plena luz. Después de haber contemplado
iglesias, casas, patios, jóvenes en gran número, clérigos y
sacerdotes que me ayudaban y la manera de llevarlo todo
adelante, comencé a dar a conocer a algunos ciertas cosas
como si ya existiesen, por eso muchos llegaron a creer que
yo había perdido la cabeza.

Uno de los detalles que más llama la atención en este
sueño es el relacionado con el lugar indicado por la
Santísima Virgen como escenario del martirio de ¡os Santos
Adventor y Octavio. Nuestra Señora no menciona a Solutor,
porque parece ser que este santo mártir al ser herido por
una lanza logró escapar, yendo después a morir a Ivrea.
Sobre esta circunstancia de la designación del sitio
preciso en que sufrieron el martirio Adventor y Octavio, San
Juan Bosco dejó consignado lo siguiente: «Jamás quise
contar este sueño a nadie y mucho menos dar a conocer mi
fundada opinión sobre el lugar exacto del glorioso martirio
de Adventor y Octavio».

«Más tarde, en 1865, sugerí al Canónigo Gastaldi la
idea de que escribiese las vidas de los tres santos mártires
de la Legión Tebea e hiciese indagaciones para encontrar
el lugar preciso de su martirio, sirviéndose de los datos
suministrados por la historia, la tradición y la topografía. El
docto eclesiástico aceptó la idea; redactó y dio a la
imprenta unas memorias sobre el martirio de los intrépidos
confesores de la fe, sacando como conclusión de su
documentado estudio que se ignoraba el lugar preciso del
mismo, pero que se sabía con toda certeza que se habían
refugiado fuera de la ciudad, cerca del río Dora y que
fueron descubiertos y sacrificados por sus perseguidores en
las proximidades del lugar en que se habían escondido.

El gran trecho existente entre los muros de la ciudad y
el río Dora, hacia el occidente del barrio de este nombre,
fue conocido en la antigüedad con la denominación latina
de Vallis o Vallum occisorum, que se transformó con el
tiempo en Val d'occo, aludiendo quizá a los mártires allí
sacrificados.

Según el Canónigo Gastaldi, teniendo a la vista la
topografía de la ciudad de Turín, el Oratorio de San
Francisco de Sales se levanta precisamente en el lugar
bendito regado con la sangre de los confesores de Cristo».
San Juan Bosco se alegró mucho de esta opinión que
venía a confirmar cuanto había visto en el sueño;
profesando desde entonces una gran devoción a los santos
mártires. Todos ¡os años, en la festividad de San Mauricio,
incorporando el nombre y la gloria del jefe al de los
componentes de la Legión Tebea y de una manera especial
a sus tres esclarecidos soldados, Adventor, Solutor y
Octavio, quiso que se celebrase dicha festividad con
solemnes actos religiosos.

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A los 9 años tiene Juan Bosco el primero de sus 159 sueños proféticos. Se le aparece Jesucristo junto con la Virgen María y le presentan un gran número de fieras que luego se convierten en corderos. Luego le muestra una multitud de jóvenes y le dicen: "Este será tu oficio: cambiar jóvenes tan difíciles como fieras, en buenos cristianos tan dóciles como corderos".

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