Mensajes de Nuestro Señor
Jesucristo a Sus hijos predilectos
XCI
PETICIÓN DEL PADRE
"Yo el Verbo, aunque soy Palabra, no hablo sino lo que recibo de mi Padre,lo que me dice mi Padre,lo que mi Padre me enseñó, lo que aprendí de Él; porque soy su Verbo, su divina Sabiduría; porque, aunque Persona distinta, procedo de Él, en cuanto que Él es mi Padre y Yo su Hijo.
De suerte que Yo soy la Palabra divina, pero la Palabra de mi Padre, el conducto por el que mi Padre se comunica al mundo; y también soy la Palabra eterna, sin sonido, que encierra sin embargo toda las armonías, sin algo exterior o sensible y contiene toda ciencia, todo sentido de naturaleza y gracia.
Enseño lo que mi Padre me enseñó, digo lo que Él me dice, comunico lo que de Él recibo. Y esa Palabra es amor, su sentido es amor, su íntimo sonido es amor, y sus efectos, en la Trinidad y en las almas, son de amor.
La voz de la Trinidad soy Yo; pero esa voz, no es sensible, no tiene sonido humano; es una vibración íntima,divina y comunicable; es una inefable fusión de Persona a Persona, que más y más las identifica íntimamente con la unidad de su Ser.
Pero esa vibración delicada, suave, deleitable, fina a la vez que potente, es una palabra de amor que comunica vida, que fecunda, que cala, que impregna de felicidad divina; es una Palabra-amor, que se extiende y se evapora como incienso de amor, que se infiltra con suavidades inenarrables hasta la esencia misma de Dios, y lo alegra y llena de una dicha tal, que en el mundo no hay cómo explicarla ni con qué se pueda comparar.
Por eso este Verbo, esta Palabra, esta armonía cadenciosa y divina, es indispensable en la inefable unidad en la que la Trinidad se goza, porque en el Verbo están las complacencias del Padre, impregnadas del amor del Santo Espíritu.
En el cielo no hay tiempo. En la unidad se encierra la eternidad; es un punto infinito, inconmovible, que siempre es; porque Dios es Principio eterno, y el Verbo en el Principio ya era Dios con el Padre y con el Espíritu Santo: Y Dios, que es el principio de todas las cosas, no tuvo principio: siempre fue, y es, y será eternamente, en su simplicidad sin compuestos, en el arcano eterno y sin principio de la unidad de la Trinidad.
Esa Palabra, que soy Yo, vibra eternamente en el seno íntimo de la Trinidad; y en esa Palabra y en ese sentido-amor, nos lo decimos todo, lo sentimos todo, lo podemos todo, lo disponemos todo; porque ese sonido purísimo jamás se desafina, y si se derrama en miles de notas, en cascadas de hermosuras, de creaciones, de gracias, de dones, de esplendores y luces, es sin salir de su Principio, sin desmembrar la unidad.
Vibra esta Palabra, repito, con todas las armonías, con todos los encantos, con todas las suavidades, dulzuras y ternuras inconcebibles, y se encierran todas estas cosas en esa Palabra, al encerrar a la misma Divinidad.
!Misterios de Dios! Pero me complazco en revelarlos al mundo para que vislumbre, aunque sea de muy lejos, las íntimas fibras del Verbo, los hondos y profundos secretos eternos de la inmensidad de Dios, de esos eternos secretos en los que eternamente se goza la Trinidad.
Los atributos de Dios se convierten, se unifican en Dios mismo; porque, como lo he dicho, el reflejo de Dios es Él mismo, por razón de su unidad. Y así como su reflejo es Él, sus perfecciones infinitas son Él, nacieron eternamente en Él, no por derecho de conquista, sino por derecho de justicia, por ser Dios.
Y la Palabra, -su Verbo- es Él en cuanto a la sustancia y esencia una sola Divinidad, aunque Persona distinta; porque hasta en Dios debe haber orden, pues Él es el orden mismo. Y el orden en la Trinidad está en las tres Personas, el Padre, el Hijo y procedente de ellos el Espíritu Santo; pero ninguna, sin embargo, es antes ni después que la otra, sino eternas las tres en su Principio; y éste es el misterio de Dios, que sólo lo comprende Dios.
Tampoco hay que creer que la Palabra sólo ha de ser hablada: significa Sabiduría, Verdad, Principio, Verbo, Divinidad, etc. El Verbo Encarnado es el conducto divino y humano de ese Padre amado. Y el secreto santísimo de esa Palabra, Yo, consiste en que sé comunicarme también a las almas sin palabras humanas, con sonidos íntimos, con profundos conocimientos, con luces divinas, con notas suavísimas, con el contacto de lo divino que todo lo dice, que todo lo hace sentir, que todo lo quiere, que todo lo penetra, que todo lo da.
Y ¿para qué he dicho todo esto? En cierto sentido para apoyar en la verdad mis peticiones a mis sacerdotes, en la voluntad del Padre que les habla por su Verbo, que se les comunica por su Verbo, que les enseña y que los ama por su Verbo.
Sentirán en estas confidencias la palabra ternísima y amorosísima del Verbo, que penetra en lo más hondo de sus corazones sacerdotales. Yo lo prometo; porque Yo soy el que hablo, valiéndome de estas páginas. Y lo conocerán por la vibración honda y divina en sus almas, en lo mas profundo de sus conciencias y de sus corazones, donde no puede penetrar ni Satanás siquiera, sino solamente la Divinidad, es decir Dios, que mueve y conmueve el fondo de las almas, y todo para su bien.
Que vengan a Mí todos mis sacerdotes para aliviar sus penas, para cicatrizar sus heridas con los ósculos de un Dios-Hombre; que abran sus almas para recibir mi Luz, la Luz del Padre y del Espíritu Santo.
Y para más comprometer a mis sacerdotes por medio del amor, quiero hacerles ver con lo que acontece que no soy Yo solo quien los llama, quien los exhorta, quien los enseña, sino mi Padre en Mí, que quiere su conversión, su regeneración, su perfección, por fin, la transformación en su Hijo amadísimo para que sean perfectos como Él, el Padre celestial es perfecto.
Ya se cansa mi amado Padre de buscarme a Mí en sus sacerdotes y no me encuentra; busca en otros siquiera los rasgos peculiares de la fisonomía de su Hijo Divino, y no los haya. Y esto lo contrista, y me envía a Mí, su Verbo, su Palabra, que venga en su nombre a recordar a los sacerdotes que deben parecérseme, que deben ser otros Yo.
Lo que Yo digo lo aprendí de mi Padre; y porque soy Palabra del Padre, dependo de mi Padre, y hablo lo que oí de mi Padre, y doy lo que recibo de mi Padre, y quiero lo que quiere mi Padre; porque una sola voluntad nos une en la unidad de la Trinidad.
Así es que si mis sacerdotes no me han escuchado a Mí, que escuchen por Mí a mi Padre que en su infinita ternura los llama, los invita, les recuerda sus compromisos, los ama y quiere salvarlos y perfeccionarlos por medio de su transformación en Mí.
1 El Verbo depende del Padre por su origen, en cuanto que es engendrado por el Padre; pero no con una dependencia que implique inferioridad. (Nota del editor).
Que no desoigan su voz, la voz del Padre, que soy Yo; sino que antes bien, la sigan gozosos, se despojen del hombre viejo, y se arrojen con denuedo a una vida perfecta, que es la que deben tener, para ser mis representantes en la tierra.
En Mí, oyen al Padre, y por Espíritu Santo lo amarán en su transformación en Mí, ayudados por María; necesito corazones valientes que no titubeen, que no se detengan, que corten consigo mismos, que se unan a Mí, que amen, que el amor es un motor poderoso para transformarse en Mí, y para consumar esa transformación que mi Padre anhela y que Yo, por Él, les pido una vez más".